Domingo 29 de diciembre de 2002 - Número 376

CÁRCEL | MATÓ A SU PADRE CON UNA BALLESTA

¿Libertad para el asesino artista?
Se acercó a su padre con una ballesta montada y le disparó en la nuca. Empezaba 1994. Ahora un juez de Vigilancia Penitenciaria propone que Andrés Rabadán, de 30 años, vuelva a ser libre. Su propia hermana está dispuesta a acogerlo en casa. Un pasado de malos tratos y el suicidio de su madre cuando tenía nueve años pudieron ser los causantes de la esquizofrenia paranoide que le llevó a convertirse en un criminal


En prisión, Andrés Rabadán, «el asesino de la ballesta», ha depurado su vocación pictórica. Este cuadro, titulado El perdón, podría interpretarse como una muestra de arrepentimiento por el asesinato del padre. Hay coleccionistas que consideran que estos dibujos adquirirán gran valor.
Andrés Rabadán nunca ha estado tan cerca de conseguir la libertad como ahora. El loco de la ballesta, el joven que en 1994 mató a su padre disparándole varios dardos con una ballesta, está curado de su esquizofrenia, según los médicos. Siendo así, no procede que se mantenga el internamiento psiquiátrico a que en su día le condenó un tribunal, según un juez de Barcelona, sus amigos y sus seres queridos.

Rabadán puede salir a la calle en cualquier momento. La memoria que se guarda sobre su horrible crimen y la realidad formal, la que fija el ordenamiento jurídico, pueden entrar en colisión si es puesto en libertad. Su caso no es el de un preso reinsertado, sino el de un enfermo que se ha curado. Fue absuelto, por enajenación mental, de la muerte de su padre y de los tres descarrilamientos de trenes de que se le acusó.

Lleva casi 10 años encerrado, sin un solo permiso. A pesar de lo que pudiera parecer, su familia le espera. Su hermana Carmen ha decidido que Andrés se vaya a vivir con ella, su marido y sus dos hijos, en cuanto recobre la libertad.

Carmen vive ahora en un pueblo de la provincia de Barcelona, aunque durante un tiempo lo hizo en Andalucía, donde se trasladó con su familia para refugiarse del trauma que supuso el asesinato de su padre a manos de su hermano. El crimen no impidió nunca que siguiera manteniendo contacto con Andrés y que, desde su retorno a Cataluña, éste haya sido incluso más intenso.

José, el tercero de los hermanos Rabadán, ha tenido un comportamiento sensiblemente distinto al de Carmen. Se ha mantenido mucho más distante con respecto a las evoluciones del joven de 30 años conocido como el loco de la ballesta. Sin embargo, tanto Carmen como José acudieron el pasado 28 de noviembre a la inauguración de la última exposición de cuadros de Andrés. Ambos escucharon cómo un grupo de amigos de Andrés leían una carta en la que, además de pedir la libertad del joven, evocaban episodios de malos tratos familiares de los que hasta ahora no se había tenido noticia alguna.

Se trata de unos antecedentes, apenas enunciados, que dan una nueva dimensión al caso del loco de la ballesta y que podrían explicar por qué Carmen ha decidido acoger en su casa al asesino de su padre; su propio hermano.

Durante la lectura de la carta que sirvió para inaugurar solemnemente la exposición de dibujos del joven, los amigos de Rabadán afirmaron: «Andrés, has sido, como tus hermanos, víctima innegable de una situación familiar muy grave de malos tratos físicos, pero sobre todo psicológicos, que nos escandalizan cuando oímos que se atribuyen a otros niños. Y esto ha hecho cambiar, poco a poco, la visión que todos teníamos de esta negra historia».

SUICIDIO DE LA MADRE
Esa «negra historia» a la que se referían los amigos de Rabadán seguramente empezó cuando este interno del pabellón psiquiátrico de la prisión de Quatre Camins era sólo un niño. A la edad de nueve años, Andrés vio a su madre muerta colgada de una lámpara del domicilio familiar. Nadie entendió entonces por qué una mujer con tres hijos y toda una vida por delante se había suicidado.Hoy algunos creen ver respuestas en el hecho de que la vida familiar de los Rabadán no fue tan plácida como pudo ponerse de manifiesto durante el juicio. No se dijo ni una sola palabra de los presuntos malos tratos a que eran sometidos los hermanos Rabadán.

Después del fallecimiento de su madre y de la emancipación de sus dos hermanos mayores, Andrés siguió viviendo con su padre.Fue en 1994 cuando mató a su progenitor. Ocurrió en la cocina del domicilio. El joven se acercó a su padre por la espalda y disparó con su ballesta una flecha que se clavó en la cabeza de su víctima. Después efectuó dos o tres disparos más.

Durante la fase de instrucción del caso, Rabadán declaró que hizo esos últimos disparos para que su padre no sufriera más.Antes de dirigirse a la Guardia Civil para entregarse, colocó bajo la cabeza de su padre una almohada y le cruzó los brazos sobre el pecho.

Andrés fue internado hasta la celebración del juicio. Su confinamiento se prolonga hasta hoy. Rabadán no es un preso común, ni siquiera es un hombre condenado. Fue absuelto de todos los cargos. El tribunal, sin embargo, ordenó que fuera aislado del resto de la sociedad hasta que se demostrara que su enfermedad se había curado.

La vida de Rabadán en prisión atravesó varias etapas. Hubo una primera en la que se dedicó a acabar el COU y aprobar la Selectividad, reto que no le supuso problemas. Su inteligencia es notable, según los numerosos informes psicológicos realizados durante y tras el juicio. Después de esa fase más expansiva, se deprimió. Quienes le conocieron en aquella época recuerdan que se descuidó mucho. No participaba en actividad alguna y dejó de afeitarse.Fue trasladado de centro y protagonizó su primer intento de fuga.

Después del preceptivo castigo, tuvo fases de recuperación. Fueron especialmente significativos los momentos que siguieron a la entrada en escena de la primera profesora de Arte que le ayudó a mejorar sus técnicas. Andrés ya había demostrado sus dotes para el dibujo y la pintura cuando estaba en libertad, pero durante su internamiento ha ido depurando sus dotes.

Abandonó la medicación por prescripción médica. La mejora, según diversos voluntarios sociales de prisiones consultados por este diario, fue notable. Se sintió cada vez mejor e inició entonces su lucha por recuperar la libertad.

Protagonizó dos intentos de fuga más. Dijo que lo hacía para llamar la atención sobre su caso. La última de ellas, el pasado mes de marzo, la llevó a cabo semanas después de una carta que envió al tribunal que debía decidir la suspensión de su internamiento.Prácticamente les avisaba de que iba a intentar evadirse.

«Reconozco que soy culpable y que tiempo atrás fui un asesino.Pero ahora las cosas ya no son como antes, los años me han envejecido y madurado, y yo, que ya no soy un peligro para nadie, siento dentro del alma que la vida me llama y que he de salir de aquí; que, si me quedo más años, acabaré en un rincón, medio inútil, y habiendo perdido toda mi ilusión por vivir. Así que les suplico que entiendan que este sistema penitenciario me oprime tan fuertemente que, si no salto, acabaré aplastado».

INTENTO DE FUGA
A las pocas semanas de escribir esta carta, trató de fugarse.Fue interceptado antes de lograrlo y llevado desde la prisión de Brians a la cárcel Modelo. Allí estuvo unas semanas en situación de aislamiento. De allí fue a la prisión de Quatre Camins, en cuyo módulo psiquiátrico se encuentra actualmente.

Durante todos estos años ha mantenido muy buenas relaciones con el personal voluntario. Montse Mosoll, una religiosa que colabora en las prisiones catalanas, dice conocer muy bien a Rabadán.Fue una de las firmantes de la carta en la que se pide la libertad del joven conocido como el loco de la ballesta. «Estoy convencida de que no será un peligro para la sociedad si queda en libertad», asegura. «Le he visto mejorar año tras año en diversos conceptos -continúa-. Me gustaría que toda la gente con la que trato fuera como él. Tiene un fuerte sentido de la dignidad. Es respetuoso, dialogante, delicado y ha mejorado muchísimo su autoestima, aunque es muy autocrítico».

Mosoll afirma que Rabadán está arrepentido de lo que hizo. A pesar de que ha sido muchas veces tachado de hombre frío, esta voluntaria social mantiene que varias ocasiones se ha adentrado en su intimidad. «Me ha comunicado sus sentimientos». Dice no entender la postura de la Fiscalía, que se opone a la libertad de Rabadán aduciendo que el hecho de que su enfermedad esté estabilizada no supone que esté curado, aunque los psiquiatras afirmen otra cosa. «Me llama la atención el escrito del fiscal, ¿en qué se basa para decir lo que dice?».

Tanto Mosoll como otros amigos de Rabadán están muy ilusionados con el actual proceso judicial que puede desembocar en la libertad del loco de la ballesta.

Jordi García, su amigo y confidente desde la infancia, visitó a Andrés en prisión hace menos de dos meses. Dice que lo vio bien, muy equilibrado. «Le prometí que en cuanto quede en libertad nos iremos de acampada a Benasque, donde voy cada año». Se comprometió a ello después de enseñarle unas fotos de las últimas vacaciones de verano que pasó en el Pirineo de Huesca. «Le encantaron los paisajes que le enseñé».

«APORTARÁ COSAS»
Este joven trabajador de la construcción tiene la esperanza de que en cuanto su amigo logre la libertad «la sociedad le deje rehacer su vida, porque puede aportar muchas cosas». Jordi se refería, entre otras cosas, a las capacidades artísticas de su amigo Andrés.

No es el único que cree que en las aptitudes del loco de la ballesta. Más de la mitad de los 40 dibujos que se exponen en el restaurante Amaya de Barcelona están ya vendidos. Un aficionado a la pintura y coleccionista holandés, afincado en Madrid, el doctor en veterinaria Hans Zonnevylle, asegura que está impresionado. «Me ha encantado su pintura. Sus trazos son goyescos. Es un genio».

Zonnevylle conoció la obra de Rabadán gracias a un reportaje televisivo sobre la exposición del restaurante Amaya. El pasado viernes compró por teléfono varias de las obras de Rabadán. Está convencido de que tarde o temprano tendrán gran valor.

Todos los dibujos expuestos en el restaurante propiedad del empresario Ignacio Torralba están hechos con bolígrafo bic en folios DIN A3 y DIN A4. Tras el último intento de fuga le fueron retiradas las pinturas, las paletas y los lienzos. Tuvo que conformarse con lo que tenía a su alcance. De su mano surgieron obras como El perdón, Trepando por el muro, La mano de Jesús crucificado, Escorpiones o Ella, Orión y yo.

Torralba es un entusiasta de la obra de Rabadán. Ésta es la segunda exposición que organiza con la obra de este joven. «Si le dan posibilidades, nos dará muchas sorpresas», dijo el día en que se inauguró la muestra. Está decidido a alargar la exposición el tiempo que haga falta para que le dé tiempo a su amigo Andrés «de venir a verla».


UNA PLUMA CERTERA

«Nunca he leído nada parecido». La editora de Plaza y Janés hace esta afirmación sin titubeos, convencida de que el libro de Andrés (Andrés Rabadán, más conocido como el asesino de la ballesta), dará muchísimo que hablar por la calidad de su literatura y por los contenidos del compendio de pequeños relatos desde la cárcel.El contrato con el asesino convicto, que puede salir a la calle próximamente, fue firmado hace unos días en Barcelona. Las memorias de este esquizofrénico paranoide con indudables dotes para la creatividad (al escribir, al pintar, incluso al asesinar a su padre) llevarán por título Historias desde la cárcel y serán publicadas en abril o mayo de 2003. En los folios, escritos en catalán y a mano, con un bolígrafo bic, retrata diferentes aspectos de la vida en la cárcel, de los presos, de los funcionarios, con una visión realista pero, en absoluto, amargada. Según ha sabido CRÓNICA, en ningún momento se refiere al violento asesinato de su padre. Una de las condiciones del contrato, por el que ya ha cobrado un anticipo, es que su foto no aparezca en portada.Plaza publicará las memorias en castellano y en catalán.



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