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 DIRECTORIO   Domingo, 19 de Enero de 2003, número 379
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GRAFIOSIS / LA ENFERMEDAD QUE MATA
NOS QUEDAMOS SIN OLMOS
EL ARBOL de Machado no es el único que corre peligro. Una enfermedad amenaza a toda la especie. Plantarlos en Canarias puede ser su única salvación
FERNANDO SANTIAGO / JUAN PABLO CARDENAL
   

El olmo soriano y centenario que inspiró a Antonio Machado en su Canto a un olmo seco no sólo está seco y muerto. También se está quedando solo. El más alegórico árbol de la literatura española, ubicado en el camino al cementerio de la iglesia soriana de Nuestra Señora de la Espina, donde descansan los restos mortales de Leonor -la amada que enamoró al poeta durante su retiro en Soria- acabará por desplomarse sobre la vía pública si no se toman medidas. El peso de algunas ramas lo ha desnivelado hacia la derecha, levantando sus raíces por encima de la superficie; y sólo una improvisada obra de cemento, ladrillos y una jardinera de hormigón evitan, de momento, la caída segura de un árbol que es un símbolo. Si finalmente es víctima de la dejadez, el olmo de Machado se convertirá en símbolo de un auténtico holocausto verde.


Desde hace más de 25 años, los olmos están heridos de muerte en España y en el resto de Europa. Una plaga demoledora, la grafiosis (provocada por el hongo Ophiostoma ulmi), que obstruye los vasos conductores de la savia y segrega unas toxinas que producen su envenenamiento, los fulmina por millones. Una vez infectado, en cuestión de semanas las hojas de un olmo robusto y sano se doblan y se decoloran repentinamente.

Los longevos olmos (viven entre 200 y 300 años) fueron testigos de numerosos capítulos de la vida de Machado: «De los parques las olmedas son las buenas arboledas que nos han visto jugar, cuando eran nuestros cabellos rubios y, con nieve en ellos, nos han de ver meditar...», dejó escrito el poeta. El que apenas se sostiene en Soria le arrancó algunos de sus versos más tristes: «Al olmo viejo, hendido por el rayo y en su mitad podrido, con las lluvias de abril y el sol de mayo, algunas hojas verdes le han salido. Antes que te derribe, olmo del Duero, con su hacha el leñador...».

Esta vez el hacha tiene forma de hongo. La grafiosis se transmite por vía aérea y por la lluvia, pero sobre todo por las esporas que un insecto porta en las patas; un coleóptero del género Scolytus que se introduce en el árbol, perfora galerías en su interior, difunde el hongo hasta las raíces y colapsa los vasos que transportan la savia. Un árbol adulto afectado puede tener de media cuatro billones de esporas del hongo causante de la grafiosis. El hombre, al trasladar su madera (valiosa por su dureza, su resistencia a la putrefacción y porque es fácil de trabajar), también ha contribuido a propagar la enfermedad.

Aunque la grafiosis ya se manifestó en los años 30, desde los 70 una cepa mucho más agresiva ha sido la causante de una devastación que sigue hoy sin poder contenerse. En el Reino Unido se estima que han muerto unos 30 millones de olmos en no más de 20 años.La bestia penetró en España por Huelva y Guipúzcoa en 1980 y 1981, y ahora se extiende por todo el país: según un inventario de 1986, el 82% de los olmedos españoles estaban infectados.Uno de cada cuatro olmedos había visto perecer a la mitad de sus árboles hendidos por el rayo de la grafiosis.

«Con varios cientos de ejemplares, sólo queda un olmedo sano.Está situado en la localidad madrileña de Rivas Vaciamadrid», dice Salusciano Iglesias, responsable del Centro de Mejora Genética Forestal Puerta de Hierro. Para el programa de Estudio, Mejora y Conservación del olmo, en el que trabajan la Dirección General para la Conservación de la Naturaleza (Ministerio de Medio Ambiente) y la Universidad Politécnica de Madrid desde hace 17 años, este olmedo madrileño representa no sólo un enigma (situado en el centro de la Península, estaría expuesto al contagio sin posibilidad de aislamiento), sino un excelente banco de pruebas. «Trabajamos para conocer totalmente los agentes implicados en la enfermedad, en la conservación de los recursos genéticos de los olmos y en la obtención de individuos resistentes a la enfermedad», explica Iglesias.

En concreto, se está llevando un control exhaustivo de los coleópteros que transmiten el hongo por vía de las fumigaciones. Igualmente, seleccionan olmos que hayan mostrado cierta tolerancia al ser inoculados con el hongo, para hacer cruces y obtener individuos resistentes. Así se han realizado ya 8.000 plantaciones con resultados prometedores: «Una decena de ejemplares adultos ha mostrado un nivel de resistencia muy bueno, y a corto plazo esta cantidad aumentará considerablemente», asegura Iglesias, esperanzado en que, aunque el proceso es largo, «están sentadas las bases para que el hombre rescate al olmo».

Otra de las labores del citado programa es convertir Canarias en reserva de olmos. Las islas no conocen la grafiosis y la transmisión es prácticamente imposible porque la distancia de contagio es obviamente enorme. Allí, donde hay muy pocos ejemplares, se están plantando las semillas de los olmos sanos localizados en la Península, con la seguridad de que la enfermedad no se transmite a través de las semillas.

Aunque los esfuerzos en el campo científico son considerables, con todo, la suerte de este árbol, de silueta y aspecto majestuosos, de hoja caduca y copa ceñida y regular que alcanza los 30 metros de altura (olmo común), está también unida a su capacidad de adaptación y regeneración. Si no, a la tragedia natural habrá que añadir también la literaria, en tanto que los árboles han sido desde siempre espejo del alma de los poetas. Habrá que preguntarse, como hizo Machado en uno de sus versos: «¿Tienen los viejos olmos algunas hojas nuevas?». Mientras la ciencia busca las respuestas, con 18.000 euros bastaría para petrificar el olmo de Soria, como se hizo con el árbol de Guernica.

«Olmo... mi corazón espera también, hacia la luz y hacia la vida, otro milagro de la primavera».


18.000 EUROS PARA MANTENERLO EN PIE
El 4 de mayo de 1912, Antonio Machado escribió Al olmo seco inspirándose en el árbol de la imagen, ubicado frente al cementerio de la iglesia soriana Nuestra Señora de la Espina. A modo de homenaje, sus versos están clavados en el tronco. El árbol, ya muerto, está a punto de desplomarse. Petrificarlo, como se hizo con el árbol de Guernica, costaría 18.000 euros.




 
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