Domingo 14 de julio de 2002 - Número 352

ORIENTE MEDIO | LA HISTORIA DE BARA'A

El bebé bomba era de verdad
Y NO UN MONTAJE israelí. Su padre, un activista de Hamas, lo disfrazó así para rendir homenaje a los terroristas muertos

MATTHEW KALMAN / MIGUEL MURADO
La imagen que ha conmocionado al mundo: en ella aparece un bebé, no mucho mayor de un año, ataviado a la manera de los terroristas suicidas palestinos. La fotografía, encontrada por el Ejército israelita en una casa de Hebrón en la que estaban llevando a cabo un registro, resumía el odio que actualmente existe en Oriente Medio. ¿Cómo es posible que unos padres hayan hecho a su hijo una fotografía de semejante naturaleza y, después, la hayan colocado orgullosamente en el álbum familiar como si fuera una foto de patio de colegio? ¿Quién es ese niño, explotado de manera tan grotesca en aras de una causa sobre la que aún no puede saber nada en absoluto?

Hubo gente que condenó rápidamente la aparición pública de la fotografía, acusando a los israelíes de haberla trucado para utilizarla como propaganda en contra de los palestinos. Días más tarde una familia árabe que prefirió permanecer en el anonimato declaró que la foto no era más que «una broma» y que al niño le habían disfrazado así otros chicos. Ninguna de las dos versiones es cierta. El niño se llama Bara'a Abu Turki (su primer nombre significa, en árabe, Inocencia) y la fotografía, incuestionablemente genuina, apareció cuando las tropas israelíes llegaron a su casa en busca de su padre, Nader Abu Turki, miembro activo del grupo palestino Hamas.

La fotografía del bebé fue tomada en el estudio de un fotógrafo profesional de la ciudad de Hebrón, localidad situada en la ribera occidental. El pequeño Bara'a llevaba puestas unas cartucheras en miniatura, un cinturón de explosivos y una banda de Hamas en la frente, atavío habitual de los terroristas suicidas cuando están a punto de llevar a cabo alguna misión. Un primo de Bara'a confirmó expresamente que la fotografía la habían encargado los padres del niño a un estudio fotográfico local, con la intención de que sirviera de homenaje a los terroristas suicidas.

UNA IMAGEN COMÚN
«La fotografía se la hicieron en un estudio privado donde se montan retratos similares casi a diario; no hay nada raro en ello», explicó su primo, un estudiante de la Universidad Islámica de Hebrón que accedió a hablar a condición de permanecer en el anonimato. «Los terroristas suicidas son auténticos héroes para el pueblo palestino y la gran mayoría de la población siente una enorme admiración por ellos. Incluso todos los niños te dirán que, cuando sean mayores, también ellos aspiran a convertirse en terroristas suicidas. Y es que las cosas están así».

Parece ser que entre los palestinos se ha puesto muy de moda hacer fotografías a los niños bien ataviándoles con uniformes militares y mini-fusiles de asalto Kalashnikov, bien disfrazados de terroristas suicidas, con sus explosivos simulados y todo.A Bara'a, que en la actualidad tiene 18 meses, le pusieron ese nombre por Bara'a Ayyash, hijo de Yehye Ayyash, el primer experto en explosivos de Hamas, a quien se conocía con el sobrenombre de el ingeniero y que fue asesinado por los israelíes hace ahora seis años, tras haber sido el cerebro de una campaña de atentados suicidas que costó la vida a 90 israelíes.

El coronel Miri Eisin, un alto oficial perteneciente a los Servicios de Inteligencia del Ejército israelí, declaró que la fotografía en cuestión la habían descubierto dentro del álbum familiar unos soldados que habían ido en busca del padre del niño, a su propia casa de Hebrón, la semana pasada.

«Tomamos una foto de la propia fotografía y luego la volvimos a dejar en su álbum», afirma el coronel Eisin. «Lo que nuestros soldados estaban buscando era un fotografía reciente de Abu Turki cuando, de repente, se encontraron con esa foto horripilante».El coronel Eisin comenta que sus soldados descubrieron también, y en la misma casa, un fusil de asalto, varias granadas y una cierta cantidad de explosivos.

Redwan Abu Turki, padre del hombre al que buscaban y abuelo de Bara'a, admite que su hijo es un miembro activo de Hamas, aunque culpa a los israelíes de la persistencia de la violencia. Declaró también que su hijo Nader se había casado hacía tan sólo dos años, aunque, con el fin de cumplir con una tradición religiosa musulmana, declinó hacer ningún tipo de comentario sobre su nuera, la madre de Bara'a. «Bara'a es su único hijo», dijo el abuelo.

«Mi hijo solía vivir conmigo en esta misma casa, pero, desde que los israelíes nos bombardearon y quemaron la casa, su mujer y su hijo se fueron a otro sitio». «No tengo ni la menor idea de cómo ha podido llegar a manos del Ejército israelí esa fotografía.Los israelíes han asaltado esta casa varias veces buscando a Nader. Me dijeron que lo querían capturar por ser miembro de Hamas. Yo no sé dónde puede estar Nader en estos momentos. No le he visto desde hace tiempo. Y mucho me temo que los soldados israelíes le vayan a matar, si logran capturarle. Y seguro que mi hijo también se teme que quieran matarle», asegura lleno de resignación.

«No sé qué es lo que mi hijo ha podido hacer. Los israelíes siempre tratan de describirnos a todos nosotros como unos terroristas.Y ahora están utilizando esa fotografía para sus propios fines.Pero los terroristas son ellos, que quemaron y tiraron abajo mi casa hace tres semanas. Desde entonces, no tenemos ni donde dormir. Ahora no tengo trabajo. Antes trabajaba dentro de Israel.Sólo Dios sabe con qué propósitos están utilizando esa fotografía.Y yo estoy muy preocupado por mi hijo y por mi nieto», se queja.

Por su parte, los militares israelíes destacan de este suceso el odio que los propios padres están inculcando en los niños palestinos que, según afirman, está dando lugar a la aparición de una nueva generación de terroristas. «La fotografía del bebé-terrorista suicida no simboliza otra cosa que el odio y la instigación al terrorismo que las autoridades palestinas están utilizando para lavar el cerebro de una generación completa de niños palestinos quienes, desafortunadamente, reciben este tipo de mensajes al mismo tiempo que la leche que maman», declaraba Dore Gold, asesor del primer ministro israelí Ariel Sharon.

Desde el otro bando, el negociador palestino Saeb Erekat se apresuró a recordar que «el Ejército israelí, el mismo que se escandaliza ante esta instantánea, ha matado a seis niños en los últimos días sin que un solo soldado haya sido juzgado por ello. Desde entonces han muerto varios más, entre ellos una niña palestina de dos años llamada Nur. Conviene recordarlo, efectivamente, cuando el debate se plantea en términos de moralidad, una moralidad que en una guerra siempre tiene algo de farisaica».

También lo tienen las protestas de muchos palestinos que quieren negar la evidencia: el terrorista suicida es un héroe en Cisjordania y Gaza. No para todos los palestinos (un nutrido grupo de intelectuales publicaba el mes pasado una carta abierta condenando estas acciones), pero sí para la mayoría, que ve en ellos la única forma de devolver a sus enemigos algo del sufrimiento que éstos les están causando.

OTROS CASOS
Esa es una de las cosas más chocantes de esta historia: su obviedad.Más de una vez por semana se difunden en todos los medios imágenes de manifestaciones de Hamas o de la Yihad Islámica, en Gaza o Nablus, en las que puede verse algún que otro niño (a veces muchos) con el hábito blanco del shahid y el cinturón explosivo de cartón.Se trata de una moda.

Pero fue la fotografía de Bara'a la que logró abrirse paso en el competitivo mundo de la propaganda de guerra de Oriente Medio.Del mismo modo que, en su momento, el pequeño Mohamed al-Dura simbolizó para los palestinos la brutalidad de la ocupación israelí, Bara'a iba a ser el ejemplo último de algo que Israel ha venido repitiendo desde el comienzo de la Intifada: que los palestinos usan a los niños, les educan para que se hagan matar y desean verlos morir para excitar la compasión del mundo. Pero no ha habido nunca un niño-terrorista suicida, ni siquiera un terrorista suicida reclutado en la infancia.

Los casi 300 niños palestinos que han muerto en Gaza y Cisjordania no querían morir. Han sido las víctimas de la mala suerte y de los daños colaterales, de los disparos de los francotiradores, de las minas contra-carro, de las balas perdidas, de los asesinatos selectivos que no han salido bien, de los obuses que han dado en la casa que no es.

Tampoco los 60 niños israelíes que han muerto en este conflicto querían morir. Algunos simplemente se encontraban sentados con sus padres en una cafetería atacada por un hombre-bomba, otros resultaron alcanzados cuando viajaban en el coche de sus padres colonos. Unos y otros tenían padres que lloraron su muerte y, en algún caso, dijeron a las cámaras alguna frase hueca y patriotera para consolarse. Pero sus lágrimas no dejaban lugar a dudas.




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