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 DIRECTORIO   Domingo 4 de mayo de 2003, número 394
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TRAFICO / ATENTO A LA CARRETERA
La distracción que lleva a la muerte
MAÑANA leeremos la estadística de muertos en este puente de Mayo.Y queda otro, tras una siniestra Semana Santa. ¿Principal culpable? la falta de atención, no el alcohol, ni la velocidad
JUAN PABLO CARDENAL

Si usted va conduciendo su vehículo por la carretera y suena el móvil, lo coge y responde, sepa que cambiarán sus pulsaciones, su actividad cerebral y la conductividad eléctrica de su piel, produciéndole un efecto sorpresa con altas posibilidades de distracción.Si sigue hablando, después del primer minuto y medio de conversación su atención disminuirá imperceptiblemente, y perderá de vista el 40% de las señales de tráfico y de los peatones, y dejará de calibrar todo lo que ocurra a su alrededor.


Si fue usted quien realizó la llamada, habrá necesitado al menos entre cinco y 10 segundos para marcar el número, por lo que, si circulaba a 120 kilómetros por hora, recorrerá entre 180 y 350 metros sin el control adecuado de su vehículo. Usar el teléfono móvil al volante comporta un riesgo tan elevado que, según estudios llevados a cabo por el Instituto Universitario de Tráfico y Seguridad Vial (INTRAS) de Valencia, equivale a conducir con una tasa de alcoholemia en sangre de un gramo por litro o, lo que es lo mismo, a que el riesgo de accidente llegue a multiplicarse entre cinco y 10 veces.


Es cierto que los teléfonos móviles también pueden ser de gran utilidad: para alertar rápidamente en un accidente o en una emergencia.Pero su peligrosidad es evidente porque dispara la accidentalidad por los despistes que generan, incluidos los teléfonos de manos libres. Ahora bien, no son los únicos hábitos que ponen en riesgo nuestra seguridad y la de los demás. Según los estudios de INTRAS: encender un cigarrillo, fumar o manipular el cenicero; encender la radio, meter un casete o un CD; hablar por el móvil; comer o beber conduciendo; limpiar algo del interior del coche; pensar en cosas ajenas al tráfico; mirarse en el espejo; mirar algún objeto del entorno; jugar con un niño o acompañantes; mirar un mapa o un libro; volver la cabeza para hablar con un pasajero; o expulsar un insecto del coche, entre otras, son situaciones cotidianas al volante que resultan altamente peligrosas.


Todos los estudios coinciden en que entre el 70% y el 90% de los accidentes son causados por el denominado factor humano.«Los fallos humanos que preceden al accidente son múltiples, pero sería ingenuo pensar que se deben únicamente a la velocidad o al alcohol», asegura el catedrático de Seguridad Vial de la Universidad de Valencia, Luis Montoro González. Como parece intuirse del accidente de autobús en Zaragoza, a principios de semana, las distracciones y la deficiente atención están presentes habitualmente como causa principal de los accidentes en carretera. «No se está prestando la atención debida a las distracciones, cuando representan ya el 35% de los accidentes en nuestro país», subraya Montoro.


Pese a ello, las campañas de seguridad vial siguen poniendo el acento casi exclusivamente sobre la velocidad, cuando «lo preocupante», según este experto, «es que en los últimos años hemos detectado que los accidentes por distracciones siguen una línea ascendente», remata.


Los 126 muertos sobre el asfalto de la pasada Semana Santa superaron a los del pasado año. Mañana desayunaremos con cifras también trágicas, del puente de mayo que hoy termina. Números mortales que se repetirán en San Isidro, el 15 de mayo, y que lo convertirán en un puente negro más.



LA IDA ES PELIGROSA

La Semana Santa y los puentes largos son especialmente proclives a la alta siniestralidad en términos relativos. «Son periodos cortos en los que se cubren largas distancias, aprovechando al máximo el poco tiempo disponible, y que no se realizan en las mejores condiciones: se sale disparado tras la jornada laboral y no se prepara el viaje, ni el vehículo», argumenta Montoro.Los momentos de riesgo, según las estadísticas, se acumulan en los viajes de ida más que en los de regreso, con especial peligro en los kilómetros finales, cuando la fatiga está mucho más presente.


Ya en el destino, los trayectos cortos, en los que la concentración es menor, son los más peligrosos. Muchos de ellos es de imaginar que serán por distracciones, con consecuencias especialmente graves, ya que en un despiste de tres segundos a una velocidad de 120 km/h se recorren casi 100 metros sin control.


Pocas distracciones se producen en tramos de curvas y muchas, en cambio, acontecen en rectas. Las consecuencias de un accidente son mucho más trágicas cuando éste ocurre por un despiste; de hecho, sólo el factor sueño suele tener peores resultados, ya que ni los reflejos ni una reacción a la desesperada son posibles.


En carreteras de doble sentido donde la invasión de los carriles contrarios y los choques frontales son mucho más habituales, las consecuencias son decididamente peores, ya que las autovías y autopistas tienen calzadas más amplias y disponen de sistemas de contención. En la estadística de accidentabilidad consultada para elaborar un reportaje sobre la carretera más peligrosa de España (MAGAZINE, 24-VI-01), la N-340 a su paso por Tarragona, se deduce que la mayoría de accidentes mortales fueron a consecuencia de choques frontales y frontolaterales en tramos perfectamente rectos, con visibilidad total, y entre las dos y las ocho de la tarde. La sofisticación de los vehículos, que requieren menor esfuerzo de manejo, y la mejora de las vías -más seguras-, reducen el nivel de activación y atención del conductor.


Los numerosos factores antes descritos, que dan lugar a una atención inadecuada al volante y que provocan distracciones y accidentes, no son los únicos. Las carreteras muy conocidas o las grandes rectas dan pie a reducir el estado de alerta, a la vez que es el momento en que se aprovecha para realizar todas aquellas actividades inherentemente peligrosas para la conducción.


A ellos habría que añadir la falta de atención que ocasionan los distintos sistemas tecnológicos que incorporan los nuevos vehículos, los errores de reconocimiento o en la toma de decisiones, y los errores en la ejecución de una determinada maniobra. Igualmente, estados psicológicos como la fatiga, el estrés, la ansiedad y el sueño, o pensar en situaciones personales, pueden llegar a duplicar la posibilidad de posibles distracciones.


Las cifras de siniestralidad desde la aparición de los vehículos a motor -toda una revolución de nuestra era- son escalofriantes.Según datos del citado instituto, desde su invención a finales del siglo XIX, cerca de 40 millones de personas en el mundo han dejado su vida en la carretera, 270.000 de ellas en España. Sólo la cifra de peatones muertos en accidentes de circulación en el mundo equivaldría a dos veces la población de la ciudad de Madrid.


Según el Libro Blanco de la UE sobre la seguridad en carretera, el número de muertos al año en accidente en Europa equivale a que se estrelle un avión mediano cada día. Por su parte, la relación histórica de heridos también asusta: 2.000 millones de heridos en el mundo, 16 millones en España. Incluso, se estima que uno de cada tres europeos resultará herido en accidente de circulación en el transcurso de su vida. La factura de la siniestralidad según el Libro Blanco se estima en 45.000 millones de euros al año, aunque el coste indirecto por perjuicios físicos y psíquicos en víctimas y familiares se dispararía hasta los 160.000 millones de euros al año, sólo en la Unión Europea.




CUANTOS MAS EXTRAS TENGA SU COCHE, MAS PELIGROSO ES

En los últimos tiempos se ha acuñado el término carcooning para denominar el estrés y las consiguientes distracciones que pueden provocar los distintos sistemas tecnológicos que incorporan los vehículos. Radios con CD, teléfonos móviles sin manos, navegadores por satélite o, incluso, televisiones o DVD son un imbatible argumento de venta para la industria, pero, utilizados a destiempo por el conductor, son también un arma de doble filo, ya que provocan incontables momentos de desatención. Con cifras de siniestralidad tan altas provocadas por distracciones, cabría preguntarse qué limite de extras deberían llevar los automóviles: si queremos coches como aviones, con juguetes de todo tipo, divertidos y cómodos pero objetivamente peligrosos, o si los instrumentos no imprescindibles deberían limitarse. El móvil es quizá el más peligroso de todos ellos (incluidos los homologados). La imaginación y representación de la persona que está al otro lado del teléfono obliga a concentrarse casi exclusivamente en ella, máxime si la conversación implica situaciones de esfuerzo: una negociación, una explicación, una discusión. Se ha argumentado que pudiera ser similar a hablar con el pasajero, pero los expertos lo desmienten.El pasajero está presente en el vehículo e interviene en el proceso de conducción, alertando al conductor en las situaciones delicadas.Quien está al otro lado de la línea no sabe en qué situación se encuentra su interlocutor: ni las condiciones climáticas, ni el volumen de tráfico, ni si está adelantando.


 
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