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 DIRECTORIO   Domingo 23 de Febrero de 2003, número 384
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NECROLOGICAS/ UN GÉNERO CON FUTURO
Cuénteme, señor difunto
La vanidad del ser humano de hablar incluso después de muerto quizás explique la existencia de «Epílogo», un programa que hace entrevistas a famosos para emitirlas tras su muerte
ANA MARIA ORTIZ
J. Antonio Bardem, 1922-2002
   

El pasado jueves, a las doce de la mañana, la periodista Begoña Aranguren tomó asiento frente a un señor mayor, una figura destacada del mundo de las artes. En cuanto la cámara comenzó a grabar, Begoña lanzó la primera pregunta: «Le recuerdo que esta entrevista será emitida cuando usted haya muerto. En primer lugar, díganos, ¿cómo le gustaría ser recordado?». La estancia no tiene muebles, adornos o cuadros en las paredes. Cámaras, las justas. Durante unas dos horas y media, el invitado hace repaso de toda su existencia, con la libertad de palabra que da saber que lo que allí diga sólo será escuchado cuando haya muerto.


Acabado el testamento visual, Begoña Aranguren e Isabel Vergarajaúregui, dueñas de la productora Maradentro y de la idea de grabar en vida testimonios para su difusión póstuma, editan la cinta. El entrevistado visualiza el resultado (su vida y obra en 55 minutos), le da el visto bueno y asiste al depósito del vídeo ante notario.El compromiso, firmado, dice que sólo saldrá de allí cuando el protagonista haya muerto, y se emitirá en el programa Epílogo, de Canal Plus.


El grabado el jueves hacía el Epílogo número 61. Sólo 14 de sus protagonistas han fallecido. El resto de los vídeos, hasta 47, siguen bajo custodia notarial. Al periodista Emilio Romero, el último emitido el pasado domingo, le precedieron José María Gironella, Juan Antonio Bardem, Eugenio Gronell, Paco Rabal, Luca de Tena, Laureano López Rodó, Antonio Ferrandis, Jesús Puente, Pedro Laín Entralgo, José Agustín Goytisolo, Antonio Buero Vallejo, Gonzalo Torrente Ballester y Antonio Saura.


«La gente puede decir: "Pero hombre, ¿cómo se le hace esto a un señor en vida?". Sinceramente, van por su propio pie, porque les da la gana, porque quieren dejar la última entrevista como testamento visual», dice Begoña Aranguren para salir al paso de la críticas que cuestionan la ética de su programa. «Nunca jamás hemos buscado el amarillismo. No nos interesa saber si tuvo tres amantes en Guadalajara y dos hijos ilegítimos. Incluso ha habido gente que lo ha dicho y luego nos ha llamado: "¿Os importa quitarlo". Y lo quitamos».


Las creadoras reconocen que no ha sido fácil reclutar gente dispuesta a participar, pero aseguran que han tenido mejor acogida de la que esperaban. El pintor Antonio Saura, protagonista del primer Epílogo emitido, captó a la primera el mensaje: «En cuanto os venga bien». A otros les dio mal fario. Camilo José Cela se negó en redondo, igual que Jaime de Armiñán, Luis García Berlanga o Sabino Fernández Campo. Estos tres últimos, vivos y bien vivos.«No es que crea en gafes ni cosas de ésas», dice Sabino Fernández Campo, «pero el que se acuda a uno ya es señal de que tiene muchos años, y ¿para qué se le va a recordar?. Y yo, lo que diga, quiero atreverme a decirlo en vida».


Santiago Carrillo, pese a la insistencia, tampoco hablará después de muerto: «Begoña Aranguren lo intentó incluso a través de amigos comunes. Me parece un tema muy macabro y no tengo ninguna ambición de seguir reinando después de morir. Es una concesión a la vanidad que tenemos los hombres, que estamos dispuestos a hablar incluso después de muerto. Yo he hablado y escrito mucho a lo largo de mi vida, el que quiera saber lo que pienso de las cosas que me han acontecido que busque lo escrito y lo hablado».


Epílogo comenzó a nacer en el despacho del filósofo José Luis López Aranguren, tío de Begoña. Ésta cuenta que el profesor se enfurecía cada vez que un medio de comunicación lo llamaba para que escribiera la necrológica de un amigo o un colega aún vivo.La idea de que el homenajeado tuviera la posibilidad de gestar su propia necrológica le pareció una salida airosa. Él mismo se ofreció como protagonista, aunque su salud le impidió hacerlo.


Es un secreto a voces que periódicos, radios y televisiones tienen archivos con obituarios y necrológicas ya preparados. Así, si de modo imprevisto se produce el fallecimiento de un persona de primera línea, el medio tiene asegurada la cobertura casi inmediata del deceso: el Papa, Boris Yeltsin, Ronald Reagan...La práctica ha dado lugar a tantas anécdotas que se podría escribir un libro. Famosa es la reacción de Mark Twain cuando se difundió por error su muerte. «La noticia es una verdad anticipada, un dato inevitable, pero prematuro», escribió a la agencia que lo había hecho público. Se cuenta que Ramón Gómez de la Serna leyó su obituario ojeando el periódico en el metro y George Harrison, el ex Beatle fallecido en 2001, lo escuchó por la radio.



MUERTO Y RESUCITADO

Un periodista de Associated Press, que preparaba anticipadamente la necrológica del actor norteamericano Bob Hope, difundió por error el teletipo (en junio de 1998) a todos los medios de comunicación. Hasta en el Congreso interrumpieron la sesión para dar el pésame a la familia. Deshecho el entuerto, en Internet se abrió un sitio en el que se apostaba qué día el actor pasaría a mejor vida.Digna de mención es la historia que recoge Alex Grijelmo en El estilo del periodista. Un ciudadano de a pie se presentó en la redacción de un periódico burgalés para pedir una rectificación.Habían publicado su nombre entre las necrológicas y a su casa no dejaban de llegar pésames. Al día siguiente, el hombre apareció en el apartado de nacimientos.


La fórmula de anticiparse a la muerte viene de largo. Ya Lope de Vega escribió un soneto criticando la práctica. Era costumbre entre los poetas de la época hacer elegías a los nobles muertos y, como herederos solían recompensar el detalle, algunos las escribían de antemano para asegurarse que nadie se les adelantaba.El soneto reza así: «Tú, que epitafios a los vivos haces, y en tu imaginación muertos los tienes; ¿qué exequias para ti, qué horas previenes? (...) Pues que no los heredas, no los mates; que abrir las sepulturas a los muertos más es del azadón que de la pluma».


La cita sale del repertorio de Eduardo Pardo, periodista sevillano que ultima una tesis doctoral sobre las necrológicas. Dice que es el género periodístico menos estudiado en nuestro país; que, entre los medios de comunicación, sólo el libro de estilo de este periódico le dedica un apartado y que en España sería impensable la existencia de necrólogos, como sucede en EEUU. Albin Krebs y Tom Bennett, que han pasado a la historia como dos de los mejores escritores de obituarios, llegaron a contar con la participación de los futuros difuntos.


En nuestro país, que se sepa, esto sólo sucede en Epílogo, premio Ondas en 1999 al programa más innovador. Y eso que no le fue fácil a Begoña Aranguren vender una fórmula necrológica tan atípica.Tras varios contactos con TVE, en 1998 Canal Plus prestó oídos a una idea que se le antojaba imposible. Así que pidió a las periodistas las firmas de 10 o 12 personas que estuvieran dispuestas a participar. Entre ellas, José Agustín Goytisolo, Laín Entralgo, Juan Antonio Bardem... Muchos aún no han muerto y a Begoña le gusta bromear con que su programa es un seguro de vida: «Nosotras cobramos en cuanto está montado, así que no tenemos ningún interés en que muera nadie, Dios me libre. Afortunadamente ha muerto poquísima gente y siempre decimos que aquel que hace un Epílogo dura eternamente».


Guarda con extremo celo el nombre de las 47 personas (11 son mujeres) cuyo testamento visual ya está grabado. Pero se sabe que entre ellos figura José Luis de Vilallonga. El flechazo entre él y Begoña Aranguren surgió precisamente cuando grababan el Epílogo del escritor. Su matrimonio ya se ha roto, pero la cinta sigue ahí, esperando.




 
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