Domingo, 18 de febrero de 2001 - Número 279

PINTURA | EL COMPRADOR ENGAÑADO

Sorprendido por un gris
LA AVENTURA del periodista que vendió desde televisión la transición, se hizo empresario con el cambio y es uno de los principales coleccionistas de arte del país

ANTONIO LUCAS / ANTONIO PÉREZ-HENARES
Lalo Azcona en el callejón de la plaza de toros de las Ventas, a la que está vinculado en sus negocios.
Quién le iba a decir a Lalo Azcona que uno de sus pintores predilectos, Juan Gris, le iba a poner en la picota del escándalo. Un dibujo falso del artista, Mujer en el tocador, fechado en 1909 y entregado al Ministerio de Cultura para saldar una deuda con Hacienda, ha encendido la sospecha. La entrega fue realizada por la empresa Doble A Promociones, S.A., cuyo administrador único es el ex periodista.

Azcona fue la imagen televisiva de los 70. Un golpe de glamour en aquellos años color gris marengo donde ya sonaban los compases del cambio. Cuando aquella televisión incipiente que se abría a los cambios del tardofranquismo, Ladislao de Arriba Azcona, Lalo Azcona para el mundo, se convirtió en uno de los rostros más populares de los informativos. Dirigía Radio Televisión Española Rafael Ansón, nombrado por el Gobierno de Adolfo Suárez. Por entonces, todavía en blanco y negro, un trío de periodistas jóvenes, Eduardo Sotillos, Pedro Macía y el propio Azcona, recibieron el encargo de «vender democracia» a través de la tele.

Era el despegue profesional de un joven de buenas formas que cumplía con rigor el equilibrio entre la izquierda progre y la derecha cavernaria, sin implicarse en ninguno de los dos frentes. Quedó como historia de la democracia en televisión aquella explicación que hizo en directo, sobre una pizarra, del sistema electoral por el que todos los ciudadanos iban a ejercer su derecho a voto en 1977.

UNA GRAN FORTUNA
Paralelamente al periodismo, Azcona tuvo claro desde el principio que los amigos influyentes formaban parte del juego (del éxito). Con buenas formas y una insólita capacidad de comunicación supo ganarse las simpatías de la cúpula política centrista. Pero pronto llegó el cambio necesario (y temido por algunos). El PSOE subió al poder en 1982 y barrió todo lo que recordara a la galaxia Suárez. Muchos quedaron en la cuneta, pero Lalo Azcona no fue uno de ellos. Supo aprovechar sus contactos para iniciar negocios financieros que le han granjeado una gran fortuna personal. Esto le permitió abandonar el periodismo por completo y comenzar una nueva vida y una colección de arte contemporáneo que hoy figura entre las más destacadas del coleccionismo privado en España. Entre tanto ajetreo empresarial tuvo dos hijos con mujeres distintas, antes de casarse en segundas nupcias con una mujer de notable apellido, Paloma López de Letona.

Durante la primera legislatura socialista comenzó su meteórica carrera como hombre de negocios. El origen de su trayectoria empresarial hay que buscarlo en el puesto que ocupó inmediatamente después de abandonar TVE. Entonces fichó como director de comunicación de Explosivos Río Tinto (ERT), al frente de la cual estaba José María Escondrillas. No tardó en convertirse en su mano derecha. La jugada parecía bien estudiada. Cuando las acciones de ERT cayeron vertiginosamente, Escondrillas y su protegido compraron sendos paquetes de activos y dieron paso a la gran inversión. Unos meses después, el ex periodista ganó 2.000 millones de pesetas «de los de entonces», explica un conocido de Azcona, jugando con sus acciones.

¿Explicación? La empresa kuwaití KIO y sus petrodólares entraron a saco en ERT y duplicaron el valor del pelotazo.

A mediados de los años 80, Azcona se volcó en su papel de hombre de negocios. A sus buenas relaciones con algunos miembros del Gobierno socialista sumó sus excelentes relaciones con empresarios de la CEOE, y en especial con Fernando Fernández Tapias, al que ha asesorado en labores de imagen.

Su empresa estrella, Estudio de Comunicación, consiguió hacerse con la gestión de la cuenta de publicidad de la UTE (Unión Temporal de Empresas) integrada por Dragados, FCC y Nexo, encargadas del Plan Barajas. Asimismo, su empresa forma parte del holding de asesoramiento de AENA (Aeropuertos Españoles y Navegación Aérea).

Además de toda esta actividad, Lalo Azcona es conocido en los ámbitos del arte como un coleccionista de envergadura, «aunque hace años que no se tiene noticia de que compre en galerías, por lo menos en las que antes le vendían obras directamente», comenta a CRONICA la responsable de una de las más destacadas salas de arte madrileñas. Asimismo, Azcona forma parte, desde hace siete meses, del Patronato del Reina Sofía y es presidente de la Asociación Amigos de ARCO.

Picasso, Miró, Joaquín Torres García, Orlando Pelayo, Barjola, Clavé, Saura, Tápies, Millares y Palazuelo, entre muchos otros, han pasado por sus manos. «Pero lo más importante es la excelente serie de esculturas que posee», asegura un experto cercano a Azcona que prefiere no dar su nombre. «Estas cosas son muy delicadas. Hay mucho dinero en juego, mucha gente beneficiada, y a esos niveles se anda con una cautela máxima. Sólo se sabe de sus propiedades lo que ellos quieren que trascienda, que es muy poco, claro», asegura.

«Es la colección de un hombre que tiene sensibilidad, pero no es ni mucho menos de las más escogidas», comenta el empleado de una conocida casa de subastas. «Ha comprado mucho y de manera algo arbitraria. Además, por lo que sé y he visto, ha podido adquirir bastantes piezas a muy buen precio. En eso sí que ha sabido comprar».

Pronunciar el nombre de Lalo Azcona a cualquier persona relacionada con el arte impone, sin duda. Nadie quiere dar su nombre. En ARCO, galeristas y marchantes le rinden pleitesía, «y no por lo que supone en la Feria, sino por el mucho dinero que ha invertido».

¿Cómo ha podido comprar un cuadro falso de Juan Gris, algo que parece un hecho insólito en un hombre acostumbrado a tratar en operaciones de compra-venta de arte? «Comprar cuadros de pintores muertos siempre es muy peligroso. Lo han engañado», dice otra galerista.

De la desafortunada dación de un dibujo falso al Ministerio de Cultura como pago de impuestos han quedado algunos puntos sin aclarar, operación que, según Azcona, no ha de deshacerse pues nunca llegó a materializarse. ¿Cómo es posible que la obra pasara la prueba de la Junta de Calificación, Valoración y Exportación de Bienes y Patrimonio Histórico Español, dependiente de Cultura? ¿Y que pasara a su vez por las manos de María José Salazar, conservadora jefe del Reina Sofía, que realizó un informe favorable y autentificó y tasó la pieza en seis millones de pesetas?

El falso Gris, cuyas dimensiones son de 26x21 centímetros, fue adquirido por Lalo Azcona en Castellana Subastas por 1.800.000 pesetas, en diciembre de 1999. Nadie pujó por él. Y el 15 de febrero de 2000, según un comunicado hecho público por el Reina Sofía, la empresa Doble A Promociones, S.A., de la que es administrador único Lalo Azcona, hizo la propuesta para entregar la pieza en concepto de dación, una fórmula arbitrada por Hacienda que permite pagar los impuestos mediante la entrega de obras de arte. Otros grandes coleccionistas de arte, como Juan Abelló, el más importante de España, ha utilizado en alguna ocasión este sistema para saldar impuestos al fisco.

Mientras los trámites se cursaban, la obra se revalorizó. Entretanto, seis meses después, la Junta de Calificación, de la que forma parte Antonio Bonet Correa, padre de Juan Manuel Bonet, actual director del Reina Sofía, aceptó la propuesta de Azcona y el supuesto dibujo de Gris ingresó en los almacenes del más importante museo español de arte contemporáneo con la matrícula DE01363.

Pero la deuda, finalmente, no podrá ser consumada, y a Lalo Azcona le será devuelto el Gris sin pedigrí. La culpa de que así sea es del especialista francés Raymond Bachollet que prepara un volumen con las ilustraciones que el pintor realizó a lo largo de su vida.

Bachollet reclamó al Reina Sofía los documentos sobre los dibujos de Gris que forman parte de los fondos del museo. Una vez recibidos, el especialista realizó un severo informe en el que cuestionaba la autenticidad de Mujer en el tocador y decidió no incorporarlo en su trabajo. Aun así, Salazar no se planteó revisar su versión del dibujo.

Para algunos, la historia promete nuevas entregas y pone de manifiesto cómo el mercadeo de arte sigue causando estragos, incluso hasta meterse de lleno en los fondos de un gran museo. Muchas capas envuelven el mundo del coleccionismo. Lalo Azona, aquel seductor de la televisión centrista, jamás pensó que en su imparable carrera empresarial fuera a ser cuestionado por un falso Juan Gris, por un papel de no más de 20 centímetros. Gajes de un seductor.


CRONICA | EL MUNDO