Domingo 17 de febrero de 2002 - Número 331

JÓVENES | LA LEY SECA

Corazón enfermo de fin de semana
ASÍ SE CONOCE clínicamente la alteración que sufren los jóvenes que abusan del alcohol. Uno de cada cuatro chavales madrileños acabará siendo alcohólico y en los hospitales ya se ven chicos de 12 años con problemas con la bebida

PACO REGO
A los 16 años Carlos ya coqueteaba con el alcohol. Era un estudiante normal, de los de notas raspadas pero suficientes para salir adelante en el colegio, lo que a ojos de sus padres le daba una cierta dosis de inmunidad cuando las cosas pintaban turbias para él. Al principio sólo bebía en los cumpleaños de los amigos.«Únicamente tomábamos whisky, coca cola, ron y Martini. Nada de drogas», dice. «Hacíamos un botellón y con la misma nos marchábamos a nuestras casas». Hasta que él y sus compis decidieron que aquello de quedar de vez en cuando «ya no molaba».

Los fines de semana se hacían demasiado largos y el dinero en los bolsillos seguía siendo escaso para pagarse unas copas en un local. Así que acordaron verse los sábados, sobre las siete de la tarde, para hacer la compra de alcohol en un supermercado cercano. Salían con las bolsas de plástico a reventar de botellas.Y con la misma, enfilaban sus pasos hacia un parque de la calle Orense, una de las zonas de diversión preferidas por los jóvenes madrileños. «No dejábamos ni gota». La sequía pronto se la curaban en uno de esos bares baratos, de garrafón, donde seguían con la fiesta hasta bien entrada la madrugada.

En esa vida anduvo Carlos hasta que cumplió 20 años. Hoy, con 26 y la licenciatura de Económicas en el bolsillo, da gracias a los vecinos de su parroquia de Canillas, otro de los barrios madrileños más castigados por el botellón, que a fuerza de involucrarle en actividades culturales lo libraron de ahogarse en el alcohol.

Aunque nadie se atreve a dar una cifra definitiva, se estima que sólo en la Comunidad de Madrid al menos medio millón de chicos y chicas de entre 15 y 20 años se entregan al botellón. Algunos tienen, como lo llaman los médicos, el corazón de fin de semana: arritmias, riesgo de infarto y muerte súbita, secuelas que delatan a quienes beben semana tras semana.

Luis González de Diego, responsable del Servicio de Urgencias del hospital Clínico, a pocas calles del campus universitario y de Aurrerá una de las zonas de copas preferidas por los jóvenes madrileños atiende en una sola noche a unos 15 groguis, de los cuales siete u ocho llegan al borde del coma etílico. «Antes nos los traían los viernes y los sábados, pero ahora también nos llegan los jueves. Y cada vez más borrachos», explica el doctor De Diego. Su particular estadística habla de que son cada vez más las chicas menores de edad que aparecen tiradas en las esquinas o en los bancos de los parques a causa de una sobredosis de alcohol.

Como Cristina, una adolescente de 14 años recién cumplidos a quien sus vecinos encontraron hace dos semanas tirada en una boca de metro. Estaba inconsciente al lado de un envase de tetra brick lleno por la mitad de vino. «Cris no es una borracha», sale en su defensa uno de sus colegas del madrileño barrio de Carabanchel. «Lo que le pasa es que está un poco quemada con los profesores del colegio y con su hermano, que le da mucha caña. Pero no es una borracha». Ansiedad, desencuentro entre padres e hijos, timidez... Nadie sabe con certeza que está pasando por la cabeza de los adolescentes españoles. A lo más que llegan los especialistas es a certificar el aumento de los trastornos psicológicos, como la depresión, o la espectacular bajada de la edad de los consumidores. «Ya se empieza a ver en las consultas a chicos y chicas de 12 años con importantes problemas de alcohol», tercia el psiquiatra César Soutullo, de la clínica Universitaria de Navarra. Para este experto en infancia y adolescencia, la tendencia de los jóvenes a sentirse indestructibles e inmunes ante los problemas incrementa el riesgo del uso de drogas a edades tempranas, aunque este hábito no suponga que la persona vaya a quedarse enganchada. De hecho, «algunos adolescentes experimentan un poco con el alcohol u otras sustancias, o las usan ocasionalmente sin tener problemas significativos». Según describe el doctor Soutullo, los más vulnerables son aquéllos que padecen ansiedad social o timidez excesiva. «Su cerebro», explica, «aún no está totalmente desarrollado y se defiende peor de las sensaciones de miedo o ansiedad».

Por eso buscan con obsesión el alcohol. «Cuando su nivel en sangre sube aparecen cambios en la forma de actuar, como desinhibición, lo que puede producir comportamientos sexuales o violentos inapropiados, tristeza y disminución de la capacidad de juicio», añade el psiquiatra.

Las estadísticas presagian lo peor. De cada cinco bebedores, uno se convierte en alcohólico. Sólo en la comunidad de Madrid se estima que el 25% de los jóvenes de entre 15 y 20 años terminará en una sala de desintoxicación. Ante tan fatídicas expectativas, seis comunidades autónomas (Cantabria, Castilla y León, Murcia, Aragón, Canarias, y Valencia) prohíben ya el botellón. Medida que podrían imponer también la próxima primavera las autonomías de Madrid, Baleares y Extremadura.

A Carlos, el economista hoy totalmente alejado de la tentación de la botella, lo salvaron sus vecinos. Cristina, 14 años, comienza ahora a coquetear con el alcohol y da prematuros tumbos por las aceras de Madrid. ¿La salvará a ella la ley seca del botellón?


LAS CLAVES

El «botellón». Este fenómeno social nació en España en el entorno universitario de Cáceres y Salamanca a finales de los 80. Además, en el en estos años se incrementó la marcha nocturna y se elevaron los precios de las consumiciones en los locales nocturnos.

La batidora. Las bebidas más arraigadas son la cerveza y el «calimocho» (vino con coca cola). El whisky, la ginebra o el ron son otras alternativas usuales. Los que no se adaptan a las anteriores suelen beber ponche, licores y Martini mezclado con refrescos.

Las adolescentes. Ya no existen diferencias entre lo que beben los chicos y las chicas. En los dos últimos años se ha incrementado en un 13% el número de adolescentes consumidoras. Ellas beben igual, resisten menos el alcohol y acuden habitualmente a urgencias.

Hábito. Ser mayor de edad no es necesario para beber. Según una encuesta del Observatorio Español sobre Drogas, el 76% de jóvenes entre 14 y 18 años ha probado el alcohol y el 58% es consumidor habitual. Además, el 20% puede ser alcohólico en el futuro.

El «puntito». «Ir pedo» o «llevar un ciego» definen una borrachera común. Para ello «se te tiene que subir» o «coger el puntito», es decir, hay que emborracharse. «Acoplado», alguien nuevo o «rayarse» (enfadarse) son varios términos usados en los botellones.

«Made in Spain». El botellón es un fenómeno típico español. Ni siquiera en Portugal o Italia, con precios y climas similares, se producen dichos rituales y aglomeraciones de jóvenes. Amsterdam es una de las ciudades donde se ha prohibido consumir alcohol en la vía pública.



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