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 DIRECTORIO   Domingo 12 de octubre de 2003, número 417
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MEMORIAS / HABLA LA VIUDA DEL «SHA»
Farah Diva llama a la desobediencia civil en Irán
A sus 65 años sigue siendo esbelta y hermosa. Subraya con maquillaje la profunda mirada de las mujeres iraníes. Tras 25 años de exilio, recibe a CRÓNICA en París para contar que ha escrito sus «memorias» para explicar a sus dos niets y a la juventud iraní como fue la época del «Sha»
CRISTINA FRADE. París
Farah Diba ha esperado casi 25 años desde su salida de Irán para publicar sus memorias. «Hacía falta distancia respecto a las emociones de unos y otros», dice. / LEONARDO ANTONIADIS
   

Su matrimonio comenzó con una boda de cuento de hadas en 1959 y terminó en tragedia, con el exilio forzado 20 años más tarde y la enfermedad y muerte de su marido en 1980. Farah Diba fue la tercera y última esposa del sha Mohamed Reza Pahlavi, después de la princesa Fawzia de Egipto y de Soraya Esfandiari, y la única que le dio un heredero al trono de Irán. Ahora publica sus Memorias (Ediciones Martínez Roca), en las que da su versión de un periodo convulso que desembocó en la revolución islámica del ayatolá Jomeini.


La shabanu reparte ahora su tiempo entre EEUU, país en el que se han afincado sus hijos, y París, donde se realizó esta entrevista.A sus 65 años, sigue siendo esbelta y hermosa, viste con elegancia y se maquilla cuidadosamente para subrayar la profunda mirada que caracteriza a las mujeres iraníes. Hay en sus ojos y en sus palabras un fondo de tristeza y leve amargura, pero Farah Diba, de trato amable y sencillo, sabe también bromear sobre lo difícil que es fumar cigarrillos en EEUU o comentar su afición al fútbol.

Hija única, nació en Teherán en una familia privilegiada, disfrutó de una infancia feliz a pesar de que su padre murió joven, y recibió una educación moderna y cosmopolita. El sha se fijó en ella durante unas vacaciones, cuando se disponía a regresar a París para continuar sus estudios de Arquitectura. Tenía sólo 21 años cuando se casó con un hombre que acaba de cumplir los 40 y llevaba ya dos décadas de reinado.

PREGUNTA.- Dice usted que una de las razones que le han impulsado a escribir sus Memorias es el deseo de hablar a sus dos nietas de su país y de su abuelo, y decirles que pueden estar orgullosas.¿Cree que el sha y su familia han sido tratados injustamente por la Historia?

RESPUESTA.- Es verdad que he escrito este libro para mis nietas, pero también para mis hijos y para la juventud iraní que no ha conocido la época del sha. Y si lo he hecho ahora es porque hacía falta un poco de distancia respecto a las emociones de unos y otros. Lo ocurrido en Irán es una catástrofe, para mí y para mucha gente que compara lo que fue ese país hace 25 años y lo que es hoy. Pero creo que las cosas están mucho más claras hoy, tanto para los que estaban en el poder como para los que se echaron a la calle para manifestarse contra la monarquía y hoy han cambiado totalmente de visión.

P.- Su familia era musulmana chií, como la mayoría de los iraníes, y la envió a un colegio de monjas francesas. Es algo que parece impensable en el Irán de los ayatolás. ¿Cómo se vivía entonces la religión?

R.- He hablado de mi infancia no sólo porque fue una parte importante de mi vida, sino también para explicar un poco cómo era Irán entonces. Los iraníes, en su conjunto, siempre han sido tolerantes respecto a las minorías religiosas y una de las cosas que hacía la belleza de Irán era la unidad en la diversidad. El ejemplo nos lo daba nuestra Historia: hace más de 2.000 años, el edicto de Ciro el Grande nos enseñaba la comprensión y la tolerancia.Eso forma parte de la identidad iraní, de nuestra cultura.

P.- La boda de un rey y una joven estudiante de Arquitectura en París hizo soñar a miles de jovencitas en todo el mundo. ¿Se daba cuenta de los deberes y las responsabilidades que acarreaba su matrimonio?

R.- El rey me lo había advertido y yo lo aceptaba, aunque no podía imaginar la magnitud del compromiso. Siendo niña me habían inculcado un sentido del servicio para ayudar a quien lo necesitara en la familia, en la escuela, y mi visión se limitaba a eso.Pero poco a poco, gracias a las iraníes y los iraníes que venían a verme, gracias a los viajes, pude empezar a identificar sus problemas, a pensar en soluciones y a buscar medios para llevarlas a la práctica. Y siempre tuve el apoyo de mi marido: él quería que la reina participara en las actividades en beneficio del país.

P.- Cuenta usted que al rey le atrajo de usted su sencillez.Al margen de lo que él representaba, ¿qué le atrajo a usted de él?

R.- En una familia como la mía, que sentía mucha admiración y mucho afecto hacia el rey, el mero hecho de verle de cerca y poder hablarle era una emoción extraordinaria. A mí me impresionó su mirada, que era dulce, tenía unos ojos muy grandes, muy hermosos, y una sonrisa maravillosa. Y sobre todo era muy natural y enseguida me hizo sentir a gusto. Él me aceptaba tal como yo era.

P.- Usted no tenía sangre real ni experiencia de la corte, pero pronto se adaptó a su nuevo modo de vida. Eso no siempre ha resultado tan fácil luego, incluso para quienes tenían sangre azul. ¿A qué lo atribuye usted?

R.- Yo siempre he sentido un gran amor por mi país y por mis compatriotas, y tuve mucha suerte porque llegué en un periodo de Irán que, en mi opinión, era un periodo de renacimiento. Me encontraba en una posición en la que podía ayudar en muchos aspectos y eso era una gran satisfacción. Durante casi dos décadas pudimos realizar muchos de nuestros sueños. Pero el papel de la monarquía, su margen de maniobra, no es el mismo en una sociedad industrializada y democrática que en un país en vías de desarrollo. Y además, los tiempos han cambiado. En mi época había una visión muy determinada de la posición de la monarquía y de su papel histórico y humano.Ahora la opinión pública no es tan dura respecto a las libertades de algunas familias reales. En mi caso, lo más extraordinario es que hace 40 años, en un país de Oriente Próximo y musulmán, tuve la posibilidad de hacer todo lo que me propuse, siendo mujer.


MUJERES LIBRES


La emancipación de la mujer era una de las seis grandes reformas que el sha se propuso llevar a cabo a partir de 1962 y que fueron bautizadas como la revolución blanca porque, como explica Farah Diba en su libro, «aquella revolución tenía que convertir Irán en un país moderno sin que se derramara una sola gota de sangre».Encabezaba el programa una reforma agraria «esperada por los pequeños campesinos, temida por los terratenientes», financiada por la privatización de cierto número de empresas del Estado.Otras medidas consistían en la nacionalización de bosques y pastos, la participación de los trabajadores en los beneficios de las empresas, la extensión a las mujeres del derecho de voto y del derecho a presentarse a elecciones y una gran campaña de alfabetización.

P.- Los derechos de la mujer fueron una de las causas que usted alentó durante el reinado de su marido. ¿Qué siente al ver el retroceso que ha supuesto la revolución islámica?

R.- A pesar de 25 años de fundamentalismo, no pierdo la esperanza.Porque las mujeres iraníes saben que las cosas pueden ser distintas y conocieron otra situación durante la monarquía. Los primeros movimientos de emancipación comenzaron con el padre del rey, en 1936, cuando prohibió el uso del velo. No era sólo cuestión del velo en sí, se trataba de abrir la sociedad a las mujeres.Luego se cambiaron las leyes en su favor, las leyes sobre el divorcio y la poligamia, por ejemplo, se facilitó su acceso a la educación, a la planificación familiar, a la participación en la sociedad. Ningún oficio les estaba vedado. Y aunque los fundamentalistas han cambiado muchas leyes, no han podido con todas. A pesar de las humillaciones y los insultos, las mujeres iraníes son muy valientes y siguen luchando dentro y fuera del país por sus libertades y sus derechos.

P.- Desempeñó una labor importante en muchos otros terrenos: sanitario, educativo, cultural, medioambiental. Para unos, usted era una especie de muro de contención frente a los excesos de la modernización a ultranza que llevaba a cabo el régimen, pero otros la acusaban de ser excesivamente liberal, una mala influencia sobre su marido.

R.- ¡Nunca se puede contentar a todos! Hay que decir que yo era de una generación posterior a la de muchos miembros del Gobierno y muchos funcionarios, que evidentemente tenían una mentalidad distinta a la mía. Yo creía que mi papel era estar atenta a todo el mundo, pues pienso que ése es uno de los papeles de una monarquía, escuchar a gente de opiniones y ámbitos distintos. Quería que nuestro país avanzara, viajé mucho en Irán y ésa fue una de mis grandes alegrías, porque podía ver la realidad de cerca -o por lo menos todo lo cerca que puede verla una reina- y siempre era mejor que quedarse en la capital. Estaba plenamente a favor de la modernización y de la industrialización, pero también me preocupaba por cómo se llevaba a cabo. No quería que repitiéramos los errores que habían cometido otros países que habían pasado por esa fase antes que nosotros.

P.- Se ha dicho que el régimen la utilizaba para darse un barniz de modernidad. ¿El rey la escuchaba de verdad? ¿Recuerda alguna ocasión en que usted le hiciera cambiar de opinión?

R.- Sí, sí, claro que me escuchaba, en muchos aspectos. Recuerdo, por ejemplo, una ley que se hizo para proteger las playas, para que no se pudiera construir en ellas y garantizar el acceso al público, algo normal. Al borde del mar Caspio esto estaba totalmente justificado, porque allí se construían villas privadas. Pero no se podía imponer la misma ley, tal cual, en las playas del Golfo Pérsico, porque allí mucha gente vivía todavía de la pesca, en pequeñas cabañas junto al mar. No se les podía echar. Todo esto yo lo aprendía en mis viajes o en las conversaciones con la gente y luego se lo transmitía al rey.


CORRUPCION, REBELION, REPRESION


En su afán de modernizar rápidamente el país, y con la ayuda de los ingresos del petróleo, el soberano llevó a cabo una política de planificación e industrialización a marchas forzadas que causó una fractura social entre la oligarquía dirigente y el pueblo.El clero, desposeído del monopolio de la educación y de buena parte de sus tierras, encabezó la oposición a la occidentalización de la cultura y las costumbres. La oposición al régimen del sha empezó a movilizarse a principios de los años 70, a lo que las autoridades respondieron a través de la Savak, la temida policía política, con detenciones masivas, juicios expeditivos y ejecuciones.

P.- Uno de los factores que precipitaron la caída de la monarquía fueron las acusaciones de tráfico de influencias, de corrupción, de enriquecimiento personal en el entorno del rey. ¿Qué había de verdad y hasta qué punto era usted consciente de ello?

R.- El Gobierno islámico, y en general todos los que estaban en contra de la monarquía, hicieron mucha publicidad sobre la fortuna del rey, con cifras extraordinariamente exageradas que nos hicieron mucho daño. Pero lo que más me ofendió es que se acusara de enriquecimiento ilegal a un hombre que quería vivir en su país, que estaba enamorado de él, que deseaba que su hijo, su nieto y sus descendientes le sucedieran en el trono. Un hombre así no se aprovecha incorrectamente de la riqueza de su país.Desgraciadamente, gente que se aprovecha de su posición existe en todo el mundo y cuando el rey o yo nos dábamos cuenta, intentábamos impedirlo. Pero ahí también se exageró mucho. Yo misma llegué a creer que tal o cual persona era corrupta, porque así lo decía la oposición que quería desacreditarnos. Luego, en el exilio, me di cuenta de cómo vivían esas personas y de que me había equivocado al juzgarlas.

P.- A su marido se le reprochó su fascinación por EEUU y se le acusó de estar a las órdenes de ese país, que al final le dejó caer.

R.- Tiene gracia que se diga que estaba a las órdenes de EEUU porque cuando el sha estaba en Irán no había un solo portaaviones americano en el Golfo Pérsico. ¿Quién les ha invitado al Golfo ahora? Lo que hay que comprender es que a Irán le interesaba estar en el bando occidental, no en el soviético, pero dada nuestra vecindad con la URSS, el rey tenía que mantener el equilibrio entre las dos potencias, sin dejar de defender los intereses de su país. Algunas grandes potencias no querían eso y no vieron venir el peligro fundamentalista. Luego se dieron cuenta de que se habían equivocado. Irán era un país respetado, tenía relaciones con todo el mundo, era un factor de estabilidad. En cuanto el rey se fue, mire lo que sucedió: la invasión de Afganistán, la guerra de Irán-Irak, la invasión de Kuwait y la guerra del Golfo, los talibán en Afganistán, y ahora otra guerra en Irak...

P.- Con la distancia que da el tiempo, ¿cuáles cree que fueron las causas profundas de que la revolución blanca fracasara y tuvieran que abandonar el país?

R.- Fue una mezcla de elementos internos y externos. Cuando se avanza rápidamente, como ocurrió en Irán en aquellos años, se rompen tradiciones y surgen conflictos. La reforma agraria, por ejemplo, no agradó a muchos religiosos ni a muchos propietarios de tierras, y la emancipación de la mujer tampoco complació a buena parte del clero. Por otra parte, no olvidemos que era la época de la guerra fría. Teníamos un gran vecino que era la URSS, que siempre había mirado hacia Irán con codicia, y un partido comunista iraní que estaba vinculado a Moscú, aunque estuviera prohibido. Todas las potencias codiciaban Irán porque era una región estratégica y un país rico. Y otra razón es quizá que Irán se había vuelto demasiado fuerte, demasiado importante, y después del aumento de los precios del petróleo, mucha gente en el extranjero estaba descontenta. Quizá teníamos que haber sido más humildes, más discretos.

P.- ¿Hay algo que lamenta o de lo que se arrepiente especialmente, algo que podía haber evitado la llegada del fundamentalismo?

R.- Quizá una apertura política un poco antes -cuando el país empezaba a ir mal económicamente era ya demasiado tarde- y la existencia de unos partidos políticos organizados podrían haber contenido y sofocado la oposición. No estoy segura del todo, pero es una posibilidad. El rey quería que el país alcanzara cierto nivel de desarrollo y alfabetización antes de abrirlo gradualmente a la libertad política, porque un país no se convierte en una democracia de la noche a la mañana. A lo mejor había que haber empezado antes. Y quizá no explicamos bien a la población lo que habíamos hecho con un espíritu de justicia social. No cultivamos bien las relaciones públicas, hoy consideradas tan importantes, ni dentro ni fuera de Irán.


UNOS PARIAS, UNOS APESTADOS


Para la familia real iraní, al trauma de tener que abandonar su país se añadió el de encontrarse casi todas las puertas cerradas y ser considerados «unos parias, unos apestados», dice la propia Farah Diba. Sólo el presidente de Egipto, Anuar-el-Sadat, y su esposa se mostraron siempre incondicionalmente hospitalarios.Comenzó luego un errático periplo que les llevó de Marruecos a Panamá, pasando por Bahamas y México. EEUU sólo aceptó al sha en su territorio para que fuera tratado de un cáncer, del que falleció en Egipto en 1980.

P.- En el libro cita entre las personas que no les volvieron la espalda a los Reyes de España y dice que su hijo mayor, Reza, les considera un ejemplo. ¿Por qué, concretamente?

R.- Creo que los acontecimientos de hace unos años [se refiere al intento de golpe de Estado del 23-F] pusieron de manifiesto la importancia de una monarquía constitucional. El Rey, con su forma de actuar en aquel momento, permitió que la democracia continuara en España. Por eso mi hijo lo considera un ejemplo.A menudo se equipara la monarquía con la dictadura y la república con la democracia, pero eso no es verdad. Muchas de las verdaderas democracias, de las más grandes, son monarquías, y Dios sabe cuántas repúblicas hay que no son democráticas. Al margen de estas consideraciones políticas, tengo una gran amistad con el Rey y la Reina, siento por ellos gran admiración y afecto.

P.- Hace unos años comparaba usted el Irán de los ayatolás con la España de la Inquisición. ¿Ha mejorado algo la situación con el actual presidente Mohamed Jatami?

R.- Ya con Rafsandjani se dijo al principio que era un moderado, luego se descubrió lo que era de verdad y hoy es uno de los hombres más odiados y más corrompidos. Luego los iraníes han creído en Jatami, por su discurso, pero no ha podido llevar a la práctica sus promesas en seis años en el poder. Los iraníes están decepcionados y la mayoría de la gente quiere ir más allá de Jatami. En mi opinión, mientras el Guía Supremo religioso esté por encima de la Constitución no puede haber reformas, porque en cuanto el Gobierno intenta una apertura, se produce una ruptura. Pero son astutos y juegan con Occidente.

P.- ¿Ve usted alguna perspectiva de cambio pacífico?

R.- Los que están en el poder harán todo por conservarlo. Nosotros abogamos por un cambio mediante un movimiento de desobediencia civil, con el apoyo del mundo entero. Si a Occidente le importan tanto los derechos del hombre y la democracia como le importaban en nuestra época, que los defienda ahora. El mundo tiene que saber lo que está ocurriendo en Irán y apoyar el movimiento de libertad de los jóvenes y de la mayoría de la población, animar a los iraníes en la oposición. Un Irán libre, estable, y tolerante sería beneficioso para todo el mundo.




LAS CLAVES

LA DINASTIA PAHLAVI


1925-1979. Tras más de 120 años de dinastía Qayarí en Irán, un comandante de la brigada de los cosacos, Reza Kan Pahlavi, dio un golpe de Estado en 1921 y, cuatro años más tarde, se hizo proclamar «sha» o rey. Bajo su mandato (hasta 1941) y el de su hijo Mohamed Reza Pahlavi (1941-1979), Irán vivió un periodo de modernización autoritaria y secularización. Durante la guerra fría Pahlavi fue un importante aliado de EEUU.


REVOLUCION ISLAMICA


El ayatolá Jomeini. El descontento de las clases medias, los socialistas y los clérigos chiíes por la creciente occidentalización del país, la represión y el tren de vida excesivo de la familia real condujo a la revolución, encabezada desde el exilio por el ayatolá Ruhollah Jomeini. El «sha» dejó Irán el 16 de enero de 1979. Meses después se instauró la república islámica.


EXILIO


Condena de muerte. El primer destino de la familia real fue Egipto.De allí pasaron a Marruecos, Bahamas, México, EEUU, Panamá y, finalmente, de vuelta a Egipto, donde se establecieron en El Cairo. Las nuevas autoridades iraníes dictaron sentencia de muerte contra el «sha» y su familia. Mohamed Reza Pahlavi murió enfermo de cáncer en julio de 1980 en El Cairo.


LOS HEREDEROS


Cuatro hijos. A la muerte del «sha», su hijo Reza Ciro se convirtió en emperador en el exilio. Hoy vive en EEUU y mantiene contacto con grupos opositores. El «sha» y Farah Diba tuvieron tres hijos más: Farahnaz, Ali Reza y Leila, que se suicidó hace dos años en Londres.


 
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