Domingo 2 de Junio de 2002 - Número 346

EMPRESA | EL REY MIDAS

Instinto de cazador
JUAN ABELLÓ siempre ha tenido buena puntería para las cacerías financieras. Esta semana ha tomado el control de Vallehermoso, la primera inmobiliaria española. Es la última pieza para el mayor terrateniente de España, una de sus mejores escopetas y mecenas del arte. No está mal para quien se define como «boticario»

Mª LUISA ATARÉS
Juan Abelló ha pasado por el sector farmacéutico, el de la banca y la alimentación, antes de decidirse por el inmobiliario. Su entrada en Vallehermoso se considera un nuevo éxito financiero./ BERNABÉ CORDÓN
Discreto, independiente, cordial, minucioso, avezado estratega, hogareño, celoso de su vida privada, fiel a sus amigos, apasionado por el campo sus más de 20.000 hectáreas de campo el arte, la Historia y el fútbol son muchos los calificativos que se pueden aplicar a Juan Abelló, aunque su mejor definición sea la de gran cazador, se trate de perdices o de negocios.

Protagonista en solitario de una próspera carrera que le ha llevado a participar en más de 30 sociedades de sectores tan dispares como el inmobiliario o el de la alimentación, cualquier día puede convertirse en una buena jornada de caza para este terrateniente, experto ojeador, que donde pone el ojo, pone la bala. Así lo corroboran los brillantes resultados de algunas de sus operaciones financieras, empezando por la venta de Antibióticos a la italiana Montedison y siguiendo por su entrada y salida de Airtel, para acabar por su más reciente incursión en el mercado inmobiliario de la mano de Sacyr y Vallehermoso.

Operaciones que lo sacaron de su añorado anonimato allá por los años 80, cuando empresarios y banqueros empezaban a ser objeto del deseo para la prensa económica y del corazón. Los españoles pusieron entonces cara a los grandes hombres de las finanzas; Mario Conde, los Albertos, los Botín, las hermanas Koplowitz y, desde luego, Juan Abelló. Aunque él nunca se ha acostumbrado y rehúye las entrevistas apenas ha concedido una a un diario de Reus, por aquello de que su padre era de allí, y otra más reciente al diario ABC para hablar de arte y las apariciones en el papel couché. No es que sea huraño o antisocial, todo lo contrario. Sus cacerías, rodeado de sus hijos, sus amigos de todas partes del mundo y sus colaboradores son más que frecuentes, como lo son su gusto por las francachelas sea en la Feria de Sevilla o por San Isidro. Pero de ahí a estar en primera fila

No ha logrado sin embargo eludir la fama. Su prestigio como financiero serio y riguroso, y sus contactos muchos forjados en sus fincas de Cádiz o de Toledo con figuras de la economía internacional lo han mantenido siempre en el candelero. Más de una empresa ha entrado de su mano en nuestro país, desde la Unión de Bancos Suizos (UBS) al grupo Tengelman o la eléctrica Enron.

A ello se suman sus propios negocios, gestionados a través de la sociedad Torreal, y el ser dueño de una de las primeras pinacotecas privadas de España. Porque Juan Abelló puede presumir de museo propio e incluso de ser un gran experto en arte al que admira y temen los mejores marchantes por aquello de que no acepta gato por liebre. Su ingente colección le ha servido incluso para saldar sus cuentas con el fisco pagando con un Tapies o un Granach.

NEGOCIOS Y CAMPO
Defectos los tiene; algo caprichoso, maniático e individualista, los propios de un hombre rico que puede mirar la vida desde una perspectiva distinta a la del común de los mortales. Porque no puede decirse que sea un hombre hecho a sí mismo. No empezó de botones en un banco, sino de hijo del farmacéutico y empresario de su mismo nombre, del que heredó los Laboratorios Abelló y el amor por los negocios y el campo.

Desde entonces, su capital no ha hecho más que medrar para ser hoy una de las mayores fortunas privadas de España. Su fortuna, según la revista Golden, se estima en 85 millones de euros, si bien podría ser muy superior. Cuenta, además de con sus valiosas pinturas y sus enormes fincas, con participaciones destacadas en Sacyr y Vallehermoso, Abengoa, las bodegas Cvne y Arco, los laboratorios Alcaliber, el grupo de distribución Tengelman, la empresa de energías renovables KW Tarifa, la sociedad de capital riesgo Inssec, la plataforma Veo Televisión y la Cope, entre otras.

Buena muestra de una vocación de cazador de empresas y de la vista de lince de este hombre de mirada penetrante que, sin embargo, se define como un boticario se doctoró en Farmacia cum laude cuyos únicos masters en finanzas nacen de cada una de sus experiencias empresariales.

Sus principios en el mundo de los negocios fueron, desde luego, el mejor curso de especialización. Todo empezó en marzo de 1976, cuando un joven Abelló fichó a un más joven Mario Conde como director general adjunto para su empresa, Laboratorios Abelló, con un sueldo de 4,5 millones de pesetas al año. Conde tenía sólo 28 años y Abelló 34. Apenas siete años después el empleado se había convertido en socio y ambos se embarcaban en su primera operación: la venta de los laboratorios familiares por 4.300 millones de pesetas. Conde percibió el 7% en concepto de comisión, unos 300 millones de pesetas.

A ese principio le siguió, a finales de 1985, la compra de otra farmacéutica, la empresa Antibióticos, en la que Abelló ocupó la presidencia y Conde la vicepresidencia y el cargo de consejero delegado. El primer gran negocio se produjo dos años después, al vender Antibióticos a la compañía italiana Montedison por 58.000 millones de pesetas. Una operación brillante que se ha considerado digna de estudio por las escuelas de negocios.

Juan Abelló es intuitivo para los negocios, pero no actúa por intuición. Tomar una decisión le cuesta tiempo y se lo toma.Desmenuza la situación, el negocio y su sector, y mide la oportunidad y sus consecuencias. En esta ocasión y como hace regularmente, el empresario se encerró en una de sus fincas camperas con sus más estrechos colaboradores.

Se reunieron en uno de los salones, presidido por una gran chimenea coronada por un descomunal trofeo africano de caza que, al cabo de las horas y debido quizá al calor del hogar, se desplomó sobre el sillón que debía de ocupar Abelló. La fortuna y la negativa rotunda del empresario a volver a aquella sala para tomar café evitó la tragedia, ya que el sillón quedó totalmente destrozado.Premonición o simple accidente, se decidió una venta que les abriría las puertas de Banesto.

Por aquello de no estar en primera fila y pese a contar con un paquete de acciones mucho mayor que el de su socio, Abelló cedió el puesto de honor del banco a Conde y él se quedó con la vicepresidencia, que simultaneó con la presidencia de La Unión y El Fénix.

Dos años después, tras 13 de excelentes relaciones, Abelló decidió separarse de Conde y abandonar el oficio de banquero y todos los cargos que traía emparejados, la aseguradora, el consejo de Tudor y el del Banco Central. Cosa que comunicó el 23 de febrero de 1989 y que le llevó a recuperar, sin ganancia alguna, los 15.250 millones de pesetas que había invertido en acciones de la entidad. Una decisión incomprensible; estaban en la cresta de la ola y Conde era el financiero de moda, el hombre que todas las madres soñaran para sus hijas. El tiempo ha demostrado que no era una opción tan poco inteligente.

Juan Abelló estrenó su independencia como empresario revitalizando Torreal, desde entonces cuna de sus negocios particulares, y constituyendo poco después la sociedad Ibersuizas con la actual UBS. Si alguien tenía dudas de su capacidad financiera, hasta entonces en comandita con Conde, pronto las disipó. Sus operaciones fueron viento en popa.

AIRTEL, 650 MILLONES
La más destacada fue su entrada en Airtel, donde estuvo dos años de presidente, que ha servido una vez más para mostrar esa especie de sexto sentido suyo para elegir el mejor momento de compra y, lo que es más difícil, el de venta. Como todo buen cazador, supo dónde estaba la presa y su participación en el antiguo grupo Airtel hoy Vodafone , el segundo operador de telefonía móvil, le reportó 650 millones de euros.

A partir de entonces y hasta hoy, optó por dejar de inmiscuirse en la gestión de las empresas en que participaba y por centrarse en Torreal, que concentra todo su negocio. Así, abandonó la presidencia de Ibersuizas y vendió su paquete del 8% al resto de los socios.Aunque no ha roto su relación con ese grupo, con el que mantiene inversiones en negocios conjuntos, como la participación del 15% en Veo Tv, a través de su sociedad Innova.

Lo más novedoso de su última etapa empresarial es la entrada en el negocio inmobiliario, un sector que no había tocado pese a ser el que más ha engordado las fortunas españolas , con la compra del 13,76% de Sacyr que luego amplió al 15,9%. De ahí hasta el pasado miércoles, cuando su nombre volvió a saltar a las páginas de los periódicos junto al de uno de sus compañeros de cacerías, Emilio Botín. El SCH vendía el 24,5% de Vallehermoso, la primera inmobiliaria española, a Sacyr por 568 millones de euros.

Una operación en principio más rentable para el banco, que ha obtenido una plusvalía de 300 millones de pesetas, que para Sacyr, que ha pagado caro los títulos de Vallehermoso se habían revalorizado un 60% en los últimos meses debido a la estrategia de Botín pero logra, eso sí, el control de la inmobiliaria. Sin embargo, visto lo visto, habrá que esperar un tiempo a ver quién ríe el último.

De momento, la vida de Abelló como hombre de negocios sigue su cauce habitual. Poco amigo de madrugar sus grandes operaciones las ha hecho de noche , sale de casa tras haber tomado un desayuno a base de fruta y haber hecho las primeras llamadas del día, y llega a su despacho sobre las 10.30 de la mañana. Allí lo esperan Fina, su secretaria, y sus 40 colaboradores de Torreal. Por lo general come en casa siempre acompañado.

Su intensa vida financiera no ha impedido sus cacerías en una sola temporada ha sido capaz de abatir más de 15.000 perdices , sus paseos por el campo acompañado de sus hijos y sus perros, ni las celebradas fiestas sociales en sus fincas. Allí se pueden admirar su completo armero y su espectacular colección de trofeos, tanto de reses autóctonas (venado, jabalí, corzo, gamo o muflón) como de animales cazados en sus safaris. El financiero encuentra tiempo además para no faltar a las reuniones con sus compañeros de clase del colegio El Pilar, que tantos nombres destacados ha dado, y para cuidar de la fundación Juan Abelló, constituida en memoria de su padre.

El fútbol, mejor dicho, el Real Madrid club del que es vicepresidente con el carnet más antiguo de toda la directiva , y los toros, otras de sus grandes pasiones, apenas le dejan tiempo para más. Con la factura que pasan los años, Juan Abelló se ha hecho más hogareño y más amante del campo que de la caza. No pierde, sin embargo, su instinto de ojeador para los negocios y seguro que, antes de que podamos darnos cuenta y a su pesar, vuelve a salir a primera fila.


LOS ARRESTOS DE «LA GAMAZO» por MARÍA EUGENIA YAGÜE
ENÉRGICA, decidida, disciplinada... Así es Ana Gamazo, la poderosa mujer de uno de los hombres más poderosos

La boda de Juan Abelló y Ana Gamazo de Hohenlohe, en 1968, tuvo en vilo a los novios y a sus familias. París vivía a fondo la revolución estudiantil de Mayo del 68 y el traje del modisto Miguel Castillo, un español entre los grandes de la costura francesa, no acababa de llegar.

Han pasado 34 años y ahí siguen. La firme determinación de uno y otro de mantener unida a la familia, les ha convertido en un tándem indestructible. Los matrimonios donde hay intereses comunes, complicidad y amistad son mucho más sólidos que las exhibiciones de amor y glamour que suelen aparecer en las revistas del corazón y no llegan al próximo aniversario.

A Juan Abelló y Ana Gamazo se les ve poco en la prensa rosa, en realidad no les gusta aparecer en los papeles. Abelló sale estos días en la foto porque frecuenta Las Ventas en San Isidro, pero a su mujer no se la ve nunca en la plaza. Prefiere los caballos o los perros que la lidia. Los Hohenlohe siempre han sido amantes de los animales. Tampoco se la ha visto jamás en el palco del Real Madrid, aunque Abelló tiene mucho que ver con la nueva directiva de Florentino Pérez, de la que también forma parte Fernando Fernández Tapias.

Ana Gamazo tampoco bailaba sevillanas en El Portón, cuando Mario Conde se quitaba la chaqueta y se marcaba los pasos en tirantes y con la gomina intacta, bajo la complaciente mirada de su amigo y socio Juan Abelló.

Aunque Abelló sea una de las primeras escopetas de España y la finca familiar de Las Navas, en la provincia de Toledo, una de las mejores del país, su mujer no dispara un tiro. Ella prefiere acompañar a los ojeadores y disfrutar del campo.

Pero no es necesario que tengan gustos distintos para que disfruten de otras muchas cosas en común. Además de cuatro hijos Juan Claudio, casado con Marta (hijastra de Isidoro Álvarez, dueño de El Corte Inglés), Alejandro, Christian y Miguel, que estudia 5º de Derecho y acabará colaborando también con su padre Juan Abelló no sería uno de los grandes empresarios del país, de no haber tenido una mujer como Ana.

Una de sus amigas, esa que conserva desde su inolvidable infancia en la Marbella fundada por su abuelo el príncipe Maximiliano de Hohenlohe, dice que Ana es de esas mujeres que suplen la falta de un título universitario con mucho sentido común y un olfato extraordinario. «Cuando Mario Conde entró en su casa por primera vez, Ana vio enseguida el peligro. Lo caló al instante y advirtió a su marido de que tenía el enemigo en casa, aunque entonces no le hicieron mucho caso».

Mario Conde también supo reconocer la inteligencia natural de Ana, la fuerza que significaba en la familia. Por eso no jugó limpio con ella y empleó la táctica del divide y vencerás. Pero ganó únicamente las primeras batallas, no la guerra. Conde acabó en la cárcel, Abelló salió intacto de aquella relación y multiplicó su patrimonio. Y una vez más a Ana Gamazo tuvieron que darle la razón.

Nunca ha sido ajena a los negocios de su marido. Le consultan, opina, da un consejo. Cada cuadro de la pinacoteca de Abelló, una de las tres mejores de España, ha pasado por las manos de su mujer. Un galerista asegura: «Para que Juan Abelló compre un cuadro hay que ir siempre a por la peana, no hay marchante de arte que no la llame a ella primero». Hay un Úrculo en su casa que por detrás tiene dibujado todavía el desnudo de María Jesús Llorente, la compañera sentimental de Alfonso Guerra, que también tuvo una relación con el pintor. En la compra fue decisiva la opinión de Ana Gamazo.

Juan Abelló tampoco es indiferente a las ocupaciones de su mujer.Nunca ha financiado sus proyectos humanitarios, pero la gente de su despacho se vuelca con la Fundación Gamazo, una organización creada hace años por Ana, que ha levantado escuelas, hospitales y guarderías en América Latina, Uganda y, sobre todo, en Tanzania, donde Ana empezó junto a Médicos del Mundo y ahora lleva ella misma en solitario.

La pasión por África de Ana Gamazo viene de antes de su matrimonio.Nunca ha salido a la luz, ni se ha hecho acompañar en sus viajes por un fotógrafo que deje testimonio de sus buenos sentimientos.Su perfil tiene poco que ver con la dame patronesse que ridiculizaba Jacques Brel en una de sus canciones. Únicamente apareció de forma oficial en una oenegé cuando se creó FASE, una organización que lucha contra el sida, de la que estuvo apartada un tiempo por desacuerdos con la gestión de otros miembros y que ahora intenta reflotar de nuevo.

Los que la conocen bien dicen que Ana tiene poco de misionera y que no aspira a alcanzar la santidad en vida. Las santas no se visten de Valentino, como ella, que figura siempre en la lista de las mujeres más elegantes del país.

«Es enérgica y decidida, muy disciplinada, seguramente por su educación alemana», cuenta uno de los Hohenlohe de Marbella.«De niños estudiábamos en Austria, y a Ana la mandaron a un colegio de Salzburgo».

Esa energía y voluntad la llevó a luchar por recuperar la casa familiar de Marbella, una sencilla construcción junto al mar edificada por el abuelo Max, cuando el pueblo sólo tenía pescadores y un encanto irresistible. La vendieron a la familia Rotchild en 1962.

Hace cuatro años, Ana Gamazo consiguió dejar la casa como estaba.Los mismos muebles usados, la atmósfera familiar lúdica y sencilla.Poco artificio y mucha clase. Como su dueña actual.



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