5 de mayo de 2002 - Número 342

EUSKADI | FINANCIACIÓN DE ETA

Visita a donde beben a la salud de ETA
BALTASAR GARZÓN está empeñado en ilegalizar las «herriko tabernas». CRÓNICA recorrió algunas de ellas en el casco viejo de Donostia. Allí se ha cobrado el impuesto revolucionario y se han preparado acciones de «kale borroka»

ANÍBAL C. MALVAR
El camarero se le puede pedir un zurito, un txikito, un pincho de tortilla con pimientos o información sobre cómo y dónde pagar el impuesto revolucionario que demanda la banda terrorista ETA.Si el cliente ha sido generoso consigo mismo, a lo mejor a la hora de abonar ha aportado suficiente tela para sufragar la bala que acabará instalada en el cerebro de un concejal del PP o del PSOE. O eso parece. Baltasar Garzón está empeñado en demostrar que las herriko tabernas sirven para blanquear dinero con el que se financia el terrorismo etarra.

La taberna Herria está en el casco viejo de Donostia, donde apenas se instalan cajeros automáticos porque es costumbre local reventarlos.Hay que ser muy inocente, o ya decididamente imbécil, para no percibir que se entra en un local que es algo más que un lugar de ocio. Sobre la barra, los rostros de una veintena de presos de ETA miran desde la blanconegritud impersonal de las fotos policiales al cliente. No hay belleza ni diseño. No se han buscado.El ornamento más aparatoso es un cartel de antes y después sustentado por la misma idea que los anuncios rancios con que antaño se intentaba engañar a las señoras gordas con productos maravillosos de adelgazamiento: pero el patxi de las fotos posa antes y después de ser supuestamente torturado por la policía. Su rostro enrojecido y tumefacto da tantas ganas de vomitar el pincho de tortilla como la posibilidad de que en un país como España, democrático y esas cosas, pueda suceder algo así.

Hay banderas de Euskal Herria, cuelgan trapos con consignas vindicativas, se venden a 12 euros camisetas que plantan en el pecho lemas de apoyo explícito a ETA, mecheros con pegatas contra la energía nuclear, carteles sobre libertad sexual, sobre legalización de drogas blandas, sobre respeto a los derechos humanos y apoyo al tercer mundo. Sobre un montón de buenas intenciones bastante incompatibles con la sinrazón del balazo en la nuca.

Nada es despremeditado. Ni siquiera la música. O la ausencia generalizada de televisor. Siempre suena música que dice. Modernos y politizados grupos de rock euskaldún. Si el regente es más viejo, se hace un espacio para las baladas sudamericanas de combate donde siempre sale el buen Sandino. La televisión no está porque la televisión miente incluso cuando da la hora.

Karmela nombre supuesto es «barera de Donostia de toda la vida», pero nunca hasta el jueves había entrado en una herriko taberna.«No es por nada. Es que ni se te ocurre. Ni a mí ni a mis amigas.Nos mirarían mal. Tenemos demasiada pinta de pijas». Pinta de pija es ausencia de piercing, color de pelo natural, vaqueros sin roto o con roto de diseño que vale una pasta. Grandes artistas rompen los vaqueros de Karmela antes de que se los ponga. «No digas tonterías... Un batzoki es distinto, a un batzoki no sólo va gente del PNV. Igual que hay otros bares muy batasunos en los que se mezcla más las gente. Hombre, los del PP no van, claro».

En Euskadi hay 107 herriko tabernas según la policía. En 1992, ETA diseñó un plan, el proyecto Udaletxe, para desviar parte de sus beneficios y destinarlos a la lucha armada. Según el Ministerio de Interior, las empresas que gestionan los bares batasunos obtienen unos beneficios cercanos a los 12 millones de euros anuales.El pasado lunes la policía registró y extrajo documentación de una treintena de ellas.

Un cliente poco avisado puede llevarse la desagradable sorpresa de sentarse en una mesa aparentemente vacía, con unos txikitos mediados, y ser advertido de que la mesa está ocupada. Las bebidas mediadas son una coartada. Tras cualquier acción de kale borroka, lo habitual es que el comando entre en la herriko taberna y se siente como si llevara allí un buen rato. El resto de parroquianos asegurará a la policía, si los agentes han intuido que los malos han entrado allí, que los sospechosos llevan más de media hora en el sitio.

Lucía tiene una pequeña taberna cercana a una de las herriko tabernas más señaladas de Donostia. Su bar está vacío a las seis de la tarde y, sorprendentemente, se atreve a hablar con el periodista.«A mí, personalmente, estos chicos me caen muy bien. Son buena gente y nos saludamos y todo eso. Ella es muy maja, no sé si has entrado. Es una chica preciosa. Pero es verdad que sin ellos lo de la kale borroka se les complicaría mucho. Están muy implicados, eso lo sabe todo el mundo, aunque nunca hablan de cosas políticas con los extraños. Por lo menos conmigo no lo hacen. Y yo soy muy politiquera. Leo mucho los periódicos y me sale el tema.Pero con ella ya me corto. Se me queda mirando y no dice nada».Entran dos paisanos y Lucía se calla después de enviar una sonrisa de complicidad. Se acabó la entrevista. Después, quizá con un cierto sentimiento de culpabilidad por su razonable prudencia, no se cobra la consumición. Ley del silencio. En otro local, el dueño, un señor amable que vive rozando la sesentena, se pone más nervioso cuando se le pregunta por el bar que enarbola la bandera nacionalista unos portales más abajo. «¿Pero tú me quieres buscar la ruina? Anda, lárgate. ¡Que te largues, hostias!».

La gente anda susceptible por la investigación sobre las herriko tabernas que dirige Baltasar Garzón. El superjuez, de hecho, se ha convertido estos días en una estrella del graffiti de Donostia: «Garzón, faxista». La pintada se repite con aburrida insistencia por todo el casco viejo donostiarra.

IMPUESTO ETARRA
Las investigaciones de Garzón han concluido que Banaka SA, la empresa que gestionaba las herriko tabernas, enviaba dinero de la organización terrorista a paraísos fiscales y empresas de Venezuela, Uruguay, Cuba y México. Banaka era la empresa receptora del impuesto revolucionario que pequeños y medianos empresarios pagaban en las propias herriko tabernas.

Éstas constituyen un negocio seguro. La fidelidad de la clientela es absoluta. Además, se suelen caracterizar por la escasez de la oferta botellera: los clientes siempre son los mismos y siempre beben lo mismo. Hay poco margen para la sorpresa. También hay marcas vetadas. Una de ellas es el ron Bacardi, originariamente cubano y hoy vinculado al exilio de los resistentes al régimen de Fidel Castro, peyorativamente conocidos como gusanos. Y, por supuesto, la coca-cola, icono inequívoco del imperialismo yanqui.

Dice la policía que en este entorno se suelen preparar las operaciones de kale borroka delante de un txikito. Y cosas mayores. Garzón quiere ilegalizarlas. Karmela, peneuvista, afirma que «eso es una chorrada de Garzón. Si cierran éstas aparecerán otras. Éstos no se cortan nada. Aquí todo el mundo sabe quiénes son. Y si abren un bar nuevo, enseguida ellos mismos se arreglan para que todo el mundo sepa que son gente de ETA. Y no he dicho de Batasuna, ¿eh? He dicho de ETA».




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