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 DIRECTORIO   Domingo 29 de febrero de 2004, número 437
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AHMED LIDRISSI / SUPERVIVIENTE DEL TERREMOTO
Un día normal en Alhucemas
EDUARDO DEL CAMPO. Marruecos

Tragedia. Ahmed Lidrissi tiene 71 años y camina apoyado en un bastón, pero sacará fuerzas de donde sea para enseñarle al periodista las tumbas frescas de las 62 personas que el terremoto ha sepultado en la aldea de Ait-Daud. Los supervientes han enterrado a seis en un campo entre chumberas colina arriba. Las tumbas de las otras 56, decoradas con ramas y piedras, ocupa una llanura junto a un campo de trigo. Ahmed tiene enterrados aquí a sus nietos Fedua, una niña de 10 o 11 años, y Karim, un chaval de 14, dos de los cinco hijos de su hija Yamila. Dos de sus 15 o 16 nietos, ya no se acuerda.


El terremoto que asoló el martes decenas de casas de las aldeas que rodean Alhucemas se llevó por delante también la de los críos.El abuelo no sabe cuáles son sus tumbas porque el martes, el día del seísmo, cuando los enterraron, no estuvo presente. Quizás le fallaron las fuerzas. Está triste pero lleva la procesión por dentro, escondida detrás de su sonrisa hospitalaria, mientras arrastra dignamente la figura de su chilaba por un mundo que parece no haber cambiado desde hace siglos.

Desde aquí se ve el Mediterráneo, como una cuña azul entre las colinas. Ahmed ya conocía de sobra las diferencias abismales que hay entre vivir aquí, en la aldea rifeña de Ait-Daud, en Marruecos, o allí enfrente, donde se oculta España. Como aquí no hay trabajo y allí sí, tuvo que emigrar solo en 1972 a Barcelona para mantener a su mujer y sus nueve hijos construyendo edificios.Durante sus 21 años de albañil en Construcciones Benadrich, «en la Traverssera des Corts», precisa sólo volvía a ver a su familia el mes de las vacaciones de verano y, con suerte, la semana de Navidad. Desde el norte transformaba el sudor en inyecciones de dinero al sur. Y como él, miles de emigrantes marroquíes.

En 1993 se jubiló y cerró el círculo de su vida regresando para siempre a su pobre aldea natal. A las trochas embarradas y las casas solitarias de adobe rodeadas de chumberas como una fortificación ancestral; a las vacas y los almendros, las judías y los garbanzos.A un paisaje de niños montados en burro y hombres manchados de barro, de mezquitas solitarias que se alzan en las colinas como un faro de fe. Adonde no llega la luz ni el agua corriente pero los sentimientos alcanzan una pureza incalculable.

Ahora Ahmed ha sufrido en sus carnes las consecuencias de vivir aquí y no allí. Sus nietos quizás no habrían muerto si no vivieran en una casa pobre construida a duras penas y malamente. Quizás tampoco se habrían caído esos muros que han matado a una de sus dos vacas. Ni habría tardado tanto en llegar ayuda.

Cuando nació en 1933, España hacía tiempo que había aplastado la rebelión de los bereberes del Rif y consolidado su poder en el protectorado del Norte de Marruecos. Para él nunca fue un país enemigo. España. Se le iluminan sus ojos nublados cuando habla de ella. El país que primero lo subordinó como nativo de su colonia y luego extrajo sus mejores fuerzas de emigrante.El país que le paga los 640 euros de pensión con los que viven él, su mujer, Malika, y sus tres hijos veinteañeros, Yaued, Alia y Tamimun. «Si no fuera por la paga española»...

Su vida ha estado ligada para bien o para mal a la evolución del país del otro lado del horizonte, el antiguo protector. «Cuando mandaba Franco, me cago en la mar, pasábamos mucha hambre, igual que en España», dice recordando los años de la posguerra, la Civil de los españoles. La misma en la que combatieron y se dejaron la vida muchos rifeños reclutados por el general golpista.

España se fue «contento» del Rif en 1956 y «no hubo follones».Años después marchó a «Barça». ¿Habla catalán? «Una mica». Su hijo mayor, Mohamed, heredó su puesto de emigrante en Barcelona, en la misma empresa, en el mismo puesto de albañil. Los demás hijos viven en Marruecos, pero sólo Youed, el chico, que tiene 21 años, se dedica a la agricultura como su padre antes de emigrar.Cebada, trigo, habas, lentejas. Pero es una vida que da lo justo para sobrevivir.

«¡No se gana dinero hombre!, si llueve, vende un poco, si no llueve, no vende», dice el padre. Para colmo, en el terremoto han perdido un tesoro, los 800 euros que vale la vaca muerta.Todavía está enterrada entre las ruinas del establo, pudriéndose.Es una existencia dura, pero Ahmed dice que bajo el gobierno marroquí ha mejorado. Sin embargo, los jóvenes bereberes, que no han conocido esos cambios, se sienten marginados por un régimen dominado por árabes. En la escuela su lengua, el tamazight, no se enseña, cuando es la que usan todos para comunicarse.

A su hijo pequeño le gustaría emigrar al otro lado, pero, al contrario que su padre, con permiso de residencia, tendría que pedir un visado que cuesta mucho lograr. «Yaued no tiene derecho para ir a España». Ahmed emigró legalmente en los años 70, pero tres décadas después las nuevas generaciones se topan con un muro. Resultado: de hijos sin horizontes del Rif están las pateras llenas.


CLAVES


TERREMOTO

Ocurrió a las 3.30 de la madrugada del martes / Hay contabilizados más de 600 muertos y un millar de heridos / Alcanzó los 6,3 grados en la escala Richter y el epicentro se localizó en Imzufren, a 19 kilómetros de Alhucemas / Es el cuarto gran temblor registrado en medio siglo / Se suceden las protestas callejeras por la retención de la ayuda humanitaria.




 
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