Domingo 2 de diciembre de 2001 - Número 320

JAPÓN | EL HEREDERO DEL TRONO

¿Quién es el padre de la criatura?
PALACIO está de enhorabuena, pero un rumor se ha instalado en la sociedad japonesa: se afirma que fue el emperador quien prestó su semen para el embarazo de la princesa Masako. Se estima que un 15% de las parejas niponas se somete a algún tratamiento de fertilización artificial

ARTURO ESCANDÓN. Tokio
El coche imperial se desplazaba lentamente por el recinto palaciego hasta detenerse frente a un portal custodiado por un par de guardias fijos de estricto pelo corto. Fue hace sólo unos días. Una masa de teleobjetivos apuntaba al asiento trasero de la izquierda.Durante la brevísima parada, la princesa, sonriente, bajó la ventanilla y saludó a los periodistas con la mano a la altura del rostro y una venia que no alcanza a completarse.

«Sólo se ve que está un poco más rellena de cara», comentó a sus amigas una parroquiana mientras veía la escena por televisión en la cafetería de siempre. «Eso es que espera un niño», añadió, sin dejar la taza de café americano y el trozo de tarta de queso habituales.

El grupo de amigas coincidió, pero el dueño de la cafetería, un hombre de dentadura postiza y suficientes años como para haber vivido la II Guerra Mundial, no estaba tan seguro. «Es un bebé probeta y en este país la tecnología nos ha superado. Después no nos extrañemos de que broten casos de vacas locas o que clonen seres humanos», dijo mientras ejecutó un brusco zapping con el mando del televisor.

El corto viaje entre el palacio de Togu y el hospital imperial se repitió varias veces. Parecía omnipresente, estaba en todos los canales. Y eso que la consorte del príncipe Naruhito, heredero del trono de la Orden del Crisantemo, se había limitado a bajar la ventanilla, sonreír y saludar a los periodistas. Pero estaba en el noveno mes de su segundo embarazo, seguramente el periodo de gestación del que más pendiente han estado los japoneses en toda su Historia.

Aquella visita al hospital fue para someterse al octavo control de embarazo. Pocos días después, el pasado viernes por la tarde, la princesa repitió el trayecto para quedar hospitalizada con indicios de que el parto estaba próximo. Ni siquiera entonces se sabía si los príncipes herederos esperaban un varón o una hembra. Aunque en los últimos exámenes obstétricos se empleó una sofisticada máquina que permite realizar ecografías tridimensionales, la Casa Imperial no quiso dar ni una pista. Era una especie de castigo que la burocracia de la Agencia de la Casa Imperial imponía a la prensa, a la que en su momento culpó en parte del aborto que sufrió la princesa en diciembre de 1999.

Entonces, la Casa Imperial cerró completamente sus puertas y se refugió intramuros hasta el viernes, mientras el país entero se regocijaba con las escuetas imágenes de Masako vestida con esos trajes anchos e informales pero de marca que son típicos de una mujer elegante en las últimas semanas de embarazo.

Todo el país esperaba que se tratase de un varón, de un vástago que pudiera continuar la línea sucesoria de la dinastía, con más de 2.600 años, más antigua del mundo. Y es que la descendencia del príncipe Naruhito (41 años), de la que pende el futuro del sistema imperial, se ha convertido en los últimos años en obsesión nacional dentro y fuera de Palacio. Tanto que los mismos emperadores Akihito y Michiko desempolvaron la blanca cuna en que criaron a sus hijos y la enviaron hace unos pocos días a la residencia de los príncipes herederos en el palacio de Togu.

Para muchos japoneses no hay duda de que el problema es Naruhito, el príncipe heredero. Ocho años de matrimonio ha necesitado la pareja para tener el vástago que la monarquía japonesa necesitaba con urgencia.

Pero el futuro emperador no es el único. En la familia imperial hay varios miembros casados que no han podido tener descendencia: el hermano del emperador Akihito, el tío de éste y un primo.La presión a la que han estado sometidos los príncipes Naruhito y Masako es dramática en un país en que la ley susceptible de ser cambiada aunque no sin cierta polémica: en 1998 sólo el 50% de los japoneses estaba por la labor no permite que una mujer ocupe el trono.

«La familia imperial está condenada a la desaparición, como los dinosaurios y todas las monarquías modernas», aseguraba la pasada semana con vehemencia Hiroki Kitano, un joven que no esconde su simpatía por la izquierda antiimperialista. «Si Masako no da a luz un heredero, habrá que cambiar todo el sistema imperial.Y si se permite que una mujer acceda al trono, los gastos de la Casa Imperial, que ya son bastante altos [9.000 millones de pesetas en 2000], se cuadruplicarán», añadía sin saber el sexo del bebé.

Era uno de los pocos indignados por el parto imperial. Porque todo Japón ha vivido estos días pendiente de Masako. No sólo por las implicaciones políticas del alumbramiento. Después de todo, la situación que han atravesado los príncipes herederos es parecida a la que sufren muchas familias japonesas que no han podido tener hijos mediante métodos conceptivos naturales.El número de matrimonios que acude a clínicas que emplean técnicas de fertilización artificial ha aumentado considerablemente en la última década.

Los estudios de fertilidad más recientes revelan que la cifra de hombres estériles se ha incrementado en Japón debido a la producción deficiente o insuficiente de esperma. Se estima que un 15% de las parejas niponas se somete a algún tipo de tratamiento de fertilización artificial. Cientos de bebés probeta han nacido gracias a los programas de fertilización in vitro desde que la técnica se implantara con éxito en el país en 1983.

Normalmente, las técnicas de fertilización artificial se aplican entre familiares. No se suele recurrir al esperma de desconocidos.Aunque la identidad del donante se mantiene oficialmente en secreto, en muchos casos se aconseja que sea el semen del suegro el que reemplace al del marido.

Corre el rumor de que eso es lo que ha ocurrido con Masako. El decano de la facultad de Literatura de una importante universidad nacional que prefiere mantenerse en el anonimato por el tabú que rodea todo lo relacionado con la familia imperial está convencido de que la princesa ha sido inseminada con esperma del emperador Akihito, de 67 años. «Primero me enteré a través de un amigo brasileño y no me lo pude creer, pero ahora las evidencias circunstanciales apuntan a que el padre de la criatura va a ser el mismísimo emperador», comentó el veterano profesor subiendo las abundantes cejas canosas en señal de pasmo.

No es el único bulo que circula después de ocho años de infructuosa relación entre Naruhito y Masako. Un artículo de la revista Shukan Shincho de hace algunos años, que ciertamente violó las tácitas prohibiciones de informar sobre la vida privada de los ocupantes de palacio, aseguró que la Casa Imperial había importado grandes dosis de extracto de ginseng, un tubérculo con propiedades medicinales que se utiliza normalmente para mejorar la potencia sexual.

MÉDICO AGOBIADO
Por eso para nadie resultó extraño que uno de los mejores especialistas en ginecología y fertilidad, el doctor Osamu Tsutsumi, fuera nombrado médico de cabecera de la princesa Masako apenas seis semanas antes de que se anunciara su segundo embarazo.

«El pobre hombre no es el mismo desde que asumió el puesto de médico de cabecera. La prensa japonesa del corazón lo sigue a todas horas. Mire esta fotografía, se le ve muy desmejorado», comenta Koji Mizuno, un periodista que ha seguido de cerca la historia de los embarazos de la princesa Masako.

En el palacio de Togu se habilitó una habitación especial donde una médico obstetra de 42 años ha hecho guardia prácticamente las 24 horas del día. Según la revista Josei Jishin, que se ha destacado por su devoción al tema del embarazo, mantener cerca a una especialista de su mismo sexo fue exigencia de la princesa.

Pero los preparativos de tan esperado parto han llegado bastante más lejos. En las cercanías de la residencia de los príncipes, en el hospital imperial, se ha habilitado una modernísima sala de parto. Un equipo de seis médicos ha estado preparado siguiendo el embarazo de Masako-sama y se registra hasta un total de 40 personas entre médicos, enfermeras y personal auxiliar.

El coste de las prestaciones médicas durante y después del parto va a superar con mucho las 700.000 pesetas que cuesta un nacimiento en una clínica de maternidad cualquiera en Japón. Pero la ciudadanía está demasiado encandilada como para reparar en gastos.

Es más, el nacimiento del heredero del trono de la Orden del Crisantemo ha significado un favorable repunte del consumo familiar dentro de un cuadro de prolongada recesión económica que comienza a carcomer los hasta ahora nervios de acero de los más optimistas.

MÁS NACIMIENTOS
Con una tasa de natalidad de 1,3 hijos por mujer en edad fértil y una expectativa de vida al nacer de 77 años para los hombres y de 83 años para las mujeres, Japón es una de las sociedades asiáticas más envejecidas. En el 70% de los 44 millones de hogares japoneses no hay ni siquiera un hijo. Algunos sociólogos creen que el nacimiento del vástago imperial podría significar un cambio de actitud de la ciudadanía frente al futuro. «Japón es una sociedad altamente mimética» señala el sociólogo Shinzo Tanizaki. «No sería raro que el nacimiento del hijo de la princesa significara una ola de nuevos nacimientos», agrega.

Los fabricantes nipones de productos para bebés, Tomy, Pigeon y Mishimatsuya han visto sus ventas dispararse por encima de la media de la temporada. El nacimiento imperial ha sido celebrado también por el fabricante de juguetes Takara con una muñeca embarazada, confeccionada a imagen y semejanza de la princesa. Cada vez que lo quiera su joven propietaria, la muñeca podrá dar a luz.

Pero la sociedad japonesa espera del retoño algo más sutil y acaso más importante que el pan debajo del brazo. Desde hace años el abismo abierto entre la Casa Imperial y el pueblo es enorme. Al japonés medio no le es fácil identificarse con los miembros de una familia cuya vida transcurre apaciblemente entre la contemplación de las flores, la escritura de poemas según antiguos formalismos y algunas obras filantrópicas. La intensidad con la que el pueblo ha vivido el embarazo de Masako puede ser el comienzo de un proceso de reacercamiento de los emperadores.Y Naruhito, aun con sus problemas de fertilidad, parece el príncipe adecuado. No obstante, fue el primer príncipe japonés educado fuera del país, concretamente en la Universidad de Oxford, donde conoció a Masako. Verle ahora cambiar los pañales de su bebé puede ser el gesto que rescate al anquilosado régimen imperial japonés.


NACIDOS A LA SOMBRA DE UNA ESPADA

El culto sintoísta no es amigo de rituales únicos con los que se sellen de una sola vez las ocasiones felices. Inspirado fundamentalmente en el sintoísmo y en tradiciones que se pierden y desdibujan en el tiempo, el nacimiento de un miembro de la familia imperial va acompañado de una serie de ceremonias que requieren una preparación minuciosa. Inmediatamente después del nacimiento del nuevo vástago, el emperador lo ordena utilizando una pequeña espada, confeccionada especialmente para la ocasión. Una vez ordenado miembro de la familia imperial, el puñal permanece junto al lecho del infante para su protección.

ALMA Y VIENTRE
Asimismo, la espada corta es aquella que se emplea en el ritual del suicidio, o seppuku de los samuráis, el único instrumento que puede ponerse en contacto con el vientre, lugar donde reside el alma.

HISTORIA MITOLÓGICA
A los siete días de nacido, se realiza una ceremonia de fertilidad llamada yokuto-no-gi. Una sirvienta de palacio debe bañar al neonato en una bañera de madera fresca de ciprés. Al mismo tiempo, un catedrático recita algún pasaje de la antiguas crónicas de Japón, o Nihon Shoki, que narran la historia japonesa desde el tiempo mitológico de su formación divina hasta el siglo VII. La lectura de un trozo de esta obra de 30 volúmenes da al retoño excelencia intelectual y moral.

SALUD
Por último, dos sirvientes varones de palacio tocAn dos veces la cuerda de un arco bien tensado, que es una forma de oración por la salud y bienestar del bebé. El bautismo tiene lugar el mismo día y recibe el nombre de meimei-no-gi. El privilegio de escoger el nombre del recién nacido es del emperador.

NOMBRE ADECUADO
Para ello se consulta a expertos en literatura clásica japonesa y china. Tres doctores de la prestigiosa Universidad de Tokio han sido seleccionados esta vez para elegir un nombre adecuado.Los hijos varones reciben el título de shinno, príncipe imperial, y las mujeres, nai-shinno, o princesa imperial. El emperador escoge también el sello o blasón personal del descendiente, que en Japón reemplaza a la rúbrica.



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