Domingo 20 de enero de 2002 - Número 327

AZUL & ROSA | MI SEMANA


El síndrome Mette-Marit
Cualquiera que sea el tema de la conversación, un viejo soldado hablará siempre de guerra, decía Anton Chejov. Me había propuesto no volver sobre el tema, entre otros motivos porque toda virtud se funda en la medida. También porque reconozco haber terminado dolorosamente harto de la historia del príncipe y la corista.Me dejé demasiado pelo en la gatera aunque con la satisfacción de no haberme equivocado. ¡Por favor, Alteza, no tengamos segundas partes con Gigi Howard! Reconozco que mi tema favorito soy yo mismo, que decía James Boswell. Pero como no quiero ni rechazo nada de modo absoluto, sino que consulto siempre las circunstancias, éstas obligan a que el periodista vuelva al terreno donde solía.

Mi semana se presentaba relajada y tranquila tras el alta médica de mi tocayo Jaime Marichalar, ¡genio y figura hasta para abandonar el hospital con esa camisa rosa y esa corbata monegasca a cuadros, rojos y blancos! Mientras nuestra familia real se reponía del susto madrileño ¡ay esas huellas que han quedado en el rostro de la Infanta Elena como resultado de intentar sostener que se está bien cuando todo va mal!, otra familia real se ha visto sacudida, una vez más estos días, por el síndrome Mette-Marit.Además, en esta ocasión, por partida doble.

Apología al terrorismo talibán
Cierto es que las monarquías tienen la obligación de modernizarse con sangre nueva que acabe con la endogamia que presidió siempre la relación entre familias reales. Pero no a costa de que sus miembros lo hagan con frívolas desequilibradas como Lady Di, con chulos y cazadotes como Phillipe Junot, con jóvenes con un pasado salvaje de sexo y drogas como Mette-Marit o irresponsables escritorzuelos como Ari Benh, protagonista, esta semana mía, de un escándalo de tal magnitud que ha puesto al rey Harald de rodillas, ante el propio jefe del Gobierno noruego, cansado de los escándalos en el seno de la más vulgar de las familias reales.Escándalos, en este caso, a nivel internacional con un documental a favor de los talibanes, auténtica apología del terrorismo, es lo que ha hecho el joven que, el próximo mes de mayo contraerá matrimonio con la princesa Marta Luisa, hija primogénita de los reyes reinantes (una ley machista parecida a la española le ha impedido, afortunadamente, ser la reina, papel que ha asumido el calzonazos de su hermano el príncipe Haakon) y con un pasado escandaloso a pesar de su juventud. Harald ha recuperado cierta autoridad real al desposeer a su hija, el pasado viernes, de todos los títulos, honores, privilegios y asignación. Desde ahora, y sobre todo, desde el día de su boda, será simple y sencillamente la señora de Behn. Tal hizo el rey Gustavo VI Adolfo con algunas de sus nietas que decidieron casarse conquienes querían.

El pelo de la dehesa
Don Juan, conde de Barcelona y abuelo paterno del Príncipe Felipe, decía, reflexionando sobre el futuro sentimental de su nieto que «una reina no puede tener pasado prque éste siempre es presente».Quienes pensaban que la mosquita muerta que se casaba el 30 de agosto último, en Oslo, iba a cambiar, se equivocaron de pe a pa. Porque, coincidiendo con el escándalo televisivo del futuro yerno de Harald, a quien el propio soberano se ha visto obligado a descalificar, la futura reina (si es que llega a serlo algún día) ha demostrado, también esta semana, que el pelo de la dehesa de su pasado violento sigue presidiendo su vida de princesa heredera.Por mucho que su esposo, el místico Haakon sea tolerante como nuestro Redentor («Cristo es mi mejor ejemplo. Siempre supo perdonar»).Pero lo único que consiguió fue un manotazo («¡Déjame en paz!») cuando quiso evitar que Mette-Marit abofeteara a su secretaria, ante el comité de recepción y el público que les aguardaba a su llegada a la localidad de Karmoe, dentro de un programa de visitas oficiales por el país para presentar a la nueva princesa.¡Pobre rey Harald, pobre reina Sonia, pobre Haakon Magnus y pobres noruegos! La república, allí, gana terreno.

No será en La Moncloa
Lo peor que le puede suceder a un comentarista es que no se entiendan sus comentarios. A lo peor, es que el periodista no lo ha sabido explicar. La pasada semana, tan mía, me referí, en esta página, al próximo enlace matrimonial de Anita, la hija de Ana Botella y José María Aznar. En mis comentarios no afirmaba que el escenario de ceremonia y banquete iba a ser el palacio de La Moncloa. Sólo aventuraba que podía. Cierto es que hace tan sólo dos semanas que los novios comunicaron, por sorpresa, a la familia su intención de contraer matrimonio el próximo septiembre. Por ello, los preparativos no han hecho más que comenzar. Una de las primeras decisiones que han tomado es que la boda no será en La Moncloa. ¿Por el qué dirán? A lo peor es por eso. Según me han informado personas del entorno de Ana Botella se está buscando, primero, el templo; segundo, el lugar donde se pueda celebrar. La fecha depende, fundamentalmente, de la iglesia. Será la primera semana de septiembre.No hay que olvidar que existe un auténtico overbooking en los templos de la Comunidad y, aunque se trate de la hija del presidente, la lista no se puede alterar. A Ana le gustaría la Basílica de San Francisco o la iglesia de Santa Bárbara. Todo es cuestión de ponerse a la cola y pedir la vez. Seguiremos informando.


CHSSSSS...

Quién es ese joven, hijo de un conocido e importante empresario madrileño, que acogía en su casa de Puerta de Hierro ¡la famosa casa!, a las novias del Príncipe: primero a Gigi Howard; después a Eva Sannum

Quién es esa editora, la más importante de España, que no solamente canta los boleros mejor que Olga Guillot, sino que, incluso, se ha atrevido a grabar un disco ¿de próxima aparición?

¿Sabrá el presidente Aznar, tan admirador de Azaña, que los jardines de La Moncloa eran el lugar favorito para sus paseos cuando el bellísimo recinto pertenecía al pueblo de Madrid?: «Hoy he advertido cuánto me gustaba. Allí aprendí a emocionarme ante el paisaje. Los que no lo han conocido no sabrán nunca lo que Madrid ha perdido»

Si el presidente de Argentina, Duhalde, está esperando recibir ayuda de «la esposa del presidente de la República española», lo tiene claro. Así calificaba a Ana Botella en una entrevista de Antonio San José en CNN Plus en la madrugada del pasado miércoles.



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