Domingo, 24 de diciembre de 2000 - Número 271

DEFENSA | TRIBUNALES MILITARES, A DEBATE

Otra sospechosa muerte en Kosovo
CUANDO EL VIERNES se afirmó que soldados españoles desplazados allí podrían haber enfermado, incluso muerto, de leucemia al estar expuestos al uranio, y Defensa lo desmintió rotundamente, la familia del brigada Rodríguez no creyó al Ministerio. A ellos les dijeron que éste se suicidó en Kosovo y los datos no les cuadran

CRÓNICA
El brigada Rodríguez salió de Zaragoza rumbo a Kosovo en marzo de este año.
Es un terreno movedizo. A un lado, un Ejército que se renueva a marchas forzadas, posiblemente la institución que más ha cambiado desde los días del franquismo y que, aun con pesar de alguno de sus miembros, apunta vocación de moderno. Un Ejército, valga el ejemplo, al que le puede salir un teniente coronel gay sin más consecuencias que el brotar de algún sarpullido en el honor de unos pocos mandos de los de la vieja guardia. Al otro lado, estigmas del pasado, posos de endogamia y un cierto corporativismo tendente al secreto, a la ocultación de la mancilla, que ninguna democracia ha conseguido -quizás nunca lo consiga- terminar de curar.

Miércoles 20; cuartel de «El Rey» de El Pardo (Madrid); jura de bandera de la cuarta incorporación del Regimiento de la Guardia Real. El ministro de Defensa, Federico Trillo salía al paso de las informaciones que vinculaban la muerte por leucemia de siete soldados italianos con el uranio empobrecido utilizado por la OTAN en bombardeos en la ex Yugoslavia: «Tengo que desmentir tajante y absolutamente cualquier posible contaminación de nuestros efectivos. No hay ningún motivo para que semejante historia pueda inquietar ni por un solo momento a ninguno de los hombres y mujeres españoles que han estado, que están y que estarán en los Balcanes».

Viernes 22; 15.00 horas; informativo de Antena 3. Juan Luis González López denunciaba que su hermano Antonio, soldado destinado en Kosovo, falleció el pasado mes de octubre, víctima de leucemia. Según la noticia de la cadena privada, otro de los soldados que viajaron a Kosovo está en tratamiento.

La muerte del soldado González, aseguró a las pocas horas el coronel Luis Villalonga, de la Inspección General de Sanidad del Ministerio de Defensa, «corresponde a una leucemia cuya causa no tiene relación con la presencia de uranio. La leucemia no es un proceso raro». El oficial añadió que Defensa ha realizado 5.000 análisis entre los efectivos destinados en Kosovo sin haber detectado anomalías radiológicas

SOMBRA DE DUDAS
Alrededor de 32.000 soldados españoles han viajado en los últimos ocho años a los Balcanes, 5.000 de ellos a la región de Kosovo. Y estos dos últimos casos no son los únicos que turban la quietud en el Ministerio de Defensa. La muerte por esclarecer del brigada Antonio Rodríguez Ramos también hace asomar la sombra de la duda sobre cómo el Ejército se enfrenta a sus propios fantasmas.

Rodríguez era brigada auxiliar de veterinaria. Salió de Zaragoza rumbo a Kosovo el 10 de marzo de este año, como integrante de una unidad de 1.500 hombres. Hablaba por teléfono con su mujer todos los días, y la última vez que la llamó fue seis horas antes de que apareciera su cadáver. Todo parecía normal y tenían pensado encontrarse cinco días después en Atenas, durante un permiso del brigada.

No hay nada en su historial militar que apunte a tendencias depresivas o hacia un desequilibrio mental. Pero el 27 de abril apareció muerto en un pequeño almacén de la nave en la que dormía con sus compañeros, muchos de ellos oficiales médicos. Nadie vio nada ni escuchó la detonación. El arma con la que murió no era la suya, puesto que, sin que se hayan aclarado los motivos, se la habían retirado el día anterior.

De acuerdo con el relato de Rafael Marín, el abogado de la familia, los puntos oscuros no acaban ahí. El cadáver fue repatriado desde Istok o Petrovek -los informes se contradicen a este respecto- en un avión Hércules, dentro de una caja de zinc. Pero cuando llegó a Zaragoza había sido lavado y manipulado y ya no llevaba puesta la chaqueta que vestía cuando murió. Los papeles se perdieron y hasta el mes de junio no fue posible inscribir su defunción en el registro.

Inicialmente, la versión oficial apuntaba a un accidente por arma de fuego. Una semana después el ministro Trillo viajó al lugar de los hechos y habló de suicidio. En cambio, el abogado Marín afirma tener pruebas para, cuando menos, colocarle un gran interrogante a la versión oficial y exigir que se siga investigando.

La autopsia del cadáver, que fue realizada en Zaragoza por tres médicos civiles, demuestra que el orificio de salida de la bala es descendente. Sin embargo, la huella del casquillo -la bala no se ha encontrado- apareció, con trayectoria ascendente, a dos metros del suelo. Debajo del brigada muerto sólo había un pequeño charco de sangre, lo cual es contradictorio con la utilización de un arma con el cañón tocante a la sien: los gases salen muy comprimidos y hacen estallar la masa encefálica que se proyecta en chorros.

«Es muy posible que el cadáver fuera trasladado», prosigue Marín. «El homicidio parece casi la única hipótesis a investigar, aunque con el cadáver lavado nunca se sabrá lo que ha sucedido. ¿Cómo es posible que, con más de 10 médicos militares alrededor, se permitiera que el cadáver fuera manipulado?».

El abogado sugiere que en el trasfondo del asunto podría estar el castrense afán por salvaguardar la reputación de la institución. «Los rumores corren y se habla de tráfico de medicamentos y de conexión con las mafias».

No son más que rumores. Pero lo que sí tiene claro el letrado es que el Juzgado Togado Territorial número 11 de Madrid, donde se siguen las diligencias previas, no está poniéndolo todo para dar solución al entramado. «Hemos pedido informes de balística y una prueba pericial de los forenses, y nos lo deniegan; hemos pedido declaraciones de los testigos que vieron el cadáver y nos ponen pegas; hemos pedido que se incorporen a la causa las calificaciones anuales del fallecido, que demuestran su inestabilidad mental, y nos dicen que es intrascendente...».

Sombras como las de Antonio Rodríguez o la que parece asomar detrás de la muerte por leucemia de Antonio González tienden, sin embargo, a desaparecer. Según cifras del Ministerio de Defensa, y aunque el número de soldados y marineros de reemplazo es casi la mitad que en 1992, hace ocho años fallecieron 18 reclutas frente a los tres que murieron en 1999. El hecho de que sea la militar una profesión que implica el manejo de armas y una constante actividad física significa que bajar de esa cantidad sea casi imposible.

JUSTICIA MILITAR
La discusión que plantean las familias de las víctimas es otro, sin embargo. «Por debajo del Rey no debe haber ningún estamento exento de la acción de la justicia. En tiempo de paz los delitos contemplados por la jurisdicción civil y militar deben ser juzgados por la civil. Reclamo un debate sobre el papel de la justicia militar». No le falta razón. Pero que sea un coronel quien habla así da una idea de lo mucho que ha cambiado el Ejército.

Se trata de Arturo Vinuesa, agregado militar en la embajada española en Bagdad en los días de la guerra del Golfo y ex jefe de la División de Operaciones de la Misión de Observación de la Comunidad Europea en la ex Yugoslavia. A cuestas lleva ocho años de pelea con los tribunales militares para que se dé respuesta a la muerte de su hijo, el teniente de infantería Arturo Vinuesa, durante unas maniobras en el campo de San Gregorio, en la provincia de Zaragoza.

El 18 de septiembre Vinuesa dirigió una carta al Consejo General del Poder Judicial en la que denunciaba «las dilaciones indebidas cometidas por los órganos judiciales actuantes [el Juzgado Militar Central número 32 de Zaragoza y el Juzgado Togado Militar Central número 1 de Madrid] a lo largo de todo el sumario y la clara destrucción de pruebas fundamentales».

Esa justicia castrense que, según Vinuesa, debe cambiar está formada por 25 tribunales y 19 juzgados togados de instrucción integrados por miembros del cuerpo jurídico del Ejército. Militares juzgando a militares. Militares juzgando al Ejército. Desatar ese nudo gordiano se revela fundamental para que el Ejército sea y parezca moderno. Para que Defensa, en otras palabras, pueda cubrir las 102.500 plazas que necesita la tropa profesional para echar a andar.


CRONICA | EL MUNDO