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    EL MUNDO - Jueves 16 de mayo de 2002 - Número 93  
     
  CIBERSOCIEDAD |  


 

MÚSICA
El instrumento de moda es el PC

 
  JOSÉ LUIS DE VICENTE  
 
  Manuela Krause, ‘tocando’ su música desde un ordenador portátil.
Sábado, 3 de la mañana. Mil personas abarrotan el Loft, uno de los clubes más en boga en Barcelona, para ver la actuación en directo de una de las últimas sensaciones de la música de baile europea: Luomo. Durante una hora, el público rebosa entusiasmo por los ritmos electrónicos y las atmósferas que llenan la sala. Sin embargo, a diferencia de lo que pasa en un concierto de rock o pop, nadie presta mucha atención al artista que ocupa el escenario. Es comprensible, porque no hay demasiado que ver. Luomo es sólo un hombre con un ordenador portátil.

Si a comienzos de los 80 cualquier adolescente quería colgarse una guitarra y formar un grupo y los 90 han sido los años del estrellato de los disc-jockeys, el símbolo de la nueva gran revolución en la música popular es el laptop. Salas de conciertos y festivales como Sónar incluyen en sus programaciones, cada vez más, a más artistas que componen, graban, producen e interpretan su música sin más elementos que un ordenador personal. Y pocos grupos pueden prescindir de él. Un ejemplo: el año pasado el famoso Saint Germain tuvo que interrumpir uno de sus conciertos en Madrid porque... el ordenador se le quedó colgado, frito.

DOS PROGRAMAS. Buena parte de esta revolución es responsabilidad de los productos de dos compañías europeas: La alemana Native Instruments y la sueca Propellerheads.

Entre los usuarios de Reaktor, el programa estrella de Native Instruments, hay nombres ilustres como Orbital, Depeche Mode o Jamiroquai. Pero, sobre todo, lo emplean miles de musicos independientes de todo el mundo que no pueden permitirse los caros equipos que usan las grandes estrellas.

Lo que los creadores de Reaktor se plantearon era si la potencia de los últimos procesadores domésticos podía ser suficiente para reproducir el funcionamiento de los sintetizadores clásicos fabricados por compañías como Roland o Yamaha, máquinas caras y difíciles de conseguir. La respuesta fue afirmativa. Y Reaktor ha revolucionado la composición musical, entre otras cosas porque el programa también permite crear desde cero nuevos sonidos completamente inéditos. Algo que posibilita la aparición de nuevos estilos, como la glitch music o el llamado clicks and cuts de artistas como Kid 606 o Matmos, productores del último disco de Bjork.

Pero a pesar de ser espectacularmente innovador, Reaktor no es perfecto. El programa resulta bastante complejo de manejar y cuenta con un interfaz algo esotérico. Comprensiblemente, no todos estan dispuestos a enfrentarse a su terrible curva de aprendizaje. Defectos que pretende superar Reason, la joya de la corona de Propellerheads.

Si los productos de Native Instruments están hechos para músicos ambiciosos cortos de recursos, Reason tiene vocación de llegar a todos los públicos. Sobre todo porque no hacen falta muchos conocimientos previos para dominar este programa que ofrece en un solo paquete todas las herramientas que se pueden encontrar en un estudio de grabación real.

Desde sintetizadores y cajas de ritmos virtuales, hasta el imprescindible sampler –el aparato que reproduce sonidos de orquesta y otros instrumentos reales–. Todo se gobierna desde una mesa de mezclas central, que nos permite añadir graves y agudos, procesar los sonidos con efectos de eco y reverberación... podemos utilizar tantos sintes y samplers virtuales como la potencia de nuestro ordenador nos permita. Un PC relativamente al día es suficiente para que nuestra creatividad no se tope con limitaciones técnicas.

Y es que ya no hace falta gastarse un pastón, ni ocho años de conservatorio, para desarrollar nuestras aptitudes musicales. O para descubrir que carecemos de ellas. Porque, pese a todo, lo que ni Reaktor ni Reason pueden resolver es, claro, la falta de talento.
 
 

GRABACIÓN
Los estudios ya son virtuales

La tecnología digital lleva más de una década presente en todos los ámbitos de la creación musical. Desde los Chemical Brothers hasta los inefables hermanos Ten –productores de varios de los discos de Operación Triunfo–. Casi no hay músico que construya sus canciones sin sintetizadores, cajas de ritmos, y toda clase de dispositivos cuyas entrañas esconden procesadores, sistemas operativos, ROM, RAM, discos duros... Es decir, los mismos elementos de cualquier sistema informático.

Además, en los estudios profesionales de grabación, las grandes mesas de mezclas y los magnetófonos empiezan a ser relegados al cuarto de los trastos viejos, remplazados por sistemas digitales como Pro Tools, que permiten grabar, ecualizar y añadir efectos, todo dentro de un ordenador. Por todo esto, muchos han intuido en los últimos diez años que, gracias al abaratamiento de los componentes y al imparable aumento de potencia de los procesadores, el día en que fuese posible producir discos con calidad profesional con un simple PC domestico no podía estar muy lejano. No es arriesgado afirmar que ese día ya ha llegado, y que la era de los estudios virtuales acaba de comenzar.

 
 
     
 

 
     
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