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    EL MUNDO - Jueves 14 de febrero de 2002 - Número 80  
     
  CIBERARTE |  


  La feria de arte contemporáneo por excelencia de nuestro país, ARCO, arranca con escasa presencia de arte digital. Cada vez más aceptado en museos y escuelas de arte, y con cuatro décadas de historia a sus espaldas, los galeristas y grandes entidades coleccionistas de arte aún no saben qué hacer con él.

ARCO 2002
¿DÓnde está el negocio en el arte digital?

 
  JOSÉ LUIS DE VICENTE  
 
  
Seducidos por sus inmensas posibilidades expresivas, pocos colectivos han abrazado la revolución digital con tanto entusiasmo como la comunidad artística. Sin embargo, su representación y su papel en la gran cita del mercado del arte español sigue siendo casi anecdótica. Durante los próximos seis días, cientos de profesionales de todo el mundo vienen a ARCO a hablar de arte pero, sobre todo, de negocio. En la gran mayoría de las discusiones, las obras de los creadores digitales se quedan todavía fuera de la conversación.

Hasta su edición de 2000, ARCO dedicaba un espacio específico de la muestra a promocionar las nuevas formas creativas surgidas del encuentro entre artistas y tecnología, espacio que las galerías de arte no le concedían en sus stands. El motivo: su rentabilidad está todavía por verse. Arco Electrónico desapareció, según la dirección de la muestra, para que esta rama de la creación encontrase su lugar en el mercado. Dos años después, las galerías aún no se han dado por enteradas.

De las 261 galerías participantes en Arco 2002, sólo 35 incluyen en sus espacios piezas de arte digital –el año pasado fueron aún menos, sólo cuatro–. Para colmo de males, esta edición se celebra bajo el fantasma de la crisis económica, lo que afectará sobre todo a los sectores más nuevos del mercado del arte. “En tiempos difíciles, las galerías no quieren correr riesgos”, afirma Vicente Matallana, responsable de netspace@arco, la sección de la muestra que aglutina a las empresas tecnológicas que utilizan Internet como canal de difusión del mercado del arte.

En esta coyuntura, algunas voces piden ya la resurrección de Arco Electrónico, ante la paradoja de que la que es estrictamente la más contemporánea de las tendencias actuales sea la menos representada.

SIN MERCADO. La Galería Metropolitana de Barcelona es una de las contadísimas que, año tras año, presenta en su stand ejemplos de arte electrónico. Su director, Pere Soldevilla, es consciente de las dificultades que esta clase de obras presenta para integrarse en ARCO. “Para que haya un mercado, tiene que existir gente que sienta la necesidad de poseer estas obras. Es la razón por la que un Picasso alcanza una cotización tan alta, porque hay mucha gente con deseos de poseerlo. El arte en Internet pertenece a una cultura de los contenidos gratuitos, y no creo que despegue hasta que se desarrollen los micropagos”. Este año, Metropolitana no presenta una obra de net.art, sino una instalación robótica. ¿Y esta clase de trabajos, que no tienen el handicap de la inmaterialidad del arte para la Red? “Para los coleccionistas privados presentan demasiados inconvenientes. Ocupan mucho espacio, necesitan técnicos de software y hardware para arrancarlas y mantenerlas en funcionamiento”, explica Soldevilla.

GRANDES EMPRESAS. Algunas grandes compañías también se aproximan al arte digital. Es el caso de Universia, el portal para la comunidad universitaria española creado por el SCH y uno de los últimos ejemplos de la euforia puntocom –12.000 millones de pesetas invirtió en el proyecto la entidad bancaria–. Para su stand, Universia ha escogido obras de artistas de seis universidades españolas que trabajan en la nueva creación tecnológica. El más impactante viene de la Universidad de Alicante. Lo físico de lo básico es una instalación de la artista de Alcoy, Silvia Sempere, que forma una superficie de 50 metros cuadrados de turba y hiedras. Unos sensores traducen los niveles de humedad y temperatura de la masa vegetal en imágenes que se proyectan en una pantalla, combinando la estética orgánica con el lenguaje tecnológico.

La Fundación Telefónica es la entidad que cuenta con más tradición de apoyo al arte electrónico de nuestro país. Su stand este año vuelve a ser el marco en el que se presentan los ganadores de Vida 4.0, la cuarta edición del concurso que convoca cada año a los artistas que especulan con técnicas como la genética digital, los algoritmos recursivos y las aplicaciones creativas de los virus informáticos. Junto a trabajos fascinantes como Electric Sheep, de Scott Daves, un generador de imágenes en forma de salvapantallas, la obra que más llamará la atención de los visitantes serán probablemente los robots pintores y músicos de Carlos Corpa. Residente a medio camino entre Nueva York y un pequeño pueblo de Cuenca, es discípulo de Chico McMurtrie, el más importante de los artistas que se han acercado a la robótica desde la creación. En su trabajo combina “chatarra y alta tecnología” para crear máquinas que a su vez poseen el don de crear.

La Agencia –única empresa de nuestro país dedicada a producir y gestionar arte digital– tiene en su stand un laboratorio creativo con ordenadores, proyectores y mesas de vídeo por el que irán desfilando a lo largo de la feria los colectivos de arte digital más importantes de la escena nacional. Entre otros, Área 3, Libres para Siempre y Mashica.

www.arco-online.ua.es
www.galeria-metropolitana.com
www.universia.es

www.laagencia.org
 
 
     
 

 
     
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