Domingo, 20 de mayo de 2001 - Número 292

NORUEGA | EL FUTURO DE LA MONARQUÍA

Mette Marit sale al balcón
LA NOVIA del príncipe de Noruega salió el jueves al balcón de palacio para saludar al pueblo del que será reina. Una única pega: ese pueblo empieza a reclamar la república

CRISTINA LÓPEZ SCHLICHTING
La familia real noruega al completo, saludando en la fiesta nacional.
Hay un solo día al año en que Oslo se pone imposible. En que las desiertas avenidas y la orilla del fiordo hierven de banderitas, de flores y de trajes regionales. El 17 de mayo los colegiales se echan a las calles para conmemorar la Constitución de 1814, en la que los patriotas, sometidos al dominio sueco, proclamaron la independencia y la monarquía noruegas.

Es siempre, y así fue hace tres días, una jornada brillante para la ciudad, que sale del largo invierno nórdico y se mete en la primavera. Y una ocasión para la corona, que reclama su papel de símbolo de la libertad nacional. Por eso los escolares desfilan delante de palacio y la familia real los saluda durante horas (una media de tres).

Entre el público de este año abundaban los fotógrafos españoles en persecución de Eva Sannum, con la esperanza de ver a la muchacha vestida con la falda negra y la blusa blanca típicas de Oslo.Pero la cacería no dio resultado. La novia del Príncipe, que recientemente pasó un prestigioso desfile de moda de diseñadores noruegos en el centro de la ciudad, se guardó mucho de la presión de las cámaras. Su última declaración a un paparazzi ha sido tan fría como su país: «No tengo nada que decir y no me gustan las intrusiones en mi vida privada. Debéis tener paciencia y esperar hasta que tenga alguna cosa que contaros».

La cita del jueves tenía el picante añadido de la primera incorporación de Mette Marit como prometida oficial del príncipe Haakon Magnus al balcón de palacio. Su debut en las funciones representativas.¿Llevará o no a su hijo?, se preguntaba la gente morbosamente, pensando en el crío de cuatro años que la chica ha aportado a la relación. No fue. El pequeño, que no será adoptado por Haakon a fin de no crear problemas sucesorios, estuvo ausente toda la mañana y la futura consorte salió triunfante de la aburrida prueba de agitar la mano enguantada de blanco y saludar con sonrisa imbatible. A la salida del concierto vespertino tuvo incluso arrestos para afirmar ante los periodistas que no se había «cansado nada y que el tiempo se le había pasado muy rápido». Vestida con abrigo ligero y blanco y un chal y un sombrerito estilo años cincuenta, azul marinos ambos, cumplió perfectamente el recatado papel que se ha asignado a sí misma y que incluye inclinar la cabeza con timidez.

La escena convencional y aparentemente frívola gana importancia a la luz del debate que el noviazgo del príncipe Haakon ha desatado en las últimas semanas en Noruega, donde no son pocos los que se atreven a sugerir que es hora de pensar en la república.

Según una reciente encuesta del prestigioso MMI Institute, el apoyo total del pueblo hacia sus reyes ha descendido hasta un 64%, y un 23% de la población prefiere una forma republicana de representación. Paralelamente, políticos de tres partidos han abierto el debate, haciéndose eco de los esfuerzos de una plataforma creada en marzo pasado en el norte del país, en la pequeña ciudad ártica de Kirknes, y que se autodenomina República en Noruega. Esta asociación lleva desde entonces reclutando partidarios mediante pequeños anuncios en los periódicos, lo cual constituye un panorama del todo novedoso en un país donde, hasta hoy, atacar a la Monarquía equivalía a atacar a la nación.

Como ha explicado Kristin Hoff, una analista política del MMI Intitute, a la periodista de The Observer, Sandra Jordan: «Una república noruega no hubiese sido tomada en serio hace apenas tres años. Los socialistas replanteaban la idea periódicamente, cada cuatro años, pero hasta ahora lo hacían con embarazo y hablando en voz baja. La conducta del príncipe ha alentado el debate hasta el extremo de que la gente reflexiona ahora sobre la necesidad de la institución monárquica».

El disgusto de los noruegos un pueblo extremadamente tolerante no venía determinado por los orígenes plebeyos de Mette Marit, ni siquiera por el hecho de que fuese madre soltera, sino porque su hijo era fruto de la relación con un traficante de drogas y porque ella misma ha frecuentado durante años fiestas y reuniones donde el éxtasis era parte habitual de la cena. Tampoco gustó que el príncipe se impusiese con una política de hechos consumados, mudándose a vivir con Mette Marit en contra de la voluntad de su padre. La jerarquía luterana le reprochó este gesto públicamente: Haakon Magnus está llamado a convertirse en jefe de la Iglesia noruega, como ocurre en Inglaterra, y ésta no es partidaria de las relaciones prematrimoniales. Haakon consideró la posibilidad de renunciar a los derechos sucesorios, pero finalmente fue disuadido por su padre.

El comportamiento de la pareja sólo ha sido celebrado en Kirknes.«Los escándalos reales», dice Bernt Nilsen, de «República en Noruega», «no han podido llegar en mejor momento. Son como un regalo, una contribución a la campaña. La próxima boda de Haakon ha convertido el asunto del republicanismo en un tema caliente.No hay nada personal contra el príncipe. Es una cuestión de principios, por la que creemos que el máximo cargo representativo de Noruega debería ser electo». Nilsen se permite sugerir que los primeros beneficiados de la abolición de la Monarquía serían los reyes: «Nos duele que la familia real no pueda ir donde quiera, que sus miembros no puedan casarse con quien deseen. Creo que la discusión acerca de la futura mujer del príncipe es indigna de una sociedad moderna».

En este sentido, coincide con el profesor Trond Norby, de la Universidad de Oslo, que dio clases a Haakon y que arguye: «No pueden permanecer todo el tiempo en el castillo. No pueden vivir toda su vida como el último emperador. Y, tan pronto como salen, los periodistas los esperan. A la larga, serán destruidos».

Hay quien considera que la solución para Noruega no es tanto la república, sino que Marta Luisa, hermana mayor de Haakon, asuma el trono. Como explica un especialista noruego, que prefiere el anonimato, «tanto Suecia como Noruega modificaron sus constituciones hace años, de modo que, a partir de ahora, será rey o reina el primogénito, independientemente de su sexo. En el caso sueco, la princesa Victoria, que era la mayor, recibió ya los derechos sucesorios. Pero en el caso noruego se prefirió esperar una generación más, para no tener que desplazar a Haakon Magnus. Es verdad que Marta Luisa no desea sustituir a su hermano, pero también lo es que está preparada para ello».

El Gobierno ha puesto fin a la polémica esta semana al señalar que ninguna posición republicana será considerada en esta legislatura «porque no está en agenda». Los dirigentes consideran que el respeto y el apoyo conseguidos por el popular Harald, el rey reinante, son lo suficientemente sólidos como para demorar por ahora un cambio. Por otra parte, y según la legislación vigente, cualquier modificación constitucional necesita en Noruega un referéndum y la sucesiva aprobación de ambas cámaras durante dos gobiernos.

Entretanto, la polémica sigue en la calle. No sólo porque la boda entre el príncipe heredero y su prometida se celebrará el 25 de agosto, lo que alimenta la curiosidad y los comentarios, sino porque los seguidores del debate tienen cada mes suculentas ocasiones para «probar» a Mette Marit. El próximo 28 de mayo, por ejemplo, la rubia ex camarera deberá estrenarse en la diplomacia internacional recibiendo, como un miembro más de la familia real, a Isabel de Inglaterra y al Príncipe Felipe, que visitarán Noruega en esa fecha. Será su segundo gran examen después del balcón.



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