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 DIRECTORIO   Domingo 7 de septiembre de 2003, número 412
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EUTANASIA | RODAJE EN GALICIA
La película de Ramón y Ramona
LA COMPAÑERA del tetrapléjico Ramón Sampedro habla del filme que sobre él protagoniza Javier Bardem. «No sé cómo va a ser y lo prefiero. Así hace más ilusión»
JOSEFA PAREDES
HASTA EL FINAL. Ramona Maneiro acompañó a Sampedro hasta el momento en que éste ingirió el vaso de agua con cianuro que puso fin a su vida. Tanto el director de Mar adentro, Alejandro Amenábar, como los protagonistas, Javier Bardem y Lola Dueñas, que la interpretará a ella, han hablado con Ramona.
   

Ramona Maneiro nunca ha visto una película de Javier Bardem. En Ribeiriña, su aldea de la parroquia coruñesa de A Pobra do Caramiñal, no hay cine, aunque han abierto uno a pocos kilómetros, en Boiro, donde ella trabaja. Será allí, o en cualquier otra sala. Ramona sabe que no se perderá por nada la próxima película del actor, que empezará a rodarse en Galicia dentro de unas semanas. Él será, en Mar adentro, Ramón Sampedro, el hombre al que ella acompañó en los últimos meses de su larga batalla para que le dejaran morir.


Ramón era marino mercante. Pero quedó tetrapléjico a los 25 años.Cayó de cabeza al mar cerca de una playa de su aldea, en Porto do Son, en A Coruña. Con la marea baja, se rompió la columna a la altura de la séptima vértebra cervical. Y pasó de vivir en el mar a ser preso de una cama durante 30 años. Llamó a todas las puertas y acudió a todas las instancias. Pero ningún juez le permitió poner fin a su vida hasta que, el 12 de enero de 1998, acabó con ella una dosis mortal de cianuro.


La voz de Ramona sigue siendo dulce, tranquila. Más alegre ahora, cinco años después de haber sido acusada de ser la mano que puso el veneno en el vaso de agua letal. Que acercó el vaso a la mesa, junto a la cama. Que encendió la cámara de vídeo. Que recogió la cinta y la hizo desaparecer.


Todo el país vio morir a Sampedro, solo, en una cadena de televisión privada. Como él lo quiso. En aquellos 12 minutos finales también aparecía Ramona, antes del último corte, ayudándole a asearse.Los jueces quisieron saber si ella, su amiga más íntima, le ayudó en algo más. Si fue el último eslabón de una cadena de supuestos cómplices, a la que se sumaron 13.000 personas que confesaron haber colaborado en hacer cumplir la voluntad del enfermo. Nunca consiguieron probarlo.


La escena se repetirá ahora en los cines. Bardem estará en la cama y Alejandro Amenábar, el director de Tesis y Los Otros, detrás de la cámara. Ramona no tiene miedo de volverla a ver.Hace un año habló con el director, que quiso conocerla personalmente.Se encontraron en una cafetería de Madrid. «Charlamos sobre cómo conocí a Ramón. Él no quería información, ni preguntarme nada en concreto sobre lo que pasó entonces. Tenía ya su proyecto y me contó algo, poco. Pero no me hizo preguntas, ni necesitaba saber nada más. Sólo quería escucharme y yo se lo agradecí mucho, después de la experiencia tan desagradable que teníamos», dice de la primera película que emitieron sobre el caso los canales autonómicos hace unos años.


Maneiro no teme lo que Amenábar pueda contar ahora. «Yo sé mi historia y lo que digan da igual, lo respetaré y estaré muy tranquila».Experta en otros silencios, de lo que sabe sobre la película también guarda el secreto. «No se cómo va a ser, ni qué van a decir. No me lo han contado y prefiero no saber nada hasta el final. Así hace más ilusión. Como un embarazo».



ABUELA A LOS 36 AÑOS

Sí sabe, sin embargo, quién se meterá en su piel. Será Lola Dueñas, actriz en Piedras y Mensaka, pero más conocida por la serie Policías.«Vino a verme cuando todavía estaban haciendo las pruebas para el casting, y ni siquiera ella sabía si le iban a dar el papel».Las dos pasearon por el pueblo. Tomaron café. Charlaron. ¿De qué? Otro secreto. «La gente la reconocía por la calle, la habían visto en la tele. Me preguntaban quién era. Dicen que es muy buena actriz. Yo tengo un físico algo peculiar, los dientes de abajo retorcidos, un desastre», ríe. «Ahora hacen milagros».


Ramona tiene hoy 42 años, tres hijos, y un nieto que la hizo abuela cuando sólo tenía 36. Pero cuando conoció a Ramón Sampedro, en 1996, el mundo se le estaba cayendo encima. Estaba separada y con un niño pequeño de otra relación. La Onza de Oro, histórica conservera gallega en la que llevaba dos décadas envasando pescado y cargando camiones, suspendió pagos y se fue a pique en una lenta agonía que duró más de dos años. Ella y sus compañeras seguían yendo a la fábrica cada día. Trabajaban sin cobrar un duro durante meses. Luego les daban algo, a veces. Migajas. Poco después de que Sampedro muriera, la empresa las dejó en la calle «así, al disimulo. Sin indemnización después de 20 años».


Fue Ramón quien la ayudó a salir de aquel agujero. «Le vi un día en la tele defendiendo su caso. En la pantalla ponía: "Ramón Sampedro, Xuño. Porto do Son". Entonces me di cuenta de que era de aquí. Yo había seguido el caso de Azucena Hernández, [la actriz sevillana emblema del cine de destape, que quedó tetrapléjica y pidió durante un tiempo la eutanasia, aunque luego cambió de opinión]. Me interesó también el de Ramón. Me gustaba cómo hablaba.Y le pedí a una amiga que le conocía que nos presentase», recuerda.


Cinco años después Ramona tiene otra pareja. Manolo. Él trabaja en la gasolinera de Boiro, y ya la llamaba para invitarla a cenar antes de que conociese a Sampedro. Pero ella, entonces, no le hacía caso. «Yo le contaba a Ramón toda la historia. Ahora creo que él me lo ha enviado». Su nombre está presente en cada frase que dice, en cada pensamiento. «Se dice que Dios ayuda. A mí me ayuda Ramón a levantar cabeza. Antes de marcharse nos decía a mí y al niño que nos vería desde allí, que nos estaría vigilando.Espiritualmente, está siempre a mi alrededor. Hablo con él, a veces. Siempre dije que la persona que me quisiera tendría que aceptarme a mí, y a Ramón».

Sigue hablando de un credo a su manera. «Te preguntan si eres creyente y, sí, de niño cumples lo que te enseñan, hasta que te rebelas. Tengo mis creencias, pero lo que ves te hace dudar tanto... Yo soy católica, apostólica y Ramona, siempre lo digo.Sí que creo en Dios. Ramón también creía, aunque la gente piense que no».

Fueron años duros, pero ahora Ramona dice que vive feliz. Trabaja desde las nueve de la mañana hasta las nueve de la noche. Cuida de ancianos y enfermos. Les ayuda a levantarse, a vestirse y asearse. Les prepara la comida, limpia, les acompaña. Tiene experiencia.La que vivió con Ramón, y un cursillo de auxiliar a domicilio que hizo con la Cruz Roja.


Antes, en los 90, trabajó en la radio en las horas que le quedaban al salir de la fábrica. Al principio ponía música por amor al arte, después le pagaban algo. La muerte de Sampedro hizo popular su rostro y, pese a las polémicas, no le cerró las puertas sino que le abrió algunas, en la televisión, y colaboró en un par de programas. Nada estable ni fijo.


Hoy, después de mucho tiempo de vivir sin un duro, ha empezado de cero. «Como si fuera joven», se ríe. Y no le queda tiempo para ir al cine. A Bardem sólo le había visto en programas de la tele. Pero ahora le conoce, porque él fue a hablar con ella hace un par de semanas.



MAQUILLAJE DE LA KIDMAN

Piensa que el actor ha entendido a Ramón Sampedro. «Era muy humano.Me gustaría que eso se viera en la película. Imagino que se darán cuenta. Si él hubiera podido aunque fuera mover una mano, o sentir con ella... Me tocaba la cara, pero no sentía nada. Solo le servían los ojos. Y eso no le llenaba». Físicamente también cree que Bardem puede entrar en aquel cuerpo roto. Que puede, incluso, convencerla a ella, aunque no sabe que del maquillaje se encargará Jo Allen, la mujer que convirtió a Nicole Kidman en la Virginia Woolf de Las horas con una nariz postiza. Ramona piensa que lo conseguirá.


Sampedro no logró nunca, en cambio, lo que quería. Al final murió solo, y tuvo que darse muerte. Sin asistencia médica. En el piso que alquiló en Boiro para acabar con todo. Sin el permiso oficial para disponer de una vida que no le bastaba. Todo el mundo se sabe, esta vez, el final de la película. Pero la historia, dice Ramona, merece aún ser contada. «Puede ser un homenaje muy bello a Ramón. Se hablará de la eutanasia, pero será una historia de amor. No de pareja. Una historia de amor a la vida. Porque Ramón amaba la vida».




 
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