Domingo, 20 de mayo de 2001 - Número 292

PAÍS VASCO | EL ESPEJISMO DE UNA NOCHE

El espejismo de una noche

FERNANDO GAREA
Arzalluz e Ibarreetxe se abrazan al saber que su partido ha logrado los mejores resultados de su historia
«El problema es que no habíamos previsto un plan B». La frase corresponde a un alto cargo muy próximo a José María Aznar, fue pronunciada el domingo por la noche y resume el desconcierto en el que quedaron sumidos el PP y el Gobierno al conocer los resultados de las elecciones vascas. Prácticamente nadie había previsto en Madrid, a más de 300 kilómetros del País Vasco, un resultado así para el 13-M. A lo más que se llegó en la última semana de campaña es a admitir la posibilidad de no llegar a la mayoría absoluta con el PSOE, a la cifra mágica de 38 escaños.

Por eso se improvisó en los últimos días un discurso según el cual si se superaban los escaños de la coalición PNV-EA, Jaime Mayor Oreja podría gobernar en minoría apoyado por el PSOE. Pero nadie quería creer que la coalición nacionalista que encabezaba Ibarretxe pudiera superar los escaños del llamado bloque constitucionalista.O casi nadie, porque una semana antes de las elecciones la ministra de Sanidad, Celia Villalobos, vaticinaba en privado una victoria nacionalista.

Cuando se le preguntó si su negro augurio procedía de los datos que manejaba su marido, el sociólogo de cabecera del presidente Aznar, Pedro Arriola, la ministra malagueña respondió que no, que su esposo preveía una victoria del bloque constitucional en torno a los 35 escaños.

Tan extendido estaba este vaticinio que Ana Botella, la esposa de José María Aznar, apostó en una porra interna del PP por una victoria por la mínima, idéntica a la prevista por Arriola. Nadie ganó la porra.

Ningún sondeo auguraba una victoria clara con mayoría absoluta del bloque constitucional, pero el PP se agarraba como a un clavo ardiendo al elevado índice de encuestados que no revelaba su voto por temor. Esta interpretación se aplicó a la encuesta del CIS que se hizo pública en abril, que les dejaba en 36 escaños, pero que reflejaba una situación terrorífica para el PP. Por ejemplo, Mayor Oreja quedaba casi tan mal valorado como Otegi y la inmensa mayoría de los vascos rechazaba un Gobierno entre populares y socialistas. Justo los resultados que, a diferencia de la intención de voto, no pueden ser maquillados o cocinados.

El candidato popular ya protestó ante el Gobierno cuando se hizo pública esa encuesta del CIS en plena precampaña y, según algunas fuentes, esta es la explicación del enredo que se vivió durante la campaña electoral a propósito de la encuesta oficial.

Ese primer sondeo del CIS fue también una de las causas del duro enfrentamiento entre Mayor Oreja y Pedro Arriola. Este último, que ya discrepó de Mayor cuando formaba parte del equipo que se reunió con ETA durante la tregua, explicó en una reunión que los malos datos del CIS obedecían a que los vascos tienen la imagen de Mayor con «tricornio». Y aconsejó que el ex ministro apenas hiciera campaña y se limitara a pequeños actos de perfil bajo. Mayor rechazó airado la propuesta y a tanto llegó el enfrentamiento que hizo una gestión ante Aznar para que Arriola se abstuviera de intervenir en la campaña.

A cinco días de las elecciones saltaron todas las alarmas en el Partido Popular y en el Gobierno. Un día antes de que se repartiera el polémico sondeo del CIS, a Jaime Mayor Oreja le llegó el rumor por varias vías distintas de que dicha encuesta oficial otorgaba al PNV 33 escaños, al PP 19 y al PSOE 12, es decir, prácticamente el que luego ha sido el resultado electoral.

El candidato del PP, alarmado, llamó a Javier Arenas, quien le tranquilizó diciéndole que era sólo un rumor.Pero, horas después volvió a recibir el mismo rumor, esta vez por boca de Rabanera, su cabeza de lista por Álava. Rodrigo Rato, que acompañaba en ese momento al candidato, llamó a Juan José Lucas a Madrid. El ministro de la Presidencia también disipó los temores del ex ministro.

Al día siguiente, fuera del plazo legal, se transmitió a los partidos el sondeo del CIS, con un resultado idéntico al del resto de encuestas.

También el PSOE tenía sus propias encuestas, cuatro durante la campaña y todas coincidentes, es decir, no llegaban a la mayoría absoluta con el PP. Por supuesto, tampoco preveían el inmenso trasvase de votos de EH al PNV. Todos los sondeos del PSOE llegaron inmediatamente al Gobierno y en Ferraz tuvieron idéntica justificación que en Génova: nuestros votantes no responden a los encuestadores.

Entre los socialistas sí cundió la idea de que su campaña electoral no funcionaba, que no se diferenciaban lo suficiente del PP y que podían perder votos en lugares como la margen izquierda de Bilbao. El más pesimista en el PSE era José María Benegas, y en Madrid dirigentes como José Blanco y Jesús Caldera presionaban para que se cambiara el rumbo de la campaña.

Pero José Luis Rodríguez Zapatero mantuvo hasta el último momento su apoyo a Nicolás Redondo para silenciar a quienes como Eguiguren, Elorza o Maragall querían otro discurso. Esta posición inequívoca del secretario general, partidario del pacto con el PP, se materializó también en la imposición de Javier Rojo como cabeza de lista por Álava.

Ese tira y afloja ya se había manifestado en la madrileña sede socialista de la calle Ferraz cuando se debatió durante semanas, a principio de año, si era conveniente la entrevista entre Ibarretxe y Zapatero.

El PSOE trasladó al PP por distintos cauces una petición para que se les dejara respirar y se evitara la insistencia pública en el pacto cerrado para después del 13-M.

El día de las elecciones amaneció con muchos nubarrones en el PP. Al empezar el día recibieron un estudio del sociólogo Julián Santamaría para Opitel, realizado el mismo sábado, que daba 32 escaños al PP y al PSOE. No obstante, el negro augurio se explicaba porque de cada 15 llamadas telefónicas, sólo una respondía para decir el sentido del voto. Para los populares la respuesta estaba clara: las 14 restantes pueden ser de votantes nuestros temerosos.

MOVILIZACIÓN
A mediodía se juntaron a comer el secretario general del PP, Javier Arenas; el secretario general de Presidencia, Javier Zarzalejos; Pedro Arriola; el sociólogo José Ignacio Wert, y el jefe de prensa del PP, Isidro Cuberos. Todavía a esa hora creían que iban a ganar, porque los datos de participación mostraban una movilización sin precedentes del electorado.

Y eso que un estudio de Ecoconsulting, realizado entre las 9 y las 11 de la mañana, daba nada menos que 40 escaños al PNV, 11 al PP, 9 al PSOE, 11 a EH y 3 a IU. Los resultados parecían tan disparatados que se solventaron con una sonrisa.

Antes del cierre de los colegios, la cúpula del PP fue recibiendo datos de encuestas de medios de comunicación. Todos eran negativos, pero se mantenía la excusa del voto oculto de quienes no confiesan el sufragio. Se añadía un dato positivo: todas tenían una media de un 35% de ciudadanos que no contestaban.

En la sede de Génova, al cierre de los colegios se fueron concentrando dirigentes en torno a Arenas. A los asistentes a la comida se unieron otros como Rato, Rajoy, García Escudero, Rafael Hernando, Ana Mato, Trillo, Acebes, Teófila Martínez y Loyola de Palacio, entre otros.

Incluso, cuando empezó el recuento oficial se mantuvo la esperanza con el argumento de que faltaba por escrutar el voto de las grandes ciudades. Hasta José Luis Astorqui, conocido como el brujo del Ministerio del Interior por su acreditada fama de acertar pronósticos electorales, auguraba una larga noche y le decía a esas horas a Rajoy que la tendencia se invertiría.

LA MONCLOA
En La Moncloa, Aznar prefirió seguir los datos en el edificio que, además, le sirve como vivienda. Los siguió por Internet y por televisión, en contacto permanente con los miembros de su Gabinete, con Arenas y, obviamente, con Mayor Oreja.

En Bilbao, Mayor Oreja entró a primera hora de la tarde en un despacho habilitado en el hotel Villa de Bilbao. Junto a él estaban los miembros de su equipo y dirigentes del PP vasco como Iturgaiz, Barrio y Barreda, entre otros.

Seguía creyendo en la victoria, a pesar de que días antes archivó en la memoria varias anécdotas que relata ahora y que le hacían mantener una ligera duda. Por ejemplo, una conversación entre varias mujeres de San Sebastián simpatizantes del PNV: cuando una de ellas alabó la intervención de María San Gil en el programa de Carlos Dávila en TVE, otra respondió que el partido (el PNV) había decretado «emergencia nacional» ante la posible victoria de los constitucionalistas.

Mayor Oreja tenía presente también la opinión muy pesimista de su mujer, euskaldun y natural de Mondragón, donde EH logró el 30% de votos en 1998.

Poco después de las 20.00 horas, Mayor Oreja recibió dos llamadas inquietantes de dos amigos que actuaban como interventores del PP en un colegio de Vitoria y otro de Bergara. Ambos coincidían en que el PNV estaba ganando.

A las 21.30 horas los peores augurios se confirmaron con los primeros resultados oficiales. Mayor seguía los datos sólo por la televisión porque, para aumentar la tensión, en el ordenador instalado en el despacho del hotel Villa resultaba imposible conectar con Internet. Lo mismo ocurría en la sede del PP de Bilbao. Cuando alguien llamó al Gobierno vasco, la respuesta fue: «Lo sentimos, se nos ha caído la línea».

Las llamadas cruzadas entre Aznar, Arenas y Mayor certificaron un resultado muy por debajo de las expectativas que se terminó de confirmar apenas unas horas después: la coalición PNV/EA sumaba 33 escaños; el PP, 19 y el PSE, 13.

En Ferraz, José Luis Rodríguez Zapatero siguió el recuento rodeado de sus más cercanos y de dirigentes que se fueron sumando espontáneamente.La novedad fue la presencia de Felipe González, quien ha aumentado durante la campaña espectacularmente su ritmo de visitas a la sede socialista de Ferraz. Incluso, González aportó datos inéditos de un estudio que recibió nadie sabe de dónde y que resultó muy cercano a lo que luego fueron los resultados finales. El PSOE, a instancias del propio ex presidente del Gobierno, se encargó de transmitir el estudio a La Moncloa.

INCREDULIDAD
Entre los socialistas las sensaciones fueron similares a las de los populares. Es decir, incredulidad hasta el recuento oficial.

A esa hora, en el hotel Gasteiz de Vitoria, el PNV celebraba su triunfo y un periodista oyó cómo Anasagasti, que estaba junto a Arzalluz, recibía un mensaje: «Le llama Francisco». El interlocutor de Anasagasti, según algunas fuentes, era Francisco Álvarez Cascos.

La gran pregunta es: ¿qué ha pasado para que el PNV haya ganado las elecciones?, ¿cuál ha sido el error para que el PP, con todo a su favor, sólo haya sacado un escaño más que en 1998?, ¿por qué era falsa la expectativa de vencer en las urnas al nacionalismo vasco?

Por encima del análisis de justificación y consuelo, todos coinciden en que no se previó que muchos vascos verían con temor la ofensiva española y, en situación de «emergencia nacional», se movilizarían en apoyo de la coalición PNV-EA. Con votos procedentes de EH contrarios a la violencia, que ven como mal menor al nacionalismo moderado, frente a quien amenaza sus señas de identidad y con votos de ciudadanos que no suelen acudir a las urnas y que se movilizaron frente a lo que veían como una agresión. ETA aceleró este proceso con los atentados de la campaña.

Días antes de las elecciones, Otegi comentó en privado que la coalición PNV-EA «estaba que se salía». Íñigo Iruin, abogado de EH, transmitió al juez Garzón su impresión de que EH perdería siete escaños, seis de los cuales irían al PNV.

La campaña electoral ha sido la consecuencia de un proceso que se inició hace varios años, siguiendo una estrategia diseñada y dirigida por Aznar, con Mayor Oreja como ejecutor e impulsor.Se trataba de ir rompiendo puentes con el PNV, hasta el 98 aliado parlamentario en Madrid. Por ejemplo, no se les convocaba a reuniones o conversaciones sobre leyes; se forzaba su expulsión del Partido Popular Europeo; poco a poco, se creaba un clima que casi identificara al PNV con ETA y se lanzaba una dura campaña de acoso a Ibarretxe, hasta forzarle a convocar elecciones anticipadas.

Todo ello aderezado con expresiones del propio Aznar asimilando la situación del País Vasco a la Alemania nazi o a Kosovo. La teoría es que si se presentaba al PNV como radical los vascos verían en el PP un elemento de estabilidad y tranquilidad.

La otra pata era el fomento de una respuesta social al nacionalismo liderada por intelectuales o colectivos sociales, siguiendo la estela de lo que fue el espontáneo espíritu de Ermua.

Aznar lo vio más posible tras los resultados de las elecciones generales de 2000. Por primera vez, el PP superaba al PNV y se dibujaba un panorama de clara mayoría no nacionalista.

PROBLEMA HISTÓRICO
El presidente del Gobierno suele explicar en privado que su objetivo es lograr vencer en las urnas al nacionalismo, un hito que cerraría un problema histórico de España y que sirve tanto para el País Vasco como para Cataluña. Según su análisis, hasta ahora se ha afrontado el nacionalismo de dos formas: cediendo o imponiéndose por la fuerza. Su propuesta es, por primera vez, vencerlo democráticamente.Y a esa misión histórica mandó al mejor de sus ministros, al más valorado entre los ciudadanos y entre los miembros de su partido.

El proceso se completó con la firma de un acuerdo con el PSOE que, de alguna manera, comprometiera su apoyo a un gobierno presidido por Jaime Mayor Oreja.

El pacto ha seguido provocando problemas en el seno del PSOE casi hasta el mismo día de las elecciones, por la presión de quienes veían los riesgos de comparecer ante las urnas con un mensaje que pudiera interpretarse como seguidista. En todas las reuniones internas se debatía sobre la conveniencia de una estrategia que dejaba claro el pacto poselectoral y que se materializaba en la ausencia de menciones a Mayor Oreja y al PP.

Mayor Oreja había diseñado desde el Ministerio del Interior una campaña agresiva, con presencia masiva en los medios y con un bombardeo constante en la opinión pública contra el nacionalismo, radical y moderado.

En definitiva, una campaña que en el resto de España hubiera arrasado en las urnas, pero que, como se ve ahora, estaba planteada de espaldas a la realidad cotidiana del País Vasco.

Salvando las muchas diferencias, es una situación similar a la que se produjo en 1993 cuando el PSOE arrasó en Andalucía y subió en votos, después de que el PP hiciera una dura campaña de acoso, apoyado por IU con la pinza, hasta forzar a Chaves a convocar elecciones anticipadas.

Dirigentes del PP coinciden ahora, a toro pasado, en el análisis de que fue un enfoque equivocado de campaña que dio lugar a una impresión de tercio de Flandes desembarcado en Euskadi para iniciar la reconquista.

Ya durante la campaña, Mayor Oreja escuchó tímidas pero argumentadas críticas en su partido sobre actos como el homenaje en Madrid, que dio la impresión de despedida del guerrero hacia las cruzadas en las tierras del Norte.

También se vio como un traspiés la respuesta afirmativa inicial al órdago de Ibarretxe para celebrar un debate cara a cara. Luego se rectificó y se pidió incluir a Redondo Terreros, pero no se evitó la imagen de que la iniciativa de la campaña era del PNV. Esta situación fue la que provocó mayor debate y discusión en el equipo de campaña de Mayor Oreja.

Más hechos que se critican ahora y que entonces se aceptaron: la propuesta sin matices de revisión total del sistema educativo o del uso del euskara en una comunidad en la que existe un amplio consenso sobre estas cuestiones. Por no hablar de la metedura de pata de Fraga sobre la lengua. Incluso, con los resultados del 13-M en la mano, el acto de ¡Basta Ya! pudo ser contraproducente.O mensajes como el de Azurmendi asegurando que no volvería a hablar en euskara por ser una lengua de muerte o la propia escenografía similar a una arenga de reconquista.

Diariamente Mayor Oreja mantenía dos reuniones con su equipo de campaña instalado en Vitoria. Una por la mañana y otra en la cena, al terminar la jornada.

Las reuniones servían para preparar las intervenciones y mensajes del día y para hacer balance del tratamiento en los medios. Casi siempre se celebraban en lo que en el PP se conocía como la casa del Gran Hermano, es decir, un chalé de Vitoria formado por tres viviendas pareadas, donde se instalaron el candidato popular y sus más directos colaboradores. Allí dormían y allí montaron el cuartel general del equipo de seguimiento de campaña. Además, cada lunes se trasladaban a Génova para intentar coordinarse con la dirección nacional del partido.

TENSIONES
Precisamente, la campaña del PP y la del PSOE coinciden en las tensiones entre las sedes centrales y los equipos de campaña en el País Vasco. Así, en Ferraz hizo fortuna el apelativo el siciliano para referirse a Rodolfo Ares, portavoz de la Ejecutiva socialista. Y en el PP, los miembros del equipo de Mayor no ocultaron su malestar por la excesiva presencia de dirigentes nacionales en el País Vasco o por el exceso de intervenciones públicas de Arenas.

Las conclusiones básicas del proceso son que el PNV sigue gobernando; su dirección, con Arzalluz al frente, sale reforzada; Mayor Oreja se aleja de la sucesión en Moncloa, atrapado en el País Vasco, entre otras cosas, por su compromiso con los cargos electos del PP, y Aznar ha perdido su oportunidad histórica. En las próximas elecciones vascas, si se agotan las legislaturas, él ya no será presidente del Gobierno.

Tanto en el PP como el PSOE se ha hecho un esfuerzo para evitar el derrotismo y la sensación de fracaso, precisamente, para que ninguno de sus cargos electos, cuya vida pende de un hilo en el País Vasco, tenga la tentación de abandonar.

Mayor Oreja se ha comprometido a trabajar en Euskadi como líder de la oposición para implantar definitivamente el partido y acabar con la imagen de grupo ajeno a lo vasco. Es decir, darle la vuelta a la impresión que esta vez ha tenido de ellos el electorado vasco.

Una tarea difícil porque, como asegura un dirigente popular, el PNV tiene miles de sedes abiertas de par en par por todo el País Vasco, mientras que las pocas que hay del PP tienen cristales blindados y al que quiere entrar se le cachea y se le pide el DNI.



UN REFUGIO LLAMADO CASTROURDIALES, por CRISTINA LÓPEZ SCHLICHTING

¿Y AHORA QUÉ?, por CRISTINA LÓPEZ SCHLICHTING



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