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 DIRECTORIO   Domingo 21 de marzo de 2004, número 440
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LA OTRA CRÓNICA
¿Por qué la pinta Kiko Argüello?
JOSÉ LUIS Galicia, amigo de Picasso y pintor de los techos, la cúpula y el ábside de la catedral donde se casará el Príncipe, critica que se haya encargado terminar su obra a un aficionado como Kiko Argüello. «Estoy profundamente dolido», dice a CRONICA.«Yo soy el auténtico pintor de La Almudena»
JOSÉ MANUEL VIDAL
José Luis Galicia, amigo de Picasso, ha pintado los techos, la cúpula, el ábside y el sotocoro de La Almudena. Ahora, su obra tendrá que convivir con los iconos bizantinos de Kiko Argüello./ BERNABÉ CORDON
   

Soy el auténtico pintor de La Almudena», proclama serenamente orgulloso, pero dolido, José Luis Galicia. Un pintor, amigo de Picasso, de reconocido prestigio, que pintó los 288 módulos de diferentes diseños que decoran los techos, la cúpula, el ábside y el sotocoro de la catedral madrileña. Pero no pintará la parte baja del ábside, encomendada por el cardenal Rouco Varela a su amigo Kiko Argüello, fundador y principal dirigente del Camino Neocatecumenal, uno de los nuevos movimientos neoconservadores de la Iglesia. Y un pintor aficionado.


Por eso está «profundamente dolido» Galicia. «No me duele que no me hayan elegido a mí para terminar mi obra en La Almudena, sino el hecho de que hayan tomado una decisión de ese calibre de la noche a la mañana y la hayan puesto en manos de un pintor al que nadie conoce en la profesión».

En el arzobispado de Madrid señalan que el cardenal Rouco Varela tomó la decisión con el asesoramiento de la junta técnica de obras de la catedral. Y que si se optó por Kiko fue por puras «razones pastorales y artísticas». José Luis Galicia puede comprender las primeras, pero no alcanza a ver las segundas.

Según dicen los neocatecumenales o kikos (por el nombre de su fundador), antes de caer fulminado por un encuentro místico, que le condujo a las chabolas de Palomeras, Argüello era un pintor bohemio y descreído, que llegó a ganar el Premio Nacional de Pintura con 22 años. Pero sus obras de esa época nadie las conoce.O no existen o están escondidas. Quizás porque pintaba desnudos nihilistas y su ídolo era Sartre. Desde su caída del caballo, el artista se transformó en predicador itinerante para aglutinar un ejército de más de un millón de seguidores repartidos por todo el mundo.

Desde entonces, el profeta del Apocalipsis, como le llaman algunos, se dedica a recorrer sus comunidades predicando el kerygma, la esencia de la fe: Cristo Resucitado. Pero sus seguidores le siguen atribuyendo todo tipo de dones, además del de lenguas. Lo consideran un gran esteta, un gran músico, un gran escultor, un gran poeta y un gran pintor. Aunque lo único que pinte sean iconos copiados del arte bizantino. Y con un equipo de 13 personas que le ayudan a plasmar su arte.

Con ellos está a punto de concluir la corona mistérica que rodeará el ábside de la catedral madrileña con iconos de los momentos estelares de la vida de Cristo. Una pintura arcaica, bizantina y de trazo gordo. Una pintura que, según los entendidos, no pega ni con cola con la filigrana de las pinturas de José Luis Galicia en La Almudena, a las que César Aguilar, historiador de la Complutense y crítico de arte, compara con «esos joyeros inmensos que fulgen y sobrecogen como si tuvieran luz propia». A su juicio, se trata de «unos techos tan singulares, tan de excepción, que estimo que con el paso de los siglos seguirán siendo el misterio, la magia y el hechizo de la catedral de Madrid».

Galicia es un artista polifacético y completo. Poeta (es sobrino de León Felipe), grabador, escultor, director artístico cinematográfico con Bardem o Borau entre otros y, sobre todo, pintor. Reconocido por Picasso, Miró o Clavé. Con 28 cuadros en el museo Reina Sofía y exposiciones en todo el mundo.

Él pintó La Almudena en dos épocas muy distintas. La primera cuando todavía no había cumplido los 30 años pero ya Picasso lo llamaba «el mejor grabador del mundo». Era el año 1960 y el arquitecto de la catedral, Fernando Chueca, le encomendó la pintura de los techos del tramo central de la catedral, lo único terminado entonces. Y el joven Galicia optó por dar a los techos catedralicios «una solución de originalidad absoluta en la Historia del arte sacro», según César Aguilera.

Dividió el techo en módulos independientes y a cada uno le asignó un diseño diferente, aunque con el mismo estilo de «formas geométricas y abstractas, que se corresponden con estos tiempos», en definición del propio pintor. «Porque, como ya decía Platón, no existe cosa más perfecta que la esfera. Con reminiscencias árabes en el ábside, que parece el bordado de un traje de torero. El conjunto es una especie de artesonado mudéjar», añade Galicia.

Pero las obras de la catedral entraron en vía muerta durante muchos años, para reactivarse su construcción a principios de los 90 por impulso del cardenal Suquía y del entonces presidente del Gobierno, Felipe González. La catedral se concluyó, al menos externamente, y fue solemnemente inaugurada por Juan Pablo II el 15 de junio de 1993. Para esa ocasión, se puso el suelo, pero ya no había dinero para terminar de pintar los techos.

En 1997, el cardenal Rouco quiso dar los últimos retoques a su catedral y le pidió ayuda al entonces presidente de la Comunidad, Alberto Ruiz Gallardón. Y éste arrimó el hombro con una condición: «Me gustaría que el dinero de la Comunidad fuese para terminar la pintura de los techos que es lo que más me gusta», dijo el político madrileño, según le contaron al propio pintor. El caso es que el cabildo le llamó y Galicia terminó de pintar los 176 módulos restantes de su catedral.

Y todo por cuatro duros. «La cantidad fue tan pequeña que me da vergüenza decirla. Y, en parte, la culpa la tuve yo. Cuando me lo propusieron, les dije que me hacía tanta ilusión que lo haría hasta gratis. Y me tomaron la palabra». Pero como dice el pintor: «Nadie se hace artista para ganar dinero. Esto es una vocación. Además, es más importante pasar la Historia que ganar dinero».


SOLO PARA EL PRINCIPE


La catedral de La Almudena se acicala para un acontecimiento único. No en vano, entre sus muros sólo se casará el Príncipe y sus descendientes. El arzobispado de Madrid reservó primero el templo catedralicio para la boda del Príncipe y, ahora, ha decidido vetarlo a los plebeyos, que tendrán que contentarse con la cripta, si quieren casarse en La Almudena.

Dicen que por motivos funcionales y pastorales. «Si permitiésemos celebrar bodas, la catedral se convertiría en una feria de todos los que querrían casarse donde se va a casar el Príncipe», explican en el arzobispado. Y añaden: «Además, se entorpecería enormemente el normal desarrollo de las funciones litúrgicas y pastorales de la catedral». En todas las demás catedrales españolas (hay 76 catedrales, nueve concatedrales y 18 colegiatas) se ofician matrimonios.

Kiko Argüello es el encargado de engalanar la catedral madrileña de cara a la boda real. El pintor primitivo de La Almudena, Galicia, no quiere enjuiciar la obra de Kiko: «No lo conozco a él y no puedo juzgar su obra, porque no la he visto. Lo único que sé de él es que pinta iconos bizantinos». Eso sí, Galicia está convencido que su pintura moderna no va a casar con la de Kiko. «Ni la mía ni la de otros muchos pintores pegaría con la suya».


OBRA PARA LA ETERNIDAD


Pero lo que más le duele es que la Iglesia no haya buscado para decorar la parte baja del ábside a un primer espada de la pintura.«Esto hubiera tenido que pintarlo un gran pintor. Yo hubiera elegido a Antoni Clavé, por ejemplo, que es uno de los más grandes».Y lo habría hecho por poco dinero. Porque «pintar la catedral es una obra para la eternidad, para el honor y la gloria».

Además, a Galicia le sorprende la apresurada decisión de la Iglesia.«No se puede hacer una obra de arte en tres meses. Eso es una feria. A no ser que el tal Kiko sea un genio. Habrían tenido que convocar un concurso restringido entre ocho o 10 grandes pintores y decidirse por uno. Una catedral no se puede pintar en tres meses, que es el tiempo que a mí me lleva hacer un boceto para una obra de esa envergadura. Pero no lo hicieron y se la dieron a un hombre que no es reconocido como pintor en la profesión».

Y para salir al paso de la premura de la boda del Príncipe, la solución, según Galicia, «hubiese sido haber colgado en ese espacio cinco tapices, que los tenemos y maravillosos para una boda principesca».Pero la Iglesia, siempre cauta y prudente, optó por las prisas y por un pintor aficionado para la parte baja del ábside.

Y no sólo eso. Porque lo que Galicia no sabe todavía es que el arzobispado ha encargado también a Kiko el diseño de las nuevas vidrieras del ábside, en una de las cuales seguro que no faltará un Cristo Resucitado, símbolo del Camino. Y con el compromiso de tenerlo todo listo para el día de la boda. Y Kiko, que parece pintar y diseñar con la ayuda de los mismísimos ángeles, tiene todo listo para la Semana Santa. Dentro de dos semanas.




 
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