Domingo 26 de mayo de 2002 - Número 345

GIBRALTAR | ¿BRITÁNICO O ESPAÑOL?

El historiador británico, conocedor del siglo XVIII y el tratado de Utrech, recorre las calles del peñón para vivir de cerca la historia de estos días: el debate sobre el futuro de la roca. Y llega a la conclusión de que, guste o no, los gibraltareños se sienten británicos aunque los bobbies discutan en español.

Un hispanista inglés en Gibraltar

HENRY KAMEN
Los habitantes procedentes del Reino Unido son sólo una décima parte de la población, que ronda los 30.000 habitantes. /DAN ATKIN
No lo entiendo», me dice el taxista mientras nos dirigimos hacia la frontera que separa La Línea de Gibraltar. «Mucho ruido y pocas nueces. Cuanto antes lleguen a un acuerdo, mejor». Es una mañana típicamente inglesa, con un fuerte viento soplando de levante y amenazantes nubes cargadas de lluvia cubriendo la solemne cumbre de la Roca. «Cuidado con las largas colas de coches», me advierte. Y no exagera. La policía española reduce el movimiento de los coches en la frontera a paso de tortuga.

Cruzo la verja que separa ambos lados, que de algún modo me recuerda el checkpoint Charlie en Berlín durante la guerra fría, sólo que ahora las armas no se ven. Los controles son por parte del lado español, no hay ningún control británico. «¿Por qué?», le pregunto a un policía de aspecto amigable, «podemos pasar libremente hacia Francia y Andorra y no hacia Gibraltar?». «Es porque Gibraltar no acepta el tratado de Schengen», me contesta. El tratado, recordemos, garantiza el libre movimiento de mercancías y personas entre los estados miembros. El policía no me explica por qué no hay controles parecidos en la frontera de Andorra, que tampoco acepta Schengen.

Tomo el autobús hacia el centro de la ciudad, junto con docenas de españoles que se desplazan cada mañana hacia ella para acudir a su trabajo. De inmediato te sobrecoge una sensación de encierro en Gibraltar, las calles intentan desesperadamente abrirse camino entre los edificios, casas compitiendo entre ellas en altura para conseguir ver la luz. «¿Qué opina usted», le pregunto a una señora en el autobús, «del conflicto sobre Gibraltar?». «Estoy en favor de tomar posesión del Peñón», dice con toda firmeza, «para recuperar lo nuestro. Si tuviéramos Gibraltar, tendría un trozo de lo que es mío». No tiene ni idea de cuando había sido suyo, pero está convencida de que realmente es de ella.

La verdad es que hace 300 años que Gibraltar no es español. Fue entregado a los británicos mediante el Tratado de Utrecht (1713), y de hecho les ha pertenecido desde 1704, como consecuencia de la Guerra de la Sucesión española. En aquella época se trataba de una pequeña fortaleza sin ninguna importancia, pero los británicos perdieron 1.500 hombres defendiéndola contra las fuerzas franco-españolas, y no estaban dispuestos a cederla. Luego, unos 10 años más tarde, intentaron devolverla a España, pero el Parlamento británico lo vetó. Todavía era una pequeña fortaleza, y no tenía ningún valor estratégico. No obstante, todos los gobiernos españoles desde entonces no han querido aceptar su pérdida, y no han cesado de reclamarla. Su devolución en 1720 no hubiera significado mucho pesar en Londres.

Con los siglos, Gibraltar, de ser un pequeño, aislado e insignificante lugar con un puñado de familias británicas, pasó a convertirse en una exitosa comunidad con su principal actividad centrada en la base naval. Desarrolló su propia personalidad y civilización con independencia de británicos y españoles. Se convirtió en un símbolo.

La gente de la Roca, viviendo en un apretado territorio de seis kilómetros cuadrados, se ha hecho su propia identidad, que está intentando defender tanto contra el Gobierno británico como contra el español. En marzo de este año, el ministro de Exteriores británico, Jack Straw, visitó la Roca y fue recibido con hostilidad. «Los gibraltareños piensan», me dijo un oficial británico en Londres, «que los vamos a entregar a España».

Si una cosa es cierta, es que los gibraltareños son británicos.Los olores y sonidos de primera hora de la mañana son los mismos que se pueden percibir en una calle inglesa. El dueño del pub está limpiando las mesas, el señor de la tienda de fish and chips está colocando el menú, el olor de bacón y huevos fritos flota en el aire. Dos atentas y sonrientes damas policías aceptan amablemente contestar a mis preguntas. «He vivido aquí toda mi vida», dice una, «y estoy orgullosa de ser británica». «Gibraltar es Gibraltar», dice la otra, «pero también es una pequeña parte de Gran Bretaña».Una y otra vez, a lo largo del día, recibo la misma respuesta de todos aquellos con quien hablo. En ventanas, tiendas, en todas partes se puede ver la bandera británica ondeando orgullosamente.

No cabe duda del sentimiento que rige en la calle. La gente no está preocupada por los detalles de los argumentos, para ellos existe una gran verdad, su solidaridad. En 1967 hubo un referéndum en el que el 95.8% votó a favor de la asociación con Gran Bretaña.De resultas de ello en 1969 se redactó una Constitución para Gibraltar. Como consecuencia directa, Franco cerró todo acceso al Peñón por tierra. Fue una larga confrontación que duró años.Desde entonces las cosas no han cambiado. Cada amenaza que viene del exterior intensifica la solidaridad entre ellos.

MENTALIDAD DE SITIADOS
«Nos han forzado a tener una mentalidad de sitiados», me dice una ejecutiva. «Es verdad», confirma un hombre de negocios. «No pasaría si las cosas fuesen normales, pero ahora 30.000 gibraltareños se han convertido en políticos activos». Lo que piden es muy sencillo: desean que se les deje solos, que puedan seguir con sus vidas. «No me interesa la política», me decía un vendedor, «sólo quiero ganarme la vida tranquilamente. Mi padre es británico, mi madre española y vive en España. No sabemos lo que quieren los políticos».

España siempre ha rehusado negociar directamente con Gibraltar porque no es un estado soberano. Los británicos hasta hace poco han aceptado representantes de Gibraltar sólo como parte de su equipo de negociación, pero han llegado a acuerdos sin consultar con los políticos del Peñón. A partir de los últimos encuentros entre Piqué y Straw, y Aznar y Blair, parece que Gran Bretaña y España se han estado moviendo hacia la solución de una «soberanía compartida». La opinión pública en Gibraltar no acepta de buena gana esta fórmula. A los gibraltareños no les cabe ninguna duda de que los españoles se los quieren engullir. «España», decía el hombre de negocios, «está utilizando la carta de Gibraltar para consolidarse en la Comunidad Europea». A muchos les parece que la cooperación entre Blair y Aznar en la CE implica acuerdos que no son del interés de Gibraltar. Por supuesto, aceptan que España quiere una solución pacífica. Pero se oponen a los argumentos que España ofrece.

La tesis que con más frecuencia se esgrime en la prensa española es que Gibraltar es un centro de actividades financieras ilegales.Sobre esto, el hombre de negocios señaló que las estadísticas demuestran claramente que hay más actividad ilegal en España que en Gibraltar, no porque España infrinja más sino porque la economía de Gibraltar es tan minúscula que cualquier blanqueo de dinero es proporcionalmente insignificante. En todo caso, dijo, «¿suministrarían, por favor, las autoridades españolas la evidencia de la actividad ilegal?, y entonces Gibraltar investigaría el asunto». Se habían hecho repetidas peticiones a España sin resultado; el Gobierno español nunca había presentado ninguna.

Para Gibraltar la amenaza más directa es la insistencia del Ejecutivo español en citar el Tratado de Utrecht para justificar sus reclamaciones.Quien se mostró muy enérgico en cuanto al argumento de Utrecht fue el vicepresidente de la comunidad judía de Gibraltar, Solomon Levy. En la antesala de su oficina hay una gran pancarta que llevó durante la visita de Jack Straw. En letras negras dice: «Nací británico y quiero morir británico».

La familia del señor Levy tiene su origen en el siglo XV en Córdoba, y han vivido en Gibraltar durante 250 años. En todos estos siglos, España prohibió la existencia de judíos. Pero los británicos les aceptaron en Gibraltar. Por ello el padre de Levy le decía que Gibraltar era «bendito». En realidad, me explica Levy, España no tiene ni idea de lo que realmente dice el Tratado de Utrecht. El propio tratado (art. 10) excluía a los judíos y musulmanes de Gibraltar. ¿Si España empleara el tratado para reclamar Gibraltar, lo utilizaría también para expulsar a todos los judíos? El señor Levy, 65 años, elegante y con un gran sentido del humor, es un enamorado de España: habla español a la perfección, ama las corridas y le encanta la zarzuela. Pero subraya: «somos británicos, y británicos quedaremos, aunque hablemos español todo el día».

Expulsados del territorio español en 1492, los judíos empezaron a regresar por primera vez algunos años después de que los británicos tomaran Gibraltar, convirtiéndose en una parte destacada y próspera de la comunidad. Ahora cuentan con cuatro sinagogas en la ciudad, y su figura más destacada fue el tío de Solomon Levy, el malogrado Sir Joshua Hassan, primer ministro en aquella época.

El enérgico punto de vista del señor Levy coincide con el de otros muchos en la población. Fue educado en Inglaterra, pero tiene opiniones inflexibles en cuanto al Gobierno británico.«El señor Blair es un traidor», dice, «es el primer presidente del Gobierno británico que quiere devolvernos a España».

Levy no ve diferencia entre el caso de Gibraltar y el de Ceuta.«Si Gibraltar vuelve a España, entonces Ceuta y Melilla vuelven a Marruecos. Pero Gibraltar no volverá nunca a España, y si eso ocurriera empezaríamos un movimiento clandestino de resistencia».En cualquier caso, «¿qué harían con Gibraltar?». Su consejo para Madrid es inequívoco: «Manténganse alejados de Gibraltar y paren de hacer perder el tiempo a todos. Hay mejores cosas que hacer en este mundo». Se consuela con el hecho de que a pesar de Blair, el Parlamento británico está del lado del Peñón. En una encuesta entre los diputados esta semana, el 75% pensaba que el pueblo de Gibraltar tenía el derecho a decidir su propio destino.

Ahora la amenaza de lluvia ha desaparecido y el sol empeza a salir. En el muelle los botes amarrados se mecen al vaivén de las cristalinas aguas. Podría tratarse de una escena en cualquier lugar de veraneo español de la Costa Brava o de la Costa del Sol. Esto, desde luego, es España, pero es España británica.Hablando con la gente, no cabe ninguna duda. Una pareja de turistas de Yorkshire está haciendo una visita de un día desde su base en Málaga. «¡Esto parece tan inglés!», exclaman con satisfacción.Su única sorpresa fue al visitar la catedral anglicana: «no es lo que esperábamos». La agradable y amplia catedral es sorprendente.Comenzada en 1825, fue construida de estilo morisco para conmemorar la fundación de Gibraltar (el Gibel Tariq o Roca de Tariq) en el 711 por el invasor precedente del Norte de África Tariq-ibn-Zayad.El edificio evidencia el deseo de los gibraltareños a aceptar lo que les rodea, tanto España como Africa, sin dejar de ser británicos. «Permaneceremos británicos para siempre», me dice una sonriente joven mientras me devuelve el cambio por mi compra».

EL CONTRABANDO
El Peñón, sin tierra disponible, no cuenta con una economía viable propia. La retirada de la base naval británica ha reducido la actividad económica aún más. Como resultado, el Gobierno y los habitantes han procurado desarrollar las finanzas del sector privado, con la ayuda de impuestos bajos y sin IVA. En el pasado este énfasis de la empresa privada alentó el contrabando de tabaco y drogas. Hoy, subrayan las autoridades, prácticamente ha desaparecido.El atractivo de los impuestos bajos, por otro lado, ayuda a animar el turismo. Mientras uno va caminando a lo largo de Main Street (Calle Principal), con sus familiares tiendas con nombres británicos y banderas patrióticas británicas, uno no puede perderse las numerosas tiendas ofreciendo descuentos sobre perfumes, tabaco y alcohol. Podría ser Andorra en una tarde de sol, excepto que el idioma aquí es el inglés.

Al final de Main Street, dos bobbies con el tradicional uniforme de policía británico discuten acaloradamente en un impecable español con un vagabundo. Como todos los policías británicos, ellos también van desarmados excepto por sus porras. Escuchándoles uno casi puede imaginarse cual sería la escena hoy si Gran Bretaña estuviera todavía en posesión no sólo de Gibraltar sino también de Menorca, Alicante, Barcelona y todas las demás ciudades españolas guarnecidas por los británicos durante los años anteriores al Tratado de Utrecht.

Aunque formalmente son una colonia, es la población nativa, los llanitos, quienes defienden la presencia británica. Los británicos del Reino Unido son una pequeña minoría, alrededor de una décima parte de la población de Gibraltar. Unos 3.000 trabajadores españoles cruzan a diario la frontera para trabajar en la Roca. Algunos han decidido asentarse aquí y como es lógico defienden el punto de vista gibraltareño. Luisa es una atractiva señorita de 32 años que trabaja en un gran restaurante en donde todo el personal de barra y los camareros son oriundos de España. Hace algún tiempo decidió viajar y ampliar sus horizontes. Trabajó en Latinoamérica y también en las islas de Hawai. Su inglés es perfecto. Hace dos años regresó a Madrid, pero no podía encontrar trabajo, le dijeron que con 30 años ya era «demasiado mayor». De modo que intentó suerte en Gibraltar. Y nunca lo ha lamentado. Encuentra la vida satisfactoria, y piensa que la imagen que la prensa española ofrece es desinformada. «¿Paraíso fiscal? El mundo entero es un paraíso fiscal, tanto en España como en otros países». Sobre el aparente conflicto con España, no tiene ninguna opinión. «Si me dan trabajo y respetan mis derechos estoy contenta».

La tarde llega a su fin, y allá a lo lejos en la bahía contemplo cómo un ferry español se mueve por las brillantes y transparentes aguas hacia Algeciras. Después de hablar con tanta gente no me siento más informado sobre las causas de la crisis. Para los gibraltareños ningún aspecto de la situación tiene lógica. ¿Representa Gibraltar una amenaza para España? Esa es la imagen que se presentó en el año 2000, cuando la presencia del submarino Tireless se vio como una posible amenaza nuclear. Pero en todos los demás puntos Gibraltar no puede comprender por qué un diminuto puerto de 30.000 personas, sin prácticamente recursos económicos, puede tener alguna importancia para España. Los gibraltareños sienten que Gibraltar ha sido positivo, inyectando millones de euros en la economía española y dando vida a la ciudad vecina de La Línea».

LA AUTODETERMINACIÓN
Lo que alimenta a los ciudadanos es su orgullo. Están listos para defenderse contra España e incluso contra el Gobierno británico.España siempre ha visto la pérdida de Gibraltar como la pérdida de su «integridad territorial» y soberanía. Ha mantenido constantemente que «el derecho de autodeterminación» no se puede anteponer a la «soberanía e integridad territorial». Muchos en Gibraltar se sienten ultrajados ante eso. «La actitud española», me dijo un señor, «echa por la borda los principios de la ONU». «Todas estas pláticas sobre soberanía», manifiesta un vendedor, «son bazofia. Hoy en día nadie es soberano. Todos estamos en la UE, por qué no podemos cooperar?».

¿Pero qué pretenden reclamando la autodeterminación? Muy pronto queda claro que esta palabra también tiene sus problemas. Evidentemente, pocos sugerirían que Gibraltar ha de ser independiente. Un pequeño grupo ha insinuado que Gibraltar podría ser integrado en el Reino Unido, como Irlanda del Norte, pero esta idea tiene pocas posibilidades de éxito. Parece de hecho que la mayoría de la gente quiere continuar tal como está, pero sin las molestias en la frontera.

Lo que más me sorprende de todo es el comentario de un escritor que me dice que «en 50 años Gibraltar sería española, si se permitía que la cooperación con España se desarrollara naturalmente». Quería decir que la actual presión que España ejerce sobre teléfonos, sobre acceso a la frontera, sobre el aeropuerto sólo servía para crear un problema donde no debería haberlo. Pude entender su idea. La presión fuerza a los gibraltareños a sentirse británicos, mientras que la cooperación les ayudaría a reconocer que existen otros caminos hacia delante. Aquí hay una comunidad en la que casi las cuatro quintas partes nacieron en la península, y dos terceras partes son católicos. Su dinero y su propiedad están aquí, no en Gran Bretaña. Hablan el idioma y conocen la cultura de España, y muchos de sus negocios funcionan con la ayuda de los españoles. Deberían ser capaces como Andorra de modificar su sistema fiscal. Y siempre mantendrán su identidad específica, arraigada en su idioma. Con cooperación, la convergencia (aunque no la integración) con España es lógica.

Ha sido un día largo y agotador. Ahora los turistas se preparan para salir de la ciudad y las tiendas empiezan a cerrar. Muy pronto, mientras cae la noche, se hará más difícil divisar la línea que separa el cielo de las aguas del Estrecho. A lo largo de la costa hacia Algeciras las luces se encienden, como un brillante collar extendiéndose en la distancia. Gibraltar se prepara para otra noche, mientras el inmenso Peñón, como un oso soñoliento, se prepara para dormir.

HENRY KAMEN es historiador. Su última obra es «Felipe V: el rey que reinó dos veces» (Temas de hoy). En noviembre publicará «Spain's Road to Empire» (Penguin).


LA LÍNEA DE LA CONCEPCIÓN

POBLACIÓN: 59.828 habitantes.
DESEMPLEO: 4.084 parados.
SUELDO MEDIO. 900 euros.
TRANSPORTES: Una línea de autobús urbano.Autobuses a Cádiz, Málaga, Sevilla, Madrid y Barcelona.
HOSPITALES: Una plaza por 314 habitantes. Tres ambulatorios.
EDUCACIÓN: 16 colegios, dos institutos, dos centros de FP y una escuela universitaria (Magisterio).
SEGURIDAD. Un agente por 118 habitantes. 1.390 delitos en 2001.

GIBRALTAR

POBLACIÓN: 27.649 habitantes.
DESEMPLEO: 322 parados.
SUELDO MEDIO: 2.120 euros (bruto).
TRANSPORTES: Una línea de autobuses urbanos, puerto y aeropuerto.
HOSPITALES: Una plaza por 163 habitantes (no incluye el hospital militar). Un ambulatorio.
EDUCACIÓN: Ocho centros de primaria y dos de secundaria.
SEGURIDAD: Un agente por 125 habitantes. 1678 delitos registrados en 2001.



CRÓNICA es un suplemento de