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 DIRECTORIO   Domingo 30 de noviembre de 2003, número 424
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TELÉFONO PUBLICO / UNA VICTIMA DEL MOVIL
La cabina, especie en extinción
MIGUEL CRIADO

Olvidadas. Cuando TVE emitió, en 1972, la película La Cabina, de Antonio Mercero, media España se hundió en sus sillones presa del pánico. El argumento, que hoy puede parecer absurdo, causó auténtica conmoción: José Luis López Vázquez entra en una cabina y cuando intenta salir comprueba que la puerta no se abre. A la hilaridad de los primeros momentos le sigue el drama. Cuando una grúa se lleva la cabina con su víctima se masca la tragedia.Al final, el espanto. El locutorio acaba en un lúgubre depósito de cabinas, cientos de ellas, llenas de incautos que habían necesitado llamar por teléfono. Unos aún vivos, la mayoría muertos.


Treinta años después, los españoles parecen haberse vengado de ellas. Más que miedo, dan lástima. La mayoría ni siquiera se percata de su presencia. En España hay un ejército de 100.000 cabinas telefónicas. De ellas, 60.000 están a la intemperie y, el resto, las más afortunadas, bajo el techo de un bar, estación o similares. Pero pocos recuerdan dónde están. La democratización de los teléfonos móviles las hizo inservibles, una parte más del mobiliario urbano. Y si no, vean la escena ocurrida esta semana en la calle O'Donnell, en Madrid: dos jóvenes hablan por el móvil a escasos metros de una cabina. Saben que es más barata.Más a esa hora de la mañana. «Ni me había fijado» dice él. «Es que es un rollo y tienes que estar con las monedas», añade ella.¿Cuándo fue la última vez que usó usted una?

No siempre fue así. En los tiempos dorados de la cabina, lo difícil era encontrar una libre y las colas se hacían eternas.Hace dos décadas, la puesta en marcha de la tarifa nocturna consiguió que la gente saliera a la calle después de las 10 de la noche.Entonces, había una en cada esquina y cada plaza de todos los pueblos.

Hasta las bandas organizadas se fijaron en ellas. Reventarlas para llevarse las monedas se convirtió en negocio para los malos.Otros apostaban por el ingenio e introducían una moneda unida a un hilo para hablar largo y tendido con cinco de los viejos duros. Ahora, tan sólo los vándalos de fin de semana les prestan atención, emprendiéndola a golpes con las más débiles, las más alejadas. «Les han hecho de todo, desde romper sus cristales hasta destrozarlas con un mazo. No sería la primera, ni la segunda, ni la tercera vez que las rodean con una cadena atada a un coche para arrancarla de cuajo», comenta un técnico de Telefónica Telecomunicaciones Públicas (TTP), la antigua Cabitel. De hecho, las sucesivas modificaciones en su estructura se han debido más a razones de seguridad que de diseño. El cristal ha sido reforzado y el plástico de la carcasa, sustituido por una aleación de acero. Cada año, Telefónica se gasta varios millones de euros en reparar daños.

El vandalismo y la deserción de los usuarios han provocado un descenso de los ingresos. En los últimos cinco años, la caída ha sido de un 8% anual. De no ser porque la legislación obliga a Telefónica a tenerlas en funcionamiento independientemente de su rentabilidad económica, las cabinas serían una especie en vías de extinción. Cientos de miles de kilómetros de cable, 100.000 cabinas y unos mil trabajadores que los nuevos tiempos han olvidado. ¿O no?

«El mundo va a seguir necesitando un servicio de voz y datos público», afirma Ramón Sanjuán, director del área comercial de TTP. Para tratar de devolverles a sus máquinas el pasado esplendor ha encontrado varios aliados. Las personas mayores, fieles a la cabina de toda la vida y reticentes a los móviles cada vez más complejos, los primeros. La tarjetas prepago le aseguran también la complicidad de los turistas. Pero es en los inmigrantes donde Telefónica ha encontrado una auténtica fuerza de choque.El fenómeno de los locutorios colectivos -Telefónica es el proveedor de 1.000 de ellos- ha alegrado las arcas de la compañía. También los teléfonos situados en la vía pública ven como personas de otros continentes vuelven a usarlos.

Pero para asegurar su supervivencia, las cabinas tienen que conquistar a los jóvenes, los primeros que les dieron la espalda. Por eso han empezado por aprender el lenguaje que ellos mejor entienden, los mensajitos. Desde el mes pasado, todas las cabinas de España permiten el envío de SMS. Sólo en octubre se enviaron más de un millón de mensajes a través de cabinas. Ademas, las mismas modificaciones también posibilitan mandar mensajes de texto a faxes y direcciones de e-mail. Y esto es sólo el principio. La filial de Telefónica ya esta desplegando terminales multimedia, las cabinas de la nueva era. Diseñadas para soportar actos vandálicos, tienen cámara para videoconferencias, pantalla táctil, ratón y teclado para navegar por Internet. Ya hay 100 instaladas, la mayoría en zonas vigiladas de Madrid, como la estación del AVE de Atocha.

De momento, su acogida ha sido discreta. «Se les tiene respeto, la gente no sabe para qué sirven. En más de una ocasión, cuando coinciden en un mismo sitio una cabina tradicional y otra multimedia, el cliente se decanta por la vieja», confiesan en TTP. Los planes son desplegar 1.000 unidades por las capitales de provincia en 2004. Y alcanzar las 5.000 dentro de cuatro años. Eso sí, todas serán instaladas en locales cerrados, vigilados y con mucho tránsito.Su elevado precio (la compañía no quiere revelarlo para no despertar la codicia) les impide salir a la calle. En ella siguen sus 60.000 hermanas mayores. Aunque no las vea, están ahí esperando su llamada.


CLAVES


SALVAR A LA CABINA

En España hay 100.000 cabinas telefónicas, 60.000 de ellas en la calle. / Tras la popularización del móvil, su recaudación ha caído a un ritmo del 8% anual. / Para tratar de recuperar a los clientes, Telefónica está implantando terminales multimedia./ Éstos permiten enviar mensajes a móviles, navegar por Internet y mantener videoconferencias




 
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