Domingo 8 de septiembre de 2002 - Número 360

11-S | UN AÑO DESPUÉS

Hizo de Sadam y venció a EEUU
CÓMO UN GENERAL condecorado en Vietnam derrotó al ejército americano en el mayor y más costoso juego de guerra de todos los tiempos

JULIAN BORGER. The Guardian / EL MUNDO
El teniente general retirado Paul van Riper. / JOE MAHONEY
En pleno verano, mientras en Washington los rumores de la invasión de Irak crecían como oscuras nubes de una tormenta que se avecina, las fuerzas armadas estadounidenses llevaron a cabo un ensayo utilizando más de 13.000 soldados, innumerables ordenadores y 250 millones de dólares. Oficialmente ganó EEUU y uno de los denominados por el Pentágono estados gamberros -a saber, Irán, Irak, Sudán, Libia, Siria, Cuba y Corea del Norte- fue liberado de un malvado dictador.

Pero lo que en realidad sucedió fue algo completamente distinto, algo que ha hecho sonar las alarmas en todas las estructuras de defensa del país y ha suscitado dudas sobre la preparación militar de éste para una invasión de Irak. Porque quien verdaderamente ganó ese juego de guerra fue Sadam Husein. Bueno, el marine retirado que hacía de Sadam Husein, el teniente general Paul van Riper.

En los primeros días del ejercicio, utilizando tácticas de sorpresa y poco ortodoxas, el astuto veterano de Vietnam, de 64 años, hundió la mayor parte de la flota expedicionaria de EEUU en el Golfo Pérsico y detuvo el ataque norteamericano.

Lo que ocurrió después resultará familiar a todo el que haya jugado a los soldados en el recreo. Al verse ante el brusco y embarazoso final del ejercicio militar más caro de la historia del país, los jefes del Pentágono se limitaron a hacer como si nada hubiera ocurrido. Ordenaron a sus muertos que resucitaran y reflotaron los barcos hundidos.

MIRAR A OTRO LADO
Después mandaron a las fuerzas enemigas que miraran para otro lado mientras sus soldados hacían desembarcos anfibios. Al final, Van Riper estaba tan harto que se negó a seguir jugando. Se quedó al margen haciendo cáusticas observaciones hasta que el juego, que duró tres semanas y llevaba el grandilocuente título de Desafío del Milenio, llegara a un final tachonado de estrellas el 15 de agosto con la victoria de EEUU.

Pero si el Pentágono creía que iba a poder guardar en secreto el fiasco, subestimaba a Van Riper. Marine clásico condecorado con el Corazón Púrpura en Vietnam, el oficial retirado se ha decidido a revelarlo. Entre otras razones, porque está convencido de que los soldados americanos van a ser enviados al campo de batalla con una serie de tácticas mal concebidas y que no se han sometido a prueba.

«No han aprendido nada de todo esto», afirma. Y añade que el ejercicio fue un tongo casi desde el principio.

El Desafío del Milenio ha sido el mayor juego de guerra de todos los tiempos. Estuvieron dos años planificándolo y supuso operaciones integradas del Ejército, la Marina, la Fuerza Aérea y los marines.Los ejercicios fueron en parte reales, con 13.000 soldados diseminados por el país, apoyados por aviones y barcos de verdad, y en parte virtuales, generados por ordenador con técnicas similares a las empleadas en películas de éxito como Gladiator.

El juego se ambientó teóricamente en 2007 y lanzaba a las fuerzas del país Azul (EEUU) contra las del país Rojo, una nación del Golfo Pérsico con un gran poder militar regida por un megalómano loco pero taimado. Lo que es casi lo mismo que decir contra Irak.

«Se dijo que era un juego libre», asegura Van Riper. «En otras palabras, había dos bandos y los dos debían tratar de ganar».Y él, a pesar de tener que interpretar el papel de malvado dictador, se tomó muy en serio lo de ganar. Intuyó que las fuerzas azules lanzarían un ataque sorpresa, en línea con la nueva doctrina de Washington. Y decidió atacar primero.

Van Riper tenía a su disposición una flotilla generada por ordenador de pequeños barcos y aviones, muchos de ellos civiles, que mantuvo alrededor del Golfo Pérsico virtual. Cuando la flota norteamericana entró en el Golfo, Van Riper dio una señal, no en una transmisión por radio, que podría haber sido interceptada, sino en un mensaje codificado emitido desde los minaretes de las mezquitas en la llamada a la oración, y los aparentemente inofensivos aviones deportivos se volvieron mortíferos de repente, estrellándose a montones contra los buques azules al estilo de los atentados suicidas del 11-S.

En total fueron hundidos 16 barcos, junto con miles de marineros.De haber sido una ofensiva real, habría resultado el peor desastre naval en la historia de EEUU desde el ataque a Pearl Harbour.Fue en ese momento cuando los generales que hacían el seguimiento del juego bélico pidieron tiempo muerto.

«Una frase recurrente era: "Esto jamás habría pasado"», recuerda Van Riper. «Tampoco a nadie se le había ocurrido que alguien fuera a lanzar un avión contra las Torres Gemelas...».

Al final se resolvió que los soldados azules no estaban muertos de verdad y, de la misma manera, se sacaron los barcos del mar.

No fue todo. A Van Riper le impusieron que sus tropas utilizaran teléfonos celulares y por satélite para realizar sus comunicaciones, y le obligaron a paralizar sus defensas aéreas en determinados momentos y lugares. «Estaba todo preparado de antemano», asevera.

Dentro de sus limitaciones, cada vez mayores, Van Riper siguió acosando a las fuerzas azules con heterodoxas tácticas hasta que un día, cree que el 29 de julio, se encontró con que sus órdenes ya no eran escuchadas por sus subordinados. Al final, Van Riper lo dejó. EEUU había ganado, sí, pero con trampas.

La versión que da el ex marine del Desafío del Milenio no ha sido discutida por el Pentágono. «Usted me mata el primer día y yo me quedo aquí los 13 siguientes sin hacer nada o me resucita y me utiliza 13 días más para aprovechar el experimento. ¿Cuál es la mejor opción?», justificó el vicepresidente de la junta de jefes del Estado Mayor conjunto, el general Peter Pace, cuando fue interrogado al respecto en una rueda de prensa.

RETÓRICA MILITAR
Van Riper coincide con Pace en principio, pero dice que ese argumento no viene al caso. Y es que lo que subyace en la polémica no es el prurito de un general cascarrabias retirado sino la eficacia de la nueva doctrina militar impulsada por el Pentágono.

Las fuerzas armadas norteamericanas se encuentran en pleno proceso de transformación. La idea general es conseguir tropas más flexibles, móviles e imaginativas. Para ello se han desarrollado conceptos como el de Operación Rápida y Decisiva, fundamento de la estrategia azul en el Desafío del Milenio.

El resultado del juego ha dejado en evidencia todo ese nuevo planteamiento, que para muchos altos mandos del Ejército, incluido Van Riper, es sólo retórica. «¡Como si alguien quisiera operaciones lentas y no decisivas! No son más que eslóganes», gruñe el veterano.

Van Riper niega que sea contrario al nuevo pensamiento militar.Sólo cree que habría que explicarlo en lenguaje claro y someterlo a prueba. «Mi mayor preocupación», precisa, «es que viéramos a futuras fuerzas intentando utilizar estas cosas sin haberlas probado antes».

Estos días, el nombre de Van Riper hace que unos frunzan el ceño y otros pongan los ojos en blanco, pero parece que tiene el callado apoyo de los militares uniformados, que serán los primeros en descubrir si los planes de invasión de Irak funcionarán en la vida real. «Puede que sea un auténtico pelmazo, pero eso es bueno», dijo al Army Times otro oficial retirado. «Es un gran tipo y un gran patriota, y está haciendo esto con toda la razón de mundo».


EL GALLEGO QUE SÍ VOLARÁ EL 11-S por JOSEFA PAREDES

Será lo que tenga que ser. O la ley del obús, o la Ley de Murphy. Más me vale que sea la primera». La ley del obús es la regla que, vacilante entre la teoría de las probabilidades y el pensamiento mágico, afirma que nunca caen dos bombas en el mismo agujero.

Pese a que sus bases son tan poco consistentes, Óscar Cobos, compostelano de 31 años, no tendrá más remedio que confiar en ella para embarcar en el avión que le llevará a la ciudad de Nueva York el próximo miércoles, sin temer que la tostada caiga de nuevo por el lado de la mantequilla sobre una diana emblemática en pleno centro de Manhattan.

Óscar vive en la Gran Manzana desde hace tres años. Allí enseña a bailar muñeiras a sus alumnos, casi todos hijos de emigrantes, en los centros gallegos de Nueva York y Nueva Jersey. «Si me voy el 11 de septiembre es porque tengo que trabajar el día 12, sólo eso. Y no quería terminar antes mis vacaciones». Además, compró el billete hace más de tres meses en una oferta especial, para volar entre el 11 de junio y el aniversario del atentado con la compañía Continental Airlines. Se ha ahorrado 200 dólares, casi 35.000 pesetas. Si hubiera comprado su pasaje en Estados Unidos hoy, el precio hubiera sido prácticamente testimonial.

El bailarín encara el vuelo dándose aires de duro de película: «Cuando te toca, te toca. Y la verdad, prefiero que sea en un avión volando a Nueva York que en casa en la bañera», sentencia.Pero ni con esa pose ha conseguido tranquilizar a sus padres, a sus amigos ni a su novia, que han tratado sin parar de convencerle para que se marche antes.

Los miedos de Óscar viajan más a ras de suelo. «No tengo miedo del avión, sino de lo que pueda suceder cuando llegue allí. Caos, retrasos y cantidad de controles. Todos sabemos lo que pasa.Basta que no seas de allí para que te miren con otros ojos».

Hace un año Óscar estaba desayunando cuando el primer avión chocó contra una de las torres. Salió a la calle a tiempo de ver cómo se derrumbaba el World Trade Center. Pese a ello, y a los oráculos que han vaticinado toda clase de desgracias desde las televisiones norteamericanas, ha vencido la psicosis colectiva. Pero admite que «la sensación de ir montado encima de una diana» no se la va a quitar nadie.

Resume Óscar, gráficamente, con un dicho gallego: «Quen ten cu, ten medo». Es decir, el que tiene trasero tiene miedo.



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