El suplemento para comprender el mundo digital

EL MUNDO - Jueves, 8 de junio de 2000 - Número 2
NAVEGANTES |
EL DEFENSOR
Historias para no dormir
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Gonzalo Álvarez Marañón

CON TRISTE frecuencia nos asaltan noticias relacionadas con Internet, donde aparece identificada con el fraude, la delincuencia o la pornografía infantil. Inevitablemente, el público general, que nunca se ha sentado ante un ordenador ni ha navegado por la Red, termina por asociarla con antros de criminales o escenarios de espectaculares pelotazos.
Internet no es sino un espejo del mundo cotidiano. La mayoría de los timos y fraudes en la Red constituyen una mera transposición al mundo digital de timos y fraudes bien probados en la calle. Se trata de las conocidas cadenas de cartas, en las que se debe reenviar un correo a cierto número de personas, añadiendo el nombre propio a la lista, de manera que a cambio de una cantidad modesta de dinero uno recibe la promesa de hacerse millonario; o de las pirámides, en las que se ofrece la posibilidad, invirtiendo poco dinero, de integrarse en un negocio de inusitada rentabilidad, con el requisito de reclutar gente por debajo de manera que uno ascienda rápidamente hacia la cúspide; o, cómo no, del vendedor fantasma, al que se le envía dinero a un apartado postal a cambio de una mercancía milagrosa que nunca llegó.

OTROS FRAUDES y timos han surgido aprovechando las oportunidades únicas del ciberespacio, especialmente los timos telefónicos. El esquema siempre se repite: pornografía gratis si se instala un programa para ver fotos o películas guarras, el cual silenciosamente conecta el módem de la víctima a un proveedor de servicio Internet en otro país o a un 906, o mediante alguna otra artimaña se las arregla para que pague facturas astronómicas. Otros fraudes más preocupantes afectan a compradores en subastas, que reciben en sus casas mercancía adquirida en comercios on line legítimos y pagada con tarjetas de crédito robadas, como si procediera de un individuo que la estuviera subastando a un precio irresistible, claro. Y de fondo, el miedo omnipresente a utilizar la Visa por si cae en malas manos.

LA MAYOR parte de los timos y fraudes explotan la ingenuidad y buena fe de las víctimas y también su codicia. El afán por hacer dinero fácil o encontrar chollos puede perder a más de uno. Desconfiar de la palabra GRATIS y de los precios increíbles y nunca instalar programas sospechosos para obtener contenidos gratuitos son normas básicas para evitar el fraude. Más vale comprar en comercios de reconocido prestigio que aventurarse a adquirir chollos sin garantía alguna. Nadie vende duros a cuatro pesetas, y menos en los tiempos que corren.

Gonzalo Álvarez Marañón es ingeniero de Telecomunicaciones del CSIC.
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