Ir a la portada de Campus
Ir a elmundo.es

Jueves, 11 de abril de 2002
OPINION
BUZON

Las cartas enviadas deberán incluir el número de DNI del remitente y no excederán de 20 líneas. CAMPUS se reserva el derecho a resumir o refundir los textos. Este suplemento podrá contestar las cartas dentro de esta misma sección.

campus.cartas@el-mundo.es

Iniciativa plausible

Me gustaría felicitar a la Universidad Carlos III por el trabajo de tres años con varias personas con síndrome de Down. El acercamiento de estas personas es, sin duda, una ayuda para todos. Para los recién diplomados, porque han tomado contacto con la Universidad. Y para los habituales de la Carlos III que han comprobado que los síndrome de Down también pueden. Eduardo Gómez.

Encuestador sufridor

Trabajo temporal y universitarios parecen ser conceptos sinónimos. Casi todos, alguna vez hemos vestido un uniforme de McDonald s, pilotado una moto de Telepizza o buzoneado publicidad de Ahorramás. Otro de los trabajos típicos del universitario es el de encuestador. A primera vista parece una buena forma de ganar dinero fácil: preguntar a la gente y rellenar casillas en un folio.

Eso pensaba cuando llamé a un teléfono en el que pedían encuestadores. Mi sonrisa se amplió cuando me dijeron que pagaban 1.000 pesetas por encuesta, lo que suponía que en un par de semanas me podía financiar las vacaciones. Sin embargo, la encuesta en cuestión constaba de varias páginas y se debía hacer casa por casa. Además, en los domicilios había que buscar un determinado perfil, con diferente edad, sexo y ocupación. El señuelo, por si los encuestables se mostraban reticentes, era un llavero de la Universidad, con el que se supone que la víctima se derretiría al instante y respondería a nuestra encuesta, que duraba unos 20 minutos. Nos dieron también un mapa de las calles donde cada uno teníamos que desarrollar nuestro trabajo.

Tuve suerte y en la primera casa a la que llamé me abrió una ancianita que, como no tenía mejor cosa que hacer, me respondió sin que hiciera falta sacarle el anzuelo del llavero.

Sin embargo, tras la anciana solitaria, la tarde se empezó a convertir en un rosario de portazos aderezados con frases como: «No, no queremos comprar nada, lo tenemos todo», «No tengo tiempo para perderlo con la Universidad». Salvo un piso de chicas estudiantes, el resto de mis encuestas quedaron vírgenes tras cuatro horas de paseo por varias calles. Con tres encuestas hechas y 30 casas visitadas decidí abandonar mi carrera de encuestador.

Tuve que llamar a la empresa y decirles que me había tenido que ir a Huelva a recoger fresas y no iba a hacer más encuestas. Ellos me dijeron que les devolviera la documentación que me dieron para responder las encuestas y los llaveros. No lo hice, me quedé el archivador y repartí los llaveros entre mis amigos, que seguro que los necesitaban más que los avinagrados que no tenían tiempo para encuestas.

Así que si algún día les piden responder a una encuesta, por favor, apiádense del pobre encuestador. Alberto Martín.



copia para imprimir


© campus - elmundo.es
  OTROS MUNDOS
 elmundo.es
 elmundodeporte
 elmundodinero
 elmundomotor
 elmundolibro
 elmundoviajes
 elmundovino
 elmundosalud
 medscape
 Emisión Digital
 Navegante
 Metrópoli
 Expansión&Empleo
 mundofree
 elmundo personal