Domingo 10 de Marzo de 2002 - Número 334

PUBLICACIÓN | AUTOBIOGRAFÍA DE ARIEL SHARON

Las memorias del guerrero
Militar brillante, acusado de las matanzas de sabra y chatila...el historiador césar vidal extrae los datos y reflexiones más interesantes de «warrior», la autobiografía del primer ministro israelí que, sobre todo, cree en la fuerza

CÉSAR VIDAL
La figura de Ariel Sharon es una de las más controvertidas de la escena política mundial.
El 6 de febrero de 2001 los ciudadanos de Israel escogieron a Ariel Sharon como su nuevo primer ministro con el apoyo del 62,38% de los votantes. La extraordinaria victoria respondía a la convicción de que Sharon había estado realizando un atinado análisis de la política de Oriente Medio durante décadas. En no escasa medida, la historia de Sharon presenta considerables paralelos con la de millones de israelíes. Su abuelo, un judío ruso llamado Mordejai Scheinerman, inspiró en su hijo Samuil el deseo de regresar al solar histórico de Israel. Samuil, acompañado de su esposa Vera, emprendió la marcha en 1921. Trabajadores en una granja colectiva, conocieron una durísima existencia que, entre otros peligros, entrañaba el del ataque de los árabes.

El enclave en el que vivía fue arrasado en 1921 y en 1929, el año posterior al nacimiento de su hijo Ariel. La sensación de estar en peligro constantemente acompañó al niño desde los primeros días de su existencia y a los 13 años ya estaba acostumbrado a hacer guardia por la noche para defenderse de posibles incursiones.Concluida la II Guerra Mundial, catapultados por el Holocausto que había significado el exterminio de seis millones de judíos, millares de refugiados se encaminaron a Palestina. La respuesta de una Gran Bretaña sedienta de petróleo fue impedir su llegada.Pero la lógica de los hechos acabó imponiéndose y en 1948 la ONU dispuso la partición del protectorado británico en dos estados, uno judío y otro árabe.

El hecho de que las naciones árabes no aceptaran la decisión de la ONU desencadenaría un rosario de guerras de las que Israel emergió como vencedor quizá porque una derrota hubiera significado un nuevo Holocausto, esta vez a manos de los árabes. Durante estos conflictos, Sharon llamó la atención de David Ben Gurion lo que provocó no pocas envidias entre soldados de mayor edad y dio muestras de ser un competente luchador antiterrorista.De hecho, Israel no ha dejado de padecer el flagelo terrorista prácticamente desde su fundación. Sólo entre 1951 y 1957 fueron asesinados 967 israelíes por terroristas árabes, una cifra que supera a los muertos ocasionados por ETA durante décadas.

LA RELACIÓN CON HUSEIN
En el curso de estos años, Sharon fue desarrollando una visión política que mantendría sin fisuras. Ciertamente, había que seguir buscando la paz que los árabes rechazaban desde 1948, pero nunca a costa de la seguridad nacional ni pactando con terroristas como los de la OLP. La posición de Sharon explica que pudiera mantener excelentes relaciones con Husein de Jordania un monarca que no dudó en ordenar la muerte de millares de palestinos cuando la OLP amenazó su permanencia en el trono o que se identificara con la posición antipalestina de los cristianos libaneses.

Esta última circunstancia daría origen a uno de los episodios que más ha dañado la imagen pública de Sharon: las matanzas de Sabra y Chatila. La guerra de El Líbano fue meramente defensiva.Entre 1965 y 1982, la OLP había asesinado en atentados terroristas a 1.392 personas y herido y mutilado a otras 6.237. Cuando el Gobierno de este país supo que Arafat iba a trasladar a varios millares de terroristas a la zona occidental de Beirut decidió actuar. La operación militar, bajo el mando de Sharon, se zanjó con la expulsión de más de 15.000 terroristas, pero la OLP no estaba dispuesta a darse por derrotada. El asesinato del presidente Bashir Gemayel por los terroristas desencadenó un extraordinario deseo de venganza entre sus seguidores.

El 16 de septiembre de 1982, las falanges libanesas entraron en los campos de refugiados de Sabra y Chatila y llevaron a cabo una matanza que, según la Cruz Roja, se extendió a 505 personas: 328 varones, 15 mujeres y 20 niños palestinos; 109 libaneses, 21 iraníes, 7 sirios, 3 paquistaníes y 2 argelinos. Todavía el día 17, los israelíes sin excluir a Sharon ignoraban lo que había sucedido en Sabra y Chatila mientras los falangistas libaneses insistían en que todo se había limitado a un enfrentamiento con terroristas de la OLP. Once días después, Begin, el primer ministro de Israel, nombraba una comisión de investigación para esclarecer responsabilidades. El momento fue aprovechado por los laboristas para intentar desplazar a la derecha del poder y, desde luego, por la OLP para culpar a Israel y a Sharon de la matanza.

La comisión Kahan fue taxativa en sus conclusiones: la matanza había sido realizada exclusivamente por las falanges libanesas sin participación alguna de tropas israelíes o de sus mandos.

A pesar de todo, la opinión pública de Israel reaccionó horrorizada.La matanza de Sabra y Chatila provocaría el final de Begin y, en apariencia, también el de Sharon. Si éste no desapareció de la escena política fue porque su competencia era innegable. Se trataba de una circunstancia que tampoco Shamir, el sucesor de Begin, cuestionaría. La colaboración entre Sharon y Shamir duró hasta 1990, justo cuando todo parecía indicar que Oriente Medio iba a conocer la paz. Ese año, «con el corazón lleno de pesadumbre», Sharon presentó su dimisión como ministro de Industria y Comercio.La razón aducida fue que el terrorismo palestino estaba actuando sin freno causando muertes no sólo entre la población israelí, sino también entre la palestina no dispuesta a someterse.

Apenas estuvo cuatro meses fuera del Gobierno. La llegada masiva de inmigrantes procedentes de la Unión Soviética había provocado una verdadera crisis de la vivienda, y Sharon recibió el encargo de asumir la cartera de Vivienda y Construcción. Durante los dos años siguientes construyó 144.000 nuevos apartamentos y restauró otros 22.000. Se trataba de un logro sin precedentes. Pero el problema palestino no dejó de preocuparle ni un instante. Al poco de concluir la Guerra del Golfo, Sharon fue una de las pocas voces que se opusieron a la participación en la conferencia de Madrid. A su juicio, en aquel encuentro se forzaría a Israel a negociar con la OLP en una época en que la Carta Nacional Palestina seguía presentando entre sus objetivos el de aniquilar el Estado de Israel.

CONTRA LOS ACUERDOS DE OSLO
Sharon no consiguió imponer sus puntos de vista porque la derecha israelí se dividió y porque buena parte del electorado creyó que esta vez sí existían posibilidades de alcanzar la paz. En 1992, Isaac Rabin y los laboristas se alzaron con la victoria en las urnas. Sharon habría podido aprovechar su estrecha relación con Rabin para su beneficio personal. Hizo todo lo contrario.Le advirtió de que los acuerdos de Oslo eran un semillero de problemas futuros y que permitir que Arafat se estableciera cerca de Israel tendría como consecuencia directa un incremento de la actividad terrorista.

En 1995, mientras llevaba a cabo una huelga de hambre en el exterior de la oficina de Rabin, llegó incluso a decir: «Si yo estoy preocupado, tú también deberías estar preocupado». La división que la manera en que se llevaba a cabo el proceso de paz estaba provocando en la sociedad israelí quedó simbólica y dolorosamente de manifiesto cuando en noviembre de aquel mismo año Rabin fue asesinado por un judío asustado por el futuro. Se trataba de un hecho inconcebible en la única democracia de Oriente Medio y seis meses después el Likud, a las órdenes de Benjamin Netanyahu, ganaba las elecciones.En esta ocasión, Sharon recibió la cartera de Infraestructura Nacional, un ministerio expresamente creado para él.

Desde su nuevo puesto realizó una gestión encaminada fundamentalmente a estrechar lazos económicos con Jordania y los palestinos a la vez que insistía ante Netanyahu para que no comprometiera la seguridad nacional cediendo a las presiones del presidente Clinton en pro de la Autoridad Nacional Palestina. Una vez más, su visión de la política exterior distaba mucho de ser anexionista.Así, por ejemplo, se manifestó repetidamente partidario de que Israel se retirara totalmente de El Líbano y mantuvo conversaciones con miembros relevantes de la Autoridad Palestina, como Abú Alá y Abú Mazen, convencido de que la existencia del estado palestino era inevitable.

Se trató de una postura pragmática que chocaba con sus antiguos deseos de que Jordania hubiera mantenido el control sobre los palestinos y con la amistad que siempre había mantenido con el rey Husein de Jordania. De hecho, cuando dos agentes del Mosad fueron capturados al fracasar en su intento de matar a Haled Mashal, jefe de la organización terrorista Hamas, fue Sharon el encargado de gestionar su liberación. Tras una noche de discusión, el rey Husein aceptó poner en libertad a los israelíes.

En octubre de 1998, Netanyahu convirtió a Sharon en ministro de Asuntos Exteriores asistiendo ambos a la conferencia tripartita de Wye Plantation celebrada bajo los auspicios de Clinton. Con la mediación del rey Husein, Israel aceptó iniciar una retirada de los territorios ocupados, pero siempre con la condición de que la Autoridad Palestina requisara las armas ilegales, encarcelara a los terroristas y acabara con la campaña de odio que llevaba a cabo contra Israel.

En mayo de 1999, otra división en el campo de la derecha llevó nuevamente a los laboristas al poder. Ehud Barak se convirtió en primer ministro por escaso margen y, con la retirada de Netanyahu, Sharon pasó a ser el jefe de la oposición. A pesar de todo, seguía opinando que los intereses nacionales se hallaban muy por encima de las conveniencias de partido. Cuando Barak le sugirió la posibilidad de entrar en un gobierno de coalición, aceptó. Pero Barak decidió continuar su camino a solas y retiró su ofrecimiento.

LA MUERTE DE LILY
Durante los meses siguientes, en la vida de Sharon las amarguras personales se sumaron a la preocupación política. Su esposa Lily enfermó de cáncer y se vio sometida a un doloroso tratamiento en Tel Aviv y Nueva York. En diciembre, su granja el lugar que Lily había preparado para que la familia pudiera un día entregarse al descanso fue arrasada por las llamas. La forma en que Sharon logró sobreponerse a estos mazazos del destino y, a la vez, reconstruir el Likud como partido de la oposición puede casi calificarse de prodigiosa. Lily murió en marzo de 2000, unas semanas antes de que Clinton convocara a Arafat y a Barak en Camp David para continuar el proceso de paz. Barak acudió a la residencia del presidente de EEUU con un paquete de concesiones extraordinario.Sorprendentemente Arafat se negó a firmar un documento en el que se reconociera el final del contencioso. No era de conocimiento público pero en aquellos mismos momentos Arafat había cursado órdenes a sus fuerzas armadas para que desencadenaran una campaña de terror cuya finalidad era provocar una completa capitulación de Israel. El fracaso de la cumbre de Camp David no desanimó a Barak. Por el contrario, le impulsó a realizar propuestas de paz más generosas, incluyendo el control del monte del Templo.

En buena medida Barak actuaba no ya sin el apoyo de su gabinete sino incluso a sus espaldas. El hecho de que los deseos de paz opacaran el frío análisis de la situación y de que una parte de los tratos con Arafat fueran secretos y realizados a través de EEUU contribuyó al éxito del espejismo y Sharon se vio convertido por enésima vez en la voz que clamaba en el desierto.

Cuando Arafat afirmó en público que no podía aceptar el control israelí sobre el Muro de las Lamentaciones, la opinión pública comenzó a sospechar que Barak no seguía el mejor camino. El 17 de septiembre de 2000, mientras proseguían las conversaciones secretas con Israel, los palestinos comenzaron una nueva oleada de ataques terroristas en la zona de Gaza. El 24 del mismo mes, Sharon informó a la cadena La Voz de Israel de que tenía intención de visitar el monte del Templo, cuya ligazón con la Historia judía había sido negada por Arafat.

A continuación informó de sus intenciones a las autoridades pertinentes, incluidas las palestinas. El día antes de su viaje un atentado en Gaza ocasionó la muerte de un oficial israelí. La mañana del 28 de septiembre Sharon subió al monte del Templo acompañado por varios miembros del Likud.

«He venido con un mensaje de paz», afirmó ante la prensa, «los judíos tienen derecho a visitar este lugar». Varios palestinos presentes en el acto instaron a sus compatriotas a arrojar piedras a la policía israelí, pero el incidente no habría superado nunca el carácter de anécdota si Arafat no lo hubiera utilizado para lanzar lo que se llamaría la segunda Intifada. El día 29, cuando concluían las oraciones judías en el monte del Templo, los palestinos desencadenaron un ataque contra la policía israelí y apedrearon a los que rezaban en el lugar. Durante semanas, los comunicados palestinos resultaron contradictorios. Mientras algunos achacaban a la visita de Sharon el estallido de violencia, otros reconocían expresamente que Arafat lo había ordenado ya en los días siguientes a Camp David.

VICTORIA ELECTORAL
La comisión Mitchell, encargada de investigar los acontecimientos para complacer a Arafat, llegó a unas conclusiones que en nada favorecían la propaganda palestina. Entre ellas que la visita de Sharon había sido «un acto político interno» y «no había sido la causa de la Intifada de Al-Aqsa». Mientras Israel era objeto de una campaña de actos terroristas, Barak aceptó hecho sin precedentes en la historia de Israel continuar las conversaciones de paz. Contaba con el respaldo de Clinton y creía que también conservaba el de la opinión pública israelí. Convencido de ello, dimitió en diciembre de 2000. La campaña fue extremadamente dura y los partidarios de Barak llegaron a afirmar que votar a Sharon era votar la guerra, pero la victoria del Likud fue espectacular.

En él veían a un político pragmático que deseaba la paz pero no a costa de la seguridad nacional y que, sobre todo, había acertado dramáticamente en sus pronósticos sobre el comportamiento que seguiría la Autoridad Nacional Palestina. Poco después de las elecciones, Sharon resumió su programa de manera clara y tajante: «Creo que, unidos, podemos ganar la batalla para obtener la paz. Sin embargo, tiene que ser una paz diferente: la que reconozca plenamente los derechos de los judíos a su única tierra; la que garantice la seguridad para las próximas generaciones, y la que incluya una Jerusalén unida, la capital eterna e indivisa del pueblo judío y del Estado de Israel para siempre».

    «Warrior», la autobiografía que Ariel Sharon ha escrito con la colaboración de David Chanoff, ha sido publicada por «Simon and Schuster»

OTRA SEMANA SANGRIENTA por Marta García

DOMINGO 3 DE MARZO. Un francotirador de La Brigada de los Mártires de Al Aqsa, responsable del atentado en una sinagoga el día anterior, abre fuego con un fusil de la II Guerra Mundial en un control militar y asesina a 10 personas. Ariel Sharon se reúne más tarde con su gabinete y acuerda intensificar las acciones contra los palestinos en respuesta a las últimas acciones violentas.

LUNES 4 DE MARZO. Los F 16 israelíes bombardean los cuarteles generales de Arafat en Belén. Además lanzan un ataque contra dos vehículos pensando que viajaba en ellos el líder de Hamas.Muere la esposa de éste, tres de sus hijos pequeños y otros dos menores. Otra acción alcanza la sede de la inteligencia militar palestina en Ramala. Fallecen al menos 18 palestinos en una de las jornadas más violentas. Aun así, el primer ministro, Ariel Sharon, declara: «Los palestinos deben recibir duros golpes para sacarles de la cabeza que pueden obligar a Israel a negociar»

MARTES 5 DE MARZO. Nuevos atentados. Uno de los objetivos es una escuela palestina de Jerusalén pero no hay víctimas. Otro se produce en una estación de autobuses de Afula y acaba con la vida del kamikaze. En Tel Aviv, un francotirador abre fuego en dos restaurantes, asesina a cuatro personas y apuñala a varios viandantes. Además se produjo una multitud de incidentes. En total cinco israelíes y seis palestinos pierden la vida. No parece ser suficiente y continúan las acciones violentas: las bombas caen sobre un edificio de la seguridad palestina. Por otro lado se reunió el Gobierno israelí, que hizo caso omiso a las peticiones de la ONU de reanudar el diálogo y atender a las ofertas saudíes de reconocimiento del Estado de Israel a cambio de la devolución de los territorios que ocupa desde 1967.

MIÉRCOLES 6 DE MARZO. La residencia oficial de Arafat es bombardeada por dos misiles israelíes mientras el presidente palestino mantenia allí una reunión con Miguel Ángel Moratinos, enviado de la UE.Otra dura jornada que dejó sin vida a nueve palestinos y dos soldados israelíes.

JUEVES 7 DE MARZO. Nuevo atentado, en un supermercado de una colonia judía en Cisjordania, que termina con la vida del suicida.Como represalia para acabar con el terrorismo, dos helicópteros destruyen un edificio de la guardia palestina. Veinte son ya las víctimas de la jornada, entre ellas un lider de la yihad islámica.

VIERNES 8 DE MARZO. Más de 37 palestinos y seis israelíes mueren en Gaza y Cisjordania, en la madrugada más sangrienta de los últimos 14 años. Mientras, Arafat pide la intervención de EEUU, que enviará la próxima semana al general Zinni para negociar el cese de la violencia. Tanto Israel como la Autoridad Nacional Palestina están de acuerdo en la intervención. También la UE estudiará el lunes cómo ayudar en el proceso de paz apoyando la propuesta saudí.



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