Domingo 14 de julio de 2002 - Número 352

MARBELLA | FAMOSO EN APUROS

La caída de un gigante de la «jet»

JOSÉ C. VILLANUEVA / ASUNCIÓN SERENA
Raymond Nakachian, de 71 años, antaño uno de los asiduos de las fiestas de la jet set marbellí y colaborador del Ministerio del Interior durante la etapa socialista, atraviesa por uno de sus peores momentos económicos. Atrás quedaron aquellos años 80 y 90 de lujo y glamour, vividos junto a su esposa, la princesa coreana Kimera, famosa cantante de ópera, hoy también en horas bajas. El Tribunal Correccional de París acaba de confirmar la sentencia de Nakachian a dos años de prisión y al pago de 77.000 euros por intento de estafa al Banco de Francia. El fallo, según uno de sus abogados en España, Javier Saavedra, está recurrido.Tanto es así que Nakachian estará hoy en la capital francesa atendiendo otros asuntos.

Aunque siempre se anteponía el calificativo de financiero al nombre de Raymond Nakachian, lo cierto es que, en honor a la verdad, nunca lo fue. Su profesión ha sido siempre la de intermediario en todo aquel negocio que surgiese, tanto en España como en el extranjero.

Otra faceta suya, menos conocida, fue la de registrar en Rusia un medicamento anticancerígeno que él mismo auspició, según los que le conocen bien en Marbella. Él mismo afirma que pertenece a la Academia Rusa de las Ciencias y que ha participado en más negocios farmacéuticos.

Las mismas personas que años atrás se relacionaron estrechamente con Nakachian y Kimera aseguran ahora, quizás con exageración, que el matrimonio «está en la más absoluta ruina», hasta el punto de que ha tenido que vender parte de su finca de Estepona con el fin de salir del bache.

Hubo otros malos momentos en la vida de la famosa pareja, como fue el secuestro de su hija Melodie en 1987. Una banda de hampones franceses, liderada por Jean Pierre Camerini, retuvo durante 11 días a la pequeña, de cinco años, y exigió un rescate a cambio de su liberación. El plan de la banda comenzó a fraguarse en el elitista colegio Aloha de Marbella donde estudiaba Melodie, quien compartía aulas con la hija de una mujer vinculada a la banda, que se encargó de facilitar los movimientos y rutinas diarias de la niña.

En círculos policiales de la Costa del Sol se recuerda la dureza de la que hizo gala Nakachian frente a sus secuestradores. Dejó claro que no pagaría el rescate y puso todo en manos de la Policía desde que recibió la primera llamada de los captores.

A raíz de la liberación de Melodie, por parte de los GEO, en un apartamento de la localidad campogibraltareña de Torreguadiaro, Nakachian entabló una gran amistad con el comisario de Estepona, Ricardo Ruiz Coll, quien también ocupó la jefatura de la Brigada de Información en Bilbao en tiempos del subcomisario José Amedo, más tarde condenado por el caso GAL.

Ruiz Coll coincidió en la Comisaría de Estepona con un antiguo compañero de Bilbao, Julio Hierro, condenado por el secuestro de Segundo Marey y luego indultado. Son ya conocidas de sobra las reuniones que Hierro y Ruiz Coll mantuvieron con Amedo en Marbella durante el verano de 1987, así como con el ex mercenario de los GAL, ya fallecido, Carlos Gastón.

Miembros de la Guardia Civil, que fueron consultados por CRÓNICA, relacionaron incluso con el CESID a Raymond Nakachian, algo que el libanés negó por completo: «Sólo mantengo amistad con una serie de policías, a raíz del secuestro de mi hija».

Desde aquel final feliz, el intermediario libanés ha ayudado a las autoridades cuantas veces han sido requeridos sus servicios para luchar contra mafias de la Costa del Sol. Sus conexiones se sitúan principalmente en Rusia, Libia y Líbano, su país natal.

Melodie es hoy una joven de 20 años que estudia Meteorología en una Universidad de Madrid, mientras que su mujer hace mucho que dejó la música, aunque «recientemente grabó algo con la Sinfónica de Madrid», refiere Nakachian.

Durante la década en la que Jesús Gil fue alcalde de Marbella, entre 1991 y 2001, el matrimonio Nakachian era asiduo de las celebraciones nocturnas y de todo tipo de inauguraciones y saraos donde estuviera el ex regidor. Fueron, de hecho, buenos amigos.«Pero nunca participé en negocios con él», aclara Nakachian.

El Rolls Royce de Raymond, con más de 20 años de antigüedad, ya apenas circula por las calles de Marbella. Una muestra más del ocaso económico por el que atraviesa el libanés que, sin embargo, no pierde la sonrisa: «Somos muy felices, tengo la nacionalidad española y vivo muy a gusto aquí».




CRÓNICA es un suplemento de