EL MUNDO - Domingo, 22 de octubre de 2000 - Número 262
EL BUZON
AZUL Y ROSA

Jaime Peñafiel

Ana Botella y el chador iraní
Recientemente Felipe González criticó a Ana Botella por aceptar hacer de primera dama, un papel que, en su opinión, sólo corresponde a la Reina. Pero tengo que recordarle que la señora Botella, como en su día la señora Romero, es, sin discusión, la primera dama, aunque Carmen se resistiera al principio a ello. Doña Sofía es, nada más y nada menos, la Reina y, como tal, no concursa. Ni compite. Siempre he criticado cuando alguna de las publicaciones llamadas del corazón, colocan a la Soberana en la lista de las más elegantes del país. Puro peloteo cortesano. Ana Botella ha decidido, en contra de su costumbre desde que es primera dama, no acompañar a su esposo, el presidente, en el viaje a Irán. El motivo no ha sido sólo y exclusivamente negarse a llevar el chador tradicional sino rechazar lo que esa prenda, por otra parte tan poco favorecedora, significa: es el símbolo más humillante contra la dignidad y la libertad física e intelectual de la mujer, de la que Ana es tan acérrima defensora. La presencia de una mujer en el séquito del presidente, aunque se trate de la esposa, no se contempla en el protocolo iraní y puede suponer hasta un desaire gratuito que, con mucho sentido común, la señora Aznar ha sabido evitar. No me cabe la menor duda de que le hubiera gustado visitar Teherán pero, con su actitud, ha demostrado que el turismo no es, precisamente, de preferente atención. De todas formas, algo está cambiando en Irán aunque no hasta el extremo de permitir a Ana tener un programa paralelo al del presidente, como es habitual en los viajes oficiales y de Estado. Tanto si se trata de la primera dama como de la Reina, y es que problemas como estos surgen, casi siempre, cuando se visitan los países del Islam. Todavía recuerdo el segundo viaje de los Reyes, del 23 al 26 de octubre de 1977, a la Arabia Saudita del rey Fahd (el primero fue en febrero de 1974, siendo Príncipes, a la Arabia de Faisal). A la llegada al aeropuerto de Riad la Reina fue recogida, a pie de avión, por un coche de la casa real saudita, de cristales velados, en cuyo interior estaban esperándole damas de la corte. Durante los tres días que duró la visita no volvimos a verla. Por ello, no debe extrañar este excluyente protocolo en el Irán fundamentalista e islámico. Sólo hay una excepción con respecto a la mujer: si es jefe de Estado o presidenta de Gobierno.

Lilibeth y la «taza» real
La visita, esta semana, de la reina Isabel II de Inglaterra -la prima Lilibeth de Don Juan Carlos-, a Roma, ha puesto de manifiesto la curiosa intendencia de los viajes de quien está considerada como el Rolls Royce de las monarquías. Durante estos días, la prensa ha aireado las exigencias de Su Graciosa Majestad durante su estancia en la capital italiana: «No me hagan ustedes comer espaguetis que no sé... no pongan ajo en las comidas, tengo mucho que hablar... y nada de frutas como las frambuesas que pueden dejar restos de semillas entre mis dientes...». Estas peticiones no debían sorprender. Doña Sofía, como vegetariana que es, agradece que no se incluya carne en los menús de los almuerzos oficiales. Pero la curiosidad de este viaje italiano y de todos los viajes reales de Isabel, no radica en lo que pide sino en lo que lleva. Según Beltrand Meyer, el famoso escritor británico a quien la reina permitió acceder a los interiores de su vida para la obra La vida cotidiana de Buckingham (Vergara Editor, 1992), los viajes ponen al descubierto las costumbres, los hábitos y el cariño de la soberana por las pequeñas cosas. Según el escritor, Lilibeth no se desplaza sin llevar consigo botellas de agua mineral Malverne, (para evitar que su organismo se parasite); salchichas de Harrods, confituras Tiptree, pastas de manteca escocesas, té de Fortum and Manson y azúcar Barley para los desayunos. Y, por supuesto, su tetera y su jarra.

«Rosco» para el water
Llevar esta serie de artículos puede resultar excesivo. Pero puede no serlo ya que, cuando viajamos, solemos echarlos en falta. Como la almohada, la de ella, de plumas. Y ¿quién no ha sentido cierta prevención al sentarse en elwater del baño de los hoteles? La reina lo soluciona llevando, entre su equipaje, un asiento, en forma de rosco. En sus desplazamientos tampoco falta un truseau completo de luto, por lo que pueda suceder. Nunca ha olvidado que recibió la noticia de la muerte de su padre, el rey Jorge VI, encontrándose de viaje en Kenia. Del equipaje, abundantísimo él, se ocupa la célebre y fiel Bobo MacDonald que lo tiene estudiado, verificado y codificado de la siguiente manera: DJ (vestidos de noche); LD (vestidos de ceremonia); U (uniformes); LS (vestidos para cóctel); DD (trajes diarios); TI (vestidos de baile); T (diademas y coronas) y D (condecoraciones). El séquito está siempre compuesto por dos damas de honor, dos vestidoras, una mucama, dos secretarios, dos conductores, un agregado de prensa, un peluquero, un médico, tres valets y seis miembros de la seguridad personal. Lo que se dice el Rolls Royce de las reinas, que ha tenido el buen gusto de pedir que, en su dormitorio, no hubiera televisión. ¡Y luego dicen que nuestra monarquía es cara!


Chssssss...

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Gran expectación por la subasta en la casa Durán de todos los muebles, cuadros, objetos y documentos de Antonio, el bailarín. Entre ellos la numerosa correspondencia con damas y caballeros con los que mantuvo relaciones

Qué famoso productor busca en Internet periodistas para programas televisivos. En la oferta se hace constar que los candidatos tienen que ser gays o lesbianas

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Me ha pedido una carta explicando que no me refería a ella. Quien se excusa, se acusa


CRONICA