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    EL MUNDO - Domingo, 3 de abril de 2005 - Número 228  
  LA CURIOSIDAD
El despertador más desquiciante del mundo
Ni gallos que cacarean ni dulces melodías. Si quiere despertarse como un auténtico ‘freakie’ pruebe con Clocky
 
  OLALLA CERNUDA  
 
Clocky tiene aspecto de peluche simpático y con ruedas. Es blandito, tierno… pero hasta su nombre saca de quicio. Por no hablar de su maquiavélico funcionamiento. La inagotable factoría del Instituto Tecnológico de Massachussets (MIT) ha presentado en sociedad el despertador más inteligente jamás soñado, mal que le pese a los gandules y perezosos de medio mundo. Para su consuelo, de momento, no es más que un prototipo del famoso instituto.

En realidad, Clocky es algo más que un pequeño despertador con piel de cordero. En su interior, un diminuto robot le permite no sólo comenzar a sonar a la hora que el usuario haya programado, sino además salir huyendo de la mesita de noche y esconderse por toda la habitación para seguir pitando una y otra vez hasta que el sufrido cliente lo apaga del todo. Y todo “para cerciorarse de que quien lo apague está realmente despierto”, dice Gauri Nanda, su creador.

El pequeño PC del interior del despertador robotizado entra en acción cuando el usuario aprieta el botón de snooze, ése que hace que la alarma vuelva a sonar una y otra vez cada pocos minutos. En ese momento, Clocky es capaz de saltar de la mesilla y empezar a moverse en cualquier dirección, esquivando posibles objetos, y para hacerlo siempre hacia sitios diferentes y no repetir. Por eso de ponérselo cada día más difícil al paciente usuario. Si hoy se esconde debajo de la cama, mañana puede ser detrás del armario, o debajo de la ropa tirada en el suelo.
Lo que no consigue resolver Clocky es el problema de quienes utilizan una misma habitación pero no se levantan a la misma hora. Es decir, que el vecino de cama tenga que escuchar el despertador de su pareja cuando aún no tiene por qué levantarse.

Para ellos, Nanda ya está pensando en la posibilidad de utilización de la segunda generación de Clockies. “Podrán ser programados independientemente, para que cada uno se encargue de molestar a su propio dueño, pero también serán capaces de actuar juntos, o susurrar sólo a la persona adecuada que es ya hora de levantarse, mientras el otro sigue jugando al escondite por toda la habitación”, sostiene. Si un artilugio de esos ya suena infernal, dos pueden ser terribles.
De momento —dormid tranquilos perezosos—, Clocky es sólo un proyecto en mente de este estudiante del MIT “que odia tener que despertarse todas las mañanas”. Eso sí, el chico no descarta comercializarlo en breve. No costará muy caro, poco más de 20 euros, y el MIT ya piensa venderlo como rosquillas.

web.media.mit.edu/~nanda/pro jects/clocky.html
 
 
 
     
 

 
     
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