Domingo 11 de noviembre de 2001 - Número 317

PREPUBLICACIÓN | «CUASIMEMORIAS» DE UN CANTAUTOR

Labordeta, hijo de la guerra
Con 66 años - «Que no están nada mal para un tipo despatarrado ante los inciertos futuros sobre los que ha navegado» - José antonio labordeta repasa su vida en «banderas rotas», editado por la esfera. así evoca el cantautor una infancia quebrada por la guerra civil


Labordeta durante un viaje a Suecia.
Llevo más de tres horas aquí, en el hemiciclo del Congreso, sabiendo que nos van a derrotar por goleada, y ante tanta vertiginosa ruina me adentro en mí mismo y me busco al fondo del útero materno, ya que afuera hace frío y las oleadas de reaccionarismo barato y destructivo avanzan a pasos agigantados, tan agigantados que un tipo como Rodrigo Rato aparece como símbolo de demócrata ilustrado y progresista.

Hay para todos los gustos y desde este altozano en el que los gestores administrativos me han colocado, miro con asombro a las viejas glorias ahora arrumbadas casi casi a la misma altura que un servidor; los jóvenes cachorros, los triunfadores de la larga noche de la derrota de Bono y sus manchegos ocupan los asientos cercanos al poder. Van que no hay quien los pare, y si el camino sigue la misma ruta que hasta ahora, es posible que éstos lleguen al poder con la misma hecatombe que sus hermanos mayores, que ahora, ya descabalgados de sus sillones, se presentan como adalides del cambio ilusionante y no saben que, cada vez que movían una silla, todo el viejo y destartalado esqueleto de los izquierdosos de la nostalgia republicana se venía abajo.Era el derrumbe apocalíptico de la sensatez de aquello que llamaban «realismo socialista» y que a trancas y barrancas llevó a este país a una situación de normalidad democrática; es decir, al aburrimiento de la jerga que tanto gustan usar los licenciados en Derecho, los victoriosos economistas y los reyes del mambo, que son muchos en esta feria de monipodio.

Sigue el zumba zumba. Me evado. Me voy. Me rebusco en mis propios orígenes y me tumbo todo lo corto que soy sobre mi fecha natal: Diez de marzo del treinta y cinco. El mismo día que unos cientos de años antes lo hiciera don Fernando II de Aragón ¡Viva el nacionalismo baturro! y casi casi al mismo tiempo que doña Sara Montiel. Somos piscis. Dos caras. Quizá mas falsos y taimados que la falsa moneda. También son piscis Felipe González y Aznar.Navegamos en un bote parecido. Don Fernando timando a los franceses.Felipe timando al pobre Suárez. Aznar jodiendo a Felipe y doña Sara contemplando el mundo desde el apretado corsé en que se ha vuelto su piel para contener dentro, como si el tiempo no pasara, esos setenta años que se desbordan por todos los lados.¡Mierda de vejez! Y un servidor intentando engañarse a sí mismo para creer que la vida está llena de grandes destinos, enormes parábolas y milagros acuciantes, como el del pobre Lamberto, que murió martirizado por los romanos y tomando la cabeza debajo de su brazo, como si fuese un melón, se largó a enterrarse con los suyos, los Innumerables Mártires de la muy leal en eso nos quedamos ciudad de Zaragoza. Y desde esa fecha camino a lomos de esta patria nuestra que es capaz de acabar con generaciones enteras ante los muros abandonados de los rincones ocultos de los cementerios locales, tras una de esas sangrías apocalípticas que tanto nos gusta montar.

Nunca fui capaz de preguntarle a mi madre a qué hora había venido al mundo. En mi casa no se hablaba de esas cosas cuando yo era niño, y ya de mayor me pareció de mal gusto hacerle rememorar aquella mala hora a la que, en la penumbra del cuarto marital de mi casa, debí llegar. De este modo nunca me pude hacer una carta astral como dios manda. Siempre me la hicieron coja, dejando muchas cosas en el tintero, por lo que nunca supe hacia dónde iba a caminar por este, dicen, Valle de Lágrimas.

Me até las alpargatas es un decir y a trancas y barrancas he desembocado en estos sesenta y seis años. Fecha y número que no están nada mal para ser los de un tipo bastante despatarrado ante los inciertos futuros sobre los que ha navegado.

DÍAS DE HECATOMBE
A algunos la vida les viene de cara y a otros les viene de culo.A unos pocos no nos viene ni de cara ni de culo, por lo que sobrevivimos a ese estadio vital que llaman infancia salvados de todos los cariños, caricias, arrumacos y vertiginosos arrebatos de amor por parte de toda nuestra familia. Me salvé de aquella panoplia paranoica de los familiares por algo terrible y brutal: un año después de mi nacimiento España se metía de lleno en una Guerra Civil, y en las retaguardias los guardianes celosos de las esencias terribles de cada una de las partes se dedicaron a pasar a cuchillo a todos aquellos que se pensaba, se sospechaba, o se estaba seguro de que eran los enemigos. Y así se produjeron historias terribles que cambiaron dramáticamente el rumbo de muchos de los habitantes de este país. Entre ellos el de mi familia y naturalmente el mío.

Me explico: mi padre, que toda la vida fue un utópico soñador, estaba convencido de que una manera de cambiar el rumbo de estas tierras era a través de la enseñanza. Pobre de nacimiento y pobre de medios estudió para cura en el seminario menor de Belchite, de donde era natural, y luego en Zaragoza se aplicó para cantar misa los chicos pobres de aquella época acabaron muchos de obispos o de líderes políticos , pero el amor se cruzó en su vida, colgó los hábitos, se casó y tomó en traspaso un viejo Colegio para preparar bachilleres. Mi madre y él se embarcaron en una nave que significaría su orgullo y al mismo tiempo marcaría todas las horas y días de su vida.

Por aquellas destartaladas, quejumbrosas y a veces entrañables aulas fueron pasando año tras año los hijos de los más humildes habitantes del barrio, que rondaba los aledaños del mercado central de la ciudad: porteros de fincas, pequeños tenderos, empleados de almacenes de patatas y de lanas, hijos de las señoras de los menuceles y de los pudorosos fruteros o de los entrañables vendedores de productos típicos; después de la guerra se añadieron los hijos de los represaliados, de los rojos. Unos iban para arriba, camino de la Universidad; otros ya navegaban para heredar los oficios paternos y otros, los menos, militaban en formaciones políticas que de una u otra manera pensaban liberar a la clase obrera de su opresión.

Justo cuando nací las tensiones políticas estaban llegando a puntos increíbles y una tarde el alboroto llegó desde las cercanas orillas del río Ebro hasta el interior de las aulas.

¡Don Miguel! ¡Don Miguel! así se llamaba mi padre , baje corriendo, que a tres alumnos nuestros los tienen rodeados en San Juan de los Panetes una iglesia abandonada y los van a quemar.

Mi padre, ni corto ni perezoso, y atravesando la escasa distancia, se llegó hasta las gentes que reclamaban las cabezas de los tres encerrados. Los guardias de asalto estaban asustados y mi padre, aun siendo totalmente contrario a la ideología de los jovencitos, falangistas de la primera hornada, se subió a un monticulillo, arengó a las gentes, les habló de solidaridad, de justicia y los convenció. Ya de noche los jóvenes falangistas salieron, miraron a mi padre y en un absoluto silencio los guardias se los llevaron a sus casas.

Cuando la sangre terrible del 18 de julio reventó por todo el territorio, a mi padre alguien mejor olvidarlo lo denunció de masón, comunista y ateo. Y el 7 de agosto, día de San Cayetano el patrón de la hermosa iglesia barroca aledaña a nuestra casa , la policía vino a buscarlo y, cuando bajaban por las escaleras de la vieja mansión aparecieron los tres jovencitos enfundados en sus uniformes de Falange, y dirigiéndose al jefe de la Policía le dijeron de modo autoritario:

A este hombre no se lo lleva ni Dios.

Y sin más tomaron a mi padre del brazo y lo devolvieron a mi casa donde mi madre lloraba desesperadamente, mi abuelo entendía casi todo, mis hermanos mayores mascaban la tragedia, y yo, abandonado en mi primer año en algún rincón sombrío de la casa los veranos de entonces sí que eran veranos , sobrevivía a una situación que ya marcaría para siempre la atmósfera de las destartaladas y enormes estancias de lo que era aquel colegio internado.

De los tres muchachos dos murieron en el frente y el tercero llegó a ser alcalde de su pueblo una localidad próxima a la ciudad , mientras en las tapias del Cementerio de Torrero muchos cadáveres se quedaron con el tiro de gracia en la sien que aquellos chicos daban en las terribles madrugadas locales. La bestialidad de la guerra, sus propias contradicciones y el drama trágico que durante años iba a vivir España se había iniciado, sufriendo los adolescentes, los jóvenes y los adultos una de esas épocas en las que nunca cualquier tiempo pasado fue mejor.

Sólo la inconsciencia de la adolescencia y la fortaleza y el ímpetu de la juventud nos salvó a muchos del amargo trago de familias destrozadas, presidios repletos, fusilamientos masivos y trágicos amaneceres en los que el ruido de las ruedas de los camiones al resonar sobre una tapa de riego mal sujeta confirmaba, a los vecinos de los barrios periféricos, el número de vehículos repletos de ajusticiados en nombre de nunca supimos muy bien qué.

Algunas madrugadas la sirena situada sobre el edificio del Banco de Aragón hoy ya muerto y desaparecido anunciaba la llegada de aviones enemigos dispuestos a bombardear lo que era la retaguardia de la zona franquista y el reposo, por tanto, de los combatientes.A mí y ésta es una de las pocas imágenes que conservo en el fondo de mi memoria me envolvían, supongo, en mantas y a toda prisa bajábamos hasta los sótanos de aquel palacio de los condes de Gabarda. Y en el desvelo de las voces, de los griteríos, de los susurros empantanados de los vecinos y vecinas que acudían acobardados a buscar refugio en las densas bodegas del caserón, me veo, me escucho sollozando, asustado también, y me supongo dormido cuando el Santo Rosario que la feligresía carcunda entonaba llegaba a aquello tan cursi y enternecedor del ora pro nobis, ora pro nobis, hasta que el alba madura traía otra vez el descanso.

Extracto de «Banderas rotas», «cuasimemorias» de José Antonio Labordeta que publica La Esfera de los Libros el próximo martes




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