Un suplemento de EL MUNDO  Un servicio de 
 DIRECTORIO   Domingo 21 de septiembre de 2003, número 414
Portada
Números Anteriores
 OTROS SUPLEMENTOS
Magazine
Crónica
El Cultural
Su Vivienda
Nueva Economía
Motor
Viajes
Salud
Ariadna
La Luna
Aula
Campus
 OTROS MUNDOS
elmundo.es
elmundodinero
elmundolibro
elmundoviajes
elmundodeporte
elmundosalud
elmundovino
medscape
elmundomotor
Emisión Digital
Metrópoli
Expansión&Empleo
Navegante
mundofree
elmundo personal
juegos: level51
elmundomóvil
 
ZOOLOGIA | EL GORILA BLANCO SE VA
El verdadero padre de Copito
JORDI SABATER, el científico catalán que hace casi 40 años descubrió a Copito de Nieve, librándole de una muerte segura en Guinea, es uno de los mayores expertos mundiales en primates. Nunca se le ha reconocido
PACO REGO
EL PRIMER BAÑO. Copito de Nieve recibe por primera vez un baño en los jardines de la casa que Jordi Sabater tenía en Bata, la antigua capital de la Guinea española. El gorila albino, sumamente debilitado, fue llevado hasta allí por unos indígenas tras matar a la familia del animal para comérsela. JORDI SABATER/ REPRODUCCION: SANTI COGOLLUDO
   

Repite una y otra vez que él conoció el paraíso, que vivió en él durante 45 años, rodeado de arbustos y árboles milenarios, entre jirafas y rinocerontes y aves de mil colores. Cuenta, también, que en aquel arco iris teñido de verde, todavía virgen hasta los años 50 a las embestidas del hombre armado, vieron la luz sus dos únicos hijos y aprendió a amar a los gorilas casi tanto como su propia vida.


«No olvidaré nunca el día que los fang me trajeron a Copito de Nieve. Habían masacrado a toda su familia menos a él. Tenía el cuerpo recubierto de heridas, casi agónico. Me dí cuenta de inmediato que tenía ante mí una joya única de la naturaleza. Nunca creí que aquel bebé de gorila, que tendría dos o tres años como mucho, pudiera salir adelante».


Esta es la historia de un científico anciano, marginado en España pese a ser un experto de la talla de la primatóloga galardonada con el Príncipe de Asturias 2003 Jane Goodall, y de un gorila albino que hoy se muere de cáncer de piel en el Zoo de Barcelona.Jordi Sabater Pí, entonces adolescente, huía de la España franquista de la posguerra. Copito de Nieve, bautizado inicialmente como Nfumu-Ngui (gorila blanco en la lengua fang), acababa de quedarse huérfano.


Dice el primatólogo catalán que la curiosidad nació en él cuando aún no acertaba a pronunciar las primeras vocales. Y que ese ansia de saber -«la vida es lo que tú quieres que sea»- fue la llave que le abrió las puertas del reconocimiento internacional como naturista experto en primates. Hoy, octogenario y con una lucidez a prueba de olvidos, Jordi Sabater viaja de nuevo con la memoria a los jardines de su antigua casa de Bata, la capital de la ex Guinea española, donde hace 37 años descubrió al único gorila albino del planeta. Al propio Sabater, los nativos de la antigua colonia africana lo conocían con otro apelativo inmaculado: el «blanco bueno». Pero hace ya tanto tiempo...



UNICO SUPERVIVIENTE

Aquella mañana del 1 octubre de 1966, un grupo de cazadores fang, la etnia mayoritaria del país, se presentó en casa de los Sabater (tenía esposa y dos hijos pequeños) con el único ejemplar vivo que les quedaba de la masacre. Cuando llegaron a su destino, un pequeño chalé situado a las afueras de Bata, llevaban dos días y dos noches andando entre selvas y caminos.


«Sabían que yo estaba estudiando a los gorilas de la región y que por tanto aquel bebé tan raro que tanto les asustaba, me interesaría», explica el investigador. Quince mil pesetas de las de entonces fue el precio pagado por el científico catalán por salvar a Copito de Nieve (los gorilas son unos de los bocados predilectos de los nativos).


Las ofertas millonarias no tardaron en llegar a su oídos. Un año después, los organizadores de la Exposición Universal de Montreal (Canadá) ya le pagaban 70 millones de pesetas por el extraño ejemplar. «Preferí enviarlo al zoo de mi ciudad», dice Jordi Sabater, a sabiendas de que el animal hubiera muerto en caso de ser devuelto a la selva.


Tras mucho insistir -«nadie en España valoraba este hallazgo ni se reconocían, a diferencia de EEUU y otros países, mis estudios sobre el comportamiento de los simios»- los responsables del Zoo de Barcelona decidieron, sin demasiado entusiasmo, dar cobijo preciado animal. Casi un mes después de ser comprado a los fang, Copito de Nieve es subido a un avión de Iberia, con destino a la ciudad Condal, dentro de una jaula de madera fabricada a su medida por carpinteros guineanos. Aterrizó el 2 de noviembre de 1966.


Desde aquel día, y pese al escaso interés despertado entre los propios biólogos que lo esperaban en España -«ni siquiera respetaron su nombre original», se queja Sabater-, la joya albina poco a poco se fue ganando el respeto y la admiración de todos, hasta convertirse en la estrella más rutilante del recinto barcelonés.Ha tenido 21 hijos, de los cuales han sobrevivido seis (Urko, Machinda, Kena, Ntao, Bindung y Virunga) y animado en los últimos 35 años a varias generaciones de españoles que aún hoy no escatiman su tiempo soportando largas colas con tal de poder contemplar su atractivo pelaje y disfrutar con sus carantoñas. La dirección del parque estima que en un día de fiesta Copito de Nieve es capaz por sí solo de meter en el zoo a unos 9.000 visitantes de todas las edades. Y desde que se supo de su cáncer de piel, descubierto hace dos años debido, entre otras causas, a los rayos ultravioleta del sol (no hay que olvidar que es albino), las visitas a diario se suceden más a menudo.


«Cada semana voy a verlo y si tengo tiempo aprovecho para dibujar sus expresiones y las de otros animales. Siento mucha pena de que se nos vaya, con Copito he vivido momentos extraordinarios.Él, como los demás primates con los que he tratado, me han enseñado, sobre todo, algo importantísimo: a ser humilde», no duda Sabater.


La suya con los gorilas ha sido una relación que dura ya décadas.Todavía guarda fresco en la memoria el atardecer del 4 de mayo de 1956, una década antes de su encuentro con Copito de Nieve.Fue la primera vez que Sabater vio de cerca a uno de esos primates que tanto le atraían. El encuentro a distancia se produjo en los montes de Virunga (Congo), escenario que inspiraría, 32 años después, la famosa película Gorilas en la niebla. La impresión, dice hoy, era indescriptible. «Creí que estaba viendo visiones.A pocos metros de donde estábamos el guía y yo había un inmenso gorila de montaña que podía habernos destrozado con un simple guantazo. No sé por qué, pero yo no sentía miedo alguno, como si entre aquel ser irracional y nosotros hubiera un pacto de respecto mutuo». Durante los meses siguientes, el ya treintañero Jordi Sabater no faltó ni una semana a la cita con los primates.


En las laderas de esta intransitable región, el catalán hijo de izquierdistas conocería años más tarde (1972) a una de las personas que más han contribuido al conocimiento y protección de los simios. Se trataba de Diane Fossey, después asesinada a manos de nativos congoleños, y cuya vida fue llevada a la gran pantalla (1988) con el título ya citado de Gorilas en la niebla.


«Era una mujer con un corazón grandioso, pero a mi entender demasiado apasionada y arisca con los indígenas. Sólo le preocupaba el bienestar de los gorilas, lo que le creó demasiados enemigos.Por eso no me extrañó su muerte violenta», comenta el hoy catedrático emérito de Psicobiología de la Universidad de Barcelona.


TODOS LE RECLAMAN


De sus encuentros con los gorilas del Congo saldrían posteriormente varios estudios pioneros, en su mayoría publicados en Alemania, donde su nombre empezaba a gozar de prestigio entre afamados naturistas. Dar a conocer al mundo la existencia de Copito de Nieve contribuyó a agrandar su figura como hombre de ciencia.Los museos y los institutos de investigación de medio planeta se lo han rifado. Mientras en España sus trabajos ni siquiera despertaban una mínima curiosidad (sólo el Ayuntamiento de Barcelona, su ciudad natal, lo tuvo en cuenta, ofreciéndole montar y dirigir un centro para el estudio de primates en Guinea), el Museo de Ciencias Naturales de Nueva York lo fichó para que realizara algunos estudios sobre las costumbres de los gorilas, de las que nada se sabía.


Después vendría lo de la Fundación norteamericana National Geographic -cuya revista le dedicaría años más tarde, en marzo de 1967, la portada a Copito de Nieve y a su descubridor-, que incluyó a Sabater en su extensa nómina de científicos internacionales.Fue su bautizo en la primera división de la ciencia y también el adiós definitivo a su antigua vida de capataz en los campos de cacao y café de Guinea.


«A mis padres ya no tenía que mandarles sólo 75 pesetas al mes a Barcelona. Me pagaban 150 de la época. Ya habían sufrido bastante al quedarse arruinados por ser de izquierdas tras la Guerra Civil», rememora Sabater sin rencor.


Hace más de tres décadas, en 1970, que Sabater volvió a Barcelona.Cuando visita a Copito en el zoo hace cálculos mentales con su edad. «Es un anciano, sus 40 años equivalen a 83 en un ser humano», se dice. Y vuelve a mirar al milagro blanco. Copito, sus memorias de Africa.




 
  © Mundinteractivos, S.A. - Política de privacidad
 
  C/ Pradillo, 42. 28002 Madrid. ESPAÑA
Tfno.: (34) 915864800 Fax: (34) 915864848
E-mail: cronica@el-mundo.es