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 DIRECTORIO   Domingo 12 de enero de 2003, número 377
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GUERRA CIVIL / UN LIBRO MUY POLÉMICO
El ex grapo que perdono a Franco
PIO MOA, ex miembro de GRAPO, publica en La Esfera «Los mitos de la Guerra Civil», una revisión de la Historia española que retrata a la derecha como víctima y al general rebelde como respetuoso con la Constitución
ANIBAL MALVAR
Fotografía policial de Pío Moa difundida en febrero de 1977. En aquel momento, el autor estaba huido junto a Hierro y Arenas.

JULIAN JAÉN
   

La conducta de Francisco Franco [durante la II República] se ofrece clara: acatar la ley [...] y actuar sólo en caso extremo. Él fue el último en sublevarse contra la República, y no sólo entre los militares [...]. Llegamos a la conclusión de que [Franco] obró con más coherencia y respeto a la Constitución que, desde luego, el propio Manuel Azaña».


Estas palabras no proceden de ningún egregio representante de la historiografía filofranquista. Pío Moa, su autor, gallego de 55 años, fue en 1976 uno de los fundadores de los Grupos de Resistencia Antifascista Primero de Octubre (GRAPO). Participó, aunque nunca directamente -su historial está limpio de delitos de sangre-, en los secuestros de Antonio María Oriol de Urquijo (11 de diciembre de 1976) y del teniente general Villaescusa, presidente del Consejo Superior de Justicia Militar, 12 días más tarde.

Desde la cúpula del Partido Comunista de España (reconstituido) -brazo político de GRAPO- fue, hasta su expulsión, decretada en 1977 por sus veleidades autocríticas, el responsable de propaganda de la banda armada. Tras la liberación policial de Oriol y Villaescusa no quiso calificar el golpe asestado a la banda como una victoria más de los revolucionarios en su escalada hacia la definitiva liberación de la clase trabajadora. Tal actitud fue reprobada.Admitir el fracaso era «desmoralizante» para las masas obreras que esperaban la epifanía roja augurada por el PCE(r).

Veinticinco años más tarde Pío Moa es historiador. Y su pensamiento -el hombre es el único animal que tropieza, etc...-sigue siendo «desmoralizante» para los utopistas más pueriles de la izquierda.La Esfera de los Libros publica ahora el volumen Los mitos de la Guerra Civil, que cierra una controvertida trilogía sobre la II República que refuta tesis de estudiosos tan respetados como Paul Preston, Santos Juliá, Javier Tussel, Stanley Payne o Antonio Elorza.


EL «BULO» DE ASTURIAS


Para Pío Moa la guerra española del 36 es consecuencia de las constantes zancadillas de pólvora que pone la propia izquierda a la República; la represión del 34 en Asturias es un «bulo»; la dictadura de Franco fue sólo tibiamente cruenta, excepto en los 40; el Caudillo moderniza y enriquece España y la viste de largo para el desafinado vals de la transición democrática.

«No soy ni he sido nunca franquista», aclara el autor vigués, por si acaso, en la penumbra del Ateneo de Madrid, antiguo «nido de rojos» según los gavilanes de la Brigada Político-Social de Franco: «Soy demócrata, y si usted observa los peligros para la democracia, proceden en su mayoría del viejo antifranquismo: así el terrorismo, la pretensión de "enterrar a Montesquieu", la gran corrupción de hace unos años...».

Para los historiadores de izquierdas, Pío Moa es un arribista sin sillón en el Parnaso; para sus ex correligionarios, un traidor que se ha sumado al ventajista cortejo de los intelectuales derechizados por las limosnas procedentes de un conservadurismo gobernante que busca lavar su rostro de estigmas franquistas o, más sutilmente, maquillar la propia Historia redibujando un Franco bonancible ante una juventud supuestamente desinformada o absentista.

Todos los libros de Pío Moa han salido haciendo daño. Desde que, en 1983, se publica De un tiempo y de un país -rescatada este año por Ediciones Encuentro-, autobiografía política y sentimental de sus años de lucha. En la España convulsa del primer felipismo, ese libro era un riesgo, casi un suicidio. A Pío Moa le tenían ganas sus antiguos compañeros -«un llamamiento al partido para estar alerta contra el feroz contrarrevolucionario en que había degenerado mi persona» fue publicado en Bandera Roja, órgano del PCE(r), en el 77- y la policía. Los uniformados propalaron entre periodistas la especie de que Moa se había entregado y estaba bajo custodia. Lo relata él mismo: «La finalidad del bulo no tenía secreto: presentarme como confidente, proporcionar a los del partido una coartada para lanzarse contra mí». Años antes, en el 78, los GRAPO habían ajusticiado -disparo en la nuca- a un joven acusado de haber delatado al comité vigués. «Cualquier anochecer caminaba a casa, especulando: ¿y si me saliera al paso un fulano con una pistola? ¿Conseguiría golpearle en los testículos o en los ojos, o desviarle el arma a tiempo? En las películas funciona, pero en realidad caían tipos mucho más avezados, expertos en lucha como debían serlo bastantes pasmas. Me veía desangrándome, rabiando de impotencia», recuerda en De un tiempo y de un país.

GRAPO sigue, aún hoy, activo, a pesar de las detenciones del camarada Arenas (noviembre de 2000) y de Fernando Hierro Chomón (julio de 2002). Aunque el temor se ha ido disipando con el tiempo, aclara Moa.

¿Pero cómo explicar la evolución de un izquierdista predispuesto incluso a la lucha armada hacia un pensamiento rayano, como historiador al menos, en empatías con el franquismo? «El mío fue un proceso lento, muy progresivo, hasta que me di cuenta de que el análisis marxista de la sociedad era falso», explica.

Los mitos de la Guerra Civil no es, sin embargo, una excrecencia pasional de esta conversión. El ejercicio intelectual que Pío Moa propone a sus lectores consiste en dinamitar los presuntos tópicos que «el espíritu conciliador» y políticamente correcto ha instalado en la Historia. Por ejemplo, el mito del PSOE como garante del orden republicano, cuando en el bienio derechista urdió con los nacionalistas catalanes de Esquerra, según el autor, un alzamiento que pretendía «la abolición de los partidos de derecha -y con ello de la legalidad y la democracia-, con el encarcelamiento de quienes en octubre del 34 habían salvado la legalidad republicana». Sin embargo, para Stanley Payne el citado alzamiento es forzado por la católica y ultraconservadora CEDA (Confederación Española de Derechas Autónomas), como el propio Moa se encarga de aclarar a pie de obra.


VICTIMAS DE DIOS


Para Moa, ni la CEDA de José María Gil Robles -«buena parte de la historiografía ha querido presentarlo como un líder prácticamente fascista o pronazi, pero se trata de una falsedad evidente», escribe- ni la Falange de José Antonio hacen durante la República gesto alguno para subvertir el orden constitucional. Al contrario.Como a la Iglesia, Moa los retrata como derecha victimizada que aguanta constantes asesinatos y vejaciones por parte de las milicias rojas urbanas hasta que su situación se hace insostenible. Como prueba aporta el hecho de que los conservadores ni siquiera apoyaran la sanjurjada (intento fallido de asonada urdido por el General Sanjurjo en abril de 1931). «Las izquierdas, en general, justificaron los desmanes como procedentes del pueblo», escribe Moa en referencia a la quema de conventos de 1931. Sólo a partir de mayo de 1936, dos meses antes del alzamiento, reconoce el autor que «la masa popular de la derecha empezaba a ver su salvación en el recurso de la violencia».

Son éstos escasos ejemplos de los tópicos que Moa osa ahora revisar.«El lenguaje original del mito es simbólico, se vale de personajes y hechos irreales o cuya realidad ha sido transformada para [...] fines inspiradores de tipo religioso o ético. De esa irrealidad deriva una segunda acepción de la palabra mito, la de simple fraude urdido ex profeso para motivar adhesión política», escribe el autor en un prefacio a Los mitos de la Guerra Civil. Un cuarto de siglo después de abandonar la lucha armada, Pío Moa sigue empeñado, parece, en dinamitar algunas cosas.


«Los mitos de la Guerra Civil», de Pío Moa, estará en las librerías a partir del próximo 21 de enero, publicado por La Esfera de los Libros.


Pie de foto titulada

UN REVOLUCIONARIO DE LA HISTORIOGRAFIA. Los libros de Moa (en la imagen, en el Ateneo de Madrid, bajo un retrato de Azaña) sobre la República y la Guerra Civil han sido considerados por Federico Jiménez Losantos como jalones de «un antes y un después» en la exégesis de las causas del Alzamiento. Su éxito de ventas corrobora que Losantos no es el único admirador del osado y «a contracorriente» análisis del vigués.




 
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