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    EL MUNDO - Jueves 23 de mayo de 2002 - Número 94  
     
  PROCESADORES |  


  El transbordador espacial utiliza un chip del año 1978. Ahora la NASA se ha quedado sin repuestos y busca en la Red material informático obsoleto. Y no es la única. Numerosos sistemas en todo el mundo utilizan hardware anticuado, con más de una década de historia a sus espaldas.

OBSOLESCENCIA
La nasa busca chips viejos en Internet

 
  MARTA PEIRANO  
 
  Centrales nucleares, presas e incluso el piloto automático de los aviones utilizan sistemas obsoletos pero a prueba de fallos. Los aviones, por ejemplo, aterrizan con un chip 386.
Una organización rastrea las subastas de la Red. Su objetivo: hacerse con microprocesadores antiguos, unidades de disco de ocho pulgadas y una docena más de piezas de hardware que quedaron fuera de juego hace ya 20 años. No se trata de un nuevo museo dedicado a la informática ni nada parecido. La organización es la NASA y lo que le ocurre es que se ha quedado sin repuestos.

Entre los principales objetivos de su búsqueda se encuentra, por ejemplo, el retorcido 8086. Se trata del primer microprocesador de 16 bits que la entonces desconocida Intel fabricó a principios de 1978. Aunque en su momento fue una verdadera revolución y la semilla de la primera división de computadoras personales de la empresa, hoy sería la risa de los usuarios si alguien se acordara de él: memoria segmentada, registros implícitos, flexibilidad nula... la pesadilla de un programador. Sus 29.000 circuitos no pueden ni soñar en competir con los 55 millones de un Pentium 4 como el que equipa hoy cualquier PC doméstico.

Pero la NASA lo necesita nada menos que para su flota de transbordadores espaciales. Hay que recordar que estas naves con forma de autobús escolar fueron diseñadas a finales de los 70. La primera lanzadera –Columbia– llegó al espacio el año 1981. Y el cerebro de los sistemas de seguridad que monitorizaba sus dos cohetes propulsores era un 8086.

Cuando, en 1986, el tristemente célebre Challenger estalló al minuto de haber despegado, el golpe fue brutal. Un fallo en la junta de un cohete provocó la muerte de todos los astronautas que viajaban a bordo, cinco hombres y dos mujeres. Una comisión culpó del accidente a la agencia y a sus sistemas de control de calidad. Se paralizó el programa de vuelos y se rediseñaron todos los sistemas. Pero el 8086 sobrevivió a la quema. Dos décadas más tarde, los controladores de despegue aún usan estos chips. Y la NASA necesita más reservas para reparar sistemas dañados y maquinaria rota.

Anticuado. Encontrar material tan anticuado es un poco más difícil cada día que pasa. “Una sola pieza que se estropea nos puede amargar el día”, se lamenta Mike Renfroe, director del plan de logística de la United Space Alliance del Centro Espacial Kennedy, al periódico New York Times. En otro tiempo, la agencia se ha procurado sus piezas a través de catálogos o llamando a los proveedores de hardware para cubrir sus necesidades pero, ahora, escarban por la Red. Su última adquisición, un circuito que se usa para comprobar la unidad que mantiene sincronizados los ordenadores de las naves, les costó meses de búsqueda por páginas como e-Bay y Yahoo, y unos 500 dólares. “Eso no es nada”, comenta Renfroe. “Tener a un ingeniero trabajando toda una semana es mucho más caro”. Sin embargo, los que todavía guardan sus viejos ordenadores en el trastero de casa, que no hagan la cuenta de la lechera. La agencia sólo compra reservas al por mayor.

Que la NASA, cuna de la tecnología más avanzada, tenga que recurrir a la chatarra electrónica no es tan extraño. Cumple así una de las principales máximas de la informática: “Si funciona, no lo arregles”. Y la Agencia Espacial no es la única que se aplica el cuento. Centrales nucleares y presas también requieren equipos muy probados, libres de fallos. Cambiar sistemas que dependen de un microprocesador resulta sumamente caro porque no basta con poner otro cacharrito mejor: hay que rediseñar todo el software creado específicamente para ese procesador. Gastar una cantidad disparatada en cambiar un sistema que funciona por otro más moderno que puede dar problemas desconocidos no es rentable. Y no sólo por lo que cuesta, sino por la que puede liar.

Volar con 386. Muchos aviones comerciales, por ejemplo, tienen un 386 como piloto automático. Este microprocesador, el primero de 32 bits que llegó al mercado, desciende del 8086 (su verdadero nombre es Intel 80386). Renquea con un viejo Windows 95, pero es capaz de aterrizar un avión lleno de pasajeros sin ningún incidente. De hecho, lo hace constantemente.

Tal vez un Pentium 4 tuviera mejores reflejos. Pero si una actualización de software provoca el despropósito que se ha vivido en el aeropuerto de Heathrow hace unos días, sobran razones para no cambiar al 386 por cualquiera de sus hermanos mayores.

Frente a esta espartana eficacia contrasta el desmedido afán del consumidor medio por tener lo más grande, lo más potente y lo más capaz que ofrece el mercado. Los aviones utilizan el 386 porque, entre otras cosas, es fiable y no se recalienta (ni siquiera llevaban ventiladores). La Estación Espacial Internacional, la novísima ISS, también lo equipa porque, además, aguanta mejor la radiación del espacio que un equipo de última generación, mucho más delicado.

Pero Internet y los sistemas operativos que se lanzan cada año al mercado exigen ordenadores cada vez más y más potentes. Sin embargo, sólo aquellos que trabajan con edición multimedia y otras aplicaciones de última generación necesitan semejante máquina. El resto, seamos honestos, lo queremos para jugar. Los videojuegos son los únicos programas que necesitan la potencia y definición de un último modelo de ordenador. Black & White o Quake 3, entre los más populares, exigen muchísimos más recursos de los que tiene un 386, por no hablar del 8086. La paradoja es simpática: es más difícil poner en marcha una aventura gráfica que hacer funcionar un avión.
 
 
     
 

 
     
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