Domingo 30 de septiembre de 2001 - Número 311

CRISIS MUNDIAL | DUDAS SOBRE LOS TERRORISTAS

«Mi hijo no estrelló el avión»
EL PADRE de Mohamed Atta, supuesto líder de las cuadrillas que abatieron las Torres Gemelas, dice que está vivo. El misterio de Atta se enmaraña con sus viajes. Hasta estudió en Valencia...

ILDEFONSO OLMEDO
Mi oración, mi sacrificio, mi vida y mi muerte pertenecen a Alá, el señor del mundo» (Hamburgo, Alemania, septiembre de 1999).La transformación definitiva de Mohamed Al Amir Awwad Al-Sayyed Atta, el hijo del abogado egipcio de El Cairo al que el FBI considera el piloto kamikaze que estrelló el primer avión contra las Torres Gemelas, se produjo en algún momento incierto entre los años 1995 y 1997. Desapareció de Alemania, país en el que estudiaba desde 1992, y regresó ya barbudo y dogmático: «el Corán no puede discutirse, el Corán es absoluto». Después, siendo ya líder de un grupo de oración, sólo se afeitó cuando supo que debía lograr un visado para aprender a pilotar aviones en EEUU. Se acercaba el verano de 2000 y su salto al imperio capitalista, donde por la causa terminó frecuentando hasta moteles en Las Vegas y saltándose la prohibición musulmana del alcohol. Dicen que la última borrachera, dos días antes del 11, le costó 48 dólares. En Alemania su vida fue otra.

«Atta llevaba siempre barba y ropas árabes, pero finalmente se la cortó y su cara era inconfundible», ha dicho la leonesa de Ponferrada Maider Ramón, quien compartió universidad en Hamburgo con tres de los 19 suicidas. La contradicción de su vida, escenificada de manera terrorífica la mañana que estrelló el Boeing 727 contra la torre norte del World Trade Center de Manhattan, fue haber dedicado nueve de sus 33 años a la reconstrucción y la planificación de las ciudades (de eso, en definitiva, versa la tesis doctoral que leyó obteniendo la máxima nota en la Universidad Técnica de Hamburgo en septiembre de 1999 y que Atta quiso encabezar con las palabras del Corán que arrancan este artículo) y cerrar su existencia con un epílogo de destrucción en la urbe de urbes que encarna Nueva York.

Mohamed Atta, el ubicuo terrorista que visitó dos veces España este año y que antes podría haber dejado huellas de su paso por universidades de Valencia y Tarragona, el supuesto hombre elegido por Osama bin Laden para escenificar el Apocalipsis sobre la Gran Manzana, alumno de ultraligeros dicen en Filipinas, vivió durante años para «la última noche». Su equipaje, que no embarcó en el fatídico vuelo 011 de American Airline, ha empezado a hablar: «Recuerda», se puede leer en un manuscrito en árabe que podría tener su caligrafía, «que en esta noche te enfrentarás a muchos retos... Obedece a Alá, su mensajero, y no luches contigo mismo cuando te sientas débil... Purifica tu corazón y límpialo de todos los asuntos terrenales. Las horas de divertimento y derroche han terminado. La hora del juicio ha llegado... A partir de ahí comenzará tu vida feliz, el paraíso infinito». Su padre, desde El Cairo, insiste en que Mohamed seguía vivo 36 horas después del ataque, que pudo hablar con él. ¿Y luego? Cree que la inteligencia israelí, en una «conspiración contra el mundo árabe» junto a rusos y americanos, le ha hecho desaparecer. Quizás, teme, callar para siempre.

No es fácil seguir las huellas dejadas por el terrorista más viajero y el único, hasta ahora, que se sabe a ciencia cierta que anduvo por tierras españolas los meses previos al martes negro. Egipto, Alemania, Chequia (en Praga supuestamente se habría entrevistado con un oficial de la inteligencia iraquí, según el FBI), Siria, España, EEUU, Filipinas... Lo único contrastado es el final del escurridizo Atta, que a veces se decía egipcio y otras saudita, en suelo americano. Y ni siquiera eso, si se atiende a las palabras de su progenitor, el abogado de 65 años y vestir occidental de su mismo nombre y apellido. Este hombre de pelo cano y nada fanático convocó esta semana a los periodistas en el centro cairota de la Asociación de Corresponsales Extranjeros para culpar al Mosad israelí de la desaparición de su vástago.Empezó con un minuto de silencio por «los muertos en América, Palestina y en Irak». Y terminó rotundo: «Sé al millón por cien que mi hijo no estaba en ese avión», dijo. Los investigadores estadounidenses, por el contrario, tienen reconstruidas las últimas horas del Atta junior. Confirmado, dicen, que pasó la última noche junto a Abdulaziz Al Omari (cuyo padre también dice que está vivo en Arabia Saudí) en la habitación 232 del hotel South Portland Confort, en Portland, estado norteamericano de Maine; que una cámara del aeropuerto de dicha ciudad grabó el embarque de ambos en un avión madrugador que les llevó a Boston, y que en su definitivo vuelo, el que debía haber finalizado en Los Angeles y nunca llegó porque terminó con el avión hecho bomba sobre las Torres Gemelas, ocuparon asientos separados. Al Omari tenía el 3C; Atta, el 8D. A sus espaldas, en el último coche de los muchos alquilados con los que se movió durante meses de aeródromo en aeródromo por los Estados Unidos, el hijo del abogado egipcio dejó deliberadamente una nota suicida, ésta sí escrita en inglés: «Be prepared to meet with God» (Estad preparados para encontraros con Dios). Mohamed Atta había aprendido la lengua del imperio, además del alemán, en el instituto Goethe de El Cairo, ciudad en la que antes de partir hacia Europa en 1992 había realizado algunos cursos de Arquitectura.

Mientras hasta desde el FBI (palabra de su director, Robert Mueller, el pasado día 20) se admite que la identidad de varios de los secuestradores podría estar en entredicho, sobre Atta empieza a recaer el dudoso honor de ser considerado el cabecilla de las cuatro cuadrillas suicidas. «Todo hace suponer que él era el vaso comunicante entre los comandos», ha dicho estos días el senador Charles Grassley tras tener acceso privilegiado a la investigación del FBI. «Su nombre y su teléfono fueron utilizados como referencia por el resto de los secuestradores».

¿Pudo, entonces, haber venido a España para recibir en persona, de algún supuesto enviado de Bin Laden, las últimas órdenes? Fuentes de los servicios secretos han revelado a CRÓNICA un dato hasta ahora desconocido: Atta, en su segundo aterrizaje en el aeropuerto madrileño de Barajas (llegó procedente de Miami, como ya ocurriera el 4 de enero, el 9 de julio pasado), cruzó el Atlántico junto a tres integristas más. Todos disponían de varios pasaportes con distintas identidades, lo que dificulta seguir sus pistas.Por el momento, sólo han podido reconstruir los pasos del egipcio mientras utilizó el pasaporte y tarjetas de crédito con su verdadero nombre: estuvo hospedado sin acompañantes los días 17 y 18 de julio en la habitación 15 del hostal Montsant de Salou (Tarragona) y recorrió 1.900 kilómetros con un Hyunday Accent alquilado a la compañía Sixt. El resto de movimientos, hasta completar los 10 días de estancia, los podría haber realizado bajo identidad falsa.

No sería la primera vez que lo hacía en España. Según varios profesores de la Facultad de Medicina de Valencia expertos forenses algunos , el egipcio fue, durante los años 1997 ó 1998, alumno del centro. Aunque utilizaba entonces otro nombre, recuerdan su rostro entre los alumnos que asistían a las clases de anatomía.La brigada contra el terrorismo islámico sigue otra pista: la posible presencia del estudiante, años atrás, en Tarragona. Eso explicaría su última visita a Salou, donde habría contactado con células durmientes supuestamente al servicio de la causa internacional de Bin Laden.

El 19 de julio, flanqueado por los tres árabes con los que llegó, Atta dijo adiós a España. Destino: América. Quizá él, o alguien de su grupo, había manuscrito ya los cinco folios con grafía árabe que el FBI desentraña para poder penetrar las mentes de los kamikazes: «Oh Alá, ábreme todas las puertas. Te pido que aligeres la carga que siento (...). Todo el mundo odia la muerte, la teme, pero sólo los creyentes que saben que hay vida después serán quienes la busquen».

Encontrar la verdad, casi tres semanas después del 11 de septiembre, sigue siendo un galimatías. No sólo el padre de Atta sostiene que su hijo no es ningún mártir de la causa fundamentalista.Hasta cinco de los kamikazes incluidos por el FBI en la lista de los 19, y cuyas fotos han sido sobradamente difundidas, podrían seguir vivos. Alguien habría usurpado sus identidades. Se trataría del también egipcio Abdulaziz Al Omari, quien residiría en la actualidad en Arabia Saudí y es ingeniero de Saudi Telecoms.Perdió su pasaporte, ha dicho, cuando estudiaba en Denver (EEUU).El piloto Walled Al Sheri, que según los investigadores americanos habría acompañado a Atta y Al Omari en el primer avión, dejó EEUU en septiembre de 2000. Ahora, y el pasado 11 de septiembre, se encuentra en Casablanca (Marruecos) atendiendo a un curso de perfeccionamiento en la Royal Air Morocco. Circunstancia similar se daría con Ziad Samir Jarrah, cuya familia en Líbano lo tiene por vivo, Said Alghami (también escrito Salem Al Armi) y Khalid Al Midhar.

La tumba de Atta, dice su padre, no está entre las dos torres hundidas. El abogado se niega a reconocer a su hijo en el aprendiz de piloto que, según sus instructores en Florida, «sólo parecía interesado en hacer virajes, en ensayar ascensos y descensos».¿Hasta el infierno?

Con información de Ana Alonso Montes, Carmen Gurruchaga y Carlos Fresneda




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