Domingo, 20 de mayo de 2001 - Número 292

EL BUZÓN | DESDE EL FIN DEL MUNDO (III), por FRANCISCO LÓPEZ-SEIVANE

Bodas por lo «Turkmenchilik»

Turkmenbashi, 17 de mayo. Sé de un viajero a quien obligaron a casarse el primer día que llegó a un pueblo de la región de Xinjiang, en la China más occidental. Era tradición del lugar que todos los forasteros tomaran una esposa durante su estancia. Así, los lugareños se aseguraban de que no molestaría a las demás mujeres.Por eso me cercioré de que yo no era el novio cuando recibí la invitación para asistir a una boda turcomana en Achkabad, el pasado fin de semana. Una vez tranquilizado al respecto, me dispuse a participar con gran placer en los elaborados ceremoniales nupciales que todavía perviven en Turkmenistán. Tan elaborados que a veces se prolongan durante días.

Todo comienza con la petición de mano, que conlleva el pago de una dote por parte del futuro esposo acorde con la categoría social, familiar y personal de la novia. Normalmente, el acuerdo se alcanza mediante una negociación entre ambas familias. Paradójicamente, las chicas con estudios universitarios bajan sensiblemente su cotización, al suponérseles una inclinación al trabajo fuera de casa y a una vida social con cierta independencia. Los hombres pagan cifras mayores por amas de casa tradicionales, más capaces de formar un hogar y más predispuestas a tolerar la poligamia encubierta pero real, que pervive en esta sociedad, donde los hombres tienen frecuentemente tantos hijos con las amantes como con las propias esposas. Viendo a esta novia, hermosa, tocada con no pocas virtudes e hija de familia de abolengo, la dote ha debido de ser un pico.

Pero no es esto lo que más llama la atención del viajero. Lo más pintoresco es que el día del casamiento no hay noche de bodas.Hay que esperar al día siguiente para que se cumpla el Guelnaldyi, la entrega de la novia. La familia del contrayente se acerca a la de la desposada a pagar la dote acordada, delante de numerosos testigos. Entretanto, la novia aguarda en una habitación, vestida con sus mejores galas y alhajas. Cuando el recién casado aparece a buscarla, a la cabeza de su séquito de invitados, la novia permanece sentada en el suelo, sin levantar la mirada, rodeada de sus mejores amigas. El hombre la ayuda a levantarse y ambos se dirigen a la puerta, mientras la orquesta desgrana una música aguda y vibrante. Al cruzar el umbral, las amigas la llevan a un lugar preparado, donde le cubren la cabeza con un chal de seda, antes de devolvérsela al novio entre flores, lágrimas y emocionados abrazos. Sólo cuando ya esté en el coche, camino del tálamo, se quitará el chal y besará al novio.

Y es que cada gesto siempre debe regirse aquí por los principios del turkmenchilik, un código de maneras que regula las actitudes públicas y privadas de los turcomanos, desde cómo casarse hasta cómo reírse nunca ostensiblemente si es en público . La conducta del buen turcomano está recogida con detalle en Ruhnama, un libro que el presidente Turkmenbashi ha dictado, a semejanza del Libro Verde, de Gadafi. Sentarse en el suelo, por ejemplo, es correcto.Hacerlo en un sofá, no. Tampoco es turkmenchilik para una pareja mostrar afecto en público, aunque sean matrimonio. Lo cual no impide que el aire esté preñado de velados deseos y secretos anhelos. Todo muy sutil, pero muy intenso.



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