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Animo a los electores

La Universidad Autónoma va a estrenar la LOU en la Comunidad de Madrid. Como estudiante de este centro, he esperado ansioso la llegada de las elecciones a rector de mi universidad y tengo la intención de seguir muy de cerca las actividades que tienen previstas los programas electorales de cada uno de los cuatro candidatos.

Ante este acontecimiento inédito en las universidades españolas, surge una reflexión alentadora.

Hasta el día en que la LOU ordenó la elección de los rectores de las universidades a través del sufragio universal, los estudiantes, entre los que me incluyo, no podían tomar parte en la determinación de la persona que iba a regir su centro. De este silencio forzado al que nos habíamos acostumbrado surgió un desinterés sobre el rector y sobre lo que él sugería o llevaba a cabo. Consecuencia inmediata ha sido la pasividad de los estudiantes universitarios, el distanciamiento cada vez mayor de los estratos que habitan el campus: por un lado, los alumnos; por otro muy distino, el profesorado y las autoridades. Y cada loco con su tema.

Pues bien, ahora que la LOU obliga a esta manera de elección del rector y del claustro universitario, el interés de los alumnos se supone creciente. Es inevitable topar por los pasillos con algunos de los carteles electorales que ya están invadiendo las paredes. Imposible que llegue a nuestros oídos el programa de actos de uno u otro candidato.

Así, hasta el alumno más ausente, sabrá que algo late en su universidad, escuchará que se debate sobre la calidad de la enseñanza que se le está dando, que se plantean temas tan arduos como la enseñanza pública o el cuidado de la investigación.

Sin duda alguna, las elecciones que van a tener lugar en la Universidad Autónoma van a implicar las mentes de los universitarios. Porque de nosotros depende quién nos dirija en el futuro y de nosotros depende también que las elecciones nos entretengan e intersen, o nos aburran soberanamente. Esteban Roca.

Palestina y el arroz

Lo que está sucediendo en Israel es sencillamente patético. Y cuando me entero de que unos científicos han descubierto que el arroz tiene un genoma más complejo que el del hombre, comienzo a entender gran parte de las barbaridades que el hombre es capaz de hacer cuando tiene una pistola en su poder y, por supuesto, desde ahora me apodero egoístamente de la sentencia que dice que «el tamaño no importa». Porque si un diminuto grano de arroz es más complicado que la composición humana, ni los peces más gordos y más grandes como Ariel Sharon pueden seducir con sus estratagemas de guerra. Basta ya, por favor. Helena Garrido.