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 DIRECTORIO   Domingo 12 de octubre de 2003, número 417
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FUTURO / EN EEUU TODO ES POSIBLE
AÑO 2008, EL «PRESIDENTATOR»
Tras conseguir ser gobernador de California, su próximo objetivo sería convertirse en el primer estadounidense de adopción que llega a presidente. El senador Orrin Hatch lleva meses trabajando en la que sería la enmienda número 28 a la Constitución. En su pequeño pueblo austriaco no dudan de la fuerza ilimitada de «Arnie»
CARLOS FRESNEDA / M. FOKKELMAN
Gustav Schwarzenegger, jefe de la policía local de Thal y ex nazi, sometió a Arnold a una durísima disciplina. / RICARDO TIMON
   

Los Angeles, año 2032. Sylvester Stallone es un policía a la caza de los criminales del futuro. Su compañera de patrulla y de reparto en Demolition Man es Sandra Bullock, que sobre la marcha le va contando los increíbles cambios de la ciudad en los últimos 30 años: «Y a mi derecha tienes la Biblioteca Presidencial Arnold Schwarzenegger... Se hizo tan popular que los americanos solucionaron los problemas técnicos y le hicieron su máximo líder».


Los Angeles, año 2003. Arnold Schwarzenegger y Maria Shriver invitan a cenar a unos cuantos amigos a su mansión familiar para anunciarles el salto a la política de Gobernator. A los postres, alguien pregunta: «Y dinos, Arnold, ¿cuándo te veremos de presidente?».«Primero tendrán que cambiar la Constitución», responde el interesado.

La ciencia ficción nunca estuvo tan cerca de la política real.Arnold Schwarzenegger piensa ya en la reelección como gobernador de California en el 2006, y dos años más tarde, si la cosa no se tuerce, el camino estará despejado para que el primer presidente extranjero pueda entrar como inquilino en la Casa Blanca. Tendrá entonces 61 años y todos los boletos para pasar a la historia: «Siempre he admirado a esos hombres que dejan huella por los siglos de los siglos».

En su despacho, por cierto, junto a la galaxia de trofeos, fotos, retratos y demás concesiones al narcisismo, hay un busto forjado al bronce de su ilustre predecesor en el trono de California: Ronald Reagan.

«Es uno de mis héroes predilectos», confesó en cierta ocasión.«Consiguió lo imposible: nunca perdió unas elecciones. Siempre estuvo en contacto con la gente, y eso le convirtió en un auténtico campeón».

Ahora que ya quedaron atrás las películas, ahora que Gobernator le ha cogido las hechuras a su nuevo empleo a tiempo completo, la gente empieza a tomarle en serio. Si en su juventud fue el culturista número uno del mundo, y en la madurez se convirtió en la estrella mejor pagada de Hollywood, nadie podrá quitarle ahora de la cabeza el sueño de conquistar la cima más alta de la política.

«Quien piense que Arnold se echará para atrás por unas cuantas frases en un viejo pergamino es que no conoce a Arnold», advierte George Butler, el cineasta y fotógrafo que registró su ascenso a la fama en la legendaria Pumping Iron.

El «viejo pergamino», claro, es la Constitución norteamericana, que en su sección primera, artículo segundo, determina que «ninguna persona no nacida en Estados Unidos puede ser elegible para la Oficina del Presidente». Pero el destino sopla a favor de Schwarzenegger, nacido en el humilde poblachón de Thal, en Austria, y nacionalizado norteamericano en 1983.

El senador Orrin Hatch, correligionario y amigo, lleva varios meses trabajando en lo que podría ser la enmienda número 28 a la Constitución de Estados Unidos (bautizada ya popularmente como la enmienda Arnold). La «corrección» pretende eliminar el requisito del nacimiento y fijar un techo mínimo para poder ser presidente de 20 años de ciudadanía. Justos los que acaba de cumplir Schwarzenegger.

Para sacar adelante la enmienda Arnold, habrá que contar con el apoyo de dos tercios del Congreso y del Senado y con la ratificación de al menos 38 de los 50 estados. Pero ahí tenemos a Maria Shriver, con su porte de Primerísima Dama, que podría hacer valer el peso de los Kennedy para ablandar el corazón de los demócratas. ¿Qué mayor ejemplo de tolerancia que permitir que un inmigrante pueda ser presidente de Estados Unidos?

De momento, Arnold y Maria tienen que pellizcarse todas las mañanas para despertar a su recién estrenada condición de Gobernador y gobernadora de California. Hace tres meses, nadie lo diría, era precisamente ella quien tiraba de las bridas para que su marido se quedara en el establo de la familia y se resistiera a la galopada de la política.

Pero aquí tenemos a Gobernator, superados ya los obstáculos del machismo, del nazismo y demás «ismos» que le salieron al paso durante la campaña, saltados todos con holgura y con su proverbial optimismo a prueba de bombas.

Aun así, Arnold tendrá que trabajar duro, muy duro, para ganarse a esa otra mitad de californianos que no le tragan y para meterse en el bolsillo a esa mayoría silenciosa de norteamericanos que no vieron Terminator 3 y que tampoco acaban de creerse el desenlace de esta mala película.

George Butler, el mentor cinematográfico de Arnold, ha asistido sin salir del pasmo a las sucesivas mutaciones del superhombre.En Pumping Iron, el documental que relata el irresistible ascenso del cinco veces Mr. Universo, había un colega culturista que le preguntaba con segundas: «Arnold, ¿cuándo te vas a presentar a presidente?». «Cuando echen a Nixon», respondía con su risa socarrona. Eran los tiempos del Watergate.

Nixon fue precisamente el responsable de la conversión al credo republicano de Schwarzenegger, que se afilió al partido en 1968, cuando no era más que un inmigrante austriaco que ganaba poco más de 100 dólares a la semana poniendo ladrillos y levantaba pesas en sus ratos libres.

Guerra al comunismo. Un ejército fuerte. Menos Gobierno. Libre comercio... Las ideas de Nixon repicaron en la cabeza del forzudo, que años después recibiría el primer espaldarazo político a manos del presidente: «Si algún día decides presentarte a gobernador de California, cuenta conmigo».


REACCIONARIO


«Arnold estaba entonces a la derecha de Gengis Kan», recuerda su amigo Butler. «Sus ideas políticas eran bastante reaccionarias, aunque su relación con Maria Shriver y con el círculo de los Kennedy ha ido moderando poco a poco su credo político».

Butler fue precisamente el que grabó la polémica conversación sobre Hitler que tantos quebraderos le causó a Arnold durante su campaña. Schwarzenegger llegó a confesar que admiraba la oratoria de Hitler y su capacidad para cautivar a las masas en el estadio de Nuremberg.

Butler salió en su defensa y dijo que sus declaraciones se sacaron de contexto, que el austriaco rectificó después y confesó su repulsa hacia «todo lo que supuso el nazismo».

Pero aquellas palabras flotan aún en la memoria colectiva, junto al pasado nazi de su padre, Gustav Schwarzenegger. En más de una ocasión, Arnold ha reconocido su atracción «por los dictadores y por la forma en que ejercen el poder». En Pumping Iron, llega a decir sin ambages: «La gente necesita autoridad. Quiero decir que el 95% de la gente está deseando desesperadamente que haya un líder que les marque el camino».

Lou Ferrigno, ex rival de Arnold en aquellos años de máxima musculatura mundial, ha dejado estos días al desnudo su personalidad: «La recuerdo como un tipo arrogante y manipulador, empeñado en dominarte física y mentalmente, y capaz de hacer cualquier cosa por ganar...».Por aquellas fechas, reconoce ahora Arnold, llegó a tomar esteroides para dar lustre a su musculatura. Sus colegas culturistas le recuerdan como un tipo fanfarrón, insensible e intolerante, incapaz de amar a nadie más que a sí mismo.

Luego, en el cine, a partir de Conan, el Bárbaro, arrancaría la leyenda de Arnold, el macho acosador. Dieciséis mujeres le acusaron durante la campaña electoral. Antes, durante y después de los rodajes, Schwarzenegger se labró la fama de sobón, incapaz de reprimir los subidones de tetosterona. De joven confesó que provocaba peleas «para demostrar el tipo de hombre que era», y reconoció cómo sus músculos de acero dividían en dos a las mujeres: «Las que se volvían locas por mí y las que me rechazaban por mi aspecto... Y yo seguía entrenando para atraer aún más a las primeras y provocar más repulsión a las segundas». «Si eres un hombre te tienes que comportar como un hombre», confesaba Schwarzenegger a la revista Loaded, en 1999. «Pedir disculpas es de débiles, y si te comportas como un débil te las van a dar por todos los lados».

Cuatro años después, en la piel de Gobernator, llegaron las disculpas: «Puede que alguna vez haya ofendido a alguna mujer por mi comportamiento.Si es así, pido perdón».

Arnold pareció desde ese día más humano, menos hombre, y esa mínima muestra de debilidad fue al final decisiva para su triunfo político. Al fin y al cabo, él nunca ha ido de moralista por la vida, y cuando el escándalo Lewinsky rompió una lanza por Bill Clinton: «No me he sentido más avergonzado de ser republicano en mi vida. Perdimos todo un año y montamos todo este follón por un asunto estrictamente privado».


REAGAN, SU HÉROE


Pero Arnold y Bill tienen poco en común más allá de las mujeres.El «padre» político de Schwarzenegger seguirá siendo mientras viva Reagan. Fue precisamente en la convención republicana de 1984 en Dallas, cuando el actor subió por primera vez al escenario en calidad de ilustre miembro del Partido Republicano. «Estoy muy orgulloso de poder votar por Reagan un año después de tener la ciudadanía norteamericana», dijo.

Cuatro años después, todavía actor, Schwarzenegger se subió en el carro electoral de George Bush, padre, que le incorporó gustoso a su círculo de asesores. En 1990, Arnold entró por primera vez en la Casa Blanca en calidad de Consejero de Educación Física y Deportes, y le puso a hacer flexiones al mismísmo Colin Powell.

Ahí empezó, parece, su flechazo con la política. Arnold se tomó muy en serio su papel, dejó en barbecho su carrera cinematográfica y se pateó los cincuenta estados en un baño de multitudes y de niños. También le sirvió para conocer la «otra cara de América», y descubrir cómo en los barrios marginales de ciudades como Los Angeles hay chavales que no pueden pagarse una pelota o unas zapatillas deportivas.

Pierde Bush las elecciones, Schwarzenegger vuelve por sus fueros: éxito mundial de Terminator 2, cima de su carrera cinematográfica.Ya sólo queda el declive.

En sus ratos libres sigue haciendo hijos con Maria (tercero y cuarto) y escuchando el canto de sirenas de la política. Para no perder musculatura se vuelca en la Inner-City Games Foundation y abandera la campaña para que el estado de California costee las actividades extraescolares en los distritos más castigados por la miseria, la delincuencia y la drogra.

En el 97, parada en seco. Le operan del corazón -«un defecto congénito, nada que ver con los esteroides», asegura- y a los cuatro días recupera sorprendentemente la salud y el buen humor: «Hemos hecho historia: los médicos han descubierto que los republicanos tenemos corazón».

Corren rumores de que se va a presentar a gobernador en 2002, pero entonces se publica el artículo de Premiere sobre sus problemas con las mujeres, y surge el rodaje el de Terminator 3: 30 millones de dólares sobre la mesa. El estreno, por una de esas carambolas que salpican su vida, llega precisamente a tiempo para la secuela de las elecciones de California.

Tres años tiene por delante Gobernator para demostrar que lo suyo no es un farol, y que si es capaz de enderezar el rumbo de la quinta potencia económica mundial a lo mejor se anima a llevar las riendas de la primera.

Inmigrante. Hombre hecho a sí mismo. Grandes ambiciones. Voluntad de hierro... Schwarzenegger encaja en el molde -más bien lo rompedel sueño americano, forjado en la durísima posguerra de la lejana Austria.

Arnold creció sin agua, sin electricidad, sin cuarto de baño.Vivía con su padre, Gustav, jefe de la policía local (y ex miembro del Partido Nazi), y con su madre, Aurelia, en una casa desvencijada del poblachón de Thal. Su hermano Alfred moríría años después en un accidente, y Arnold quedó a expensas del carácter autoritario del padre y «de las cuatro o cinco tortas» que le dio su madre, Aurelia. Así se fue forjando el sentido de la disciplina que el chaval aplicó con el tiempo a las pesas.


LOS AMIGOS DEL PUEBLO


Pronto empezaría el entrenamiento compulsivo en un gimnasio de Graz, donde estudiaba Formación Profesional. «Seré Mr. Universo, iré a EEUU y me convertiré en un actor», le confió a su amigo Peter Urtl, alcalde de Thal y compañero de fatigas infantiles: «Era la primavera de principios de los 60, y Arnold era un adolescente de 14 años obesionado por el culturismo».

Peter le recuerda también «hojeando a todas las horas esas revistas de culturismo que nadie sabía de donde las sacaba y que en nuetro pueblo eran algo de lo más exótico».

El bucólico lago de Thal, donde según la leyenda, Arnie salió a remar en 1986 para sacarle a Maria Shriver una sortija de diamantes y pedirle ser su esposa, ha sido revelador en la vida de Arnold.Fue aquí donde el Terminator y sus amigos dieron rienda suelta a su gamberrismo .

Karl Kling, hoy dueño del restaurante situado a orillas del lago, recuerda con placer aquellos días: «Arnold empezó a ser un líder en estas aguas. No dejábamos de tirarnos, bromear y de hacer el tonto». Willy Richter, el socorrista que no les quitaba ojo, tuvo la perspicacia de ver en Arnold una futura estrella: «Le recomendé que fuera a ver a mi amigo Kurt Manul, el propietario del único gimnasio que aquella época existía en Graz».

Desde que entró por primera vez en el gimnasio, Arnie no dejó de esculpir sus músculos los siete días de la semana. Cuando le preguntan por aquella época dice: «Me sentía un poco como Leonardo da Vinci. Fui escultor y mi talla era mi cuerpo».

Sus compañeros de clase, que hoy siguen residiendo en Thal, jamás dudaron de su fuerza de voluntad. En 1965 se convirtió en el orgullo local al convertirse en campeón infantil de pesas.Un año después fue Mr. Europa y en 1967 conquistó por primera vez el título de Mr. Mundo.

Sus amigos le vieron partir y triunfar, y nunca dudaron que llegaría a lo más alto en todo lo que se propusiera: el culturismo, el cine o la política. Alfred Gerstl , ex senador del Parlamento austriaco, ha sido precisamente su hombre de absoluta confianza en Thal, la única razón que le queda a Arnold para volver a su pueblo desde que murió su madre, Aurelia, en 1998.

Alfred es también el único que sabe cuándo Schwarzenegger pasará por Thal. A los demás les avisa dos horas antes, y el lugar de encuentro sigue siendo el Thalersee Restaurant. Allí hay una pared dedicada al héroe local, con banderas del estado federado de Estiria y con las ubicuas barras y estrellas. Sus amigos, los mismos que estos días brindaron con cerveza por su triunfo en California, no lo dudan: Arnie será presidente de EEUU.




De RONALD a ARNOLD
MARÍA RAMÍREZ

DE LAS SALAS A LAS TRIBUNAS


REAGAN: Reagan se trabajó su conversión política durante casi 20 años. Abandonó su carrera cinematográfica y televisiva 10 años antes de ser gobernador de California, entre 1967 y 1974.Reagan anunció su candidatura en 1966 durante una convención republicana.

SCHWARZENEGGER: En pleno apogeo con su último estreno de Terminator 3, sólo ha necesitado dos meses para conseguir esa transición con final feliz. Anunció su candidatura en un programa popular de televisión.

IDEARIO POLITICO

REAGAN: Demostró lealtad al partido en la campaña presidencial del 64, aunque los republicanos tenían dudas sobre su valía como candidato. Comenzó su carrera como demócrata, representando los derechos de los trabajadores y apoyando a Roosevelt durante la Gran Depresión. Ronald se adaptó a la ideología radical derechista de los republicanos del estado de California -se hizo famoso por ser el «enemigo de los mexicanos»-, y se convirtió en uno de los halcones más conservadores de la Casa Blanca.

SCHWARZENEGGER: Sus compañeros de partido también sospecharon de él. Está casado con una Kennedy, y mantiene un ideario progresista: defende los derechos de los gays, el control de armas y el aborto.

EL GUION

REAGAN: Conocido como el Gran Comunicador. «Si no ven la luz, hazles sentir el calor» era uno de sus lemas. Presumía de dirigirse directamente a los ciudadanos. Después de décadas con los republicanos, a Reagan le seguía gustando presentarse como un amateur, «ciudadano-político».

SCHWARZENEGGER: Gobernator se apoderó en la campaña de frases de Reagan, como el «Nosotros somos California», emulando al «Nosotros somos americanos» de Reagan, y defiende orgulloso tener un busto del ex presidente en su despacho. Pero Arnold no tenía otra opción en esta campaña que reconocer su bisoñez política.

EL REPARTO

REAGAN: Se rodeó de los halcones de la derecha más conservadora.

SCHWARZENEGGER: Ha elegido aliados de Reagan, entre ellos su ex secretario de Estado George Shultz, un radical conservador, y Arthur Laffer, su teórico económico. Se le escapa la vena progresista con el demócrata Warren Buffet y sus ideas abiertas. La derecha radical tiene el consuelo de que apoya a grupos que defienden la pureza del inglés contra el español o que ha votado a favor de iniciativas contra los inmigrantes.

LOS ORIGENES

REAGAN; Su padre era un tendero de una pequeña ciudad de Illinois y Ronald salió adelante con muy pocos recursos.

SCHWARZENEGGER: Aunque también explota sus orígenes humildes -su padre era policía en un pequeño pueblo austríaco-, Arnold llegó a EEUU gracias a la industria de los forzudos con todos los gastos pagados y un futuro asegurado.

LA FAMILIA

REAGAN: Se casó con dos actrices, primero Jane Wyman y después Nancy. Su dosis de desnudo polémico fue el de su hija para Playboy, en 1994

SCHWARZENEGGER: Está casado con una miembro de la realeza estadounidense, Maria Shiver Kennedy. Arnold posó desnudo para una revista gay.

UNA «PELI» MUY CARA

REAGAN: La California de Ronald arrastraba un desproporcionado déficit público. Prometió no subir los impuestos, para después acometer la mayor subida fiscal del país.

SCHWARZENEGGER: También prometió no subir los impuestos. En su discurso del jueves avisó que el déficit es mayor del estimado y que habrá que afrontar la realidad.


 
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