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 DIRECTORIO   Domingo 12 de octubre de 2003, número 417
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DENUNCIA / CRUEL INVESTIGACIÓN
La gran carnicería
Cincuenta millones de animales serán sacrificados tras enormes sufrimientos en experimentos científicos si se lleva a cabo el Libro Blanco de la Comisión Europea. El objetivo es detectar productos químicos nocivos para la salud humana. Los amigos de los animales denuncian este padecimiento innecesario
JUAN PABLO CARDENAL
MORIR COMO MONOS... En los laboratorios, animales como los monos son llevados al límite: envenenados, privados de comida, agua o sueño, sometidos a estrés psicológico, infectados con enfermedades, paralizados, mutilados quirúrgicamente, irradiados, quemados, gaseados, alimentados a la fuerza y electrocutados. La expresión de sus caras (a la izquierda) denota el sufrimiento. A otros (abajo) les seccionan el cerebro para ver su capacidad de supervivencia./COVER
   

Una vez en el hábitat del laboratorio, enfrentándose por vez primera a las batas blancas, a la luz fluorescente y al olor a éter o a disolvente, quizás el instinto animal les anuncie que un terremoto de agonía está a punto de pasarles por encima. Para la ciencia humana, supuestamente, es un sacrificio necesario para la vida y el progreso; para los animales, un potro de torturas con resultado de muerte.


Por lotes de 100 animales, son dispuestos convenientemente enjaulados o inmovilizados, antes de introducirles en el cuerpo la dosis letal de una sustancia química tóxica que provoque la muerte al 50% de ellos. Es un ritual masivo e implacable de envenenamiento, conocido como DL-50, que acaba con sus vidas pero que antes de morir deja en los animales un rastro de sufrimiento atroz durante días o semanas. Se practica con animales desde hace más de 50 años y está destinada a evaluar la toxicidad de un producto químico para su posterior utilización por el hombre.

Este método se utilizará intensivamente en millones de animales los próximos años en Europa si prospera el proyecto de Libro Blanco de sustancias químicas que impulsa la Comisión Europea de Medio Ambiente. Su objetivo es verificar con pruebas animales los riesgos de la química sobre los humanos y el medio ambiente.Es un Libro Blanco que chorrea sangre animal.

La sustancia tóxica se introduce en el cuerpo del animal por distintas vías: bucal, rectal o vaginal, nasal, dérmica, ocular y subcutánea, para ir determinando por aproximaciones sucesivas cuál es la dosis letal en los animales expuestos. Se utilizan todo tipo de animales vertebrados, principalmente ratones, conejillos de indias, gatos, perros y primates, aunque también se emplean otros de mayor envergadura como cerdos, cabras y caballos en función del tipo de prueba. El ensayo dura al menos siete días aunque puede alargarse incluso durante semanas, plazo durante el cual se van verificando los problemas provocados: respiración irregular, hipertensión, temblores, convulsiones, úlceras, hemorragias, lesiones pulmonares, renales y hepáticas, coma y, finalmente, la muerte. Los animales supervivientes serán sacrificados al final del experimento para que los órganos afectados sean examinados.


ANIMALES AL LIMITE


Se calcula que al menos 100 millones de animales son sometidos a este tipo de pruebas cada año en todo el mundo. En los laboratorios los animales son llevados al límite: envenenados, privados de comida, agua o sueño, sometidos a estrés psicológico, infectados con enfermedades, dañados sus cerebros, paralizados, mutilados quirúrgicamente, irradiados, quemados, gaseados, alimentados a la fuerza y electrocutados. Sirven para cualquier experimento, incluidos los militares. No hay más límite que la imaginación.

La Comisaria de Medio Ambiente de la UE, Margot Wallström, acaba de proponer la revisión de 30.000 de los 100.000 productos químicos que están actualmente en el mercado. Esa revisión se fundamenta en los potenciales efectos nocivos que para los seres vivos y el medio ambiente puedan tener las sustancias sintéticas presentes y futuras que produce la industria química. La puesta en marcha de esa normativa significaría, según la Federación Empresarial de la Industria Química Española (Feique) y de la Asociación de Defensa de los Derechos Animales (ADDA), que deberán sacrificarse en los próximos años 50 millones de animales vertebrados en distintos ensayos y experimentos científicos, sólo en la Unión Europea.

Según declara a CRONICA Margot Wallström, «la normativa actual se ha probado ineficiente, lenta y sin garantías, de ahí que deba ser la industria química la que controle sus productos y sea la responsable directa y final del daño que pueda provocar con la introducción en el mercado de esas nuevas sustancias químicas sintéticas».

El segundo borrador del Libro Blanco, que se presentará en noviembre en la Comisión Europea, para seguir su trámite legislativo y que pudiera aprobarse a lo largo de 2005, exigirá ahora a la industria la carga de la prueba. Hasta la fecha, han sido los Estados miembros los encargados de tutelar las pruebas de las 140 sustancias prioritarias que son las más peligrosas por su potencial riesgo carcinogénico, mutagénico, para la reproducción o por el alto volumen de producción. Sin embargo, el sistema se ha mostrado escasamente eficiente por el déficit logístico de los Estados en materia de laboratorios y centros de investigación -sólo se han realizado pruebas concluyentes completas en un centenar de sustancias desde 1993-, de ahí que la Comisión de Medio Ambiente pretenda con la nueva normativa trasladar la responsabilidad del control de los actuales y nuevos productos a la industria química.

Carmen Méndez, presidenta de ADDA, considera que «aunque estamos a favor de la seguridad de los consumidores y que es necesario evaluar las repercusiones de las sustancias químicas sobre la salud humana y el medio ambiente, no es aceptable hacerlo utilizando métodos ética y científicamente inaceptables, ya que las pruebas con animales no son rigurosas ni fiables en relación a la especie humana».

La revisión que propone el Libro Blanco implicará, según Méndez, que se vuelvan a hacer pruebas con animales con productos que «por su larga existencia y utilización ya se conocen sus resultados de inocuidad o peligrosidad, lo que significará que todos esos animales padecerán sufrimientos y una muerte horrible en un proceso que no se sabe cuántos años puede durar y que sólo favorecerá los intereses económicos de ciertas empresas. El hecho de que diferentes especies animales reaccionen de forma distinta con la misma sustancia confirma que la experimentación animal no es la más importante ni definitiva para relacionar la seguridad humana, ya que muchas veces el hombre reacciona a la inversa de los animales cuando se le aplican ciertos productos», asegura.


POCA FIABILIDAD


Los errores e inexactitudes científicas están, según su opinión, a la orden del día, ya que las variables entre distintas especies hacen la extrapolación a la especie humana un ejercicio extremadamente incierto. «El arsénico, por ejemplo, no fue clasificado como cancerígeno después de estudios con animales. Pero más tarde se descubrió que causa altos niveles de cáncer de pulmón en los trabajadores expuestos a él en el aire, del mismo modo que la relación causal entre el benceno y la leucemia humana se estableció en 1928 aunque estudios posteriores fracasaron en demostrarlo», sentencia.

ADDA aboga, como solución, por el uso de métodos alternativos a la experimentación con animales, básicamente, los cultivos in vitro y la modelación molecular. Las técnicas de modelación por ordenador se basan en establecer una relación entre la estructura molecular de una sustancia y su actividad biológica, y son capaces de predecir efectos biológicos negativos con una certeza del 85 al 97%. Aunque Margot Wallström asegura que el Libro Blanco contempla estos procesos alternativos, advierte también que «los ensayos con animales no pueden ser completamente sustituidos.

Más allá de los efectos en los animales, la revolución que propone el Libro Blanco impacta de lleno en la industria química europea, que de aprobarse la normativa en los actuales términos sería la responsable de llevar a cabo todos los estudios y su financiación.Aunque el texto comunitario cifra el coste económico para la industria en 32.000 millones de euros, la consultora Mercer Management Consulting estima que significaría una pérdida del 1,8% del PIB anual de la Unión Europea, cifras que la industria hace suyas.


RUINA INDUSTRIAL


Según Francisco Pérez, Director de Análisis Técnicos de Feique, para España -séptimo productor mundial del sector que genera el 10% del PIB español- «supondría una pérdida anual de 12.500 millones de euros durante 10 años y una pérdida de 280.000 empleos».Con sólo 16 laboratorios homologados en toda Europa, según la Universidad de Oxford, habría que organizar toda la logística para la experimentación: más centros de investigación, más criaderos, más investigadores, más animales, más ensayos... Según la citada universidad, se podrán asumir y cumplir en su totalidad las exigencias, tras el pertinente desembolso millonario, a partir del año 2048.

Obviamente, el proyecto de Wallström confirma una paradoja sin parangón. «La química ha sido la principal responsable de la mejora en la calidad de vida del hombre. En un siglo nuestra esperanza de vida se ha duplicado, los avances han sido esenciales en el área de salud -medicamentos, higiene, potabilización del agua- y en el de la alimentación. La industria en el siglo XX ha sido el motor de la innovación y el progreso, y el futuro dependerá también de ella», asegura Pérez.

La práctica totalidad de la industria química es indispensable para el resto de sectores (automóvil, construcción, textil, telecomunicaciones, informático o electrónico), pero, a su vez, su desarrollo ha implicado una debilitación medioambiental del planeta con riesgo potencial también para la especie humana. En este sentido, Pérez asegura que la industria química europea «comparte los principios políticos del Libro Blanco, pero no el procedimiento administrativo diseñado para llevarlos a cabo», en referencia a unas pruebas que considera inviables, costosas y que posicionaría a la industria europea en una clara desventaja con respecto a la americana y asiática. «Queremos que no sea papel mojado, que sea asumible y manejable», concluye.

Cabría preguntarse si el éxodo de la industria occidental a países del Tercer Mundo, principalmente China y el resto de Asia, se debe a factores más allá de la oportunidad del mercado o de las condiciones laborales y fiscales vigentes en esos países. Obviamente, las leyes medioambientales son en esos países mucho menos estrictas que en Europa y, desde luego, mucho menos severas en el caso de que se apruebe finalmente la normativa europea. Se daría, con ello, una nueva paradoja, al provocar la norma una deslocalización industrial en otros países fuera de la Unión para salvar las estrictas leyes medioambientales europeas, a la vez que los europeos seguiríamos consumiendo productos finales producidos fuera de la UE y sin los controles medioambientales preceptivos. Y aunque ese escenario implicaría un planeta cada vez más contaminado y, eventualmente, una debilitación de la economía europea en términos de competitividad, la realidad es que probablemente no serviría para conseguir los fines que se propuso: un menor riesgo para la salud humana y un planeta más limpio.


CONTAMINACION


Para el Dr. José Vicente Tarazona Lafarga, Director del Departamento de Medio Ambiente del Instituto de Investigaciones Agrarias, «los efectos de la contaminación química sobre el medio ambiente son evidentes, y se observan desde efectos globales que afectan a todo el planeta -efecto invernadero, ozono- hasta los muy locales como el vertido de algunas industrias».

De hecho, la necesidad de identificar los efectos y poner medidas para evitarlos es lo que impulsa el Libro Blanco, según este experto que realiza más de 25 proyectos de investigación al respecto.«Se está intentando realizar un balance entre lo óptimo y lo posible, esto es, entre estimar mejor la peligrosidad y el riesgo de las sustancias y su coste económico: establecer el equilibrio entre ambos aspectos no es ya un tema científico, y la decisión debe estar en función del nivel de riesgo-beneficio que la sociedad quiera aceptar», relata el doctor Tarazona.

Respecto a las industrias que emigran simplemente para evitar aplicar las restricciones ambientales «evidentemente seguirán contaminando el planeta, pero también puede ocurrir que los motivos para emigrar sean otros y de hecho algunas grandes compañías tienen el compromiso de aplicar controles medioambientales muy estrictos aún cuando no los exijan las normativas locales. Tenemos que acostumbrarnos a pensar que la industria química no es ni buena ni mala en general, evidentemente es necesaria para mantener nuestra situación de desarrollo, y existe todo el abanico de posibilidades desde el punto de vista de su impacto ambiental, desde las muy malas a las muy buenas», continúa Tarazona.

Para el científico, de lo que se trata es de poner unos mínimos, exigir y controlar que los cumplan, y animarlas a que por su propia iniciativa sean más respetuosas con el medio ambiente.«Hablamos de la industria como una entidad, pero la realidad es que la industria no es una y no tiene un comportamiento único.Nos encontramos de todo y podemos encontrarnos con industrias con un fuerte compromiso medioambiental, y otras donde la actitud es de despreocupación, desconocimiento total e incluso antipatía evidente», concluye.




HORRORES DE LABORATORIO

Las pruebas de toxicidad aguda se llevan a cabo para evaluar el potencial de una sustancia química de provocar daños o muerte tras una exposición a corto plazo de la sustancia química, farmacológica o cosmética. La DL-50 es el método más empleado con el fin de garantizar sólo la supervivencia de la mitad de las cobayas.Se usan varios tipos de animales vertebrados, muchas veces roedores pero también perros, gatos, monos o cerdos, suministrándoles las dosis por distintas vías:


HEMORRAGIAS. Las sustancias son directamente bombeadas al estómago del animal a través de tubos de alimentación forzada o jeringas, aunque también pueden añadirse a la comida. Provocan sufrimiento extremo en forma de convulsiones, dolor abdominal severo, espasmos, temblores, diarreas, hemorragias por los ojos, la boca o los genitales, parálisis y, finalmente, la muerte.

CONVULSIONES. Se fuerza a los animales a respirar vapores químicos durante un cierto periodo de tiempo. Se les coloca en una celda de inhalación en el que se bombea la sustancia o colocando un aparato respiratorio sobre sus bocas. Son muy estresantes, especialmente para los animales a los que se les somete durante largos periodos de tiempo. Los efectos de la respiración forzada son también implacables: hemorragias nasales, respiración dificultosa, convulsiones, coma y muerte.

PIEL. Afeitan los lomos de grupos de conejos, cobayas y ratas y se les aplica una sustancia de prueba, para medir el ritmo de penetración de esa sustancia química a través de la piel.Se requieren periodos de dos semanas para determinar el grado de penetración por los poros necesario para matar al animal.Se usan productos como la lejía, el salfumán o la pintura, entre otros.

LENTAMENTE. Son los ensayos que exponen a los animales a dosis repetidas pero más bajas en periodos que van de 14 a 90 días.La finalidad es calcular los efectos de exposiciones químicas crónicas y a pequeñas dosis en órganos como el hígado, los riñones, los pulmones, el corazón o el sistema nervioso. Son extremadamente estresantes para los animales.

ESTERILIDAD. Examinan los efectos en la fertilidad de los órganos reproductores. Son pruebas de 28 o 90 días con dosis repetidas en los que se prueban los cambios en el comportamiento sexual, la producción de huevos o esperma y la fertilización, el desarrollo en el útero y la actividad hormonal. Muchos animales acaban mutando de sexo o quedan estériles.

MALFORMACIONES. Las pruebas de toxicidad de desarrollo se llevan a cabo para evaluar el potencial de una sustancia química para afectar a los hijos durante los periodos de desarrollo y crecimiento.Son también pruebas de 28 o 90 días de envenenamiento que culminan en deformaciones físicas, toxicidad maternal, abortos y muerte temprana del embrión.

CEGUERA. El test de Draige es un método simple: en el ojo de un conejo albino (animal dócil, barato y con grandes ojos) se vierte una cantidad de la solución concentrada de una sustancia.Previamente, se le habrá inmovilizado por el cuello, que algunos se parten intentando escapar. Se les sujetan los párpados con clips y se les aplica el producto: tintes, amoníaco, productos de limpieza, detergentes y sprays. No se usan analgésicos y pocas veces anestesias. La prueba dura entre siete y 18 días y sus efectos son contundentes: ceguera, hemorragia, úlceras...

POST-MORTEM. Otros estudios incluyen pruebas para calcular el potencial de las sustancias químicas para dañar el sistema nervioso, de provocar cáncer o de afectar al sistema hormonal. Prácticamente todos los experimentos provocan a los animales implicados sufrimiento, dolor y angustia extremos. Todos acaban por morir víctimas de la prueba en sí o en un momento determinado serán sacrificados para llevar a cabo un examen post-mortem. No tienen escapatoria...


 
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