Domingo 8 de septiembre de 2002 - Número 360

DEMOGRAFÍA | LOS ERRORES DE CHINA

Viaje al pueblo sin mujeres
A CHAOYANG ha llegado la revolución: la ecografía sustituye el infanticidio por el aborto. Las parejas no quieren niñas. Son una carga. Y buscar una novia en China, ante la escasez de mujeres, puede suponer raptarla, comprarla o compartirla

DAVID JIMÉNEZ. Guangdong (China)
Las escuelas chinas ofrecen una imagen masculinizada. El número de alumnas es mínimo. En zonas rurales, el 80% de los niños de entre cinco y 10 años son varones. Las hembras han sido «limpiadas»./SINOPIX
Tras recorrer pueblos y aldeas, contar hasta el último de sus compatriotas y repasar todos sus datos, los funcionarios encargados de elaborar el último censo de China han descubierto que las cuentas no cuadran: faltan 40 millones de niñas, adolescentes y mujeres. Para saber qué ha sido de ellas se puede visitar la segunda planta del Hospital de Mujeres Hai Zhu de Guangzhou, en la provincia de Guangdong.

Decenas de futuras madres esperan dejar de serlo en breve y caminan nerviosas por los pasillos esperando su turno para abortar. «Estoy de cinco meses. El médico no quiere decirme el sexo del bebé, pero yo sé que por un poco de dinero extra se puede solucionar», dice una de ellas con la esperanza de poder interrumpir su embarazo si se confirma que su vientre guarda una niña.

No muy lejos, en la Agencia de Citas para Jóvenes, las estanterías están repletas de fichas de más de 5.000 solteros que se han inscrito con la esperanza de encontrar esposa. Los candidatos llegan con sus fotografías y tienen que describir sus aficiones, altura, peso, aspecto y, en números bien destacados, el salario que ganan. «Hallar el amor es el gran éxito de la vida», dice el lema de la empresa.

Las dos escenas, en el hospital y en la agencia, representan a la perfección una de las mayores contradicciones de la China moderna: mientras millones de niñas desaparecen en abortos clandestinos e infanticidios, el mismo número de chinos está siendo sentenciado a una vida en soledad.

La comarca de Chaoyang, en la provincia de Guangdong, tiene el difícil récord de ser el lugar del mundo donde nacen más niños por cada 100 niñas: 144. La llegada de los primeros aparatos de ultrasonido a las aldeas más remotas de la región fue recibida hace cinco años con la misma expectación que cuando se instaló la luz. Las parejas que solían verse en la encrucijada de cometer un infanticidio si tenían una niña pueden ahora conocer el sexo del bebé por cuatro euros, lo que vale una ecografía. Las mujeres interrumpen su embarazo tres, cuatro, cinco o seis veces hasta que logran un varón.

El resultado no podía ser otro que una sociedad sin faldas. Los pupitres de las escuelas y los parques están copados por niños, la mayoría de los adolescentes son varones y los que se han convertido en hombres no encuentran ni novia ni esposa. En China se les conoce como guang guan o ramas peladas, jóvenes pretendientes condenados a la soltería por una mera cuestión de aritmética.

Los más desesperados han empezado a tomar medidas drásticas: hermanos que comparten a una misma esposa, bodas entre primos carnales y, en última instancia, el secuestro o la compra de una novia.

La policía ha rescatado en lo que va de año a cerca de 10.000 mujeres que habían sido raptadas para ser casadas en pueblos de solteros. Uno de los nuevos héroes nacionales, apodado El Zorro por la prensa china, es el detective Zhu Wenguang, que recorre el país al rescate de las víctimas y ha creado un archivo con miles de desaparecidas. Su cruzada comenzó cuando una de sus sobrinas fue vendida a un campesino de la provincia de Anhui, una de las zonas más afectadas por la falta de chicas. «Los policías no quieren hacer lo que yo hago. Cuando tratan de recuperar a una joven que ha sido casada por la fuerza los vecinos les insultan y golpean. Se tienen que marchar humillados», asegura Zhu.

En las aldeas chinas está considerado un mal presagio no casar a todos sus habitantes y en ocasiones los secuestros son organizados por todo el pueblo en un intento por evitar que la población envejezca. Jóvenes que antes no tenían posibilidad de encontrar pareja por culpa de taras físicas o psíquicas están siendo solicitadas como esposas en una sociedad que a menudo las discriminaba.

Para millones de guang guan la cuestión ha dejado de ser si conocerán algún día a la mujer de sus sueños. «¿Conoceré a alguna?», se preguntan a secas. Elegir ha dejado de ser una opción para solterones como Duncan Deng.

Este modesto corredor de seguros de 35 años rellenó hace tres años la ficha de una de las agencias matrimoniales que han surgido al rescate de los solteros de la nueva China y todavía hoy espera la llamada que cambie su vida. «Ahora son las mujeres las que pueden elegir y se han vuelto muy exigentes. Y claro, buscan a alguien joven y rico. Los que como yo no tenemos mucho dinero no tenemos posibilidades», se lamenta Duncan en un restaurante de comida rápida de la ciudad de Guangzhou.

La mala noticia para los más jóvenes es que el tiempo está en su contra y en adelante las cosas sólo pueden empeorar. En las zonas rurales, donde el desequilibrio es mayor, hasta el 80% de los niños de entre cinco y 10 años son varones. Cuando estén en edad de casarse será aún más difícil encontrar pareja. En el Guangdong rural, donde las familias se agrupan en clanes que viven en casas de varias alturas, los mayores esperan que los hijos se casen y traigan a sus mujeres a la vivienda común para así crear una familia que mantenga a los mayores. Todo un sistema de sociedad está ahora en peligro.

Los demógrafos creen que el desequilibrio va a aumentar de forma imparable hasta 2020, cuando se calcula que el número de solteros de entre 18 y 30 años supere al total de población española.

Los investigadores británicos Hudson y Andre den Boer, de la Universidad de Kent, recuerdan que a mediados del siglo XIX la provincia china de Shandong vivió una situación similar. Uno de cada cuatro hombres se encontraba sin mujer y, desesperados, muchos de ellos se convirtieron en bandidos o terminaron por sumarse a una rebelión contra la dinastía Qing.

¿Está China abocada a sufrir un nuevo estallido social? Los pocos expertos que se atreven a hablar claramente aseguran que el país puede esperar con toda seguridad un aumento del crimen, de la prostitución y de la violencia. «Cuando la indignación de todos esos solteros crezca con el tiempo, se convertirán en un problema capaz de desestabilizar el país», según el estudio de los profesores Den Boer, que recuerdan que Portugal invadió el norte de África en la Edad Media para dar alguna ocupación a los miles de solteros descarriados que tenía.

En la nueva China, donde la apertura económica de los últimos años ha abierto una importante brecha social entre los que tienen y los que no tienen, los más pobres están perdiendo claramente la carrera por formar una familia. Un ejército de 150 millones de emigrantes ha abandonado el campo para buscar una oportunidad en la ciudad, donde a menudo viven de forma ilegal y son discriminados.

Zhang Zhan Lun, que llegó a Guangdong de la vecina provincia de Guangxi hace un año, se encuentra en paro y sin novia. «Sin trabajo ni casa ni dinero, ¿cómo voy a encontrar esposa?», se pregunta sentado en un parque de la ciudad de Guangzhou junto con cinco amigos en su misma situación, todos de entre 20 y 30 años.

Mao Zedong ya denunció en los años 60 la falta de suficientes esposas para las clases más desfavorecidas del país. Los actuales dirigentes dicen estar detrás de una solución y han creado una red de agencias matrimoniales para tratar de ayudar a buscar pareja a quienes estén dispuestos a pagar entre 20 y 80 euros.

EL DINERO SÍ IMPORTA
La señora Li, que dirige la mayor oficina de la provincia, con más de 10.000 hombres y mujeres inscritos, asegura que en sus catálogos hay gente que lleva años buscando en vano. «Antes las mujeres no se preocupaban tanto por el dinero, pero ahora es lo primero que miran», dice esta celestina profesional.

Las revistas y periódicos chinos están repletos de anuncios de hombres que ofrecen la mejor descripción posible de sí mismos con la esperanza de atraer a alguna lectora. «Hombre tierno, modesto y hablador busca mujer, no importa que sea bonita o fea, tenga o no hacienda», se puede leer en uno de los anuncios, representativo de lo mucho que han cambiado las cosas para los hombres.

Restablecer cierto orden demográfico en China podría mitigar el problema, al menos en parte. En Guangdong, por ejemplo, hay zonas donde no sólo no faltan mujeres, sino que sobran. Las jóvenes de entre 16 y 25 años han despoblado en los últimos años las villas rurales para irse a vivir a zonas industriales y trabajar en fábricas. En una de ellas, cerca de la ciudad de Shenzhen, un investigador chino contó 200.000 mujeres y 4.000 hombres.Semejante paraíso para solteros está vetado para miles de inmigrantes sin documentación y no pueden entrar en las llamadas zonas económicas especiales.

La preferencia por el varón tiene en China 4.000 años de historia.Entre una quinta y una cuarta parte de las niñas nacidas en los siglos XVIII y XIX fueron asesinadas por sus padres, según un estudio de los historiadores Wang Feng y Lee.

Muchas familias ni siquiera incluyen a sus hijas cuando responden a la pregunta de cuántos hijos tienen. Los niños están considerados como «una cuenta de ahorro en el banco» y tienen mucho más valor porque mantienen el nombre de la familia y ayudan a los padres cuando envejecen. Ellas se marchan con el marido y el dinero que ganan sirve para mantener a la familia del esposo.

ABORTOS ILEGALES
En el distrito de Chaoyang la determinación de tener varones provocó primero una epidemia de infanticidios y ahora de abortos.Las máquinas de ultrasonidos se esconden bajo llave o debajo de las camillas de los hospitales.

Las interrupciones de embarazo se realizan por poco más de 50 euros en míseros sanatorios ilegales. Como el sexo del feto no suele conocerse antes del quinto mes, la mayoría de las operaciones se llevan a cabo cuando el embarazo se encuentra muy avanzado.En los pocos casos en que la policía consigue imponer la prohibición de las ecografías, las mujeres acuden a doctores tradicionales que a menudo se equivocan, provocando abortos de fetos masculinos.

El régimen chino, en un intento de poner en orden su política de natalidad, ha comenzado a aplicar esta semana la primera Ley nacional de planificación familiar que fija las condiciones de la política de un solo hijo de 1979, que hasta ahora dependía de la arbitrariedad de los funcionarios locales. La consecuencia era que, mientras miles de mujeres pobres sufrían esterilizaciones forzosas y eran obligadas a abortar, otras familias acomodadas compraban con sobornos los permisos para tener hasta tres y cuatro hijos.

Algunos sectores del Partido Comunista creen que la solución está en suavizar la aplicación de la política de un solo hijo -impuesta más rigurosamente en las ciudades- aumentando el número de parejas que pueden tener dos hijos y dando así otra oportunidad a los padres para obtener el varón.

En algunas partes se están ensayando alternativas más flexibles en el control de una población que supera ya los 1.300 millones de personas. En Yushui, en la provincia de Jiangxi, las autoridades están dejando que sean las mujeres las que decidan el número de hijos que quieren tener. La educación sustituye a la represión y los preservativos a los castigos ejemplares.

De lo que ocurra en lugares como Yushui puede depender la futura política de natalidad. Entre tanto, las autoridades han emprendido una batalla imposible por detener los abortos selectivos de niñas.Los médicos tienen prohibido por ley revelar el sexo del bebé.La trampa es sencilla: si es niño dejan escapar una sonrisa y cuando es niña hacen una mueca de tristeza. Una mujer menos, un futuro soltero más para la China del siglo XXI.


30 MILLONES DE «DESAPARECIDAS» EN LA INDIA por P. VILLALOBOS

En los países más poblados del planeta, el término infanticidio se equipara a genocidio desde hace ya tiempo. Y no es una cuestión de vocabulario sino de números: solamente en la India, más de 30,5 millones de niñas se encuentran «desaparecidas», según el último estudio mundial. En este país, al igual que en sus vecinos China, Bangladesh o Pakistán, el infanticidio femenino se ha convertido en una práctica predominante y aceptada socialmente.

Cada año mueren en la India por deseo de sus progenitores en torno a dos millones de niñas, con el resultado de 933 féminas por cada 1.000 varones, según el Informe de Desarrollo Humano de la ONU de este último año. Así, no es de extrañar que en un hospital de Bombay, de 8.000 fetos abortados, 7.999 correspondiesen a niñas. Pero todo se queda en estimaciones, pues algunos médicos incluso recorren las aldeas con los aparatos de diagnóstico prenatal para determinar si el sexo del bebé merece o no la vida. Si la respuesta es negativa, la muerte no quedará registrada. Así, en esta zona del mundo, el infanticidio se torna una regla, más que una excepción. Los padres -aunque las estadísticas muestran que en mayor medida, las madres- matan a sus hijos cuando se ven inmersos en una situación de angustia. Por eso, aunque muchas razones pueden dar motivo a esta violencia, se aventajan en la lista la pobreza y el control de la población: es un intento desesperado de que los que sobrevivan se libren de la hambruna.

Criar a una niña en la India supone un desembolso oneroso para las familias, sobre todo por la necesidad de reunir la dote suficiente que la lleve al matrimonio, su único futuro posible: este motivo constituye el principal cimiento en el que se basan las muertes de féminas. En China influye también la cuestión económica. Al ser uno de los países con menor rendimiento agrícola del mundo, un matrimonio se ve prácticamente obligado a tener tres hijos varones para que, al menos, uno llegue a la edad adulta. Esto convierte a las niñas en una carga para su familia; meras consumidoras, incapaces de aportar nada a la escasa economía del hogar.

Pero no sólo el hambre es cómplice de los asesinatos: ambos países mantienen una estructura cultural y social de amplio dominio patriarcal, en la que el nacimiento de una niña, por el mero hecho de su sexo, se contempla casi como una deshonra familiar.



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