Domingo 30 de septiembre de 2001 - Número 311

EL BUZÓN | DESDE VIENA

Del comunismo al consumismo


Miércoles 26 de septiembre. ¿Quién ha dicho que los domingos se hicieron para descansar? Son las cuatro de la tarde del domingo y Sopron, la pequeña ciudad húngara situada a escasos kilómetros de la frontera austriaca, se ha visto una vez más invadida por un enjambre de ávidos austriacos dispuestos a saciar un voraz apetito consumista que en su país no pueden satisfacer. Para ellos, que no conocen la libertad de horarios comerciales debido al enorme peso que ejercen los sindicatos en el país alpino, las naciones ex comunistas se han convertido en el paraíso terrenal del gasto en horario extralaboral.

Desde la caída del Muro de Berlín, en 1990, los ex satélites de la URSS limítrofes con Austria han visto florecer los hipermercados y grandes superficies comerciales al estilo americano. En Hungría, por ejemplo, la participación de las grandes superficies extranjeras en el sector alimentario ha subido en los últimos cinco años de un 0% a un 18%. Y ello, unido a la amplitud de los horarios los comercios pueden abrir 24 horas diarias, siete días por semana , ha entusiasmado al acaudalado consumidor austriaco, contrariado por las restricciones proteccionistas de su tierra 10 horas los días laborables y cuatro más los sábados .

En Eslovaquia, en Hungría, en la República Checa, en Eslovenia...las tiendas abren desde las siete de la mañana hasta las nueve de la noche incluidos los domingos. Y eso cuando no permanecen abiertas las 24 horas del día como los establecimientos de la cadena británica Tesco en Bratislava (Eslovaquia), que, situada a 60 kilómetros de la capital austriaca, se ha convertido en el destino preferido de los vieneses.

Por si fuera poco, los irrisorios precios vigentes en estos países contribuyen a dar más alegría al éxodo austriaco, ansioso por lucir su alto poder adquisitivo casi cinco millones de pesetas de renta per cápita, ligeramente superior a la de Francia o Alemania .El litro de leche casi un tercio más barato en Hungría, la Coca-cola de dos litros a mitad de precio o la cajetilla de tabaco cuatro veces menos en Bratislava... La fiebre consumista llega hasta tal punto que son numerosos los austriacos que completan su escapada con una visita a la peluquería o con una cita en el dentista para colocarse uno de esos implantes que por lo menos le costaría el doble en casa.

Y cuando países como Hungría, Eslovaquia, la República Checa o Eslovenia ingresen en la UE, caerán al mismo tiempo los límites impuestos para la importación de ciertos productos. Actualmente existen restricciones en las adquisiciones de alcohol y tabaco y el tope fijado por compra en la frontera alpina es de 1.000 euros, una cifra redonda que, cercana a las 17.000 pesetas, no se lleva tan a rajatabla gracias, sobre todo, a la vista gorda de la que hacen gala habitualmente los aduaneros.




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