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 DIRECTORIO   Domingo 28 de diciembre de 2003, número 428
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RELIGION / LA IGLESIA, VICTIMA DEL EURO
Los céntimos no son cristianos
LOS CATOLICOS dan cada vez menos limosnas. En Pamplona, la diócesis más rica de España, han recaudado un millón de euros menos el año pasado. Y en otras muchas parroquias ya no pasan el cepillo
JOSE MANUEL VIDAL
REDONDEO. Quienes antes donaban 100 pesetas, en vez de redondear hasta un euro, ahora sólo dan 50 céntimos, un 20% menos de lo que aportaban antes.
   

Andrés Calonge tiene 42 años, lleva nueve de cura y, desde hace tres, regenta la parroquia de Santa Ana, en el barrio de La Fuente de Fuenlabrada. Un barrio obrero de las afueras de Madrid, cerca del cementerio, que crece a marchas forzadas. La parroquia, de nueva creación, está en un bajo de 200 metros cuadrados. La mitad para capilla y el resto para dos salitas, un despacho y los servicios.Todo muy austero, pero digno. «No nos falta, pero tampoco nos sobra», dice el párroco. Y explica que el milagro de llegar a fin de mes se basa en «administrar muy bien el poco dinero que entra, gastar poco, cobrar lo justo y depender de la caja de compensación del obispado».


En casi todas las diócesis españolas funciona un sistema solidario, por el que las parroquias que menos tienen aportan poco a un fondo común diocesano y reciben mucho. Por ejemplo, la parroquia de Andrés aporta 30 euros al mes y recibe 1.900, de los cuales 1.400 son para costear el alquiler del local donde está instalado el templo y 500 para pagar al cura, que complementa su sueldo con otros 500 euros que gana trabajando en una residencia de ancianos. Andrés, con sus 1.000 euros al mes, ya no puede decir que vive como un cura.

Y si a Andrés no le salen las cuentas y tiene que vivir de la solidaridad de las demás parroquias, a la Iglesia española, tampoco.Fundamentalmente, por lo que los curas llaman «el efecto euro».Lo reconoce el propio arzobispo de Pamplona, Fernando Sebastián: «Con la confianza y sinceridad que deben reinar entre nosotros os diré que con el paso al euro ha disminuido casi un 20% los ingresos de las parroquias y de la Iglesia diocesana», dice a sus fieles.

Por eso, curas y obispos están pidiendo a los católicos que dejen de hacer a la baja la equivalencia de pesetas al euro. Lo expone abiertamente el arzobispo de Pamplona: «Prescindid de las fracciones de euro en vuestras limosnas ordinarias. ¿Qué menos que un euro o cinco euros para las aportaciones de cada domingo? Sin olvidar que lo mejor es suscribirse con una cantidad mensual o anual.Y si no, pensad en un donativo de cierta envergadura una o dos veces por año».


NADA DE CÉNTIMOS


Pero los consejos de los obispos, en este como en otros temas, suelen caer en saco roto. Y los cepillos ya no son lo que eran.«Aquí nos hartamos de recoger céntimos», dice un párroco de Vallecas.El boletín informativo del arciprestazgo de Villaoril (Asturias) concreta aún más: «Los antiguos donantes de una moneda de cien pesetas, en lugar de ascender a la de un euro, se han dejado caer a los cincuenta céntimos (un 20% menos) y cosa parecida en otras monedas fraccionarias».

Y eso que los curas son maestros en el pedir y se las ingenian para que sus fieles se rasquen el bolsillo. «Me da vergüenza pediros dinero una vez más, pero colaborar económicamente con la Iglesia es síntoma de coherencia con la fe. Si hoy tenéis intención de tomar dos vermús, tomáis sólo uno y el otro lo dais para el cestillo. Porque así son las matemáticas de Dios: el que más da, más tiene», dice a sus parroquianos Jesús Labari, el cura de San Lorenzo de Pamplona. Y es que muchos fieles ya no recuerdan aquel mandamiento que obligaba a «ayudar a la Iglesia en sus necesidades». De hecho, en algunas parroquias han optado por no pasar el cepillo. Por dos razones. Para separar el dinero del altar y no dar la sensación de que se cobra por la administración de los sacramentos. Y porque en muchas parroquias rurales o de barrio no vale la pena pasarlo para lo que se recoge: céntimos marrones a porfía...

Por unas y otras cosas, a las diócesis españolas no les salen las cuentas. Gastan más de lo que ingresan y, encima, los cestillos recogieron el año pasado mucho menos dinero. En la diócesis de Pamplona, un millón de euros menos. Y eso que es de las más ricas de España. Quizás porque la gente sigue pensando que la Iglesia católica es rica y que los curas y obispos viven como Dios. Como suele decir el obispo de Sigüenza-Guadalajara, «la Iglesia española es una dama enjoyada venida a menos». Y eso que sigue recibiendo una potente inyección económica anual del Estado. Como en los tiempos de Franco. Cuenta el cardenal Tarancón en sus memorias que Carrero Blanco le echó en cara la desafección de la Iglesia a un régimen que la alimentaba generosamente con 300.000 millones de pesetas de las de entonces.

Veinticinco años después, la Iglesia sigue siendo la religión privilegiada del Estado español, sólo teóricamente aconfesional y laico. Con un maná anual en forma de asignación fija a cargo de los Presupuestos del Estado para pagar a obispos y curas y con una casilla exclusiva en la declaración de la renta de las personas físicas.

Sólo por este concepto, la Iglesia recibirá el próximo año 138.695.761 euros. De esa cantidad, Hacienda obtiene una parte (unos 78 millones) de las aportaciones de los católicos que ponen la crucecita en el impuesto religioso, y el resto es un complemento gracioso que entrega el Estado a la Iglesia. Este complemento anual se basa en un acuerdo entre los obispos y el Gobierno para completar unas previsiones de autofinanciación que nunca se cumplieron, a pesar de haber sido acordadas en 1987.

La contribución de los católicos a su Iglesia a través del IRPF -auténtico baremo y signo de pertenencia- ha disminuido casi un 15% respecto al año anterior. De hecho, aunque no son excluyentes, la casilla de las ONG le está ganando la batalla a la de la Iglesia.En el último ejercicio, según la Agencia Tributaria, 4.709.646 contribuyentes marcaron la casilla de fines sociales, mientras que 1.679.674 optaron por destinar el 0,52% de sus impuestos a la Iglesia.

«Es verdad que el último año ha descendido, pero estamos moderadamente preocupados porque se mantiene el índice de oscilación de los últimos años», explica el secretario del episcopado, padre Martínez Camino. Los obispos son conscientes de que les están pasando factura los escándalos de años anteriores: Gescartera, pastoral de los obispos vascos o problemas con los profesores de religión.En cambio, la gente no ve, porque no se publicita, la cara comprometida, caritativa y asistencial de la Iglesia, que también la tiene.Donde hay un pobre, allí hay un cura. Y donde hay un enfermo de sida o un sin techo, suele haber una monja. Como dice Fernando Sebastián, «el dinero que damos a la Iglesia es un dinero bien administrado que se transforma en obras buenas».

Acostumbrada a que se lo den todo hecho, la Iglesia no sabe venderse para conseguir la confianza de los ciudadanos. Y tampoco se siente acuciada por la necesidad. La Iglesia católica juega con red, porque, al margen de lo ingresado por este capítulo fiscal, recibe una cantidad fija anual, que este año se ha incrementado un 2% con respecto al ejercicio anterior.


LIBRE DE IMPUESTOS


El Grupo Socialista presentó una reciente propuesta en el Congreso solicitando que se suprima esa aportación. Alega que «este sistema de asignación tributaria se ha acabado convirtiendo en una subvención que choca con la Constitución, porque una parte de los impuestos de los ciudadanos que no ponen la 'x' en la casilla de la Iglesia católica se destina a financiar a esa institución». Según los cálculos de los socialistas, las aportaciones del Estado a la Iglesia han sobrepasado en 340 millones de euros (40.000 millones de pesetas) a lo realmente recaudado. Pero el Grupo Popular rechazó la enmienda sin argumentar su postura.

Amén de la asignación tributaria, la Iglesia es la única subvencionada por el Estado por actividades varias con una cantidad que suma más de 7.000 millones de pesetas. Es también la única que no paga impuestos. Está exenta de abonar el IBI (Impuesto de Bienes Inmuebles) y ni siquiera cotiza a la hora de pedir licencias de construcción. Un beneficio que no comparten las demás confesiones religiosas. Es también la católica la única Iglesia que cobra para que miles de docentes (18.000, según diversas estimaciones) enseñen religión en la escuela, elegidos por los obispos, pero contratados y pagados por el Estado con una suma que se eleva a los 600 millones de euros anuales.

La Iglesia católica es también la única confesión religiosa del país con derecho a capellanes hospitalarios, castrenses o penitenciarios, a cuenta del Ejecutivo de turno. Las demás religiones con presencia significativa en España (protestantismo, judaísmo, islamismo...) no reciben un solo euro del erario público. Y, como es lógico, se quejan ante la Justicia y ante el Defensor del Pueblo. «España no respeta su propia legislación sobre libertad religiosa», dice en su nota de protesta. Y eso que han pasado 25 años del supuesto entierro del nacionalcatolicismo.




 
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