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 DIRECTORIO   Domingo 16 de noviembre de 2003, número 422
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ANTIGLOBALIZACIÓN / LOS DOS JÓVENES OLVIDADOS EN SALóNICA
La agonía griega de dos anarquistas
CARLOS Y FERNANDO llevan cinco meses presos en Salónica, 43 días en huelga de hambre y pierden un kilo por día. Fueron a manifestarse contra la globalización y pueden terminar condenados a 25 años por «terroristas»
ILDEFONSO OLMEDO
Carlos Martín Martínez, de 25 años.
   

Ana, la madre, no recuerda cuántos pisos subió en el ascensor.Había uniformes por todos lados. La policía había convertido el hospital Lipocratio, en el centro de Salónica, en un auténtico fortín, como si custodiara a peligrosos terroristas en vez de a cinco militantes antiglobalización debilitados por las secuelas de un mes ya de huelga de hambre. La vecina de Aranjuez, cocinera de profesión, llevaba unos días en Grecia y sólo la mañana anterior había podido visitar a su hijo Carlos. Fue en la cárcel, tras una mampara de cristal: «No le reconocí al verlo. Caminaba dificultosamente, estaba extremadamente delgado, con barba, los ojos hundidos y unos círculos rojos alrededor». Ahora, pensaba nerviosa ascensor arriba, podría acercarse hasta abrazarlo después de muchos meses de ausencia. Era el viernes de la semana pasada.


El agravamiento del estado de salud del joven anarquista madrileño, detenido en junio pasado tras los altercados que acompañaron la cumbre de jefes de Estado de la Unión Europea en la ciudad griega de Salónica, y en huelga de hambre desde el 5 de octubre, había provocado que él y sus otros cuatro compañeros de protesta (entre ellos el burgalés Fernando Pérez Gorraiz) fuesen llevados a un hospital civil para estar mejor atendidos que entre rejas.No recuerda Ana, de 53 años, situación más emotiva en toda su vida: «Entré directamente y abracé a mi hijo, que estaba sentado sobre la cama... Después, como me habían pedido médicos y psicólogos preocupados por el estado anímico de los chicos, fui tocando caras y manos a todos: al otro español, Fernando, al sirio Castro, al británico Simon y al griego Spyros».

Juntos son los cinco de Salónica, militantes antiglobalización a los que el Estado griego pretende juzgar bajo la ley antiterrorista en vigor desde el año 2000 y que hasta ahora sólo había sido aplicada a los miembros de la organización armada 17 de Noviembre.Les pueden caer penas, si les declaran culpables, de siete a 25 años de prisión.

La historia de los cinco muchachos antisistema (hubo otros dos encarcelados, pero al ser menores de edad están apartados en otra prisión) es la resaca de la última gran protesta contra la globalización, que se convierte en auténtica marejada en las casas de Ana Martínez y de otra familia española. Transcurridos cinco meses, sus hijos (Carlos Martín Martínez, de 25 años, y Fernando Pérez Gorraiz, de 21) siguen presos lejos, en espera de un juicio para el que no hay fecha y con unos cargos en su contra que empezaron por ser tenencia de tirachinas y tuercas de acero y han terminado escribiéndose con la gravedad de la legislación antiterrorista: tenencia de explosivos (cócteles molotov) y pertenencia a banda armada, alteración de la paz...A veces, todo se escribió con los renglones torcidos de la mentira y la intoxicación, a tono con la alarma social y el desmesurado despliegue policial que convirtió a Salónica en un escenario de guerra.


LA CONSPIRACION


Dos cadenas de televisión y uno de los periódicos griegos de mayor tirada llegaron a publicar que uno de los detenidos era «un vasco, líder anarquista buscado por la policía de tres países de la UE». Se habló hasta de «conspiración anarquista internacional».Después, el tema desapareció de los medios. Desde la embajada española, unas visitas esporádicas al penal y ninguna queja formal.Tampoco nadie dijo las palabras con las que Carlos defendió ante el juez su inocencia: «Las acciones violentas de toda clase se oponen a mis principios y valores».

Hasta que, hartos de negar los cargos que se les imputa y de considerarse cabezas de turco sin derecho siquiera a la libertad bajo fianza, los cinco de Salónica decidieron dejar de comer.Primero fue el sirio y luego, a principios de octubre, se fueron sumando los demás. La dieta inicial para la huelga de hambre, de agua y miel, hace ya 23 días que quedó reducida exclusivamente al líquido. Fernando, espigado y delgado de constitución, ha perdido alrededor de 15 kilos. Carlos, unos 17. Desde el martes pasado, cuando las autoridades griegas decidieron trasladar a los huelguistas desde la ciudad norteña de Salónica hasta la prisión ateniense de Korydalos para tenerlos bajo vigilancia permanente en el hospital del propio centro penitenciario, las noticias sobre los presos vuelven a encontar hueco en los informativos.

La BBC, por ejemplo, transmitió este jueves algunas de las concentraciones de apoyo a los presos en Atenas, Salónica y otras ciudades. Y algunos medios se aproximaron hasta el hospital civil de Nikea, a las afueras del puerto del Pireo, a donde fue trasladado el español Fernando, el que presenta una salud más debilitada. Según fuentes médicas, los huelguistas están empezando a perder un promedio de un kilo de peso al día. Lo que no pierden es la esperanza de hacerse oír fuera.

Una ayuda a su causa fue la emisión reciente en dos cadenas privadas de televisión griegas de un vídeo donde queda registrada la detención de Simon Chapman. En él se aprecia cómo la policía le adjudica al británico una mochila cargada con cócteles molotov y un martillo que no es suya. Se trata de una falsificación de pruebas -de la que se han hecho eco también periódicos como The Guardian y Ta Nea, el de más tirada en Grecia- que pondría en entredicho la veracidad de las acusaciones contra todos los encarcelados.

A Carlos, el madrileño de Aranjuez, no le pillaron ninguna mochila.Los únicos bultos con los que fue a Grecia (un macuto y una bandolera) quedaron abandonados en la zona de acampada de los antiglobalización y fueron rescatados por su padre, Juan Carlos Martín, semanas después de la detención. El progenitor, electricista en una empresa metalúrgica, de 57 años, no olvidará el día en que el menor de sus tres hijos, Carlos, anarquista de la CNT, insumiso, trabajador de la construcción, cerraba ese macuto en la casa paterna. Nunca imaginó tan largo viaje.

Lunes, 17 de junio. Hace ya cinco meses. Carlos se prepara para viajar a Salónica con la mochila de su padre. Ya estuvo en Génova, su bautizo internacionalista, en Barcelona, en Sevilla. También sabe de primera mano -se lo contó su hermano Iñaki, que le precedió en las movilizaciones antisistema- lo ocurrido en Praga. Cuando con un abrazo se despide de su padre -«Hijo, ten cuidado», no pudo dejar de decir éste-, el macuto lleno habla de quién es el joven: pasaporte, maquinilla de afeitar, cepillo dental, poca ropa, muchos cómics, una revista de astronomía, la publicación Batería Total, una flauta... «Son jóvenes necesarios, idealistas», dice el padre en su casa de Aranjuez, que Ana, la madre, ha salido a estar con un grupo de apoyo a su hijo creado en el pueblo.«Carlos es un sindicalista de CNT con muchas inquietudes. Un chaval normal, con su casa, su hipoteca, que no fue buen estudiante y trabaja en la construcción, le apasionan la astronomía y la música [acababa de comprarse una batería y un telescopio] y devora los cómics. A veces parece un panfleto cuando habla, pero otras es muy cómico el condenado». Y se ríe al recordar la última Navidad.

Carlos venía de Andorra, donde había pasado seis meses después de que el verano anterior conociera allí a la que sigue siendo su novia (Nerea, 22 años, desde julio en Grecia para estar cerca de él). «Entró en casa con la chica y con una cesta de Navidad que le habían regalado en su último trabajo en el Principado.Y llevaba el jamón en la mano...».

Desde Burgos, los padres del preso Fernando, Santiago y Mercedes, están escandalizados «por la imagen de terrorista internacional peligroso» que pretenden atribuir a su hijo. Con estudios de FP y sin trabajo estable, recorría Europa en interrail cuando acudió a Salónica. «Es sólo un idealista, una persona consecuente que defiende sus ideas anarquistas con vehemencia. Un chaval totalmente normal». Ahora, olvidadas las denunciadas torturas (a Fernando le partieron un diente y a Carlos le arrancaron un mechón de pelo, o lo dejaron esposado con las manos en la espalda toda una noche ya en plena huelga de hambre), lo que más les preocupa es su salud. La falta de glucosa ha empezado a provocarles problemas de visión y movilidad. Nadie, aún, quiere pensar en posibles lesiones cerebrales... Pero las familias de Carlos y Fernando saben que la apuesta de sus hijos es radical. Creen que la huelga de hambre es su única salida. Carlos lo ha hablado con su padre: «Lo conseguiremos... Y si no, pues la hemos cagado».A sus colegas anarquistas se lo dice con otro discurso: «¡Entramos luchando y saldremos luchando! ¡Por las barbas de Satanás!».


Con información de Corina Vassilopoulou (Atenas) y J. F. Corcuera (Burgos)




 
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