Domingo 8 de septiembre de 2002 - Número 360

HISTORIA | ENIGMAS COLOMBINOS

El ADN del hermano de Colón
EL DÍA 17 se exhumarán en La Cartuja los restos del hermano del Descubridor. Después, los del Almirante. Un equipo de científicos pretende, con pruebas de ADN, resolver los enigmas colombinos: dónde está enterrado y si era de sangre azul. También la eterna cuestión: ¿era realmente genovés?

ILDEFONSO OLMEDO
Reproducción pictórica del momento de la muerte de Cristóbal Colón, acontecida el 20 de mayo de 1506 en Valladolid. Su última voluntad fue ser enterrado en la isla de La Española (Santo Domingo)./ ORONOZ
Se llamó Diego, siguió la estela de su hermano mayor, Cristóbal, en su segundo viaje a las Indias, consiguió más tarde que los Reyes Católicos lo naturalizaran (es decir, dejara de ser extranjero en el Reino) y se empeñó en hacer carrera como clérigo. Pero cuentan algunas crónicas que el pequeño de los hermanos Colón (el otro fue Bartolomé, afamado cartógrafo) nunca pasó de cura raso. Murió en Sevilla en 1515, nueve años después de que Valladolid fuera de entierro por el osado marino que hizo Historia con tres carabelas.

Ahora su tumba, trasladada hace años desde la isla de La Cartuja sevillana a la fábrica de Cerámica Cartuja-Pickman, será abierta para que sus huesos hablen. De él mismo, de su ilustre hermano mayor y de los dos grandes enigmas sin resolver del Almirant (así, en catalán o mallorquín, firmaba a veces) que ensanchó el mundo conocido: en qué cuna nació (si alta o baja, si genovesa o española) y dónde está enterrado realmente. Todas las respuestas, dicen quienes el próximo 17 de septiembre procederán a la exhumación de los restos óseos del cura Diego, están en el ADN. Que los libros ya han confundido bastante.

Con los análisis de los huesos del hermano pequeño comienza el proyecto Cristóbal Colón: la revelación del enigma, puesto en marcha por un grupo de científicos andaluces y que pretende, con las modernas técnicas de identificación genética, arrojar luz sobre cuál es el verdadero esqueleto del Descubridor: el que reposa en el monumental Faro a Colón de Santo Domingo (antigua isla de La Española) o el que desde 1898 está custodiado en la catedral de Sevilla. Porque desde 1877 existen dos Colones con sus respectivas tumbas. Es una larga historia que arranca al poco de la muerte del marino.

El mismo halo de misterio que él y los suyos se preocuparon de mantener vivo en torno a su origen (sólo en un testamento apócrifo, considerado por muchos falso, Cristóbal Colón dice que era genovés) persiguió luego a sus huesos.

Aunque en un primer momento fue inhumado en un monasterio de la ciudad de Valladolid, donde halló la muerte el 20 de mayo de 1506, sus restos mortales pronto iniciaron un largo viaje, en razón, bien es cierto, de la propia voluntad testamentaria del difunto, que pidió descansar por siempre en la entonces llamada isla de La Española. En 1509 sus restos viajaron hasta Sevilla para quedar sepultados en la iglesia cartujana Santa María de las Cuevas.

En 1537 llegó el trayecto transoceánico: los restos de Colón y de su hijo Diego Colón Moniz (quien fuera el segundo Almirante y gobernador de las Indias, fallecido en 1526) navegaron hasta Santo Domingo, quedando alojados en la catedral. Un tercer féretro de los Colón, atribuido a Diego, el hermano cura, quedó en La Cartuja.

Cuando, en 1795, España cedió la isla dominicana a Francia, se ordenó el rescate de Colón. La que se creía su osamenta, exhumada de la parte trasera del altar de la catedral, fue llevada a La Habana, hasta que en 1898, con la pérdida de la colonia de ultramar, los huesos volvieron a ser embarcados rumbo a Sevilla. Años antes, en 1877, el 10 de septiembre, un hecho vino a sembrar de más dudas la ya de por sí brumosa historia colombina.

Unos trabajadores que hacían obras en la catedral de Santo Domingo desenterraron una urna de plomo que contenía 13 huesos grandes, 28 pequeños y una bala de plomo «del peso de una onza». En la parte interior de la tapa, cincelada en caracteres góticos alemanes, se leía la inscripción «Yllustre y Esdo, Varon Dn. Cristoval Colon». ¿Es que acaso los españoles, a su marcha de Santo Domingo, se llevaron la urna equivocada, la de Diego el hijo? Así lo creyeron las autoridades de la isla y el delegado de la Santa Sede en Santo Domingo, un obispo italiano.

Por traslados y análisis de autenticidad, los restos del Almirante han sido exhumados desde su muerte, a uno y otro lado del Océano, en al menos 10 ocasiones.

La ambiciosa singladura que empieza este 17 de septiembre pretende comparar el ADN de Diego Colón -osamenta a la que, se sabe, le faltan pies y cabeza- con el de los huesos que albergan las tumbas de Sevilla y Santo Domingo. Los hermanos José Antonio y Miguel Lorente Acosta, genetista y forense respectivamente, oficiarán de oráculo con su saber científico; los profesores de instituto Marcial Castro y Sergio Algarrada, historiador y genealogista uno y biólogo el otro, harán de detectives entre los legajos históricos, y la productora cinematográfica Tráfico de ideas aportará los medios y un documental futuro sobre la investigación.Todos saben que la travesía no será fácil.

Aún están pendientes de que tanto los responsables de la catedral hispalense como las más altas instancias del Gobierno dominicano autoricen el acceso a los huesos del Almirante. Las peticiones ya han sido cursadas. Cuentan, y no es poco, con la simpatía hacia el proyecto de una de las descendientes directas del mismísimo Colón, Anunciada Colón de Carvajal, historiadora y hermana del duque de Veragua (título de los Colón desde poco después de la gesta colombina). Coautora en 1992 del libro Cristóbal Colón: incógnitas de su muerte (1506-1902). Primeros almirantes de las Indias, la descendiente del navegante considera «muy interesante» el análisis de los huesos de Diego Colón, algo que, recuerda, ya se intentó en los años 60. Las técnicas de identificación por el ADN aún no estaban tan desarrolladas.

Aunque desconoce si ahora su familia tiene que ser consultada para que los promotores del proyecto La revelación del enigma puedan acceder hasta los restos del Descubridor depositados en la catedral de Sevilla, la historiadora sabe que no sería la primera vez que esto ocurriera. En 1898, «cuando se perdió Cuba y los restos vinieron a España desde La Habana, el Gobierno de entonces delegó en mi tatarabuelo, que se llamaba Cristóbal Colón de la Cerda y era ministro de Marina, la decisión de dónde debían reposar los restos». Había varias sedes posibles: la catedral de Granada, donde están los de los Reyes Católicos, el panteón de marinos ilustres...

En Sevilla, junto al Almirante está la tumba de su segundo hijo, Fernando (o Hernando, nacido en Córdoba en 1488 de la relación con Beatriz Enríquez de Aranas y fallecido en 1539). Es el único pariente directo de cuyo nicho no existe duda. Siempre estuvo allí, en la catedral, por eso su ADN podría decir muchas verdades.Porque incluso de los restos de Diego Colón, el cura, hay opiniones encontradas. Recientemente, un historiador dominicano, Carlos Doval, ha expuesto una particular teoría.

El 40% de los huesos de Colón estarían en La Cartuja (ahora en la fábrica de porcelana Pickman). Otro 40%, en Santo Domingo y el 20% restante habría desaparecido con el paso del tiempo y los traslados (se sabe que hasta el Vaticano y la municipalidad de Génova llegaron en el siglo XVIII algunas cenizas). Ello sería posible porque una parte del esqueleto del Descubridor, quizá por celo de los cartujanos, nombrados por el propio Colón administradores de su testamento, nunca fue enviado a La Española. ¿Por miedo a que el barco se hundiera en la travesía?

SU VERDADERA CUNA
El segundo gran enigma que se puede resolver con el ADN es la cuna del Descubridor. ¿Nació en Génova como Christophoro en 1451, hijo del comerciante de lanas Doménico Colombo y Susana Fontanarosa? ¿O fue en 1460 en la alquería roja de Felanitx (Mallorca), fruto de los amores de la lugareña Margalida Colom y el Príncipe de Viana, confinado en la isla por su padre y el de Fernando el Católico entre 1459 y 1460?

La respuesta está en sus huesos, dice José Antonio Lorente, director del laboratorio de identificación genética de la Universidad de Granada y autor, entre otras investigaciones de alcance histórico, de las primeras pruebas de ADN que se han practicado a republicanos fusilados por Franco que quedaron durante más de seis décadas enterrados en fosas comunes. Lorente, entusiasta («quizá por puro deseo», dice) de la tesis mallorquina a la que el investigador balear Gabriel Verd Martorell lleva dedicados ya dos libros (C.C.y la revelación del enigma, y C. Colón era noble y de sangre real), forma también parte del equipo que trabaja en el monasterio de Poblet (Tarragona) para la identificación de los restos del hijo de Blanca I de Navarra y Juan II de Aragón.

Ya en 1995 Lorente participó, por encargo del Gobierno Foral de Navarra, en el intento de identificación por ADN de unos restos atribuidos a Doña Blanca, que cotejó con otros que podrían pertenecer a su hijo. El trasiego en las tumbas de ambos (llevadas de aquí a allá en distintos momentos históricos) impidió que los test genéticos fueran esclarecedores. Ahora, con las futuras pruebas de ADN a Colón y a su hermano Diego, también se juega parte de su futuro la teoría mallorquinista. Lo explica el propio Lorente: «La tesis de Martorell es que los tres hermanos Colón tienen la misma madre, Margalida, pero distinto padre. Cristóbal sería del Príncipe de Viana y Bartolomé y Diego de otro señor. Así, Cristóbal tendría el mismo ADN mitocondrial que su hermano y diferente cromosoma Y».

Aunque la verdadera prueba del algodón de la teoría mallorquina será cotejar directamente los ADN de Colón y el Príncipe de Viana para ver si fueron padre e hijo.

Y eso ya es otra historia. Colón como hijo bastardo, como sobrino de los Reyes Católicos, con unos tíos maternos metidos a corsarios a las órdenes de Francia, naufragando con uno de sus barcos frente a la costa portuguesa en 1576, silenciando con los Reyes Católicos para siempre su origen en las Capitulaciones de Santa Fe (1492), firmando documentos como el Almirant (en mallorquín) o Columbus de Terra Rubra (alquería o tierra roja en latín), descubriendo América con sólo 32 años, bautizando islas con el nombre de su madre, Margalida, sabiéndose con sangre de reyes y no mintiendo, como algunos creen, cuando decía que no era el primer almirante de su familia... Otra Historia.




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