Domingo 24 de Marzo de 2002 - Número 336

CONCURSO | EL ESCÁNDALO MÁS BELLO

Gema garcía marcos, la periodista de el Mundo TV que llegó a ser coronada «Miss» Alicante, a golpe de euros, relata para CRÓNICA los meses de pesadilla que tuvo que vivir para participar en el certamen de «Miss» España antes de ser descubierta. Este trabajo de investigación periodística ha dado la vuelta al mundo

El diario de «Miss fraude»

GEMA GARCÍA MARCOS
Gema García Marcos posa junto al traje regional de Alicante que tuvo que conseguir para representar su papel de aspirante a Miss España.
No recuerdo exactamente qué dije a Fernando Quintela, director de El Mundo TV, y a Manolo Aguilera, máximo responsable del equipo de investigación, cuando me propusieron convertirme en miss a golpe de talonario. En aquel momento no daba crédito a lo que me estaban contando. Que si queremos investigar los concursos de belleza, que si te tienes que hacer pasar por una joven modelo con hambre de triunfos, que si tienes que llevar una cámara oculta y obtener la máxima información posible... El objetivo era averiguar si las coronas de misses también tienen un precio y, cómo no, descubrir la cara más fea de unos concursos en los que se mueven grandes cantidades de dinero, especulando con las ilusiones de chicas que, en ocasiones, son menores de edad.

En principio la idea me pareció una auténtica locura por una interminable lista de razones. Primero por mi edad tengo 31 años y el límite para participar en estos eventos es de 25 ; segundo por mi enfermiza timidez ya superada después de este reportaje que me iba a impedir subirme a una pasarela y despegar la mirada del suelo... Y eso por no hablar de mi fobia por el maquillaje y de mi falta de destreza con los tacones de aguja.

A pesar de mis handicaps, Quintela y Aguilera me aconsejaron que «lo consultara con la almohada» y les contestara en un plazo máximo de 48 horas. Salí del despacho con los ojos como platos y las piernas temblorosas. Lo peor de todo es que no se lo podía contar a nadie. Como mucho, a mis familiares más cercanos, y eso fue precisamente lo que hice. Tanto mis padres como mi hermano me animaron a aceptar el reto. Dije sí.

En menos de una semana había cambiado el teclado del ordenador por interminables sesiones fotográficas en las que debía posar en las tres versiones requeridas por las organizaciones de los concursos de misses: vaqueros, traje de noche y bañador.

Mientras yo intentaba meterme en la piel de una joven ciudadana de adopción de El Pinoso, Manolo, Alfredo y Sandra se dedicaban a allanarme el camino en los despachos. Más concretamente en el de María Elena Dávalos, delegada de los certámenes de Murcia y Alicante. Avalados por una empresa de moda inexistente Everlasting , mis compañeros acordaron con Dávalos la compra de mi título.De este modo, ella se metía una suculenta cantidad de dinero en el bolsillo y yo obtenía mi billete directo hacia Miss España.

ELECCIÓN DE «MISS» ALICANTE
Zanjado el espinoso capítulo económico, me tocó el turno de salir a escena. La primera gran cita fue el 1 de febrero, día de celebración de la gala de elección de Miss Alicante. Ya en los ensayos, y ante el horror de Dávalos y del coreógrafo del concurso, Gonzalo Casares que luego me bautizó en el mundillo de las bellas como Miss Penoso , di muestras de mis nulas dotes para el modelaje.Más que una aspirante a miss parecía la defensa central de un equipo de fútbol. Tras una jornada agotadora, en la que la organización tan sólo nos había dado de comer un par de sandwiches tan gélidos como la terraza en la que debíamos desfilar en bañador (en pleno invierno), comenzó el espectáculo. Ante más de dos millares de espectadores, salí tiritando de frío, muerta de la vergüenza e intentando sin demasiada fortuna mantener el equilibrio sobre dos tacones inverosímiles.

Con los nervios a flor de piel, más que desfilar, lo que hacía era correr sobre la pasarela para tratar de pasar el mal trago lo antes posible. Entre pase y pase apenas lograba mantener la compostura ni cumplir con el primer requisito que debe bordar una buena miss: sonreír de oreja a oreja. El desastre llegó a su máxima expresión cuando, al salir con el traje de la noche, me lo pisé y lo desgarré por completo. Pero hiciera lo que hiciera tenía la corona en el bolsillo.

Y llegó el momento de la verdad. Los presentadores de la gala anunciaron el nombre de la vencedora, que, por supuesto, era Miss Pinoso. Creí morir. Tenía a más de 2.000 personas mirándome con estupor. Nadie podía entender cómo semejante desastre podía ser elegida ganadora. Así que, entre abucheos, y a pesar de que lo que me pedía el cuerpo era escapar como fuera de aquella pesadilla, intenté repetir el ritual que tantas veces había visto en la televisión: manos en la cara, lágrimas de emoción y gritos al viento negando el merecimiento de semejante honor. Flanqueada por la entonces Miss España, Lorena Van Heerde, y Pablo Martín, Mister España (ambos salidos de la factoría Dávalos, como la también coronada María José Besora), saludé con la corona que me acreditaba como la chica más guapa de Alicante. Los reyes de la belleza nacional acababan de coronar a una miss fraude de 31 años que había demostrado la misma destreza con los tacones que el Tony Curtis de Con faldas a la loco.

EL ESTÓMAGO HECHO UN OCHO
A la mañana siguiente estaba destrozada. Me dolía todo de la tensión y tenía el estómago hecho un ocho. Fue el primer día de un breve reinado de mes y medio en el que no paré de conceder entrevistas y posar para reportajes gráficos. Incluso llegué a participar en un concurso televisivo en el que compartía equipo con Antonio Canales y una de las hermanas Hurtado. Todo el mundo me trataba como una celebridad. Me convertí en carne de medios de comunicación sin haber acreditado más mérito que el de tener el dinero suficiente para comprar un título.

Poco a poco me iba introduciendo en un mundo en el que se impone la tiranía de las medidas y en el que todo vale si el fin es ajustarse al prototipo de belleza aceptada. Así, no me extrañé demasiado cuando María Elena Dávalos, mi delegada, me recomendó pasar por el quirófano para retocarme «la punta de la nariz» por el simple hecho de que no me quedaba bien con el moño. Y yo me preguntaba: «¿No sería más sencillo dejarme el pelo suelto?».Lo más curioso fue que, para tratar de quitar hierro al asunto, Dávalos me recitó todo el repertorio de retoques a los que se habían sometido sus misses y misters antes de presentarse a los concursos. Incluso me puso de ejemplo a una de sus chicas alicantinas, que se había puesto silicona en el pecho antes de cumplir los 18 años. Yo escuchaba y callaba. Me imaginaba un mundo perfecto poblado por clones de narices idénticas, pómulos de plástico y labios de colágeno.

Lógicamente, no me dejé operar. Ya que Dávalos no había conseguido cambiarme la nariz, lo que sí me exigió fue que cambiara mis andares. Así que tuve que aprender a desfilar de la mano de una modelo de paciencia infinita y que no entendía muy bien cómo una chica que confesaba haber jugado al fútbol había decidido convertirse en miss.

Fotos para el book, consultas en clínicas de cirugía estética, clases de desfilar... Aquello era un chorreo incesante de dinero que afrontaba El Mundo TV. Pero, ¿quién sufraga estos gastos cuando las chicas no tienen un patrocinador tan fuerte como el mío? Eso no era todo. Pocos días antes de marcharme a Túnez con el resto de misses, María Elena Dávalos me llamó «angustiada» para comunicarme que no había conseguido encontrarme el traje regional alicantino y que tenía que comprar tres regalos típicos de mi ciudad para entregárselos a otras tantas autoridades. Todo ello corría de mi cuenta. Eso sí, en el contrato que había tenido que firmar tras ser elegida Miss Alicante se especificaba que un 20% de mis ingresos durante mi año de reinado iría a parar al bolsillo de mi delegada.

CONCENTRACIÓN EN MADRID
El 28 de marzo por la mañana llegué al hotel madrileño en el que habían citado a todas las misses antes de partir hacia Túnez para posteriormente llegar a Algeciras. Nada más atravesar el vestíbulo dejé atrás mi nombre y mis apellidos para, durante tres semanas, pasar a llamarme únicamente Alicante. A partir de ese momento, todas debíamos lucir siempre la banda que nos identificaba, no podíamos fumar, se nos prohibía hablar por el teléfono móvil en público e, incluso, se nos negaba la posibilidad de tomar una mísera cerveza: «En Miss España, el único alcohol permitido es el del perfume», pregonaban. El alfabeto hizo que me tocara compartir habitación con Miss Almería, Vania Millán, que posteriormente fue la vencedora. Vania iba a convertirse en mi compañera inseparable y fue una de las personas que más me ayudaron en esta aventura. Ella y A Coruña, Álava, Albacete, Asturias, Castellón, Valencia, Valladolid... O, como yo prefería llamarlas, Tania, Oihane, Inma, Olivia, Anita, Sara...

Fue precisamente en esta primera jornada de concentración en la que comenzó a gestarse el final de mi aventura como miss, cuando me crucé por los pasillos del hotel con un conocido que, para mi desgracia, trabajaba en la organización de Miss Madrid y que sabía mi edad. Al día siguiente, antes de coger el avión que nos iba a llevar a Túnez me encontré de cara con dos antiguas compañeras de La Razón, diario con el que colaboré hace un par de años, que venían con la expedición de periodistas. Me saludaron efusivamente, proclamando mi paso por su periódico. «¿Periodista yo? ¡Qué más quisiera! Soy una periodista fracasada y prefiero no hablar del tema. Espero que esto de la moda se me dé mejor».

LA PESADILLA DE TÚNEZ
Lejos de ser «un viaje maravilloso», tal y como se ha empeñado en decir la organización de Miss España, nuestra estancia en Túnez fue una pesadilla. No dormíamos, porque la organización necesitaba todas las horas posibles para cumplir «su apretada agenda». Durante cuatro días viajamos de norte a sur sin hacer más paradas que las previstas para hacernos unas fotos rápidas o para que nos viera el empresario tunecino de turno. Por la noche nos tocaba desfilar ante un público en el que no había más mujeres que las de nuestra expedición. Algunas de las chicas aseguraban sentirse como «monitos de feria: sólo falta que nos echen cacahuetes», decían.

La sensación claustrofóbica se agudizó al aterrizar en Málaga.Andrés Cid, director del certamen, nos comunicó que Miss España comenzaba a partir de ese momento. Desde ese instante, ya no podríamos ni ir solas al baño. Comenzó una loca carrera de visitas sin sentido a inmobiliarias, empresas de alquiler de coches y centros comerciales. La organización se debe a los patrocinadores...Hartas de comer, merendar y cenar canapés, las chicas pedían a gritos sentarse alguna vez a comer. Yo, empachada de todo tipo de tartaletas y fritos cazados al vuelo entre una maraña de misses hambrientas, optaba por comerme los adornos frutales de los lugares por los que pasábamos. Jamás en mi vida he devorado tantas manzanas.Bajo un férreo control, mis compañeros y yo nos las apañábamos como podíamos para intercambiar material. Como si fuéramos espías en plena guerra fría, solíamos quedar a una hora determinada en los cuartos de baño del hotel. Yo escondía tras la papelera las cintas que había grabado el día anterior. Otras veces éramos más osados, fingíamos encontronazos en los pasillos y me pasaban baterías, pilas y medicamentos.

DÍAS DE ENSAYO
Los cinco días previos a la gala debíamos estar encerradas en el pabellón de deportes de Algeciras ensayando desde las 10 de la mañana hasta las 20 horas. No podíamos salir ni a almorzar, y nos llevaban una comida que rozaba lo indigno. La mejor prueba de lo inadecuado de nuestra dieta es que durante esos días se desmayaron varias niñas. Su respuesta fue casi inmediata. Nos atiborraron a chocolatinas. Y llegó el miércoles. Me habían llegado noticias de que la organización de Miss Madrid estaba intentando comprobar mi edad. Ya no sabía si me había vuelto paranoica, pero tenía la impresión de que Cid y su equipo estaban pendientes de todos mis movimientos. Tenía los nervios a flor de piel y en más de una ocasión estuve a punto de echarme a llorar. Eran demasiados días de interpretación bajo presión.

Esa noche se acabó todo. Tras la cena, el abogado del certamen, José Manuel Gómez, y Andrés Cid jr. me invitaron a subir a un coche que me llevaría al hotel. Gómez me interrogó sobre mi edad y profesión. Al no poder demostrar tener 24 años, los organizadores me comunicaron mi expulsión. Hice la maleta a toda prisa y me llevaron a otra habitación en la que debía pasar la noche. Sin embargo, en El Mundo TV decidieron que lo más prudente era que saliera de allí cuanto antes.

De camino a Madrid estallaba el escándalo. En los medios se daba la noticia de que Miss Alicante se «había dado a la fuga y que está en busca y captura por haber falsificado el carné de identidad» (algo totalmente falso). Y por fin llegó el lunes. La primera parte de nuestro trabajo se emitió en Al Descubierto en Antena 3. La repercusión fue tremenda. Cada cinco minutos llamaban desde los puntos más remotos para solicitar entrevistas. La CNN me entrevista para un programa que se emite en directo en todo EEUU.Cuando las aguas se empiezan a calmar, el viernes recibo en casa la noticia de que María Elena Dávalos ha tenido que ser ingresada en un hospital de Murcia tras haber ingerido una sobredosis de pastillas y alcohol. Lo siento, pero no me puedo considerar culpable.Está fuera de peligro, me informan. Me alegro de que esté bien.

LA HERMANA MAYOR
Pero a mí me quedaba una espinita clavada: mis niñas. Y es que durante mi estancia en Miss España me había sentido como una especie de hermana mayor de las candidatas con las que tuve una relación más estrecha. Una vez emitido el reportaje, ya no había razones que me impidieran contarles personalmente toda la verdad.

Por eso decidí llamar a Tania, Miss A Coruña. Nada más escuchar mi voz, Tania se puso a llorar. Nada más colgar marqué el número de Vania, mi compañera de habitación y recién elegida Miss España.Ni hizo falta explicarle nada. A ella le daba igual mi edad o profesión. Lo que de verdad le importaba es que la hubiera podido engañar como persona, y ella está segura de que no ha sido así.Ahora sólo me falta hablar con mi Pucelana, Anita y Oihane que, por cierto, me debe unas trufas.


UNA MISS GANA 600.000 EUROS

Cosas de la casualidad, la empresa que organiza el certamen de Miss España, propiedad de Andrés Cid Fernández, tiene su sede en la alicantina avenida de Villajoyosa. Y fue precisamente a Miss Villajoyosa a quien la periodista Gema García arrebató (previo pago de 24.000 euros) el título de Miss Alicante. Andrés Cid, un gallego casado y padre de un hijo, también Andrés, su mano derecha, está presente en media docena de empresas del sector, entre ellas Certamen Miss España S.L., Concurso Miss España S.L., Tele Artis S.A., y Organización de Certámenes Internacionales y es propietario de marcas como Miss y Mister España, Miss Elegancia, Miss Simpatía, Miss Internet y Miss Europa. Este imperio tejido alrededor de la belleza comenzó a gestarse a mediados de los ochenta. Cid aparcó la empresa de celulosa que poseía en Alicante y compró a los hermanos Corredera, conocidos empresarios de la noche alicantina, un título, Miss España, que entonces estaba de capa caída. Pronto ideó una red de concursos primero por comunidades autónomas, luego provinciales que le han reportado pingües beneficios. Hoy cada delegación paga un canon que oscila entre los 27.000 euros que desembolsa el delegado madrileño por organizar miss Madrid (9.000 más por Mister Madrid), a los 3.000 que paga el de Badajoz. Sólo este apartado reporta a Andrés Cid unos 900.000 euros. El verdadero despegue del concurso se produce cuando Telecinco se hace con los derechos de imagen, engordando aún más la caja registradora de Andrés Cid. La televisión atrae además las jugosas aportaciones de los patrocinadores. A todos ello se une lo que el certamen se queda de los ingresos de Miss España, que en el año de reinado rondan los 600.000 euros. La delegada de Alicante se embolsaba el 20% de los de su miss.

YO ACUSO A MISS ESPAÑA por JESUS GARCIA DE LA ROSA
EL FOTÓGRAFO Jesús García de la Rosa ha examinado con lupa las cinco últimas ediciones del certamen. Éste es su juicio

1997 / INÉS SAINZ. La primera miss vasca de la década no gusta y el tufillo de tongo comienza pronto a circular. La opinión más generalizada es que su elección es en realidad un intento de limar diferencias ideológicas. Una guapa que entienda el euskara para paliar una situación política cada vez más enconada en Euskadi.

1998 / MARÍA JOSÉ BESORA. El nombramiento de la Miss Murcia (discípula de María Elena Dávalos) levanta pronto ampollas. La explicación de que se había operado la nariz por motivos de salud, reconocida por los organizadores y por ella misma, no convence a nadie.El supuesto cirujano también forma parte del círculo de Dávalos.Interviú saca en portada la palabra tongo y Miss España pasa a denominarse «Miss Operada». La preciada corona se tambalea en su cabeza hasta el punto de que en un primer momento, según personas cercanas a ella, tiene intención de renunciar al título.Las sospechas de tongo culminan con la denuncia contra los organizadores del Certamen de Carolina Jiménez, Miss Toledo. En las actas de las votaciones firmadas por el jurado que presenta el Certamen se destacan unas burdas correcciones en forma de tachones que favorecen claramente a María José Besora. Sin las rectificaciones, la vencedora habría sido Miss Cádiz. Pero el destino ya estaba escrito antes de la final.

1999 / LORENA BERNAL. Pese a que manipular el concurso es cada vez más difícil, el certamen parece que se ve en el compromiso de nombrar una segunda miss vasca puesto que la anterior, Inés Sainz, no había logrado su objetivo, ese lavado de imagen perseguido. Presuntamente tras realizar varios castings con el propósito de elegir una mujer más bella que Inés Sainz se decide quién sería la próxima Miss España: Lorena Bernal.

2000 / HELEN LINDES. Su elección obedece a la conjunción de intereses políticos y turísticos de diferente signo. La promoción de Tenerife a través del Cabildo es casi seguro el objetivo de su nombramiento, así como cumplir las expectativas de algunos políticos locales de mejorar su imagen y su puesto en la Administración. Hasta Cataluña, donde reside Helen, se va presuntamente a buscar a la candidata elegida para llevarla a la final y coronarla. Es de destacar que en otro de sus alardes de honestidad, la organización se salta sus propias normas a la torera y permite la participación de una modelo profesional, cuando, según sus normas, las candidatas no pueden haber ejercido ese trabajo. Que Helen es una profesional, lo demuestran las fotos que tras su coronación publica Interviú.

2001 / LORENA VAN HEERDE. Los escándalos anteriores hacen que las corporaciones municipales y los organismos oficiales no estén por la labor de financiar una final que ya cuesta 50 millones de pesetas. En consecuencia los tiros se dirigen hacia la empresa privada, sobre todo la inmobiliaria. Se prueba con el complejo turístico holandés construido en Murcia por el entrenador de fútbol Johan Cruyff. La cosa no prospera y supuestamente se abre la línea de negociación con otro holandés con pelas, Ronald van Heerde. Supuestamente es él quien compra la corona para su hija Lorena van Heerde. Se maneja la cifra de 32 millones de pesetas, cantidad que coincide plenamente con la reclamación judicial que Ronald van Heerde le ha hecho al certamen por impago a su hija.



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