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 DIRECTORIO   Domingo 21 de diciembre de 2003, número 427
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ARMIN MEIWES / EL CANIBAL DE ROTENBURG
La «snuff-movie» más codiciada
SILVIA ROMAN

La película. «El momento de descuartizarlo y destriparlo lo contemplé a menudo». Armin Meiwes, con serenidad e incluso entre sonrisas, ha relatado estos días sin pudor el ritual caníbal que ejecutó hace dos años en el sótano de su mansión dieciochesca en la localidad alemana de Rotenburg. «A él también le dio placer», dice de su víctima, un ingeniero berlinés de 43 años que siempre «había soñado con ser comido». La espeluznante acción de este ingeniero técnico -llevaba una vida normal- se ve superada por la sobrecogedora realidad de que existe un amplio público -de costumbres también corrientes- que espera con ansiedad contemplar la sangrienta obra en la pantalla pequeña. El caníbal de Rotenburg grabó en tres cintas de vídeo, de casi cuatro horas, cómo cortó el pene a Bernd Jürgen B., cómo ambos lo intentaron de todas las maneras posibles ingerir y cómo finalmente troceó y comenzó a devorar al moribundo.


La filmación del Hannibal Lecter alemán se ha convertido en la snuff-movie más codiciada (snuff-movie: película en la que se tortura y asesina con el único fin de registrar los hechos por algún medio audiovisual). Por eso la Audiencia de Kassel, donde se desarrolla el juicio contra Meiwes, ha rodeado de fuertes medidas el trío de casetes que contiene las escenas que en el mercado negro de los más sádicos pueden alcanzar los 50.000 o 60.000 euros, según los expertos. Todo lo que rodea al caníbal huele a dinero: él mismo ha anunciado que escribirá sus memorias (a las que ya califican como futuro best-seller) y ha recibido ofertas millonarias para llevar su vida y obra al cine.

A las cintas, en la caja fuerte del Tribunal, sólo tienen acceso dos agentes y un funcionario. En el juicio, la filmación fue exhibida el 8 de diciembre sólo ante los jueces, el jurado y los abogados. «Llegué a pensar que estaba en una casa de locos», contó tras la proyección una de las magistradas.

Los adictos a las snuff-movies (impera la teoría de que la gran parte de ellas no son auténticas) esperan que el vídeo del caníbal termine en Internet. «Deberían destruir las casetes tras el juicio», no duda Borja Crespo, autor del cortometraje Snuff 2000. «A la gente le gusta ver Vídeos de Primera, los programas de sucesos, las auténticas burradas. Habrá un amplio sector del público que esté detrás de ellas».

El cortometraje de Crespo está basado en los cómics de Miguel Angel Martín, quien confirmaba recientemente la cifra de 60.000 euros que, según se está aventurando, costará la cinta. «Se ha dado esa misma cantidad por un cordero en formol, así que, ¿por qué no?», señalaba Martín.

En principio, las férreas medidas de seguridad hacen indicar que las casetes no saldrán nunca a la luz. Pero... hay copias.La propia Audiencia de Kassel ha reconocido su existencia, y que se encuentran bien ocultas en Wiesbaden, la capital del Estado de Hessen, de donde procede Meiwes.

«Las cintas nunca estarán a la venta», sostiene Mark Benecke, un reconocido forense. «Y eso que lo prohibido es lo que más atrae a la sociedad. Esa misma atracción fue la que le hizo a Meiwes poner una cámara a grabar. Lo quería volver a ver después.Para él, era un bonito recuerdo», añadió.

Meiwes, acusado de asesinato con motivación sexual, ha confesado que se comió a su víctima porque le producía satisfacción sexual.¿Por qué lo grabó todo? Quería (y lo hizo) contemplar repetidas veces el vídeo para, mientras, masturbarse.

Lo que pasa en la habitación más tétrica de las 47 del hogar de Meiwes supera la más despiadada imaginación. Al principio, ambos aparecen fumando y charlando. A las seis y media de la tarde, Meiwes procede a cortar el pene del berlinés, quien se había tomado 20 pastillas para dormir, dos frascos de jarabe y media botella de licor. Ambos cocinan e intentan comerse juntos el órgano amputado, pero tras pasarlo por la sartén e incluso hervirlo (provocó una reducción considerable de tamaño), el miembro es complicado de digerir. Bernd, desangrándose, se marcha a la bañera, perdiendo el conocimiento 10 horas después. Es entonces cuando empieza el descuartizamiento. Con simples cuchillos de cocina, Meiwes empieza a trocearlo. «Movía la cabeza de un lado a otro. Se puede ver un movimiento bucal», dijo un forense presente en la proyección del vídeo durante el juicio.

Un corte en el cuello le provocará la muerte al berlinés, cuyo cadáver, troceado, terminó en el refrigerador de Meiwes. Unos 20 kilos se llegó a comer el antropófago antes de ser descubierto por la policía un año después. Cada vez que masticaba una parte del cuerpo, ha dicho el acusado, era «una especie de comunión», que regaba, además, con tinto chileno.

«El acto de devorar a otro ser humano tiene un significado ambivalente.Por un lado es un impulso de amor controlado, y por otro, un acto de aniquilación radical y de asimilación de un poder extremos», afirma Ana Elena Martínez, creadora de espectaculares performances, que recuerda que hasta en los cuentos infantiles hay referencias al canibalismo (el lobo que se come a la abuelita, los malparados Hansel y Gretel...). Sin embargo, el público que espera ávido la cinta de Meiwes es adulto. «Ahora mismo puedo decir que ya está en la Red y la gente se lo creerá y lo buscará», apostaba Crespo. «Con esto puede pasar como con el bulo de las mascotas que crecían dentro de frascos de cristal. Todo el mundo se lo llegó a tragar. Nuestra fascinación por el lado oscuro ha alcanzado un grado enfermizo».


CLAVES


TRES CINTAS POR 60.000

El vídeo del «Caníbal de Rotenburg», en el que se ve cómo éste descuartiza y come a su víctima, puede valer 60.000 euros en el mercado negro de los adictos al sadismo. / Las cuatro horas de filmación se recogen en tres cintas, custodiadas en la caja fuerte de la audiencia de Kassel (Alemania). / Se dice que hay copias que llegarán a Internet




 
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