Empiezo a aficionarme a la cosa política. Después de explorar el terreno apropiado, decido presentarme a las elecciones a rector de la Autónoma, para lo cual suplanto la identidad de uno de los candidatos. Por razones de seguridad, no debo desvelar en este diario mi nuevo nombre de guerra. Esto de la política es de lo más entretenido. Desde que me presenté, llevo pegada a mi espalda una insobornable cohorte de lameculos, pelotas y arrastrados que, me temo, me acompañará imperturbable hasta el mismo día de mi probable derrota. Las debilidades del género humano son, sencillamente, infinitas.