Domingo 11 de noviembre de 2001 - Número 317

BODA | UN RUMOR CON FUNDAMENTO

Amigos, no consuegros
EL HIJO de Felipe González dicen que se casará con la hija de un mexicano millonario. No es, como se ha rumoreado, la heredera de Carlos Slim, el hombre más rico de Suramérica e íntimo del ex presidente. A Slim le gustan los hombres hechos a sí mismos


Carlos Slim, de pie, junto a Felipe González durante uno de los recientes viajes del ex presidente del Gobierno al país azteca.
Sí, ella es hija de un potentado mexicano y la boda será a mediados de diciembre. ¿El novio? Pablo González Romero, 29 años, con estudios frustrados en Física e Informática, amante de las filosofías orientales e hijo de Felipe González Márquez, ex presidente del Gobierno español.

A la noticia, adelantada por la cadena de radio Onda Cero hace dos semanas, le faltaba un dato importante, el nombre del millonario mexicano. La lógica hacía pensar que el futuro consuegro de Felipe González era su buen amigo Carlos Slim Helú, propietario del Grupo Carso, a quien se le estima una fortuna personal de 10.800 millones de dólares (unos dos billones de pesetas), según la revista Forbes, que le sitúa como el hombre más rico de Suramérica.

Pero el multimillonario de origen libanés tiene ya casadas a sus tres hijas (Soumaya, Vanesa y Johanna), por lo que González deberá conformarse con seguir siendo un buen amigo de la familia.

De consumarse la boda de Pablo González Romero a mediados de diciembre, como apunta la rumorología, el enlace matrimonial será uno de los secretos mejor guardados de Felipe González.El ex presidente viajero parece controlar mejor los mecanismos encargados de guardar celosamente su intimidad. Menos opaco es José María Aznar, de cuyo primogénito se sabe que sale con una joven italiana, hija de un socio de Berlusconi a la que conoció en Nueva York, donde José María Aznar Botella trabaja, y con la que se podría casar en breve.

Y de vuelta a México, en los mentideros políticos y empresariales del país azteca nadie sabe aún quién será el futuro consuegro del ex presidente español, a pesar de la relevancia mediática que siempre tienen las visitas de González a México, país por el que muestra predilección. Notorias son las relaciones del ex líder del PSOE con dirigentes del Partido Revolucionario Institucional (PRI), como los ex presidentes Carlos Salinas de Gortari y Ernesto Zedillo.

Soumaya, la hija mayor de Slim, estudió en Europa durante un tiempo y llegó incluso a tener una relación con Pablo González, más leña para alimentar la hoguera del rumor, que no llegó a fructificar. Se casó finalmente el año pasado con un arquitecto mexicano (a cuya boda, celebrada en la catedral de la capital mexicana, asistió Felipe González), siguiendo los pasos de Vanesa y Johanna y cerrando la posibilidad del entronque con la familia del ex presidente español.

No serán consuegros, pero sí muy buenos amigos e incluso socios.González y Slim estrecharon su relación personal hace tres años después de que les presentara otro empresario con conciencia de clase, el chileno Fernando Flores (fundador del Club de Emprendedores).Con una amplitud de miras insaciable, Slim recurrió a Flores para hincarle el colmillo a un jugoso negocio, la incubadora de Internet I-Holding, entre charlas sobre lo excelso de la obra de Rodin (de quien Slim posee la mayor colección privada) y la ignomniosa afrenta sufrida por mayas y mapuches. Con los años, Slim y González han ido urdiendo los mimbres de su amistad con continuos viajes por México y España. Rossana Fuentes, editora de la revista Foreing Affairs en español y una de las mayores expertas en la trayectoria de Slim, cree que éste eligió a González por pertenecer al selecto club de los que se creen «hechos a sí mismos».

CONSEJERO ÁULICO
«Slim es un gran conversador, un hombre culto que gusta de pasar horas charlando sobre arte o historia con sus amigos, una actitud que parece casar con la del ex presidente español».

Aunque coinciden públicamente en casi todos los foros a los que González asiste en México, sus encuentros privados no trascienden en absoluto. Pero existen. Hasta tal punto que algunas fuentes han especulado con la entrada en nómina de González como asesor áulico de Slim para sus negocios en Latinoamérica. Una relación que nadie se atreve a constatar. «Slim no tiene asesores oficiales.A él le gusta escuchar consejos de todo el mundo, pero no creo que pague por las sugerencias de sus amigos. Al menos, de una manera directa. A él le encanta celebrar reuniones con sus amigos, intercambiar reflexiones con su círculo de intelectuales, compartir veladas para hablar de los temas que le preocupan, y luego tomar decisiones». Entre sus más allegados se encontraba, por ejemplo, el gran historiador mexicano Fernando Benítez (fallecido el año pasado) quien le introdujo en los secretos del mundo prehispánico.

La presencia de González en México se ha acentuado desde que abandonó La Moncloa, en 1996, y, sobre todo, desde que el dueño del Grupo Carso le abriera todas las puertas del país. En los últimos doce meses ha visitado el país, públicamente, en tres ocasiones, siempre como invitado especial en la celebración de foros o presentaciones de libros. Precisamente González recuerda en el libro de conversaciones publicado con Juan Luis Cebrián que tuvo una cena con su mujer y sus tres hijos en México, indeleble en su memoria por inusual al participar toda la familia.

En noviembre del año pasado fue una de las estrellas del Foro Iberoamérica, un encuentro de debate sobre el impacto de la globalización en esa región, promovido por él mismo y en el que participaron políticos, intelectuales y hombres de negocio, como el propio Slim. En abril, los dos amigos volvieron a coincidir en la presentación en México del libro Comprender la globalización, del economista español Guillermo de la Dehesa, ex secretario de Estado de Economía y Hacienda. Y en junio, ante un auditorio repleto de estudiantes, González volvió a predicar como apóstol de la justicia social: «Por un lado están las personas que tienen dinero y se preocupan por su sociedad, y por otro se encuentran aquéllos que sólo se preocupan por ganar más dinero; esta gente está enferma». A muchos les quedó la duda de dónde debían alinear a Slim.

Situado entre los más cotizados conferenciantes del momento, el caché de Felipe es otro arcano difícil de descifrar. Aunque ha subrayado en alguna ocasión que no cobra por la mayoría de sus intervenciones, diversas fuentes estiman que el ex presidente puede llevarse al bolsillo entre cinco y nueve millones de pesetas cada vez que imparte doctrina en México.

Pero, ¿quién es el amigo mexicano de Felipe González? Carlos Slim Helú nació hace 61 años en Ciudad de México por pura casualidad.Sus padres eran libaneses cristianos que emigraron a México a principios del siglo XX atraídos por el sueño americano. Y como en las mejores historias de Hollywood, todo empezó con un pequeño negocio, una mercería con un nombre premonitorio: La estrella de Oriente.

El joven Slim aprendería pronto a sumar y multiplicar: a los 15 años ya tenía en su poder 44 acciones del Banco Nacional de México. Todavía hoy, este ingeniero civil que reniega del ordenador personal conserva los cuadernos de pastas negras de sus primeras inversiones. A los 26 años ya había dado de alta la Inmobiliaria Carso, semilla del grupo que ahora extiende sus redes por las telecomunicaciones, la banca, el comercio, el ocio Es prácticamente imposible que un mexicano acabe el día sin haberse topado con algún producto de la factoría Slim, a quien algunos apodan el Rey Midas, por su facilidad en reflotar empresas desahuciadas.Cuando se le pregunta que cuántas compañías conforman su holding, responde: «No lo sé, no me dedico a contar empresas».

El gran salto hacia adelante de Slim se produjo en 1990 cuando adquirió Telmex, la operadora que controlaba el monopolio de los teléfonos en México. El consorcio encabezado por Carso (junto a Bell International Holding y Frace Cable&Radio) se llevó la joya de la corona por 1.757 millones de dólares. Según recoge el periodista Rafael Rodríguez en su libro Operación Telmex: Contacto con el poder, el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari (otro gran amigo de González), le utilizó como testaferro para sus propias ambiciones a cambio de dejarle pagar a plazos una parte de la oferta, pero hasta la fecha no hay pruebas que sustenten la acusación. Sea como sea, el imperio de Slim fue creciendo y hoy da empleo a más de 100.000 personas y factura 22.000 millones de dólares al año. A pesar de sus flirteos con más de un dinosaurio priísta, Slim siempre ha querido aparecer al margen del circo político: «He nacido y crecido sin vocación política», aseguró en una ocasión. Y Fuentes lo corrobora: «La única ideología que se le conoce es un nacionalismo que defiende casi con sentido religioso, y una inclinación por los valores humanistas».

Siguiendo la costumbre libanesa, Slim eligió una esposa de su mismo origen, Soumaya Domit, con la que estuvo casado 40 años hasta su fallecimiento en 1999, y a cuya memoria construyó un museo digno de una princesa. La pareja tuvo seis hijos (tres varones y tres hembras), con los que el hombre más rico de Suramérica ha sellado una alianza sanguínea mediante la cual sus vástagos controlarán todos sus negocios sin injerencias extranjeras, tampoco las que pudieran llegar desde la otra orilla del charco.




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