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Jueves, 11 de abril de 2002
ACTUALIDAD
José Saramago rinde honores a Ernesto Sábato en la Carlos III

El escritor argentino recibe la Medalla de Honor de la universidad en un acto de alta tensión emotiva

QUICO ALSEDO

Es probable como quiera que la penumbra le rodea desde hace años que Ernesto Sábato no distinguiese muy bien a José Saramago ayer en la universidad Carlos III.

Dio igual. Le escuchó. Y el autor de Ensayo sobre la ceguera no sólo glosó la figura del argentino, sino que, palabra a palabra, le rescató de las tinieblas: «Todos, Ernesto, hemos aceptado un mundo opaco. Tú, no», le dijo.

Tembloroso, convertido casi en resto de sí mismo, Sábato (Rojas, Argentina, 1911) recibió la Medalla de Honor de la universidad con un abrazo interminable bajo cinco minutos de aplausos a su autoproclamado «hermano» «porque nos une una identidad común, una ilusión por el hombre» Saramago.

Y éste, a veces divagando un tanto como quien cuenta algo por pura necesidad dibujó la efigie de quien «ha vivido siempre en plena tormenta emocional, pero sólo desde esa amargura se puede hacer la miel de la compasión» con rápidos trazos y sin nada escrito.

En tiempos en que «no sólo es más fácil no pensar en nada, sino que casi te obligan a hacerlo», Saramago destacó de Sábato su condición de «escritor que no se considera a sí mismo a como alguien a quien escuchar». El Nobel trazó el camino de su vida junto a las obras del argentino, desde los años 50, cuando descubrió El túnel donde «se encontraba ya todo su universo axiológico y ficcional» , hasta hoy, cuando «Sábato ha alcanzado la altura de Montaigne en cuanto al escepticismo, pero no con serenidad».

Y terminó exaltando no sólo al escritor, sino más a la persona. «porque es una falacia eso de que no importa la persona y sólo su obra: aquí importa la obra, pero más la persona».

Saramago tuvo tiempo aún de dejar un consejo en el aire, habida cuenta del auditorio repleto de jóvenes, qué distinta esta ocasión de otras ceremonias institucionales y sobre todo de la edad de sus dos protagonistas: 91 Sábato, 80 Saramago: «Las nuevas generaciones deben reflexionar y tomar en serio lo que están leyendo ».

Exhausto, con unas gafas ahumadas, apoyado perennemente en su mujer y en una tribuna especialmente habilitada al efecto, Sábato sólo pudo apenas susurrar unas palabras. «Creo en la necesidad del compromiso del escritor al lado de los que sufren. Debemos consagrarnos a expresar el abismo que vivimos y la grandeza y el coraje de los hombres que sostienen la vida heroicamente».

Sábato dedicó un último esfuerzo a la situación en Palestina «la paz será difícil, pero nunca estará del lado de las armas» y se deplomó, hecho lágrimas, en el hombro de su amigo.



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