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 DIRECTORIO   Domingo 24 de agosto de 2003, número 410
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ENTREVISTA | NOOR DE JORDANIA SE CONFIESA
«Al rey le traicionaron tanto...»
ANTES DE SER LA REINA NOOR DE JORDANIA, LA JOVEN LIZA HALABY SENTO SUS VAQUEROS SOBRE LAS PIEDRAS DE WASHINGTON PARA PROTESTAR CONTRA LA GUERRA DE VIETNAM Y REIVINDICAR LA IGUALDAD RACIAL EN EEUU.YA COMO MONARCA, APOYO A LOS IRAQUIES DE SADAM EN LA PRIMERA GUERRA DEL GOLFO. EL PERIODISTA JAIME PEÑAFIEL VISITA EN LONDRES A LA VIUDA DEL REY HUSSEIN DE JORDANIA CON MOTIVO DE LA PUBLICACION DE SUS «MEMORIAS DE UNA VIDA INESPERADA»
JAIME PEÑAFIEL. Enviado especial a Londres
La reina Noor, en la pequeña casa de dos plantas que su esposo, el ya fallecido rey Hussein de Jordania, adquirió en la capital británica. / JORDI ADRIA
   

El día de la boda de la norteamericana Liza Halaby con el rey Hussein de Jordania, celebrada el 15 de junio de 1978 en el palacio residencia de la reina madre Zein, entre los 200 invitados se encontraba la princesa Muna, la segunda de las cuatro esposas del soberano hachemita, que le había dado cuatro hijos. El 7 de febrero de 1999, cuando el rey falleció, se produjo un hecho insólito en las monarquías: la que era reina Noor no se convirtió en reina madre, lo natural por el carácter dinástico de la institución y, además, teniendo un descendiente varón. Por el contrario, desde ese día se ve elevada a la categoría de madre de rey la princesa Muna, quien nunca ha sido reina. Con un curioso detalle coincidente: ambas nacieron extranjeras. La primera, norteamericana; la segunda, inglesa.


Pero, por más que no haya nada establecido en la dinastía hachemita, en lo que a la viuda de un monarca se refiere, la que fue reina a lo largo de los 21 años que duró su matrimonio seguirá siendo, por Real Decreto del nuevo monarca Abdallah, reina Noor, una bella soberana de 52 años.


La reina Noor ha decidido redactar su gran experiencia, personal y profesional, en un libro titulado Memorias de una vida inesperada.Con tal motivo viajé hasta Londres, donde se encontraba su majestad, en una pequeña casa de dos plantas que el rey Hussein compró en su día para las estancias en la capital británica. Es un edificio situado muy cerca de los almacenes Harrods. Nada que ver con el palacio real de Amán, donde me recibió en varias ocasiones.Nunca olvidaré aquella sala luminosa, abierta a un jardín lleno de plantas aromáticas, palmeras y cipreses.


En esta casa de Londres también hay un recoleto jardín, por llamarlo de alguna manera, con helechos, una parra, dos laureles y hiedra, en torno a una fuentecita adosada a una pared medianera.


La sala de la primera planta donde tuvo lugar el encuentro está tapizada en beige muy claro, presidida por un dibujo de Picasso sobre la chimenea («es un regalo de nuestra boda») y un cuadro de la pareja real realizado por el pintor español Vidal Quadras («me lo recomendó la Reina Sofía»), muy parecido a otros dos de Noor y Hussein, por separado, del mismo artista y que estaban en la acogedora salita del palacio de Amán. En el salón de la casa londinense hay también muchas fotografías de su esposo, tantas como seis, sobre las mesas y veladores, así como un magnífico libro con las mejores imágenes del monarca seleccionadas por su esposa.


No había vuelto a ver a la reina Noor desde aquella dramática jornada de febrero de 1999, cuando los funerales de Hussein, que cubrí como enviado especial de El Mundo. En esta ocasión, apareció vistiendo pantalón negro y una camiseta blanca con rayas.Casi sin maquillar y con sus rubios cabellos recogidos en un pequeño moño.


A pesar del tiempo transcurrido y las dramáticas experiencias sufridas, todavía recordaba aquella entrevista en Amán, en octubre de 1982, cuando me hizo el mejor regalo que se le puede hacer a un periodista: «¿Cuándo se publicará este reportaje?», me preguntó.«La próxima semana», le respondí. «Es demasiado pronto», puntualizó.«Demasiado pronto..., ¿para qué?», inquirí. «Para que dé usted la noticia de que estoy embarazada de mi tercer hijo -sería una niña, Imán, que nació el 24 de abril de 1983- y no me gustaría anticiparla antes de los cuatro meses, que se cumplen a fin de mes, ya que mi primer embarazo se frustró poco antes de este tiempo, después de que lo hubiera anunciado». A pesar de ello, me autorizó a que lo publicara.


También recordaba nuestro encuentro en marzo de 1985, durante el que me confesó: «Ser reina no es ningún cuento de hadas porque la historia no siempre tiene un final feliz». Palabras desgraciadamente premonitorias. Once meses después, daría a luz, el 9 de febrero de 1986, a su cuarto hijo, otra niña, la benjamina Raya.


Pregunta.- Señora, la reina Federica escribe sus memorias para «compartir (...) ese deseo de hallar la verdad sobre el significado profundo de la vida, así como el de saber qué hacer con ella.Mi existencia ha sido distinta a la de los demás por mi condición de reina». Rose Kennedy lo hace «para que se conozca la verdad sobre la familia, cuya historia está plagada, en el mejor de los casos, de inexactitudes, interpretaciones erróneas, malos entendidos, y, en el peor, de historias mendaces, engañosas e incluso totalmente falsas». ¿Por qué las ha escrito usted?


Respuesta.- Por varias razones. Primero, porque espero poder ayudar a encontrar un camino para un entendimiento mejor entre ambas culturas, entre dos mundos tan diferentes que son parte de mi vida: el occidental y el árabe. Segundo, para que se conozcan todos los esfuerzos que el rey Hussein hizo por la paz en Oriente Medio y los históricos contactos políticos y culturales que realizó y que no fueron bien entendidos por muchos otros países.


P.- ¿Qué documentación ha utilizado?


R.- Mis diarios, que llegan a remontarse casi a mi niñez, y que he ido escribiendo por espacio de más de 40 años.


P.- ¿Qué ha supuesto la reciente muerte de su padre, el cordón umbilical que la unía con el mundo árabe?


R.- Desde niña siempre me sentí fascinada por la familia de mi padre y mis orígenes árabes. Su muerte ha sido un duro golpe para mí. De cualquier forma, desde mi matrimonio con el rey Hussein yo fui ese cordón umbilical que unió, ya para siempre, a mi padre con el mundo árabe.


P.-
¿Cómo fue su vida como Liza Halaby hasta que conoció al rey? ¿Era rebelde, contestataria?


R.- Fui una niña muy tímida, pero muy rebelde. Formaba parte de una generación que había nacido después de la Segunda Guerra Mundial. Crecí en Washington DC, con todo el movimiento pro derechos civiles, en los años de Luther King, en contra de la política americana sobre la guerra de Vietnam, preocupada por la ecología y el medio ambiente. Todos nosotros pensábamos que teníamos que hacer algo para cambiar el mundo. Y encontré a mi esposo que, en otras circunstancias, en otro mundo diferente al mío, tenía tanto en común conmigo, los mismos ideales y el compromiso de sentirnos responsables por hacer algo que contribuyera a un mundo mejor.


P.- ¿Aporta sorpresas y documentos reveladores hasta ahora desconocidos?


R.- Muchos críticos han dicho que leyendo estas memorias podrá entenderse mucho mejor Oriente Medio. También, que no era el libro que esperaban de una mujer como yo.


P.- ¿Es un libro valiente?


R.- Dicen que es un libro lleno de coraje. He intentado que fueran unas memorias honestas y humanas para que se conociera mejor la realidad de Oriente Medio. Por ello, hablo de cosas que quizá no se esperaba que tratara, pero me sentía en la obligación de hacerlo. Creo que tenían que decirse de forma que la gente pueda entenderlas.



TRAICIONES SUCESORIAS

Cuando el rey Hussein se encontraba ya casi agonizante en la Clínica Mayo de Estados Unidos, en Amán se desataron una serie de rumores a propósito de la sucesión, que se convirtieron en un triste espectáculo que involucraba al entonces todavía príncipe heredero Hassán, hermano del soberano. Se supo que se había reunido de madrugada con miembros del gobierno, el ejército y los servicios de inteligencia. Durante esa reunión clandestina, el nombre de Noor no quedaba muy bien parado, ya que la acusaban de presionar al rey para imponer a su hijo, Hamzah, de 18 años. Esta situación contrarió dolorosamente al rey, que se vio obligado a regresar a Amán. Una vez allí, se reunió a solas con su hermano, a quien reprochó su conducta y apartó de la sucesión para designar a Abdallah, su hijo primogénito, nacido del matrimonio con la princesa Muna. Esta decisión fue apoyada plenamente por Noor, que pensaba que su hijo era aún muy joven, mientras que Abdallah era un general muy prestigioso y querido en el ejército. A propósito de este presunto complot, deseaba saber si Noor había olvidado la cruel afrenta que le infligió su cuñado, por la que el rey se sintió obligado a hacer pública una carta dirigida a su hermano, acusándole de haber ofendido a su esposa.


R.- Por supuesto que ha habido personas que nos han defraudado, pero yo, al igual que mi esposo, no tengo ningún rencor ni odio en mi corazón. Al rey le traicionaron y ofendieron tanto... Pero ni siquiera guardo rencor hacia aquellas personas que intentaron matarle. Como usted bien sabe por boca de mi propio esposo, lo intentaron varias veces.


P.- El amor entre el rey Hussein y Liza Halaby, ¿fue un flechazo, un amor a primera vista?


R.- Cuando conocí al rey, la primera impresión, la misma que causaba en quien le conocía -¿no sintió usted lo mismo?- fue un gran impacto al mirar su rostro. Pero incluso cuando él comenzó a hablarme de lo que estaba sintiendo por mí, yo todavía le veía como un gran hombre de Estado, un extraordinario líder al que yo respetaba y admiraba muchísimo. Hasta que no me pidió que le amara, yo no podía pensar en ello.


P.- Señora, yo estuve en su boda y, como cualquier novia, estaba radiante y feliz. Pero aquella novia se casaba con un rey. ¿Le preocupaba, le asustaba?


R.- No, no tenía miedo a las responsabilidades. Era una mujer que se casaba muy enamorada, que creía en él con todo mi corazón, pero no tenía unas ideas muy claras de cómo iba a asumir todas mis responsabilidades. Me llevó meses, años, aprender cómo podía contribuir de una forma eficaz a paliar las necesidades de mi pueblo. Tuve que formar un equipo para desarrollar una labor eficiente.


P.-
Aquella novia iba a encontrarse, de golpe, con ocho hijos de su esposo. ¿Tampoco eso le asustó?


R.- Creo que instintivamente me sentí muy maternal. A los niños más pequeños los conocía desde antes de casarnos y me respondieron con todo su cariño, con todo su corazón, aceptándome como su madre. Y los mayores venían para las vacaciones, yo les invité a todos a reunirnos en Aqaba, al comienzo de nuestra luna de miel. En el libro describo lo felices que fueron aquellos días.Y luego, como en todas las familias, ha habido épocas mejores y otras peores. El rey y yo estábamos muy ocupados, a veces no teníamos tiempo para la familia; por eso siempre era reconfortante cuando podíamos reunirnos todos. Y luego nos vimos con nietos, que siempre es tan agradable.


P.- ¿Cuándo tuvo conciencia de que era reina?


R.- Lo describo en mi libro. Yo no tenía idea de qué título me iba a dar o si me iba a dar alguno. Lo supe aquella misma noche al oír las noticias. La prensa había hablado de ello, también la gente, pero yo nunca lo había hecho con el rey. Era algo que tenía que decidir él mismo. De cualquier forma, me daba igual ser reina, ser princesa o no ser nada -ya sabe los diferentes títulos que han tenido sus esposas-, para haberme sentido en la obligación de ayudarle en todo lo que pudiese.



NORTEAMERICANA Y PRO IRAQUI

Cuando estalló la primera Guerra del Golfo, el 17 de enero de 1991, tras la invasión de Kuwait por parte del Ejército de Sadam Husein, esta norteamericana se puso del lado de Irak y frente a los Estados Unidos.


P.- ¿Cómo vivió la primera Guerra del Golfo siendo norteamericana de nacimiento y reina de Jordania?


R.-
Mucha gente se hizo esa misma pregunta, pero yo creo que no ha habido ninguna contradicción, ya que donde nací, y me crié, en los Estados Unidos, se creía en la justicia, en la libertad, en los derechos humanos, y mi esposo estaba luchando por la justicia, la paz y por proteger los derechos de los ciudadanos iraquíes, pidiendo que todo debería resolverse por medio del diálogo y sin tener que recurrir a fuerzas extranjeras para evitar una guerra. Recuerdo que aquel día escribí en mi diario: «Mi corazón se está rompiendo». Posiblemente porque estaba dividido entre el país del que era reina y el de mi nacimiento, enfrentados por causa de la guerra. Pero creo que era fiel a los principios de cualquier joven americana, de la misma manera que lo era a mis principios como reina de Jordania. Nunca vi contradicción alguna contribuyendo a la labor de mi esposo. Me sentía como si estuviera escenificando de nuevo mi pasado, cuando en mis tiempos de estudiante participaba en las manifestaciones de protesta contra la guerra de Vietnam.


P.- La reina Noor no ha podido olvidar los sentimientos antiamericanos que se extendieron como un reguero de pólvora por Jordania pero...Siempre entendí que usted actuó como mujer de rey, como jordana, más que como americana.


R.- Aunque muchos americanos pensaban lo mismo que nosotros, intentamos transmitir al mundo que había que dialogar más, que ese era el camino.


[Noor recuerda en sus memorias cuando el rey, en un discurso por televisión, condenó la ofensiva aliada contra Irak y las condiciones deplorables de vida de la población iraquí, a causa de la guerra, mostrando su solidaridad con el pueblo].

R.- Algunos amigos me llamaron y me escribieron preguntando por qué motivo mi marido había decidido alinearse junto a Sadam Husein.


P.- ¿Qué les respondió?


R.- Yo les respondí lo mejor que podía, explicando que la simpatía del rey y la mía estaban con el pueblo de Irak y no con su régimen.


[Noor escribe en sus memorias que esta explicación no valía para mucho, sobre todo para los americanos, que dieron un tratamiento perverso a su actitud: «Según el Washintong Post, yo había visitado Palm Beach, Florida, en plena crisis, y había adquirido una finca de tres hectáreas para cuando mi marido y yo huyéramos de Jordania».A propósito de esta preocupación del rey hachemita por la paz, recuerdo a la reina Noor aquellas últimas y dramáticas palabras de su esposo, dirigidas a Netanyahu y a Arafat, cuando abandonó la clínica para asistir en Washington a la firma de un nuevo acuerdo entre judíos y palestinos con Bill Clinton de testigo: «Acepten la petición de un moribundo y hagan la paz. Tómenlo como la última voluntad de un moribundo»].


P.- ¿Qué ha quedado de aquellas palabras del rey que merecieron que el presidente Clinton reconociera, el mismo día de la muerte de su esposo, «que se había ido demostrando que el más pequeño era el más grande; el más frágil, el más fuerte, y el que menos días de vida tenía, el que más pensaba en el futuro de todos»? Por lo que está sucediendo, parece que han sido olvidadas.


R.- Sé que hay gente en el mundo que sí piensa en sus palabras.Hay jóvenes palestinos e israelitas que sí quieren la paz, que quieren construir ese sueño. Hombres y mujeres de mi generación que están intentando luchar por ello.



DIALOGO CON SADAM

P.- Si su esposo hubiera vivido ahora, ¿cuál hubiera sido su posición ante el nuevo conflicto con Irak?


R.- No me pregunte eso... Él hubiera promovido e insistido de nuevo en el diálogo... Es todo lo que quiero decir sobre este tema.


P.- Entre Hussein padre, Hussein rey y Hussein esposo, ¿a cuál de los tres admiraba más? No me diga que a los tres.


R.- No pueden separarse. Hussein como rey era también Hussein padre, padre de la nación, y Hussein esposo era también el que trabajaba por la paz y el que, a la vez, tenía tiempo para estar conmigo y con el que, como pareja, trabajaba.


[En cierta ocasión, en el transcurso de una entrevista en Amán, el rey Hussein me confesó: «Aunque no le haya hablado de ello, tengo una vida privada y familiar muy irregular y complicada.Como usted sabe, me he casado cuatro veces y tengo 12 hijos que ocupan un enorme lugar en mi vida». Pero, en el año 1998, a punto estuvo de complicársela aún más y de incrementar, incluso, el número de sus matrimonios, al enamorarse, según se dijo, de una joven jordana que trabajaba en un centro oficial. Ese año no fue lo que se dice una época que la reina Noor recuerde con cariño: «Yo no tenía ninguna razón para dar mayor crédito a estos rumores, aunque la distancia que venía percibiendo entre nosotros me daba que pensar. Ante la remota posibilidad de que los rumores contuvieran algo de verdad, decidí plantear el tema a mi marido, aunque se me hacía un nudo en el estómago porque, en cierto modo, estaba furiosa por la situación angustiosa en la que había puesto a la familia: "Si hay alguna verdad en cualquiera de las cosas que se cuentan y si tu felicidad dependiera de otra mujer, por favor, dímelo, porque te amo lo bastante como para dejarte ir", le dije». El rey negó esos rumores. «Son sólo cosas que se dicen»."Tómate tiempo para pensar en lo que realmente quieres y necesitas», respondió ella].


P.- Hussein era un hombre fatalista en el sentido de que creía que su vida y su muerte estaban en manos de Dios. Al llegar el principio del fin, ¿qué supuso para usted el día que reconoció que tenía cáncer?


R.- Intenté ser muy fuerte, cosa nada fácil, pues nuestros hijos estaban allí, con nosotros. Él también fue muy fuerte. Para ambos fue un shock terrible, pero entonces nos preguntamos qué había que hacer. Cómo deberíamos luchar en esta batalla. Recuerdo que aquella noche, cuando el rey estaba durmiendo, me marché a una sala, llamé a mi hermana, que vive en Estados Unidos, y rompí a llorar desesperadamente. Sólo me he permitido un desmoronamiento similar otra vez, cuando estábamos en Jordania. Tras haberse hecho una revisión, los médicos nos anunciaron que el cáncer estaba allí de nuevo. Me marché a una salita privada, lejos del rey, y recuerdo que me tiré al suelo y lloré desconsoladamente.Éstas han sido las dos veces en que perdí el control.


P.- Cuando veía que el tiempo se acababa, ¿sintió que había cosas que no había tenido tiempo de hacer?


R.- No, nunca pensé que con su muerte mi puerta iba a cerrarse, siempre he pensado que se abría un nuevo camino para él y que algún día volveremos a recorrerlo juntos.


P.- ¿En algún momento aceptó que ya no había nada que hacer?


R.- Sólo cuando llegamos a Jordania, la última vez, y los doctores dijeron que el final estaba llegando. Los meses que estuvimos en el hospital, los dos sabíamos lo que ocurría, sabíamos que estábamos en manos de Dios, pero nunca perdimos la esperanza.


P.-
A usted la acusaron siempre de ser demasiado bella y demasiado extranjera, y llegó a convertirse en la mujer jordana por excelencia, potenciando incluso la moda del país, como podía verse en la vestimenta que siempre lucía hasta en los viajes oficiales. Mientras, Rania, palestina ella, se ha convertido, desde que es reina, en la representación más frívola del reino hachemita por su pasión desbordada por el lujo y la alta costura de los grandes diseñadores europeos como Armani o Valentino. Incluso se la ha llamado la Carolina jordana, al compararla con Carolina de Mónaco.


R.- Ella es muy atractiva, muy bonita.


P.- ¿Podemos profundizar en este tema?


R.- Sí, sí, es muy atractiva, es muy bonita.


P.- ¿Pasa mucho tiempo con su hijo, el príncipe heredero?


R.- Sí, sí, ahora está aquí en Londres. Antes ha estado en España de vacaciones y cuando el rey Abdallah llegó a España estuvo con él unos días. Está finalizando sus estudios universitarios en Estados Unidos e interrumpió su máster durante la guerra para regresar a Jordania. Las vacaciones también las pasa allí.


P.- Yo que he cubierto tantas bodas reales y tantos entierros también reales, nunca olvidaré el de su esposo, al que asistieron todos los jefes de Estado del mundo, olvidando incluso sus enfrentamientos políticos. ¿Qué supuso para usted verles a todos caminando tras el féretro que contenía los restos del rey?


R.- Todos estaban presentes. Creo que vinieron porque mi esposo nunca les trató como enemigos y quisieron mostrar su respeto por alguien que siempre fue honesto, sincero, íntegro, un hombre de principios.


P.- Nuestro Rey y toda la Familia Real española también estuvieron allí ese día.


R.- Siempre fuimos muy amigos y seguimos siéndolo.



ENTRE LONDRES Y EEUU

P.- Hay una imagen que no puedo olvidar de usted: despidiendo el cadáver de su esposo a la puerta del palacio.


R.- Después de darle el último adiós a mi marido con mis hijas y las mujeres de la familia, vi cómo sus hijos varones le sacaban de la casa y le colocaban en el féretro para iniciar una larga y triste procesión a través de la capital hasta el palacio Raghadan.Y después fui al cementerio, para estar con él y ver cómo sus hijos le enterraban envuelto en un sudario blanco mirando hacia la Meca.


P.- Sabemos lo que hace su hijo mayor, ¿y los otros tres?


R.- Mi segundo hijo varón, Hushem, también está en una universidad americana. Mi hija mayor, Imán, que tiene 20 años, se gradúa este agosto, como lo hicieron anteriormente su padre y sus hermanos, en la Academia Militar de Sandhurst. Y la pequeña estudia en Londres.


P.- En febrero hará cinco años de la muerte del rey, ¿cuál es actualmente el estado de ánimo de la familia?


R.- Todos y cada uno de los miembros de nuestra familia sufren su pérdida, hermanos, hermanas, hijos... Incluso los propios jordanos.


P.- ¿Entre qué países transcurre su vida?


R.- Acabo de regresar de Amán y tengo que irme esta tarde a Estados Unidos. En Londres estoy menos tiempo. Es la parada obligada entre Estados Unidos, donde se encuentran mi madre y mis hijos mayores, y Amán. Pero ahora estaré más porque mis hijas están estudiando aquí.


P.- ¿Cómo es su presente?


R.- Intentando simplificar mi vida, simplificar mi trabajo en las diferentes organizaciones internacionales en las que estoy involucrada. Bajar un poco el ritmo de trabajo de forma que pueda tener un poco más de tiempo para mí, pero siempre dependiendo de mis hijos, porque nunca sabes cómo y cuándo te pueden necesitar.


P.- ¿Coincide mucho con la Reina Sofía?


R.- Oh, sí, hablamos muy a menudo por teléfono. La veré cuando vaya a presentar mis memorias a España, el próximo 17 de septiembre.De cualquier forma, siempre estamos en contacto, como cuando vivía mi esposo. Siempre que hemos atravesado dificultades, hemos tenido una llamada de los Reyes de España y viceversa, cuando las circunstancias han sido adversas para ellos, siempre han tenido nuestro apoyo. Además, las nuevas generaciones son muy amigas.


P.- ¿Y cómo será su futuro?


R.- Está en manos de Dios.


Y así lo expresa en sus memorias cuando, tras la dedicatoria: «Para mi amado Hussein, luz de mi vida», escribe: «Trabaja para la vida en esta tierra como si hubieras de vivir para siempre y trabaja para la otra vida, en el cielo, como si hubieras de morir mañana».



Memorias de una vida inesperada, de la reina Noor de Jordania, saldrá a la venta el 15 de septiembre. Editorial Plaza y Janés.






 
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