Domingo 22 de diciembre de 2002 - Número 375

ARGENTINA | LA SEÑORA Y SUS EXTRAÑOS HEREDEROS

La señora y sus extraños herederos

MEMPO GIARDINELLI. Buenos Aires
Carlos Menem, enfrentado al diario «Clarín», podría ser según muchos analistas el urdidor de la encarcelación de Ernestina Herrera.
En la luminosa tarde de diciembre, cuando el calor en Buenos Aires trepa hasta casi los 40 grados, de pronto se hizo la noche para una de las dos mujeres más poderosas de este país. Ernestina Herrera de Noble, a los 77 años vio llegar por primera vez en su vida a un patrullero policial con sus ocupantes en actitud poco amistosa. Eran las cinco de la tarde del martes día 17 de diciembre cuando a Ernestina la llevaron a prisión.

Directora de Clarín, el diario más importante de Argentina, La Señora, como todo el mundo la llama, preside desde 1969 un emporio editorial y mediático formidable: el Canal 13 de la televisión abierta, un sistema de cable, la radio más potente del país (Radio Mitre, AM 790), una productora de cine y televisión, tiene acciones en diarios y revistas del interior del país y decisiva influencia en la industria papelera.

Primero secretaria, luego esposa y finalmente viuda del periodista y empresario Roberto Noble (1901-1969), fundador de Clarín en 1945, ella siempre estuvo -lo haya querido o no- en el centro de todas las cuestiones políticas de la zarandeada y nunca exhausta Argentina de los últimos 30 años. Pero jamás había sido tocada por la Justicia, esa fantasmal organización que aquí se supone es el tercer poder, pero que es más bien fuente de sospechas de todo tipo.

La acusación que afectó a esta discreta dama, que se ocupó de eludir siempre cualquier posibilidad de figurar y soportó con estoicismo las infinitas suposiciones acerca de su conducta y sus preferencias, no es menor. El juez federal del más elegante suburbio bonaerense (San Isidro) Roberto Marquevich, la hizo arrestar en el marco de una causa en la que investiga la adopción de los dos hijos de esta mujer: Marcela y Felipe Noble Herrera.La niña se sospecha nacida en la próspera provincia de Mendoza.El niño, en la siempre castigada Tucumán. La acusación es grave y -para Argentina- emblemática: «Uso de documento público falso».Lo que, traducido, significa que dichos menores pudieron haber sido hijos de militantes políticos encarcelados y luego desaparecidos, entregados en adopción de manera irregular. La Argentina de estos años está colmada de estos casos, y la sociedad hipersensibilizada al respecto.

LA DICTADURA
Lo cierto es que la situación presuntamente irregular de los Noble Herrera (ambos hoy de 26 años de edad) ya fue agitada en otras ocasiones durante el Gobierno de Carlos Menem, quien siempre quiso -y en ocasiones logró- condicionar la línea editorial del Grupo Clarín. La acusación contra Ernestina Herrera conllevó la suposición ominosa de que durante la última dictadura (1976-1983) ella pudo haber utilizado su poder para apropiarse de dos hijos de desaparecidos. Las fechas de adopción -mayo y julio de 1976- y la extraña velocidad de la justicia de la época para resolver asuntos delicados, dan pábulo a tales sospechas.

Además, es menester recordar que en última instancia, y aunque todos prefieren evitarlo, acá está en juego una cuestión ética fundamental: no sólo se discute la identidad de dos personas hoy adultas, sino también el derecho a la verdad que siempre defendieron las Abuelas de la Plaza de Mayo (que resistían a la dictadura cuando el diario Clarín la defendía) y, por supuesto, la mismísima libertad de expresión. A lo que hay que añadir que Marcela y Felipe Noble Herrera son los herederos de una fortuna de 1.000 millones de euros y de un gigantesco poder, el cual perderían en caso de probarse otras filiaciones. Y esto también dejaría al Grupo prácticamente acéfalo, toda vez que el matrimonio entre Roberto Noble y Ernestina Herrera no tuvo descendencia natural.

Al contrario de la otra multimillonaria famosa de la Argentina, Amalia Lacroze de Fortabat (de 87 años y también viuda heredera de un emporio, en este caso cementero), quien no dejó pasar la oportunidad de codearse con el poder político, económico e incluso militar durante la dictadura, la señora Herrera de Noble fue siempre un dechado de discreción y vida recatada.

Quizás por eso alcanzó la consideración que hoy tiene, incluso entre algunos de sus rivales en el mundo empresarial periodístico.Y probablemente fue esa misma la razón por la cual, durante toda esta semana, el Caso Noble mantuvo en vilo a esta sociedad superando incluso al primer aniversario del mar de cacerolazos que, el 20 de diciembre de 2001, expulsó al entonces presidente Fernando de la Rúa y al superministro de Economía Domingo Cavallo.

Ernestina es una mujer de apariencia frágil y con evidentes signos de múltiples cirugías estéticas, que sin duda ha pasado en estos días los momentos más espantosos de su vida, y no solamente porque a su edad sufre de una diabetes que requiere tratamiento con insulina, sino porque detrás de todo esto se encubren, seguramente, las más sórdidas intrigas, que hoy son casi naturales en este país arruinado incluso hasta los límites últimos de la autoestima, la confianza y la credibilidad.

Y es que la historia de la actual desdicha de esta mujer también comienza -como casi todas las tragedias contemporáneas de Argentina- en las frías y macabras noches del otoño y el invierno australes de 1976, cuando, a partir del golpe de estado del 24 de marzo, la Junta Militar encabezada por el general Jorge Rafael Videla y el almirante Emilio Massera se apoderó de vidas y bienes en este país. En aquel entonces el diario Clarín, como casi todos los medios periodísticos de la Argentina, debió someterse a la autocensura y el autoritarismo más feroz. Las desapariciones de personas se producían por decenas cada noche y todas las garantías constitucionales estaban suspendidas, en medio del toque de queda y el estado de sitio. Y como se supo muchos años después, ése fue el periodo en el que se produjo la mayor cantidad de apropiaciones ilegales de bebés, entregados a jerarcas y amigos del régimen.

Es clave recordar lo anterior para comprender algunas rarezas de este complejísimo caso. He aquí el repaso de los hechos: Ernestina Herrera de Noble se presenta el 13 de mayo de 1976 ante el Juzgado de Menores número 1 de San Isidro, a cargo de la jueza Ofelia Hejt (hoy fallecida) y declara que 11 días antes encontró una niña abandonada en la puerta de su casa, dentro de una caja de cartón; que ha cuidado de ella desde entonces y que pide la guarda provisoria y posterior adopción. Ofrece dos testigos: su vecina Yolanda Echagüe de Aragón y Roberto García, su chófer del diario Clarín. La jueza le otorga de inmediato la guarda provisional de la niña, a la que llaman Marcela.

Dos meses más tarde, el 7 de julio de 1976 y ante el mismo juzgado, se presenta una mujer que dice llamarse Carmen Luisa Delta y ser madre soltera del bebé que lleva en brazos y de quien afirma que ha nacido tres meses antes, el 17 de abril. Dice que no puede mantenerlo y entrega el niño a la jueza antes de retirarse, dejando en el juzgado un número de documento de identidad y un domicilio, que luego resultan ser falsos. La señora de Noble se presenta ese mismo día, 7 de julio, y pide la guarda de ese menor, certificando que ya tiene la custodia de la niña Marcela. Se le otorga en el acto la guarda del varoncito. El 19 de agosto la jueza Heft sentencia que corresponde imponer el nombre de Felipe Noble Herrera al bebé.

Hoy, cuando Marcela y Felipe tienen ya 26 años, son estudiantes universitarios y mantienen vidas privadas absolutamente discretas, existen diversas causas judiciales que los reclaman como posibles hijos de desaparecidos. La querellante María Amelia Herrera de Miranda sospecha que Marcela puede ser su nieta. Y otra querellante, Estela Gualdero, reclama a Felipe como posible miembro de la familia García-Gualdero.

«SHOCK» EMOCIONAL
Puesto que ahora se sabe que quien dijo ser madre biológica de Felipe es inencontrable (no existe nadie llamado Carmen Luisa Delta y el documento de identidad que ofreció en 1976 está a nombre de un tal Carlos Hugo Talkowski), y ante varias denuncias e investigaciones requeridas, el juez Marquevich, a la vez que ordenó el arresto de la señora Herrera de Noble dispuso que a los jóvenes Marcela y Felipe se les realizara un examen de ADN.Los jóvenes se negaron, aduciendo que eso podría producirles un «shock emocional».

Los abogados de los Noble Herrera consiguieron que la Cámara Federal de San Martín, contra el criterio del juez, suspendiera dichos exámenes. Por cierto, hay otros casos pendientes de resolución a este respecto, en la Corte Suprema, pues no es la primera vez que supuestos hijos de desaparecidos se niegan a hacerse estas pruebas.

Lo cual no deja de ser absurdo, porque no parece haber otra solución que la que en estos días volvió a exponer la presidenta de las Abuelas de la Plaza de Mayo, Estela Barnes de Carlotto, con impecable sentido común: «De haberse realizado esos estudios, hoy los chicos podrían saber quiénes son. O no. Pero en cualquier caso no hubieran roto su relación con su madre adoptiva y no se hubieran producido estos episodios traumáticos».

En medio del escándalo mediático que todo esto ha provocado y del silencio absoluto y el casi ocultamiento en que están los jóvenes Noble Herrera, la misma Carlotto ha tenido que recordar que desde 1984 La Señora se ha negado reiteradamente a recibir a las Abuelas.

Y es que la causa es confusa, también, porque la detención de Herrera de Noble se produce como consecuencia de una acusación de 1995. En agosto de ese año, una mujer, Ana Elisa Feldmann de Jaján, denunció que las partidas de nacimiento de Marcela y Felipe habían sido amañadas. Pero aquella denuncia se hizo en condiciones sospechosas, ya que ese mismo día el marido de la denunciante, Emilio Jaján, era condenado a un año y tres meses de prisión por intento de estafa procesal en un pleito contra la señora de Noble. Podía pensarse en una típica venganza. La denuncia fue desestimada en aquel momento por el propio juez Marquevich. Los Jaján no se amilanaron y en noviembre de 1977 reiteraron la denuncia, esta vez ante otro juez federal, Adolfo Bagnasco, quien, un año después, también desestimó las pruebas.Y todavía en junio de 2000 hubo una tercera denuncia, efectuada por un controvertido dirigente del nacionalismo más ramplón de Argentina, Guillermo Patricio Kelly, que tampoco prosperó.

Pero más allá del interés que tuvieran los Jaján o Kelly, el hecho cierto era y es que Marcela y Felipe Noble Herrera fueron adoptados en 1976, el año más horroroso de la dictadura, el año en que los uniformados comenzaron con su plan sistemático de apropiación de niños.

Fueron esos hechos los que explican que aquella primera denuncia de la señora Jaján fuera respaldada por las Abuelas de la Plaza de Mayo, posiblemente la institución más respetada y transparente que existe en el país. Ellas han conseguido devolver la identidad a 270 de los más de 3.000 niños y niñas que se sospecha fueron arrebatados a sus madres presas en las cárceles de una dictadura que, desde su inicio en marzo de 1976 hasta la llegada de Alfonsín en 1983, dejó más de 30.000 desaparecidos.

Estela de Carlotto advierte que ellas sólo exigen «prudencia y respeto» en el tratamiento del caso pues «existe la posibilidad, pero no está probado» que los jóvenes Noble Herrera sean hijos de detenidos-desaparecidos. «Que lo sean o no es algo que sólo se va a determinar cuando se hagan el análisis de ADN...».

UN JUEZ SOSPECHOSO
En estos días, los medios de prensa porteños son un hervidero.Este caso es portada de todos los diarios y revistas porque es evidente la existencia de tramas ocultas. Nadie considera normal que a una mujer tan poderosa, de avanzada edad y enferma, se la investigue de este modo implacable. Y sobre todo es llamativo que el juez de la causa sea un magistrado con indesmentibles lazos con la mafia menemista.

Porque el juez Roberto Marquevich es un magistrado con muchas sombras. Proveniente de una familia de origen montenegrino, ex jugador de rugby y con más de 30 años de carrera judicial, Marquevich (53 años, tres hijos) estudió Derecho con los jesuitas en la Universidad del Salvador. Deportista y elegante, los suyos le llaman Tito y se dice que debajo de su escritorio suele dormitar un gigantesco mastín. Pero si los jueces -como se dice en su jerga- sólo hablan a través de sus sentencias, las de este hombre son bien curiosas.

Por ejemplo, Marquevich es el juez que más hijos de desaparecidos ayudó a encontrar, pero a la vez es uno de los que más sentencias cuestionables tiene en su haber: no condenó a nadie cuando Menem hizo echar de la residencia presidencial de Olivos a su entonces esposa, Zulema Yoma. Fue célebre su papelón en la causa conocida como La secta de los Niños de Dios, en la que encarceló a un montón de gente y ordenó que 137 niños fueran sacados de sus casas para ser repartidos en hogares de menores, por lo que fue reprendido por la Cámara Federal. Y en 1997 incautó nada menos que 2.200 kilos de cocaína escondida en una exportación de pulpa de frutillas aunque, cuatro años después, todo terminó en la nada y con los acusados absueltos por razones procesales.

Nombrado juez federal en 1991 por el Gobierno de Carlos Menem, hoy Marquevich tiene pendientes varias peticiones de juicio político que han venido siendo frenadas gracias a la labor de sus defensores en el Consejo de la Magistratura: el senador Miguel Pichetto y la diputada Leila Chaya, ambos incondicionales seguidores de Carlos Menem. Y sin embargo, y para completar sus contradictorias dotes, hay que decir que fue él quien en 1998 volvió a meter en prisión al ex dictador Videla precisamente por el delito de apropiación sistemática de bebés.

Conclusión. La teoría que hoy recorre las redacciones de todo el país es que aquí se está dirimiendo una lucha sorda entre Menem y el actual presidente Eduardo Duhalde. Una guerra en la cual el poder mediático es vital, porque la relación de Clarín con el Gobierno de Menem siempre fue poco clara. Y ahora es vox populi en este país que Menem y su inmenso y oscuro poder económico están detrás de todo esto. Hay múltiples afirmaciones y algunas denuncias de que Marcela y Felipe han sido objeto de amenazas e intentos de chantajes políticos más de una vez.

El diario afirma que existen «claros indicios de que ahora se trata de golpear a La Señora para condicionar y afectar la tarea periodística de Clarín. El objetivo final es silenciar a los medios independientes...». Clarín conjetura con que «este complot estaría impulsado por personajes que tuvieron relevancia en los últimos años, entre los que se encontrarían empresarios con intereses en medios de comunicación y con fuertes lazos políticos y judiciales, y algunos ex funcionarios». Con lo cual aluden ostensiblemente al todavía vigente poder del menemismo, que en los últimos meses ha ido adquiriendo un canal de televisión abierta, la otra radio más potente de Buenos Aires y ya controla diarios, revistas, emisoras radiales y canales de cable en todo el país.

Como toda tragedia humana, las contradicciones y las miserias estan a la orden del día. Pase lo que pase, y se haga lo que se haga en este país, los argentinos seguimos marcados por los apenas 26 años que han pasado desde entonces. Lo mismo que hoy tienen estos chicos, verdaderas víctimas de la tragedia.

Mempo Giardinelli es escritor y periodista argentino.


EL SÍNDROME «EVITA» por MARTÍN PRIETO

Ernestina Herrera de Noble, propietaria de uno de los mayores multimedia del cono sur americano, se disputa con Amalia Lacroze de Fortabat, dueña de un holding liderado por la cementera Loma Negra, el título de la primera o la segunda fortuna argentina.Sea como fuere, los dos primeros matrimonios industriales del país son propiedad de mujeres. Y la una a la otra persiguen sus imágenes como espejos. Amalita, joven divorciada con una hija, casó con Fortabat cuando éste era un irredimible y viejo solterón que había gastado todas sus energías en ser el primer productor sudamericano de cemento. A su muerte legó todo a su viuda con la cláusula de que no volviera a contraer matrimonio. Amalita estuvo a punto de romper el legado cuando se enamoró seriamente del embajador de España, Alfaro-Polanco, con su mujer enferma en Madrid. José María Alfaro, falangista, coautor del Cara al Sol, miembro (berlangesco) de la Asociación de Amigos del Verdugo de Burgos, tenía don para las mujeres. No había taxista en Buenos Aires que le cobrara la carrera al embajador de España, y no era casual verle una lluviosa tarde porteña tender su abrigo en el empedrado para que una dama no se salpicara los tacones.Amalita le propuso fugarse a algún paraíso desconocido o alejado de Madrid y Buenos Aires, pero las presiones de la hija de Alfaro acabaron con aquella tormentosa relación. Cuando murió el embajador, La Prensa (diario de Amalia) le despidió con páginas y páginas como si hubiera sido presidente de la República. Hoy ella vive más tiempo en su penthouse neoyorkino frente al Central Park que en su tierra, donde guarda una pinacoteca incalculable. Por sus relaciones internacionales personales el presidente Menem la nombró ministra plenipotenciaria de la nación, y en sus buenos tiempos enviaba su Jet Lear privado a Washington para recoger a sus amigos (los Rockefeller, los Bush, o los Kennedy) para una parrillada en su suntuosa estancia ganadera bonaerense. Matrimoniar con el poder, y ejercerlo, es común a todas partes, pero parece pesar más que en ninguna en la Argentina, aún bajo el síndrome de Evita. La iconografía evitista puede hacer suponer que Perón fue empujado poderosamente por sus mujeres. No fue así; ellas (la segunda, Eva Duarte, y la tercera, Isabelita Martínez) fueron servomandos del general, que las utilizó tanto como las despreció.La muerte masculina de las parejas es el director de escena de estas óperas criollas. Si el cáncer no hubiera estrangulado los ovarios de Evita, ésta, ya en el camino de la vicepresidencia, hubiera llegado de seguro a la Casa Rosada, igual que Isabelita.Como una ágrafa Ernestina (hoy presa por falsificación de documentos públicos de sus hijos Felipe y Marcela) pilotó a través de un amante, un imperio informativo que ya lo quisiera Jesús de Polanco.Como una alicaída (los múltiples lifting repetidos por el brasileño Ivo Pitangy las hacen parecerse unas a otras como barbies de edad incierta) Amalita en cuyo apogeo se calculaba el crecimiento argentino según la marcha de sus empresas. Ricas y solas y hasta presas o exiliadas. El síndrome de Eva Perón pesa como la losa que la cubre en el cementerio de La Recoleta.



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